Capítulo 40
Monte Marín siempre había sido la ciudad dónde se cumplen todos los sueños, pero había pasado un año y el mío aún no se había cumplido.
Acababa de cumplir 19, pero no se sentía como si aquello fuese algo importante en mi vida. Me había quedado encerrado en mi habitación aunque mis amigos me hubiesen instado a que saliese.
Josh, Kay y Margo, me habían cantado cumpleaños feliz y mi familia me había llamado por vídeo para estar más tiempo juntos al igual que Román. Sin embargo, mi cabeza no podía concebir que estaba en mi cumpleaños sin ella.
Tampoco podía comprender como un vacío legal en un contrato hubiese sido la causa de que Atenea no estuviese allí conmigo.
Un año sin verla. Un año sin ser realmente porque no entendía como el mundo seguía girando si ella no estaba a mi lado y por eso mismo estaba acurrucado en mi cuarto de Monte Marín aquel 12 de agosto.
En mi móvil veía las fotos de aquel día el año pasado. De la boda, de ella, mías, los vídeos. Y aquella foto que aún reposaba en mi mesilla de noche. "Nuestro primer te quiero" tenía escrito.
Un maldito año. Y a saber cuánto tiempo más pasaría. Porque los Stallone nos habían engañado con la letra pequeña de ese estúpido contrato y se habían quedado con la empresa y con mi chica... Cómo si fuese un objeto, joder.
—Ares —Margo apareció de la nada y frunció el ceño al ver mi habitación sumida en las tinieblas—. Que es tu cumpleaños, joder. Alégrate un poco.
Subió las persianas de golpe. Aquello me hizo entornar los ojos y meterme bajo las sábanas, pero también me las quitó de encima.
—¿Por qué no me dejas morir a gusto, Margarita?
Margo puso los ojos en blanco. Un año viviendo juntos y yo con un humor de perros, la habían hecho acostumbrarse a mi faceta más depresiva.
—¿Cuántas veces te voy a decir que no me llamo Margarita?
—No las suficientes —murmuré contra mi almohada—. ¿Podrías dejarme solo?
—¿Para qué? ¿Para seguir viendo las fotos de Atenea y cagándote en toda su familia?
—Pues sí. Es lo más cerca que voy a estar de tenerla hoy.
—Pues no, joder. Tienes que salir y distraerte. Tomarte una cerveza y disfrutar de tus 19.
Me revolví en el colchón y me senté con la espalda contra el cabecero.
—No voy a salir, no voy a distraerme, no voy a tomarme una cerveza y tampoco voy a celebrar nada porque no tiene sentido.
—¿Qué me dijiste cuando lo dejé con Derek?
—Que era un mierdas y que se lo merecía.
—Error. Que me quedase con lo bueno de la relación y que la vida seguía. Además, ambos sabemos que Derek no actuó de la mejor manera, pero tenía motivos y no es un mierdas.
Era cierto, yo ya había perdonado a Derek, pero aún así... Todo daba igual cuando estaba en aquel estado.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Que me olvide de que Atenea no está y morir en el intento?
—¡Qué dramático eres!
—¿En serio tú me estás llamando dramático?
—Vamos, prepárate. Nos marchamos —buscó en mi armario despreocupada y fue eligiéndome la ropa—. Tienes que ir guapo.
—Ya soy guapo.
—Últimamente no tanto, aunque no entiendo cómo sigues provocando tantos suspiros por ahí —eligió un chaleco vaquero rasgado, una camiseta de tirantes blanca por debajo y unos pantalones negros—. Me baño y nos vamos —me avisó.
—¿En serio me vas a hacer esto?
—Sí. Estoy harta de tocar canciones de desamor. A este paso nuestro primer álbum va a ser depresivo total.
Bufé. A la discográfica le gustaba mi modo barco hundido, no entendía de qué hablaba.
—Te quiero listo en veinte minutos —me advirtió.
—Ni tú misma te crees que te vas a preparar en veinte minutos.
—Vete a la mierda.
Me reí y salió de mi habitación. Con muy poca gana, me metí en el cuarto de baño de mi habitación (que lo había ganado por sorteo y no tenía que compartirlo) y me vestí.
Margo había elegido bien mi ropa, como siempre. La verdad es que siempre nos elegía la ropa a todos y nadie ponía pega.
Hacía lo que quería con nosotros y muchas veces era como la madre del grupo. Supuse que vivir con tres tíos no era del todo fácil, pero, en nuestra defensa he de decir que éramos bastante manejables.
Tal cómo había esperado, Margo no estuvo preparada en veinte minutos y nos hizo esperar dos horas en la parte de abajo del piso, pero cuando bajó lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja. Al estar a nuestra altura se dio la vuelta entera para que halagasemos su outfit. Pero yo solo fui capaz de mirar la espalda de su enorme chaqueta vaquera.
—Morat —leí.
