Prólogo

Todo el mundo había aplaudido ante su increíble actuación. Sin duda, ella llevaba en las venas el bailar. Lo hacía con una gracia y una elegancia digna de admirar, por ello, que la compañía de baile más importante de su país la hubiese elegido a ella como solista representante en la competición más importante del mundo con tan solo 14 años no fue ninguna sorpresa.

Es decir, ¡había bailado mientras tocaba un violín! ¿Quién hacía eso?

Los preparativos para su representación estaban casi listos, mientras ella había estado hablando con sus padres, que habían intentado hacer un hueco en su apretada agenda, sin éxito, en su defecto, los padres de Logan estaban allí. Animándola desde alguna butaca lejana.

—María Rossi —había dicho la mujer que le había sido asignada como secretaria.

Atenea reaccionó rápido ante su nombre falso.

—¿Sí?

—Tienes que vestirte, sales en media hora.

Ella asintió mientras se despedía de sus padres que estaban en Perú junto con los Hunter. Tenían que controlar la construcción de una de sus fábricas que para aquel entonces, tenía mucha importancia, ya que simbolizaba que sus padres y sus socios los Hunter, habían colonizado más de 20 países.

Para aquel entonces, la empresa era tan famosa que Atenea se tuvo que inventar un nombre falso para ser capaz de seguir con su carrera como bailarina. Algo a lo que sus padres tardaron mucho en acceder.

Siempre había viajado con ellos, siempre había tenido una institutriz a su lado y siempre había amado el baile. Cuando se le presentó la oportunidad, a muy temprana edad de ingresar en una escuela de danza, la tomó y se aferró a ella, y aquello la había llevado a dónde estaba ahora. Cinco años después, estaba en la cima del mundo. ¿Lo mejor? Nadie la reconocería nunca como Atenea Stallone.

Nunca le había gustado la vida que llevaban sus padres. Era demasiado para ella. No le gustaban todas esas cámaras que les perseguían, la única que le gustaba era la que la perseguía a ella en el escenario. No le gustaban todos esos gráficos llenos de estadísticas o el estrés que causaba en sus padres. No le gustaba que ellos no pudiesen estar viendo a su única hija triunfar o, simplemente, crecer. No le gustaba que la empresa le hubiese robado a sus padres.

Suspiró mientras su ayudante le ponía el traje negro que llevaría para aquella actuación.

—¿Estás nerviosa, María?

—No mucho —dijo ella sinceramente—. Creo que he practicado mucho para esto. Me he esforzado y lo haré bien.

—Bien no será suficiente —dijo la coentrenadora. Aquella mujer nunca había querido a Atenea en el equipo. Afirmaba que la muchacha era demasiado joven para una competición de aquel nivel.

—Lo bordaré —volvió a contestar la muchacha.

La coentrenadora se fue a avisar a la otra coach que Atenea ya estaba lista para maquillarse.

Atenea sacudió sus manos mientras se sentaba en el taburete de maquillaje. Aunque dos minutos atrás hubiese dicho que estaba preparada, ahora se sentía nerviosa. Unas mariposas revoloteaban en su estómago y empezaba a no sentir las piernas.

Bailarinas mucho más mayores que ella, pasaron por detrás de su asiento habiendo acabado hace un rato sus interpretaciones. Se volvían a poner el cartel con el nombre de su país. Polonia, Grecia, Estados Unidos...

¿Por qué tendría ella que bailar la última? Le gustaba ser la primera, siempre. Era quitarse un peso de encima. En aquel momento, sin embargo, cargaba con el peso de saber que sus compañeras habían hecho unas rutinas maravillosas.

El maquillador hizo lo que debía y entonces ya estaba lista para salir. Respiró hondo, tocó su cabello rizado bien atado en un moño alto, subió al escenario y miró con determinación al público y al jurado.

"Baila como si fuese la última vez, Atenea", se dijo a sí misma.

Escaló el andamio que había cómo decorado en su actuación y con gran destreza se situó en medio de una barra finísima. Se posicionó y la música comenzó.

•••

—Y el premio de Miss Solista Universal es para... ¡España!

