Capitulo 24

"Súper Nolan Al Rescate"

Estábamos perdidos y sin combustible.

Para las cuatro de la tarde ya nos encontrábamos completamente rendidos. Nolan se había salido de la camioneta e intentaba agarrar señal en su teléfono. Yo, en cambio, me había adueñado del asiento trasero. Me apenaba decir que no tenía la valentía de ver al chico a la cara después de lo que había hecho.

Lo arruine todo, y lo peor era que mi corazón aún lloraba por lo que había visto.

Me reencontré con la persona que fue el detonante de todo el mal que hubo en mi vida. Volví a ver sus ojos, su mirada igual a la mía. Y ahora tenía un hijo que se veía feliz, que llevaba a su trabajo y al que probablemente acompañara a jugar al parque.

El jamás había hecho eso por mí.

Me hice bolita en el asiento y cerré los ojos sintiendo las lágrimas calientes que corrían por mis mejillas.

― ¿Por qué me hiciste tanto daño?―me quejé con la voz amortiguada por el asiento.

El llanto se intensificó y los hipidos se hicieron más potentes.

Y de pronto, en medio del bullicio de sentimientos que huían de mi cuerpo cansados del dolor que comenzaba a reinar, una mano se posó en mi espalda, cálida, acogedora, intentando calmar mi cuerpo y llenarme de una paz que actuara de medicina, pero yo no quería caricias de lástima, que intervinieran para curar un dolor que no tenía cura.

―Quiero que me dejes sola―la voz me salía ronca.

―Moly...

―No tengo ganas de ver a nadie, Nolan. Solamente quiero estar sola.

Su mano se siguió pasando por mi espalda, regando paz con cada roce de sus dedos.

―No pienses que me iré cuando te estas derrumbando.

Separé mi cara del asiento y vi el dolor que cayó en su mirada al percatarse del mal estado en el que me encontraba. Podía sentir los ojos rojos e hinchados, las mejillas empapadas y el cuerpo hecho pedazos.

―El punto es que no quiero que me veas cuando me derrumbo. Así que lárgate. ¡Ahora!―utilicé la voz más dura que pude en ese momento. Y quizá no fueron las palabras más duras, pero mi mirada que irradiaba coraje fue suficiente para que se alejara.

Detallé la mirada de dolor que me brindó y la forma en que se salía de la camioneta, rendido, sabiendo que no lo dejaría quedarse.

Me volví a acomodar en el asiento, haciéndome un ovillo, como si de esa forma me pudiera proteger de todos los golpes que me tiraban.

Y de pronto mis oídos percibieron el sonido de mi teléfono sonando.

Me hice la sorda hasta que la llamada terminó, y un segundo después volvió a sonar.

Tomé la bolsa que estaba en el asiento del copiloto y me volví a tumbar en mi refugio con ella en la mano. Saqué el teléfono y leí el nombre que sonaba en la pantalla:

Nolan.

― ¡¿A caso no entiendes que quiero estar sola?!―le reclamé llevándomelo al oído.

―En primer lugar, Florecilla, estás sola. Yo no estoy contigo y no te veo triste, y en segunda, ¿sabías que hay muy buena señal aquí?

Su voz sonaba feliz. Él siempre estaba feliz, y eso me irritó. Dejé caer la otra mano en mi rostro.

― ¿Qué quieres, Nolan?

No dudó al responder.

―Quiero sanarte. Soy tu súper héroe, ¿recuerdas?

Negué aunque sabía que no me podía ver.

―Solo necesito estar sola y poco a poco el dolor de ira yendo.

―No, te lo estas guardando, que es muy distinto a lo que dices. ¿Cómo quieres superar el pasado si cada que pueden los recuerdos se escapan de la caja en que los guardas?

Y aquello me dolió, de la forma que creí que nunca me lastimarían sus palabras, porque sí, antes me habían sacado sangre, me habían roto, me habían ahogado en lágrimas, pero lo que salía de la boca de Nolan era verdad, y esta, por si sola, mata.

―Nolan...―necesitaba que se callara.

―Moly, necesitas sacar lo que tienes en el pecho, porque si te lo sigues guardando terminara alimentándose de ti y de tus fuerzas. Te destruirá poco a poco.

La voz se me atoraba en la garganta.

―No quiero que me veas así―repetí ahogándome con los sollozos que salían despavoridos de mi cuerpo. Me costaba respirar.

