Capitulo 25

"El nacimiento de la mariposa"

Sucede que cuando yo estaba en el asiento de atrás sufriendo y creía que Nolan buscaba señal, en realidad estaba hablando con uno de los amigos de su madre que venía en la lista que nos había dado. Daba la casualidad de que Eliot, quien nos ayudaría, vivía en el mismo pueblo costero en el que habíamos pasado la noche.

Nolan le envió nuestra ubicación y llegó con un galón de gasolina cuando todavía estábamos abrazados en el asiento trasero del auto.

Tuve las mejillas encendidas en todo momento por la forma en que nos había encontrado, pero Eliot fue amable y sonrió durante el rato que estuvo allí ayudando a ponerle combustible a Charlie. Como un extra nos dio indicaciones para llegar al pueblo en el que estaba la feria y no tardamos en agradecer y subirnos a la camioneta.

Esta vez, Nolan manejó, y yo me quedé en el asiento del copiloto sintiéndome ligerita, como si fuera a salir volando por la ventana como papel. Parecía que una tonelada de peso se había bajado de mis hombros.

―Nolan―le llamé mientras lo volteaba a ver.

― ¿Sí, mi pequeño lirio?

Respiré hondo antes de hablar.

―Me siento feliz―dije soltando una carcajada― ¡Muy feliz!

Exclamé bajando más la ventanilla del auto y sacando toda mi cabeza por ella, hasta casi sentarme allí. El viento comenzó a golpear mi rostro y el cabello me revoloteó como si danzara de alegría.

―Metete al auto antes de que te lastimes―me pidió mientras reía y tomaba mi blusa para tirar de mí hacia adentro.

Y quizá me tomen por loca, pero la emoción que sentía en aquel momento era la de alguien que había perdido sus miedos, y no cualquiera puede presumir eso.

***

A las diez de la noche ya estábamos llegando al pueblo donde estaba "la feria de las maravillas". Era inevitable no ver desde lejos las luces de los juegos mecánicos, ni sentir el aroma dulce del algodón de azúcar en el aire.

Era un lugar pequeño en el que todas las calles estaban desiertas, probablemente porque cada persona del pueblo estaba disfrutando de las atracciones.

Como ya era tarde, Nolan y yo decidimos ir a la feria para estar a tiempo para la media noche en la rueda de la fortuna, y después buscar un hotel para pasar la noche y descansar.

Me sentía como una niña pequeña mientras tiraba del brazo al chico. El olor dulce se hizo más potente conforme nos íbamos sumergiendo más en ella.

Había una montaña rusa, una casa de los espejos, un traga fuego, personas jugando tiro al blanco, puestos de palomitas y churros, pero lo que más destacaba era la imponente rueda de la fortuna que estaba iluminada con cientos de focos de colores.

Mis ojos se abrieron enormes ante lo majestuosa que se miraba.

―Nunca me he subido a una―le confesé al chico a mi lado.

Él como respuesta me ofreció su brazo para que nos acercáramos juntos.

―Eso tiene solución―sacó su teléfono del bolsillo y revisó la hora―. Casi son las 12 y hay mucha fila, ¿Qué te parece si vamos a comprar un algodón de azúcar y después nos formamos?

No tuvo que repetir aquello para que provocara que asintiera enérgicamente.

―Me gusta la idea― respondí con una sonrisa en el rostro.

Me dedicó una mirada con la ceja alzada y una sonrisa coqueta.

―Te gusto más yo―dijo mientras comenzaba a caminar con dirección al puesto de algodones. Pidió dos y tras pagarlos, ambos nos fuimos a formar en la fila para la atracción.

Había demasiadas personas reunidas en aquel lugar, pero no me dio ni un ataque de pánico, ni me sentí desprotegida. Sabía que estaba bien al lado de Nolan, quien en el primer segundo que me tomó desprevenida, colocó su mano en mi cintura y me atrajo hacia su pecho. No me pude separar de él después de aquel gesto.

Nos comimos el algodón de azúcar en silencio, mientras ambos no dejábamos de pensar en el otro y en lo bien que se sentía la seguridad que transmitía la cercanía.

Cuando me quedaba medio algodón de azúcar una pareja se formó detrás de nosotros. La chica llevaba una sonrisa deslumbrante en el rostro y se abrazaba al chico que la acompañaba. Se sentía en la distancia el amor que emanaban, podía apostar a que incluso las estrellas lo sentían. Ella se veía buena persona y yo me sentía tan segura y liberada que hice lo que mi desconfianza no me dejó hacer por mucho tiempo.

Le dediqué una sonrisa y ella me la devolvió al recibirla.

―Hola, soy Moly―la saludé con un gesto de mano.