Atenea no cabía en su emoción. Había ganado, había sido la mejor del mundo. Tenía catorce años y era la mejor, y su carrera solo...

•••

—Atenea no podrá volver a bailar —dijo el médico con voz seria a los padres de la muchacha.

—No puede ser... —susurró—. ¡Tengo que bailar! ¡Debe de haber otras opciones! Soluciones... Ustedes son médicos.

—No podemos hacer nada, señorita. Usted no podrá recuperarse, su tibia derecha y su peroné izquierdo han sido reconstruidos, tiene una lesión en la cadera que aunque haga mucha rehabilitación... Además, tiene rotas tres costillas. —El médico la miró con compasión, ella estaba llorando desconsolada.

—Me recuperaré... —sollozó.

Sus padres la miraron sin ninguna expresión además de una molestia palpable. Sabían lo que significaba bailar para ella, Atenea sabía que ellos lo sabían. Tenían que ayudarla a mejorar, sin embargo, lo único que dijeron fue:

—Dejarte hacer esto ha sido un completo error.

—¡No lo ha sido! —gritó ella como pudo—. Esto no tiene nada que ver con el baile, lo que sostenía a los focos tenía que estar mal.

—Te cayó todo el sistema de iluminación, Atenea. Si no hubieses estado allí, si no hubieses bailado... Todo esto no estaría pasando.

Sin decir una palabra más, todos los adultos salieron de la habitación de Atenea y ella se quedó allí, llorando y prometiendo que iba a mejorar y que iba a volver a bailar.

Se estuvo esforzando durante un año entero, estuvo en rehabilitación intentándolo. Cuando nadie la veían, intentaba bailar, pero lo único que conseguía era lesionarse. Para cuando terminó de curarse por completo, lo que menos quería hacer era bailar.

Lo único que quería era tener una vida normal. No quería viajar, no quería recordar nada. No le apetecía acompañar a sus padres. Su único deseo fue entrar al instituto, vivir como el resto de muchachos de su edad hacían y ya. Sus padres, se rehusaron durante un tiempo, pero finalmente accedieron a ello con unas cuantas condiciones.

Los Hunter habían ayudado a Atenea a convencer a sus padres, les sugirieron que para no ser reconocida, utilizase el apellido de soltera de su madre y también recomendaron que no se fuese a una institución con residencia, ya que su hijo pequeño lo había hecho y no era algo que a ellos le gustasen.

Después recomendaron unos cuantos institutos a los padres de Atenea y decidieron meterla en el mismo que el hijo de la pareja, solo que no pagaron por la residencia, se quedaría en la casa de Tenerife, su residencia oficial. Sin embargo, todos habían nacido en Madrid.

Los padres de Atenea y los Hunter eran uña y carne. Habían sido amigos desde Bachillerato y ahora eran inseparables. Comían juntos, pasaban el finde juntos, tenían la empresa juntos. No viajaban juntos porque así no abarcaban tanto. Hunter y Stallone era un apellido que siempre aparecía junto, los Hunter y los Stallone eran una sola familia.

La señora Hunter le explicó unas cuantas cosas a Atenea para su nueva vida escolar, que ella no se esmeró en escuchar. Estaba demasiado enfadada con el mundo como para escuchar nada sobre su nueva vida. Simplemente, esperaría a ver que le deparaba el futuro

•••

Estaba frente al instituto, llevaba una falda bastante corta y azul, y un polo blanco con un blazer azul marino, igual que la falda, que tenía el emblema de la institución en el pecho.

De la mano, estaba Logan, el que había sido su mejor amigo de siempre y nuevo novio, y dos escoltas más a sus espaldas.

—No entiendo porque debemos llegar tarde y tampoco entiendo porque te van a acompañar a secretaría estos... —miró a los hombretones que le correspondían con cara de pocos amigos—. Hombres tan amables si puedo hacerlo yo.

—Porque mis padres se lo han mandado... Ya sabes como son.

—Pues si tanta cosa les daba, que hubiesen venido ellos.

