Capitulo 29
"El Universo De Tus Labios"
Debo de poner un enorme acento en lo siguiente: Amaba con todo mi corazón volver a estar junto a mi madre, pero, de igual forma, la vieja Moly gruñona estaba comenzando a aparecer de nuevo en mis ganas nulas de querer convivir con los vecinos.
Entendía que ella necesitaba amigos, que le encantaba ir a cenar con ellos y charlar cuando coincidían al regar el jardín, pero no entendía porque debía incluirme a mí en aquel afán.Aunque, una pequeña parte en mi pecho la entendía. Yo también estaba comenzando a desear llevar aquella vida simple en la que uno se hace amigo de los vecinos, sale a fiestas con amigas, se duerme tarde contestando mensajes y pensando que se pondrá al día siguiente para el chico que le gusta.
Toda mi vida había rechazado las etiquetas tontas de la típica adolescente que vivía en una burbuja rosa, pero ahora, una parte de mi quería dejar atrás todo el pasado y tener una de esas vidas normales y divertidas que llevaba años perdiéndome.
Y es por eso que no puse mucha resistencia cuando mi madre me mandó a vestirme para ir a cenar con los Roger, como si no vivieran al lado y me vieran todos los días con mi vieja pijama puesta.Laura, la amiga de mamá, había preparado un estofado con verduras exquisitas y unas mil guarniciones que tapizaron la mesa con un olor fabuloso que me hizo olvidar por un segundo mis ganas de volver corriendo a casa.
Todos charlaban amigablemente mientras comenzaban a tomar su lugar en la mesa, un enorme circulo de madera que el señor Roger presumía haber hecho con sus propias manos.Sally, la hermana pequeña de Fred, llevaba puesto un vestido de la cenicienta con una tiara que la hacía lucir muy dulce. El chico a su lado la alagaba mientras ella le sonreía con sus enormes risos rubios revoloteando en su cabeza.
Al fin de cuentas los Rogers no eran tan malos, y es que, aun cuando me tenían en aquella mesa junto a mi madre y llevaban más de un mes saludándome en mis paseos mañaneros, jamás nos juzgaron ni quisieron averiguar cómo había aparecido de la nada.
Mamá guardaba bien las apariencias. Ninguno de los allí presentes en aquella fabulosa mesa llena de manjares sabia de nuestro pasado, y aun así, se sentía como si los conociéramos de toda la vida.
― ¿Iras al baile de inicio de curso, Moly?―preguntó la madre de Fred mientras todos comenzábamos a disfrutar de la comida. Casi me atraganto con el pollo que masticaba―.Sería una buena oportunidad para hacer amigos.
― ¡Eso suena excelente!―alagó mi madre dándome un codazo suave―. ¿Por qué no me habías dicho que había una fiesta?
"Porque no quiero ir"
Tosí un poco para aliviar el malestar en mi garganta y poder intervenir.
―Me acabo de enterar hoy, mamá, además no creo que sea una buena idea asistir.
―Claro que lo es―se metió Fred a la conversación, mientras le ponía sal a una papa que estaba en su plato―. Las fiestas de la preparatoria son las mejores, incluso ahora en la universidad las extraño.
―Las fiestas no son lo mío―intenté parar el tema como si fuera posible sacárselo de la boca a mi madre después de ahora. De seguro me seguiría insistiendo hasta que me cansara y me entraran ganas de arrancarme los oídos, y luego, posiblemente, terminaría yendo con las orejas vendadas.
―Las fiestas son lo de todos, Moly, no seas tímida―agregó Laura.
―No soy tímida. Simplemente no se me da lo de bailar, y no creo encontrar a una pareja que quiera que le pise los pies toda la noche.Después de que las palabras salieran por mi boca me di cuenta del enorme error que había cometido al ver los ojos que pusieron mi madre y Laura.
― ¡A Fred le encantaría ir contigo!―la señora Rogers le dio un codazo al chico―, ¿verdad, cariño?
Él, con la boca llena por la papa que estaba disfrutando, solo atinó a asentir, mientras mis entrañas se hacían un nudo en mi estómago y las manos me comenzaban a sudar con pavor.¿En qué me había metido?
