Capitulo 4

"El primer recuerdo que tengo de ti"

Terminar sentada en la mesa de la familia Rule no era parte del plan. Por supuesto que no, pero mis ganas de quedarme a dormir en un hotel eran nulas y la oferta de Nolan fue tan tentadora que no pude decirle que no. Además, la cena estaba riquísima. Por Dios. ¿Qué le habían puesto a ese pollo?

-Toma, sírvete un poco más-Laurine, la madre del chico, me pasó el puré de papa mientras Josh me acercaba por la izquierda la ensalada.

-Y espérate al postre-se burló Nolan.

-¡Hicimos pastel de chocolate!

-Ustedes...¿festejan algo hoy?

La señora me miró con el ceño fruncido y después soltó una carcajada junto a su padre.

-¡Claro que no! Nos metimos por las tardes a clases de cocina, se nos da bien, ¿no?

Ese puré de papa era el cielo...

-Demasiado.

―A tu abuelo le encantaba esta comida―agregó Josh. Omití el hueco que se me formó en el estómago y le di otra probada al pollo.

Él me caía bien. Era sonriente. Tenía mucha chispa, tanto que contagiaba un poco. Y con todo eso me resultaba extraño que pudiera haber formado una amistad tan fuerte con el cascarrabias de mi abuelo, como para llorar desconsoladamente junto al ataúd en el funeral.

Cuando terminó la cena, Laurine, la madre de Nolan, en un acto de bondad que su hijo no tomó nada bien, bajó unas mantas al sillón de la sala para que él durmiera ahí mientras yo pasaba la noche en su habitación.

―Me debes una grande, pequeña Moly.

Fueron las palabras que dio cuando salió de su cuarto completamente indignado.

―Estoy segura de que estarás cómoda aquí―sonrió Laurine―, pero si llegas a necesitar algo, que no te de vergüenza decirlo. Mi habitación está al final del pasillo y Nolan dormirá abajo.

―Muchas gracias―le agradecí de corazón.

―No tienes que agradecer, Moly. Tú eres como de la familia―ella también tenía una sonrisa preciosa― Buenas noches―se despidió cerrando la puerta.

―Buenas noches, señora Rule.

Solté un suspiro cuando me quede sola en aquel lugar. Tenía que admitir que era más acogedor que la habitación que tenía en mi casa. Era como si aquel sitio fuese una parte de Nolan. Cada trofeo de futbol que adornaba los estantes era un recordatorio de sus triunfos y el esfuerzo que invirtió para lograrlo.

Caminé por la habitación admirando lo que no pude cuando estuve ahí la primera vez. Mis ojos anduvieron curiosos por los posters de bandas que había en las paredes. Si que sabía de buena música. Y no pude evitar tomar una de las muchas fotos que se encontraban en marcos sobre una repisa. Nolan estaba en medio de otros dos chicos, uno rubio y otro con el cabello igual de oscuro que él. Todos sonreían y parecían estar en una fiesta. Yo también sonreí con la felicidad que pintaban sus rostros.

Había gente con suerte en este mundo.

Dejé la foto en su sitio y tomé otra en la que aparecía Nolan junto a sus padres y un chico tan similar a él que si no se le notaran los años, los hubiera confundido como gemelos.

Yo extrañaba a mi hermana, pero hace nueve años, cuando tuve que mudarme a casa de mis abuelos, ella aún era tan pequeña que servicios infantiles se hizo cargo de su custodia. No vieron a nadie capaz de criar a una niña de cuatro años y medio y, en cambio, después de unos meses de terapia, a mí me creyeron lista para seguir con mi vida.

Estaban todos equivocados. Yo estaba más muerta que viva.

Dejé la foto en la repisa y me acerqué a la maleta que había tenido que bajar del auto para poder tomar un pijama. Me despojé rápidamente de la ropa que vestía y la guardé adentro. Saqué una playera holgada y unos pantaloncillos cómodos. Me cambie lentamente, intentando perder todo el tiempo del mundo que fuera posible y después cerré la maleta para dejarla en el suelo junto a la que Nolan había preparado para el viaje.

«Nolan»

Su nombre retumbó en mi cabeza y permaneció en ella cuando me recosté en la cama que olía a él.

No sabía cómo saldrían las cosas con el chico acompañándome en aquel viaje, y si tenía que ser completamente honesta, antes de que él se ofreciera a ayudarme, mi corazón poseía un miedo inmenso. Existía una chispa en mi pecho que poco a poco se intentaba encender y repetía constantemente que algo podría salir mal y yo sola no lo iba a poder sobrellevar, pero ahora, aun cuando me sentía confundida por su presencia, también había una pequeña parte de mí que se sentía segura, y nunca me había sentido de aquella manera con alguien que no fuera yo misma. Estaba bien dentro de mi burbuja.

Y ahora todo había cambiado, porque estaba a punto de salir al mundo real, de surcar destinos inaventurados por mis ojos y mis sentidos. Mi burbuja había explotado y aunque había mil posibilidades de que todo saliera mal, era positiva. Tenía el rostro elevado y las expectativas en las nubes, porque había aprendido que cuando las cosas salían mal (lo cual era muy a menudo) siempre era bueno pensar que había algo en la situación que podía conducir a cosas mejores. A veces solía pensar que era otra lección de la vida para después compensarnos por saber resolverla.