Ella, con el rostro amable, me brindó otro.

―Yo soy Sam y él es Alex―señaló al chico a su lado. Sus ojos brillaron al verlo―. ¿Y cómo se llama tu novio?

El corazón me comenzó a latir con más fuerza en el pecho, y mi felicidad se multiplicó cuando el agarre en mi cintura se intensificó.

―Soy Nolan―se presentó él mismo, sin negar ninguna palabra.

La chica pelirroja sonrió con coquetería.

― ¿Y vienen por el beso de media noche?―preguntó alzando sus cejas rojizas.

Mi ceño se frunció ante su pregunta. Mire a Nolan a mi lado y encontré su rostro igual de confundido que el mío.

― ¿Besos de media noche?―pregunté mostrando un signo de interrogación en mi rostro.

Los ojos de Sam se abrieron con sorpresa.

― ¿Son turistas?―preguntó con la voz unas notas más aguda.

Nolan y yo asentimos.

― ¿Y no han escuchado la historia?

Esta vez, negamos.

― ¡Wow, que emoción ser la primera en contársela!―dio un salto sin soltarse del brazo de Alex―. Es muy romántica, y de hecho, nosotros venimos por ella, ¿no es así, mi amor?

Le preguntó al chico a su lado, recibiendo a cambio un dulce beso en la frente.

― ¿De qué va la historia?―le pregunté antes de que se pusieran más empalagosos.

Los ojos de la chica brillaron mientras la contaba.

―Verán, en este pueblo tenemos una creencia, que se sitúa en la feria de las fiestas de julio, y dice que si la pareja se da su primer beso en la rueda de la fortuna, justo a media noche, entonces su amor será eterno, y no habrá ser, ni dolor, capaz de separarlos―soltó un suspiro mientras se abrazaba más a su novio―. ¿No es acaso muy romántico?

Nolan, a mi lado, dejó un suave beso en la piel de mi cuello haciendo que mil cosquillas atacaran justo esa parte de mi cuerpo. Temblé cerrando los ojos durante medio segundo, mientras disfrutaba de la sensación.

―Sí, es muy romántico―concordó con la pelirroja. Su voz llegó a mis oídos con un toque de maldad en cada palabra que pronunció.

Volví a temblar.

***

Al parecer, toda la gente que estaba reunida entorno al juego mecánico venía por los besos de media noche, y para mi suerte, tres minutos antes de que la hora llegara, nos tocó subir.

No sabría explicar la emoción que sentí cuando la canastilla en la que estábamos se comenzó a elevar. Había un cosquilleo en mi estómago y un brillo de asombro en mis ojos cada que veía como nos alejábamos de la tierra.

― ¡Nolan, esto es estupendo!―festejé mientras me acomodaba mejor en su costado.

― ¡Mira, desde aquí puedo ver a Charlie en el estacionamiento!

Solté una carcajada con su respuesta.

La canastilla siguió subiendo, el vértigo poco a poco comenzó a danzar en mi estómago, junto con la duda de lo que pasaría cuando llegáramos arriba. Sabía que el chico tramaba algo, su sonrisa me lo decía, sus ojos me lo gritaban, mientras que a mí, el alma me temblaba de solo pensarlo. ¿Cómo sería besar a Nolan Rule? Me pregunté mientras nos deteníamos en la cima de la rueda de la fortuna.

Nos balanceábamos en la estructura de un lado al otro. El viento fresco y nocturno nos acariciaba el rostro. Supe que la hora había llegado cuando la piel de mis brazos se erizó.

La mano de Nolan se colocó en mi hombro para que volteara hacia él. Sus ojos me recibieron ansiosos, expectantes, deseosos. Le devolví la mirada, tan nerviosa, que las manos me temblaron en el regazo.

Su mano viajó a mi mejilla. La acarició con delicadeza y suavidad antes de comenzar a acercar su rostro al mío.

―Esta vez no te podrás escapar de mí―anunció con la voz un poco ronca.

―No quiero hacerlo.

Sus ojos brillaron juguetones, y entonces, bajo aquella luna brillante y las estrellas que hacían de sus secuaces, Nolan me besó.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza cuando sus suaves labios acariciaron los míos, primero despacio, suave, y después con fuerza, hambrientos.

Me besó como si el tiempo fuera a desvanecerse entre nuestras bocas, como si el reloj se detuviera con nuestro nombre, como si aquella hora se hiciera eterna. Me besó como si fuésemos arte, como si el viento danzara a nuestro alrededor.

Su mano me tomó con fuerza y me acercó a él más y más.

Me besó como si tuviera la boca hambrienta de poesía y yo fuera sus versos favoritos.

Me besó, lo besé, y entonces, nada más importó.

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