***
Después de la cena la señora Rogers sacó más comida para que Fred y su esposo pudieran ver el futbol en la sala de estar. Yo no le entendía a nada de aquel juego, pero me senté con ellos porque prefería estar en silencio viendo la tele que en la cocina escuchando a mi madre conversar con Laura sobre los mejores lugares de la ciudad para encontrar un vestido para el baile.
Me hice un ovillo en el sillón pequeño mientras mi mente revoloteaba sin cesar en aquel suceso que sabía que no podía evitar. Por más que lo deseara mi madre no me dejaría negarme a aquella oferta porque podía lastimar el entusiasmo de su amiga, y por más que me importara poco tal cosa, debía admitir que quería ver a mamá feliz, y ella se moría de ganas por verme con un vestido de gala tomada del brazo de un chico que me iba a llevar a un baile.
«No suena tan mal, Moly» dijo mi conciencia, comenzando a cavar un agujero en mi cerebro para incrustar la idea.
Y es que si le daba unas cuantas vueltas resultaba sencillo encontrarle el lado bueno a la situación, pero sabía que jamás me atrevería a obligar a Fred a acompañarme a una fiesta. Lamentaba mucho si hería los sentimientos de las dos mujeres, pero no deseaba que el chico aceptara por compromiso la invitación.
―Los de blanco van ganando, Moly―comenzó a contarme el señor Rogers como si me viera completamente perdida.
―Desgraciadamente―interrumpió Fred con tragedia.
― ¡Ya quisieras que fuera una desgracia! ¡Les estamos dando una paliza!
Me limité a reír de sus peleas y a ponerle atención al hombre cuando me contaba lo que sucedía en el juego. Poco a poco le comencé a hallar sentido, y para cuando finalizó el primer tiempo, ya hasta había elegido un bando solo para ponerle más sazón al momento.
Durante el descanso, el padre de Fred fue corriendo al baño para no perderse de ningún segundo del partido. El chico, por su parte, se quedó sentado en el sofá revisando algo en su celular. Mi boca se movió antes de que yo le diera oportunidad.
―Fred―le llamé jugando de forma nerviosa con mis manos, soltando rápido su nombre para no tener oportunidad de echarme para atrás.
― ¿Sí?
Sus ojos avellana se voltearon en mi dirección.
―Yo...sobre lo del baile―me mordí la lengua para soltar las palabras que se arremolinaban en mi garganta negándose a salir―, quiero que sepas que no estás obligado a acompañarme si no quieres.
Su respuesta tardó unos segundos en llegar. La mirada la incrustó lentamente en mis pupilas haciendo que el nerviosismo se volviera más intenso. Su boca permaneció en una línea fina que poco a poco comenzó a estirarse en una sonrisa que le dio cosquillas a mi alma.
―No seas tonta, Moly. Me encantaría ir contigo. Es una buena oportunidad para conocer a la chica que vive a mi lado y le va al mismo equipo de futbol que yo―se encogió de hombros aligerando el ambiente que nos rodeaba―, tengo el presentimiento de que seremos buenos amigos.
Sus palabras revolotearon en mi mente con una velocidad descomunal, mientras mi sistema no paraba de festejar que ahora tenía un nuevo amigo que en realidad me caía muy bien. Además, era digno de una celebración el pensar que iba a ir al baile de inicio de año con un universitario muy lindo. Demasiado.
Le sonreí procurando darle el gesto más sincero que tenía en mi repertorio.
―Yo también creo que seremos buenos amigos.
La respuesta fue acompañada por el sonido de mi teléfono anunciando un nuevo mensaje.
Fruncí el ceño.
Me saqué el móvil de los vaqueros y entonces, en los dos segundos que tardé leyendo el mensaje que se dejaba ver en la pantalla, una fuerza devastadora arrasó conmigo.
De: Nolan.
Estoy afuera. Sal, por favor.
