The Real Hell.
Mi vida no era la mejor realmente, es decir, trabajar para el diablo, bajo tierra, no era la mejor ocupación, sobretodo cuando el que gobierna de punta a punta el lugar es alguien sumamente malhumorado que no tiene piedad ni de sus propios discípulos.
Todos los del lugar me preguntan si Seo Changbin sonrió alguna vez aquí, en este escondite de la muerte. Es una pregunta estúpida de todos modos, ya que las risas ni siquiera están permitidas para los demonios.
Deseos volver a la tierra llegan de vez en cuando a mí, ahí es donde las cosas son más fáciles, mas preferí no reencarnar; me condené a mi mismo a una seguidilla de aburrimiento, depresión y ganas de estar muerto, a pesar de que ya lo estaba. Ganas de vivir me ahogan seguido, mas estoy condenado, y eso es algo que no se puede cambiar por más fuerte que lo anhele.
Mi trabajo era uno de los más difíciles en el infierno, yo, como un miserable, debía ser el encargado de las comodidades de semejante monstruo. Él era un ser que me hacía temblar con tan solo una mirada, me mareaba cuando me preguntaba algo y no estaba seguro de que respondería lo que él quería. Si hacía algo contrario a lo que mandaba, lo más seguro es que me torturaría. Muchas veces ni siquiera era capaz recordaba mi nombre ¡Eso me enfurecía! No podía ser difícil mi nombre, definitivamente era algo sencillo; Lee Felix.
Ahí estaba, sentado, en ese trono, mirando a la nada, sin expresión alguna en su rostro que formaba parte de toda esa aura oscura de destilaba. Yo solo rogaba que no me necesite, que no me llame. Lamentablemente acá no existe Dios, y si existe alguno, no es precisamente bondadoso ni mucho menos se encuentra entre mullidas nubes de color blanco con colores celestiales a su alrededor.
—¡Freckles! —llamó él, sin importarle qué podría pensar yo acerca del maldito sobrenombre que utilizaba para llamarme.
Según Seo Changbin, Freckles es un nombre en algún idioma que solo él conoce y significa 'pecas' y que, a causa de la gran cantidad de éstas que se encargan de inundar mi rostro, decidió llamarme así.
Corrí hasta al lado suyo y me paré firme, sin mirarlo a los ojos; él no lo permitía.
—Dígame, señor.
—Quiero que vayamos a recorrer el infierno, deseo ver qué tan mal está yendo.
Asentí muy confundido. Hoy en la mañana le había pasado un informe detallado de cada uno de los sectores del infierno. ¿Es que acaso no confiaba en mí?
—P-pero, señor... —me recorrió con la mirada de arriba a abajo, tuve que tragar saliva y continuar; —Hoy le pasé un informe c-completo del lugar...
Seo Changbin levantó las comisuras de sus labios en una pequeña mueca que no llegó a ser una sonrisa. Me sentí decepcionado, realmente me gustaría verlo sonreír alguna vez.
—¿Tú de verdad piensas que éste es el verdadero infierno? —asentí frenéticamente, en un gesto totalmente infantil. —Con más razón necesitamos ese viaje al infierno.
Se levantó de su silla, todo el lugar tembló y se detuvo como por arte de magia, o en este caso, por arte del diablo. Todos dejaron lo que se encontraban haciendo y prestaron mera atención a su majestad.
—Saldré con Freckles —dijo confiado para todos. —Hwang Hyungjin queda a cargo.
Y sin más me tomó de la chaqueta y subimos; estábamos yendo a la tierra, me sentí tan entusiasmado, por fin volvería al medio, aunque sea por unos minutos. No pude ocultar mi más sincera sonrisa.
—Te gusta la tierra, ¿verdad?
—La verdad, es donde más deseo estar en estas circunstancias de mi existencia.
Yo solo existía, porque no tenía vida. No tenía un corazón que latiera o sintiera algo, ni siquiera estaba seguro de si todavía existían pulmones en mí. No tenía interior, solo era una presencia que vagaba sin rumbo.
—Te mostraré el verdadero infierno... —susurró para si mismo.
Flotamos por encima de grandes ciudades, recorrimos cientos y cientos de kilómetros en segundos y llegamos a un lugar en específico; Un basurero.
—Dime, Freckles ¿Qué ves?
Calculé mi respuesta mientras trataba de cazar todos los detalles que había en ese asqueroso parque destinado a pura contaminación.
—Pues... es algo así como la cuna de algo que puede provocar todo tipo de problemas de salud hacia la gente de los alrededores. Almacena muchas especies de animales que transmiten variadas y peligrosas enfermedades, sin contar que se nota muchísimo que los asentamientos a sus costados son pura y exclusivamente familias pobres.
Mi respuesta fue lo más sincero que pude dar, no esperé, mientras cuestionaba aquella simple pregunta, que aquel espectro que estaba a mi lado estuviera de acuerdo con lo que formulaba. Fue algo que me salió sin ser capaz de evitarlo, mas debo decir que no deseaba ser falso. Por primera vez logré ser sincero con mi jefe, el diablo.
—Muy bien, Freckles. ¡Me sorprendiste! —temí, porque lo había dicho en serio.—Ahora, mira más allá, a lo lejos, ¿Eres capaz de verlo?