Atenea le dedicó una mirada asesina. Logan era un idiota, desde luego. A veces hablaba sin pensar y esa había sido una de esas veces. Él sabía perfectamente que los padres de Atenea nunca iban personalmente a aquel tipo de cosas. De hecho, los padres de él siempre habían sido sus representantes y él siempre había estado en sus eventos. Por eso le había elegido como novio, porque Logan siempre estaba con ella.

—Perdona, lo he dicho sin pensar.

—Siempre lo dices sin pensar —dijo ella apartando su mirada castaña de la de él.

Logan notó el enfado que había provocado en su novia y lo quiso arreglar con un beso, que alguien desde la ventana de la última fila, de la última clase, del último piso del instituto vería y pensaría que el amor era asqueroso.

•••

Ares Hunter era el hijo menor de los codueños de una de las empresas más grandes mundialmente. Los otros dueños eran los Stallone, a los que él veía con admiración y como unos segundos padres para él. Aunque, en realidad, hacía mucho que no veía a la familia Stallone.

Ares recordaba que tenían una hija, una hija maravillosa a la que recordaba con mucho cariño, pero por algún motivo que no recordaba detalles como su nombre, no la había visto desde que él tenía 5 años y ella 4.

Recordaba como jugaban inocentemente, como corrían por los pasillos del avión que tanto odiaba. Luego se separaron, siguió viajando con su familia hasta que se aburrió.

El avión le aterraba, aunque viajar le encantaba. Él quería ser un niño normal, cosa que nunca había sido, por eso cuando estuvo en edad de ingresar al instituto, quiso hacerlo bien. Sus padres le metieron en la residencia de mejor instituto de todo Tenerife y ahí es dónde pasaría sus años de ESO y Bachillerato. Saldría algunos findes, para habitar la residencia oficial de sus padres o para darse un baño en la enorme piscina climatizada que tenían en la casa.

Más tarde haría aquello mismo, pero no visitaría la casa solo.

Según había dejado de viajar con ellos, sus padres se olvidaron completamente de él. Lo llamaban una vez al mes si es que su apretada agenda se lo permitía. Su hermana estaba terminando la universidad para aquel entonces y no tenía a nadie en quién apoyarse. Se sentía solo y su cuerpo estaba cambiando.

Cuando entró en sus catorce años, todo en su cuerpo empezó a cambiar. Empezó a tener esos cambios que hacían que un chico pasase de ser mono a uno que era atractivo y con su pelo color miel y sus ojos azules robaba las miradas de todas las chicas de su curso.

A él solo le gustó una en particular. Rubí González, la hija del rector de una de las mejores universidades que había y a la que habían ido sus padres. No le llamaba la atención por eso, claro está, sino porque ella era cariñosa, guapa, le entendía y entonces pasó.

Él quiso tener su primera novia. Prometió quererla siempre y cuidarla, solo esperaba que ella hiciese lo mismo con él. Se precipitó con ella, le dio todo lo que tenía, todo lo que ella quería. Eran pequeños, casi niños, pero eso daba igual. Él se entregó a ella y ella cuando perdió su virginidad con él y practicó un poco, se fue. Simplemente se fue, dejando a Ares destrozado y completamente embobado por ella.

Los meses pasaron, ella iba y venía. Volvía, él le daba todo de nuevo y se iba. Y lo volvía hacer.

¿Cómo podía dolerle algo que le habían hecho mil veces? Le habían vuelto a abandonar.

Ella solo quería sexo y, aunque él no solo quería eso con ella, lo aceptó. Pensó que en algún momento se le pasaría. Dejaría de estar enamorado de ella y aquello realmente pasó. Su corazón se hizo fuerte.

Ella iba y venía, él hacia lo mismo. Ya habían pasado dos años, tenía dieciséis y se había convertido en todo un rompecorazones que no creía en el amor o que por lo menos pensaba que aquello no era para él. No quería volver a cometer los errores de ayer.

•••

Miraba por la ventana el primer día de clase cuando vio a la asquerosa pareja feliz besándose. Se imaginó su historia y deseó mentalmente que fracasasen. Si sus relaciones no podían salir bien, ¿por qué otros tendrían que tener más suerte que él?