Los mensajes de Nolan tenían dos semanas que habían dejado de llegar. Los mismos quince días que yo me había decidido por tomar todos sus malditos recuerdos para guardarlos en una caja fuerte. Estaba prohibido hablar de él, pensarlo, soñarlo, sentirlo, aunque me matara el alma y me consumiera el espíritu el negarme a su sabor, porque no había una sola cosa en la tierra que no me llevara a él.
Todo lo que tocaba me recordaba que sus manos me sostenían con fuerza y sus labios me besaban con delicadeza. Todo lo que escuchaba me hacía revivir su voz juguetona, y cada que sonreía le daba crédito a él por recordarme que aún estaba con vida.
― ¿Estás bien, Moly?―escuché la voz de Fred a lo lejos―. Te miras algo pálida.Apreté el teléfono en mis manos temiendo que el mensaje desapareciera.
―Estoy bien, solo necesito aire.
Me puse en pie sin dar más explicaciones y caminé hacia la puerta de entrada mientras me tragaba las ganas de echarme a correr.
No sabía que iba a encontrar cuando llegara a la calle, y es que probablemente estuviera desierta y solamente habitada por la luna, pero mi alma me rogaba que sanara aquellas jodidas ganas que la consumían por volver a encontrarse con aquéllos ojos que le fascinaban.
Abrí la puerta con movimientos torpes, sintiendo como mi mano se resbalaba por la perilla. Mis pies tropezaron consigo mismos mientras bajaba los escalones de la entrada. Mis ojos ansiosos observaron toda la calle con detenimiento hasta que, justo afuera de la casa de mi madre me encontré con Charlie y recargado en su costado estaba la silueta de un chico que aún se asomaba clandestinamente en aquellos sueños que ya no eran pesadillas.
Por sobre toda ley escrita que jure cumplir tras su traición, no pude hacer nada más que correr a su encuentro. Los pies me apoyaron ilusionados en aquella travesía por llegar a sus brazos. El camino entre los dos se me hizo eterno, hasta que escuchó mis pasos y nuestras miradas se encontraron como una explosión que surgió de la nada.
Me estiró los brazos justo cuando golpee nuestros pechos y me estreché contra él. Lo abrace porque aun cuando me había roto el corazón sin tener un poco de compasión alguna, le debía tantas cosas que mi alma decidió olvidar por un momento el daño. Lo abrace porque gracias a él había aprendido a ser feliz de nuevo, a vivir con ganas y desganas, a sonreír ante todo, a bailar bajo la luna y a soñar bonito. Lo abrace porque no había otra cosa en el mundo que añorara más que matar mis ganas de tocarlo, de sentirlo mío aun cuando nunca me perteneció, de acariciar su piel como aquella última noche que pasé a su lado.
Y por sobre todas las cosas, lo abrace porque aun cuando me lastimó tanto, en el fondo de mi alma aun le seguía queriendo con todas mis fuerzas.
―Eres un imbécil―musité en su cuello.―Desde el primer momento te advertí que lo era, Florecilla.Su voz me resultó dulce, cautivadora.
La había estado repitiendo en mi mente durante los momentos de debilidad que tenía antes de dormir, pero nunca había logrado rozar la perfección de escucharla en directo, sintiendo sus labios rozar mi piel al hablar.
Nos quedamos abrazados unos cuantos minutos, sin siquiera poner un solo milímetro de distancia entre nuestros cuerpos. Por Dios, había extrañado tanto el sentirme segura en sus brazos que me dolía pensar en la idea de dejarlo ir.
Y de pronto comenzaron a llegar a mí todas las lágrimas que me había hecho soltar su traición, y todo el dolor que me provocó aquella boca que tanto me encantaba. No le guardaba rencor al chico, debo de resaltar como verdad absoluta esa parte, pero tampoco debía dejar de lado el golpe que me dio en la espalda.
Me separé lentamente de él, ahogando mis ganas de nunca hacerlo.
― ¿Qué haces aquí, Nolan?―intenté sonar fría.Sus intensos ojos azules capturaron a los míos. Dentro del universo que habitaba en sus ojos me encontré con una estrella fugaz a la que le pedí un deseo.-Tu madre me mandó la dirección.
Esperen, ¿qué?
- ¿Y por qué mi madre haría eso?