Y esos fueron los pensamientos que me acompañaron durante la hora y media que estuve mirando el techo sin poder dormir. Era como si Morfeo se hubiera olvidado de tocar a mi puerta, pero así estaba mejor. No tenía ganas de terminar la noche con una pesadilla.

Sin dudar un poco me levanté de la cama y di un salto al sentir el suelo frio. Acercarme a la maleta a treves del piso congelado para tomar unas sandalias no era una alternativa, así que me calcé unas que se encontraban al lado de la cama y tenían pintados en las suelas unos balones de basquetbol.

Me reí al ver cómo me faltaba medio pie para que me quedara la sandalia. Nolan tenía uno muy grande.

Bajé por las escaleras y camine hacia la cocina. Las sandalias hacían un ruido raro en mis pies pequeños. No realicé ninguna parada hasta que llegué a la nevera y me serví un gran vaso de agua fresca. Esperaba que la señora Rule no se molestara por mi atrevimiento, pero tampoco sentía que fuera muy educado levantarla para curar la sed de mi garganta.

Me tomé el agua sintiendo como la resequedad se iba de mi cuerpo y todo...

― ¿Sabes cuál es una de las cosas que más recuerdo de ti?

Escupí el agua que había en mi boca al escuchar aquella voz detrás de mí.

Me voltee lentamente con el rostro ardiente y me encontré con un sillón en medio de la sala de estar, lleno de sabanas y con un chico sentado en él.

«Un muy guapo chico», recordó mi conciencia.

«Tiene sus contras», replique.

«Síguete resistiendo... no durará mucho tiempo»

―Me asustaste―lo regañé cuando comencé a limpiar mi rostro húmedo.

No respondió.

Nolan se limitó a sonreír levemente para hacerme ver que me había escuchado, pero sus ojos azules parecían perdidos en mi mirada, como si en lugar de verme a mí, vieran mi alma. Se sentía algo intenso.

―Recuerdo perfectamente el día en que tu tía Verónica se divorció. Tú tenías once años―comenzó a contarme siguiendo el hilo de su pregunta inicial―. Todos estaban bromeando sobre que Petter había dejado la bara alta y era todo un osado el que se atreviera a intentar romper el record que él plasmó al soportar por doce años a tremenda mujer―su voz parecía igual de perdida que él. Tomé el agua que quedaba en el vaso y me acerqué más hacia donde estaba―. Todos la llamaban bruja y decían que de seguro había hecho algún hechizo para que él se quedara por todo ese tiempo, pero tú vivías con ellos, sabias la verdad. Y yo era un niño que escuchaba lo que todos decían y tenía curiosidad, así que le pregunté a tu abuelo si Petter había dejado a Verónica porque ella era una bruja. Y tú estabas allí. Fue la única vez que me hablaste, y dijiste «mi tío se fue porque las personas somos como una flor. Debemos ser tratadas como si en cualquier momento nos fuéramos a secar o nuestros pétalos se fueran a caer, pero él era malo y en lugar de cuidar de mi tía, comenzó a arrancar sus hojas». Tu abuelo te calló con un grito y te mandó a tu cuarto y yo me quedé ahí con tus palabras en mi mente y entendí que nadie sabía que él la golpeaba, pero tú sí. Siempre supiste la verdad y ellos te querían silenciar.

Me quede ahí, de pie entre la cocina y la sala de estar con el vaso de cristal en la mano, y la cabeza llena de dudas.

―No recuerdo eso―le respondí mirando como una pequeña sonrisa aparecía en sus labios. Tenía recuerdos espasmódicos de las peleas entre mis tíos, pero en mi mente no existía ningún registro de haber dicho eso.

―Lo sé―acompañó sus palabras con unos movimientos de manos para restarle importancia―, yo tampoco lo hacía, solo que no podía dormir por estar pensando en mil cosas y me llegó a la cabeza.

Sabía que mentía pero no pregunté más, en lugar de eso cambie de tema mirándolo algo incómodo y sabiendo que me lo agradecería.

― ¿Quieres un poco de agua?―levanté el vaso que estaba en mi mano.

Negó levemente..

―No, gracias. Creo que intentare dormir antes de que me ponga a decir más tonterías.

Asentí riendo suavemente y me di media vuelta hacia la cocina. Tomé otro poco de agua y lavé el vaso para acomodarlo en su lugar.

Cuando volví a la sala, Nolan estaba arropado con las sabanas y decidí irme sin hacer ruido para que por lo menos hubiera alguien aquella noche que pudiera dormir.

―Buenas noches, florecilla.

Una sonrisa pintó mis labios.

―Descansa, Nolan.

―Igualmente...espera, ¿esas son mis sandalias?

Solté una risa y subí rápido las escaleras para no recibir sus reclamos, y después anduve por el pasillo hasta que me adentre en su habitación y de nuevo me acosté en aquella cama que olía a él.

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