Los vi, sí; eran una familia juntando porquerías que alguien más había desechado.
Seo Changbin se acercó a ellos y yo lo seguí sigilosamente de cerca. Íbamos a escuchar su conversación.
—¿Encontraste algo, hijo? —habló una mujer sumamente demacrada.
Al parecer, eran dos hijos pequeños junto a su madre.
—¡Mira, lo hice! —habló la niña, que no debía superar los diez años.
Desenterró entre bolsas de basura, una muñeca, totalmente sucia, le faltaba una pierna, el ojo y todo el pelo. Sin embargo, esa niña se veía como si le hubiesen dado un gran carro de oro brillante.
Al otro lado, venía otro pequeño (parecía el mellizo de la niña), éste corría a toda velocidad con una bolsa en sus manos. Se la entregó a su mamá y ésta la abrió desesperada. Sonrió con orgullo al ver a el contenido de la bolsa; eran cebollas que tenían partes podridas, aunque otras servían. Junto a la bolsa de cebollas y la muñeca descuartizada, salieron del basural.
—Hay gente que se conforma con poco, sufre, pero siempre lo da por todo por continuar e intentar que las personas que aman sean felices. El cielo existe para esa gente —explicó el diablo. —Veamos la otra cara de la vida en la tierra.
Lo seguí a donde sea que me llevase.
Divisé, cuando ya casi llegábamos, un barrio privado, sumamente lujoso y totalmente cubierto por guardias de seguridad. En una de esas, vi un grupo de personas charlando a carcajadas, comiendo preparativos algo exagerados y un poco extravagantes.
—Vamos a acercarnos a ver qué dicen —supliqué y él me siguió.
Nos paramos al lado de ellos. Me sentí indignado con su tema de conversación;
—¡Vino a pedir trabajo! —la mujer que contaba el relato soltó varias carcajadas y siguió —¿Se imaginan? Una muerta de hambre en mi mansión.
Respuestas como: «¡Qué asco!» «Es tan solo una chiquilla estúpida» «De seguro era una ladrona».
Las risas siguieron, hasta la sobremesa, cuando el mesero trajo unas cuántas tazas de café;
—¿Le pusiste miel a mi café? —preguntó un hombre sumamente serio.
—Oh no, disculpe señor. Inmediatamente se lo cambio —dijo el pobre chico que no debía tener más de veinticinco años.
—Olvídalo. Estás despedido. Fuera.
Al joven se le deformó la cara y salió corriendo con lágrimas en los ojos. Finalmente, después de ver esa descorazonada acción, Seo Changbin habló:
—Su mamá tiene cáncer y debe mantener a ella y su hermana menor. Esta era su única oportunidad de hacer todo lo posible por alargar la vida de su madre, una mujer que trabajó toda la vida por sus hijos.
Deseé tener sentimientos en ese preciso instante para poder llorar, mas era imposible, estaba muerto y no había forma de que sintiera o pudiera demostrar emociones fuertes.
—Observa cuidadosamente qué comieron —ordenó mi jefe.— Todo muy lujoso y bonito, ¿cierto? Mientras ellos degustaban semejantes platillos algo innecesarios, que aquellas personas estaban comiendo de la basura. Ellos no tienen la culpa de que haya gente pobre, mucho menos están limitados a utilizar su dinero en lo que quieran, sin embargo estarán condenados de por vida, su pecado es estar tan contaminados mentalmente. ¿Qué pierdes con ayudar? Si puedes, da trabajo a quienes lo necesitan, más que perder, ganas la satisfacción de hacer las cosas bien, ganas una sonrisa y el agradecimiento más sincero. Eso es lo valioso. Pero ellos solo ven valioso lo que tiene un número que genere dinero y no ven más allá de su mesa llena de manjares. Es para personas como ellos que existe el subsuelo.
Yo solo miraba a Seo Changbin sorprendido. Me estremecía, él era tan sabio que me dejaba sin palabras. Podía sonar extremadamente raro, pero admiro al diablo.
—Donde tu trabajas, no es el infierno. Éste es el verdadero infierno. Aquí la gente buena sufre y la gente mala festeja. En este maligno lugar es donde se crea la malicia, el egoísmo y materialismo. Es donde se sabe qué tipo de persona es cada uno. Si no existiese el cielo, ¿cómo se recompensaría a aquellas personas que sufrieron en vida, pero que sin esperar nada a cambio, ayudaron hasta donde su situación les permitía? A veces, el mundo es justo, aunque los humanos no lo vean así. De la misma manera, si no hubiese un lugar donde vayan las personas que no merecen piedad, ¿cómo sería justo el mundo? Todos tienen lo que se merecen.
—Estoy... Sorprendido.
—Lo sé. Siempre pensaste que el malo fui yo. En realidad, alguien debe hacer el trabajo sucio, ese trabajo me tocó a mí.
Sin más se dio vuelta, con la intención de volver, no sin antes de irse decir:
—Puedes volver conmigo al subsuelo, en el "Infierno" —enfatizó la última palabra de su oración antes de terminar la idea completamente: —O puedes quedarte en tu preciada tierra, también llamado "el medio". La decisión es tuya.
No dudé en seguirlo, después de todo, seguía siendo mi jefe.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top