―Porque le dije no soporto la idea de no tenerte conmigo.
Sus palabras fueron como punzadas que atacaron mi pecho.
¿A caso siempre supo el verdadero destino del viaje?
―No estoy para juegos, Nolan.
― ¡Jamás te mentiría sobre eso!
― ¿Por qué debería de creerte si una vez ya me engañaste?
Pude notar por la expresión en sus ojos que mis palabras le dolieron.
―Puede que no te haya dicho sobre la carta que me dio Nicolás, pero además de eso, ninguna de mis acciones hacia ti fueron engaños.
―No te creo― y en verdad que mi corazón estaba intentando con toda sus fuerzas hacerlo.
Nolan se comenzó a pasar las manos por el cabello con desesperación. Sus mejillas se habían ruborizado por la impotencia que comenzaba a recorrer su cuerpo. Debajo de sus ojos me encontré con unas grandes ojeras que los hundían.
Miré detalladamente cada movimiento que hizo al meter la mano en el bolsillo de su pantalón y sacar un sobre arrugado. Se me congelaron los pies al verlo.
―Sabia que sería muy difícil que volvieras a confiar en mí―su voz adquirió un tono bajo. En ningún momento apartó sus ojos de los míos―, así que te traje la carta que me dejó tu abuelo para que la leas y no quede ningún otro secreto entre nosotros.
Un nudo se instaló en mi garganta mientras sentía como el pecho me ardía.
―No quiero leer eso―negué con la cabeza―. Nolan, tú fingiste quererme. Me mentiste de la forma más cruel posible―le respondí apretando los dientes.
― ¡Yo te he amado toda mi jodida vida, Moly Kate!, y cuando tu abuelo me pidió que te acompañara en el viaje y te hiciera feliz, no pude resistirme a por fin estar a tu lado. Él me pidió que te enamorara y yo...yo te quería para mí.
En su rostro se reflejaba la desesperación que emanaba. Yo también quería creerle.Apreté con fuerza mis manos a los costados intentando así controlar las lágrimas que querían escapar por mis ojos.
―Me hiciste mucho daño―le susurré bajito, y por más que intenté controlar el llanto, una cascada se arremolinó en mis ojos y bajó por mis mejillas con violencia―. Yo confié en ti y tú me lastimaste.
Eso era todo. En aquellas frases se resumía toda nuestra historia, si es que hubo alguna.Los brazos de Nolan me cubrieron en un intento por volver a unir cada trozo del corazón que había roto. Me abrazó como si con ese simple gesto me pudiera reconstruir. El siempre solía hacer eso.
―Jamás fue mi intención herirte, pequeño lirio.
Dejé que me abrazara durante un par de minutos más mientras me recuperaba del golpe de emociones que me había dado con fuerza y mi cuerpo aprovechaba la situación para impregnarse de su olor.
― ¿Podrías perdonarme, Moly?
Tras escuchar su pregunta me separé lentamente de sus brazos hasta que me volví a encontrar con sus ojos.Respiré profundo sintiendo como el aire fresco mataba el nudo de mi garganta.
―Podría decirte mil veces que te perdono, pero no estoy lista para volver a intentar estar contigo.
Nolan había vuelto en una parte de mi vida en la que quería volver a reescribir mi historia. Deseaba seguir acompañando a mamá a sus molestas reuniones con los vecinos y que ella y Laura me ayudaran a buscar un vestido para el baile. De cierto modo me entusiasmaba la idea de ir con Fred a la fiesta, él era lindo y sabía que al igual que Samanta, terminaríamos siendo buenos amigos míos, de esos que duran toda la vida.
No era un buen tiempo para estar protegiendo a mi corazón de más golpes. Había llegado el momento de dejarlo correr libre para que viviera, así que, si era sincera conmigo misma y con el chico, no estaba lista para que me volvieran a romper.
―Te entiendo y en verdad comprendo la situación y la forma en que me lo merezco, pero ¿por lo menos me dejarías entrar a tu vida siendo un amigo?Le sonreí de la forma en que solo le podía sonreír a él.
―Siempre serás mi mejor amigo, Nolan Rule.
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