—Ares Briar —dijo el profesor pasando lista, citando el apellido de soltera de su madre.

—Aquí.

Tan pronto como se acabó la lista el profesor empezó a hablar de la importancia del Bachillerato, sus notas y todo lo que ellos hiciesen tendría repercusión en su futuro, cosas que Ares ya sabía de antemano. "Bla, bla, bla, ¿usted cree que mis padres ya no me han hablado de todo?"

Sus padres lo habían llamado el día anterior y le habían dado una charla interminable que él había deseado que se terminase en el mismo momento en el que empezó. Aunque seguramente, no le volverían a llamar hasta... Dentro de mucho tiempo.

Miró hacia delante, vio como su mejor amigo, Román, hablaba con su compañero de habitación que le había pedido sentarse a su lado. Román, como siempre tan social, le había dicho que sí, dejando a Ares solo en la última fila. No es que no fuese popular o social. Era una persona bastante extrovertida, sin embargo... Prefirió quedarse solo.

El profesor terminó y se sentó en su sitio. Ares conocía a aquel profesor que era de EF y se dormiría en 3,2,1...

—¿Puedo pasar? —dijo una voz femenina desde la puerta.

—Por supuesto, señorita —El profesor se levantó de su asiento y la presentó—. Chicos, esta es vuestra nueva compañera...

—Atenea Hernández.

Bueno, ya era suficiente prestar atención para él y se dispuso a ver la ventana de nuevo. Aquella era la chica que había visto por la ventana, lo supo por el pelo.

Unos minutos más tarde, una mano tocó su hombro. Otra vez esa chica. Le resultó molesto, aunque ella no le había hecho nada a él, pero lo único que le salió por la boca fue:

—No me interesa.

—¿Perdona?

—No me interesa lo que sea que quieras de mí.

—¿Qué iba a querer yo de ti? —dijo ella de brazos cruzados—. Lo único que quería era saber si esta mesa estaba libre ya que, por si no te has dado cuenta, no hay más mesas aparentemente disponibles.

Ares se quedó mirando a la muchacha por un momento, perplejo. La chica, simplemente bufó, cogió la mesa y se fue sin perder el tiempo o esperar que él la detuviese. Simplemente, le daba igual quién fuese y no se esmeraba en esconderlo, y aquello le resultó interesante.

Obviamente, no quería nada de él, ¿cómo pudo haber sido tan idiota? Era la chica nueva, no le conocía, no conocía a nadie. No sabía nada de él, ni de su fama ni de lo que era capaz de hacer. Solo quería una mesa.

Él nunca había rechazado de esa manera a nadie, de hecho, nunca había rechazado a ninguna chica. ¿Acaso se sentía culpable?

La miró, vio como miraba su móvil, distraída apartándose un rizo rebelde que caía sobre su rostro, porque el profesor estaba dormido y no tenía amigos. No estaba tan lejos, podría llamarla, pero no. Mejor la dejaba allí, seguro que alguien la hacía caso. De hecho, así se ahorraba que conociese su mala fama por él y era mucho mejor para ella conocerlo por terceros.

Se relajó en su sitio y volvió a mirar la ventana, pero ya no estaba tranquilo. Nunca había sido tan cruel, movió la pierna de arriba abajo y la miró de nuevo. Entonces, no se aguantó más.

—Chica nueva —la llamó.

Él la miró, puso cara de pocos amigos y miró su móvil de nuevo.

—No me interesa lo que sea que quieras de mí —dijo repitiendo sus mismas palabras.

—¡Oh! —se indignó— Pues a mí menos...

Miró al frente y se cruzó de brazos. Volvió a mover la pierna de arriba abajo y la miró de reojo. Apretó los labios como un niño enfurruñado y la volvió a mirar.

—Chica nueva —La volvió a llamar. Le ignoró— Chica nueva —La chica miró a Ares de reojo—. ¡Ja! Me has hecho una pizca de caso, has perdido.