―Florecilla, yo no te estoy viendo―levanté un poco mi cabeza para verificar sus palabras. No lo miré por ningún lado―. Puedes decirme lo que quieras, soltar el dolor que cargas en tu pecho, y no te veré flaquear.

Sus palabras provocaron que un nudo se formara en mi estómago.

―Hay tantas cosas que decir...

―El tanque está vacío. Tenemos tiempo, Moly.

Respiré hondo, juntando fuerzas para sacar todo lo que habitaba en mi pecho, para expulsar los males que envenenaban mi alma, para cortarle las cadenas a los fantasmas que arrastraba. Una pequeña parte de mí en verdad intentó sacar todo lo que la envenenaba.

―Tengo una hermana menor que yo por seis años. Su nombre es Alicia―solté una risa entre lágrimas. Mi pecho se comenzó a mover descontrolado―La primera palabra que dijo fue mi nombre.

Había un dolor que comenzó a recorrer mi cuerpo como si lo consumiera poco a poco, comenzando con el alma, y siguiendo con los huesos.

Dolía tanto.

―Continua―su voz calmada me recordó que tenía que respirar.

―Mi madre y yo tenemos la misma sonrisa―las palabras me supieron agridulces―, pero ella no era feliz. Mi padre la maltrataba, y su familia también. Verónica era la más cruel con ella―cerré los ojos para observar solo la oscuridad, como si me encerrara con mis miedos y los enfrentara cara a cara―. Se podía ver en sus ojos la tristeza profunda que la componía, y es entendible. Todas las noches peleaba con mi padre, se gritaban como si en la habitación de al lado no hubiera dos niñas durmiendo―solté un sollozo―. Cuando eso pasaba solía irme a la cama de Alicia y abrazarla hasta que los gritos cesaran o ella se quedara dormida.

Mi alma comenzó a marchitarse con cada palabra.

―Debió ser muy difícil para una niña―la voz de Nolan llegó a mí como un abrazo.

Asentí con los ojos llenos de lagrimas.

―Lo fue, y con el paso de los años cada noche se hizo peor: llegaron los golpes y las amenazas―se reprodujeron los recuerdos en mi cabeza de una forma muy vivida―. Todas fueron malas, pero hay una que no deja de atormentarme hasta ahora.

Me detuve un segundo para calmar el dolor en mi pecho.

― ¿Es la de tus sueños?

―Pesadillas―le corregí.

Mi cuerpo comenzó a hormiguear.

― ¿Quieres contármela?―preguntó de forma sigilosa, como si caminara de puntillas para no pisar mis escombros.

―Ne-ecesito curarme de esa enfermedad―solté el llanto con más fuerza y tapé mi boca para amortiguar los jadeos e hipidos. El corazón parecía quererse salir por mi boca.

―Moly, respira.

―E-Eso intento―la cabeza me comenzó a doler y a nublar mis pensamientos, como si los fantasmas de mis miedos la oprimieran―Es muy di-difícil.

―Lo sé―sus palabras me acariciaron―. Te va a doler como los mil infiernos sacarlo, será como arrancarte una costra o un brazo. Saldrá sangre, no te negare eso, pero aquí estoy yo para sanar la herida que te quede y ponerte una venda. Siempre estaré aquí.

Apreté mis parpados, miré a la cara a todos mis miedos, y apreté los puños como si en verdad los estuviera viendo.

«Hasta aquí» les dije con los dientes apretados.

―Una de las noches que ellos peleaban, me metí como siempre en la cama de Alicia. La abracé mientras ella lloraba y yo intentaba verme fuerte―comencé a contar―. Escuchamos golpes. Sabía que todos iban dirigidos a mi mamá y yo no podía hacer nada. Tenía nueve años―hubo un momento en el que todo el dolor se concentró en mi garganta―. Y de pronto se hizo el silencio, uno que hizo que ardiera cada fibra de mi ser―hablé con los dientes apretados―. A los segundos entró mi padre al cuarto todo apresurado y nos levantó « ¡Rápido, su mamá ocupa ayuda!» nos decía mientras nos empujaba a la cocina―las escenas pasaron en cámara lenta en mi memoria―. Recuerdo que abracé a mi hermanita para que no viera a mi madre llorando con un cuchillo en sus manos. Se veía desesperada, cansada, como si todas las fuerzas de vivir se le hubieran ido del cuerpo. « ¿Mami, que sucede?» le había preguntado con los ojos llorosos. Ella me miró y musitó un «lo siento », con esa boca igual a la mía.