—¿Cómo? Yo no te he hecho caso —dijo dejando el móvil en la mesa y poniéndose de lado en la silla, mirando su perfil aún de brazo cruzados, solo que ahora con una sonrisa en el rostro.

—Pues ahora lo estás haciendo, por lo que de una manera u otra —Se giró también para verla cara a cara— has perdido.

Ella sonrió por primera vez.

—Perdona —dijo Ares—. No debí haberte dicho eso.

—No debiste.

—Lo sé.

Se quedaron callados un momento y, entonces la muchacha siguió hablando.

—La gente no tiene ninguna culpa de lo que te pasa.

—Lo sé.

—No sé si tienes un mal día, pero, para echarle más leña al fuego he de decir que tú has empeorado el mío.

Eso hizo sentir a Ares mucho más culpable, por lo que dijo con una sonrisa traviesa:

—Pero puedo mejorarlo.

—Eso sí que no me interesa —contestó riendo ella.

—Bueno, hagamos algo. Juguemos, si ganas, te dejo en paz y si pierdes...

—Acepto.

—¿No quieres saber qué pasa si pierdes?

—Yo no pierdo nunca —dijo con suficiencia.

—Entonces no te importará que elija yo el juego —Ella se encogió de hombros— Perfecto.

Ares llamó a Román que rápidamente se giró para ver qué quería. Ares le comentó todo lo que estaba sucediendo y él le miró con una sonrisa.

—Vamos, que te estás ligando a la nueva.

—No, eso aún no —bromeó Ares— Tú piensa un número y nosotros adivinamos.

La chica estaba mirando al par con ojos curiosos y a la espera. Miró de arriba abajo al amigo de Ares y sonrió.

—¿Por qué sonríes? —preguntó el muchacho.

—Porque ya sé en qué número piensas.

Ambos chicos pestañearon a la vez. El compañero de Román también miraba perplejo todo lo que estaba sucediendo.

—Cambia el número —dijo Ares dándole una palmadita en el pecho.

—Estoy en ello. —pensó Román un momento y luego les dijo que ya estaba preparado.

—15

—16 —La muchacha sonrió

—Gana ella.

—¿Cómo?

La muchacha se encogió de hombros y le volvió a mirar con arrogancia. Le recordó que ella nunca perdía y Ares supo que tenía que dejarla en paz, tal cual habían acordado. Sin embargo, ella no le dejó.

—Te podría conceder una revancha —habló mientras se miraba las uñas con desdén.

—Entonces ven.

Ares cogió la pata de su mesa y la acercó rápidamente a la de él. El sonido de ambas mesas al juntarse provocó un gran estruendo en la clase y ella lo único que pudo hacer fue reírse mientras movía su silla al lado de la de Ares. El profesor no despertaba y ellos lo pasarían de lo lindo con ese juego.

—¿Cómo te llamas? —dijo él.

—Atenea.

—Ares.

—Entonces, estamos presenciando un combate entre el dios y la diosa de la guerra —sentenció Román, que ya había adoptado su papel de juez para siempre.

Ambos volvieron a reír y fue en aquel momento exacto en el que se forjó una amistad, cuánto menos, extraña. Ni Ares ni Atenea supieron nunca nada más del otro que su nombre y alguna que otra cosa sin importancia. Nunca supieron quién era el otro en realidad. Se divertían retándose, ganándose, nada más que eso. Sin embargo, Román se convirtió en el mejor amigo de Atenea, fueron un R y A que nunca se quebraría, por nada del mundo. 

Holaa, bueno este ha sido el capítulo de presentación de los personajes principales: Ares y Atenea (como si no hubiese quedado lo suficientemente claro :D), y un poco de su historia y de cómo se conocieron lo que me precía un buen punto por el que comenzar. 

A partir de ahora comienza la historia de verdad de la buena y además, como ireis viendo, los capítulos tendrán una canción (a veces pondré más de una porque... Sin música no se vive, queridos). Dicha canción va a tener que ver un poco con lo que sucede, con los sentimientos de los personajes o sus relacione internas. Además de ser todas unos temazos (no se admite debate... Bueno sí). 

Un besote. 

_Dreams&Roses_

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