―Moly...

―Se cortó una y otra vez, y otra vez mientras yo gritaba y mi papá no hacía nada. ¡Nada, maldita sea! Cada que cierro los ojos veo su sangre correr, el piso manchado y escucho la voz de Ally preguntando que sucedía.

Me quedé un minuto callada, quizá dos, o diez. Guardé silencio mientras sacaba la bala en mi pecho para seguir hablando.

Nolan no decía nada, solo escuchaba su respiración al otro lado de la línea y el silencio que danzaba entre nosotros.

No sabía qué decir, y no lo culpaba.

―La ambulancia llegó rápido. Recuerdo que la sirena de la policía hacia mucho ruido―aún lo podía sentir en mis oídos―. Servicios infantiles llegó al final. Alicia y yo nos quedamos con ellos unos días. Allí nos dijeron que mamá había sobrevivido pero que nuestro padre pidió una orden de restricción porque temía que nos hiciera daño―solté una risa amarga―. Hizo todo aquello cuando él era en realidad el único monstruo―sentí como si los ojos me quemaran y el nudo en mi estómago multiplicara su tamaño―. Se divorciaron. Servicios infantiles dijo que nadie de la familia estaba apto para cuidar a una niña de cuatro años con aquel trauma, así que ellos se la quedaron.

―Ya no tienes que seguir si no quieres...

―Nunca más la volví a ver, Nolan. A veces cierro los ojos y me imagino como seria ahora. Tenía mis ojos y el cabello rizado. Solía hacer un ruido extraño al pronunciar las "r", y le gustaba que le contara historias que yo inventaba para ella―solté un suspiro largo, como si dejara ir mil recuerdos con esas palabras―. Tampoco volví a ver a mi mamá. Ella me contaba cuentos a mí cuando las cosas aún estaban bien, me daba galletas con leche cuando no podía dormir. Después de ellas no fui nada.

―Moly... ―su voz se escuchaba ahogada.

Solté una risa entre sollozos.

―Tranquilo, me estas curando―le consolé aún sin abrir los ojos―. Continuando con lo que decía, déjame especificar que tampoco volví a ver a mi padre. Dijo que lo sentía, pero que no sabía cómo cuidar a una niña solo―escuché sus palabras en mi cabeza―. Eso fue lo último que escuché de él antes de que desapareciera y me dejara con Nicolás y mi tía. Salí de un infierno para entrar en otro en el que me insultaban, gritaban y levantaban la mano―solloce―. Tienes que entender, Nolan, que hay dos tipos de personas en este mundo: las que poseen el corazón roto, y las que coleccionan piezas de los que rompieron. Yo creía que ya no tenía solución y este viaje era mi única alternativa para librarme de todo aquello, pero entonces llegaste tú―solté una risa soñadora―. Apareciste con tus sonrisas arrogantes y coquetas, y esos ojos que siempre están felices. Me había acostumbrado tanto a protegerme de las personas que repelaba el contacto físico porque siempre estaba acompañado de lastima o golpes, pero tú me enseñaste que hay personas que son medicina, que sanan, que cicatrizan heridas y ahuyentan fantasmas. Puede que sea un proceso doloroso, pero tú me estas curando.

Lo siguiente que escuché fue la línea cortándose y la puerta de la camioneta abriéndose de golpe. Los brazos de Nolan me envolvieron con ese calor que le agradaba al invierno permanente en el que siempre habitaba. Respiré su olor y me levanté para acomodarme bien en su cuerpo.

Abrí los ojos sintiendo como el nudo en mi estómago se desvanecía y el de mi garganta se convertía en mariposas que escaparon por mi boca en un suspiro de liberación. Escuché como las cadenas se rompían y una bandita comenzaba a cubrir las heridas en mi corazón.

―Gracias―le susurré recostándome en su hombro.

Sus manos comenzaron a acariciar mi espalda con ternura, como si supiera donde estaban los rasguños de mi alma y los intentara curar.

―Eres la persona más fuerte que conozco, Moly, y no porque hayas pasado por todo aquello, sino porque tuviste el coraje de confiar en mi cuando todos te habían defraudado Te diste un clavado con mi nombre teniendo fe de que te atraparía abajo. Y eso es de valientes. Te tragaste tus miedos para probar mi cariño, así que soy yo el que te agradece a ti.

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