La había personalizado por la parte de detrás y además del nombre del grupo, tenía la letra de una de sus canciones en la espalda. En la suya ponía "Porque un amor así solo llega una vez y como un idiota sigo buscando".
Entonces caí en la cuenta de dónde íbamos y porque su insistencia. Íbamos al concierto que Morat daba en Monte Marín.
Sentí el bajón de nuevo en mi cuerpo.
A ese concierto tendría que haber ido con Atenea. A ella le encantaba Morat.
—No voy a ir —dije tirándome en el sofá.
—Claro que vas a ir —dijo Joshi—. Así que te levantas o te levanto.
—¡Es nuestro regalo de cumpleaños! Es de mala educación rechazar uno.
—Cállate, Golden Retriever —le dije a Kay—. Sabéis lo que significa Morat. No me creo que seáis tan crueles.
—Tienes que superarlo —Oh no... Josh estaba utilizando de nuevo la voz de hermano mayor—. Vas a ir y te lo vas a pasar de puta madre, y lo mismo hasta conoces a alguien.
Asomé la cabeza por el sillón y le miré con el ceño fruncido.
—¿EN SERIO ME ESTÁS DICIENDO QUE VOY A CONOCER A ALGUIEN EN EL CONICERTO DEL GRUPO FAVORITO DEL AMOR DE MI VIDA?
Josh se cruzó de brazos y me miró intensamente, ¿Desde cuándo se había convertido en mi padre? Supuse que sería la poquita barba que se estaba dejando la que le daba aires de madurez.
—Mueve el culo, gilipollas —cómo me volví a desinflar en el sillón, no tardé mucho en sentir como entre Josh y Kay me cogían y me obligaban a salir por la puerta, mientras Margo hacia fotos de todo el momento.
—Va a ser increíble —murmuró mientras escribía un mensaje en su móvil.
No creía que fuese a ser increíble. Aquello debía de ser una broma de muy mal gusto y, aunque estaba acostumbrado a sus coñas, no era el día adecuado para hacerlas.
•••
No esperamos mucha cola. Josh conocía a alguien que conocía a otro alguien que nos había colado de una manera bastante cuestionable.
Todo el estadio estaba repleto de personas. De fans. Los ojos de Margo brillaban y no era por toda la brillantina que se había echado en la cara, no. Era porque iba a ver a un grupo que le gustaba. Aquella podría haber sido perfectamente la cara de Atenea.
Bueno, ella habría estado saltando nerviosa y agarrándome la mano con fuerza.
Yo seguía sintiéndome incómodo.
Estaba en lugar equivocado sin la persona indicada.
Cuando cayó la noche todas las luces del estadio se apagaron en conjunto. Estaba a punto de empezar y la gente gritaba, dejándome sordo.
Pero la sensación de adrenalina cuando el baterista, Mario Vargas, apareció en el escenario dándolo todo fue imposible de contener.
El juego de luces blancas que se encendían y apagaban. Margo gritando que ese era su marido y grabando a la vez. Todo el mundo alegre.
Ojalá Atenea hubiese estado allí.
El resto de la banda apareció poco después y todo el mundo chilló cuando empezaron a tocar una versión más rock de "Besos en Guerra".
Y a medida que pasaba el concierto, me fui soltando más. Lo fui disfrutando más. Me di cuenta de lo importantes que habían sido durante mi anterior verano y lo mucho que me gustaban. Que me sabía todas sus letras. Y entonces tocaron 23:
—¡ESTA CANCIÓN, ARES! —dijo Margo gritando sobre la música—. Josh, ponme en tus hombros.
Este sin rechistar lo hizo y Margo dio una vuelta de trescientos sesenta grados como para ver el recinto completo. Después volvió a ver al escenario y a grabar.
Yo simplemente disfruté de la canción y la canté como el resto del mundo.
Una obsesión que no tiene sentido
La explicación a mis noches sin dormir
¿Cómo te adueñaste de mis latidos?
Es tan complejo y tan fácil de sentir.
—GRITALO, ARES —me ánimo ella.
Kay estaba eufórico también mientras saltaba con una chica desconocida a su lado. Y Josh miraba con una sonrisa al escenario mientras cantaba la letra. Todos lo estaban viviendo.
Así que me decidí por hacer lo mismo, aquello habría hecho Atenea y lo haría por ella.
—¡Qué temazo! —dijo una chica desconocida a mi lado.
Sin mirarla, asentí. Y seguí cantando.
Quiero que aunque pase mi vida recuerden
Que sin condiciones siempre te seguí
Sé que unas se ganan y que otras se pierden
Pero no me importa si te tengo a ti.
—¡Te la sabes entera! —volvió a repetir la chica a mi lado y me estaba empezando a resultar molesta, pero la gota que colmó el vaso fue cuando se agarró de mi brazo y empezó a saltar.
Y por más que quisiese intentar ignorarla...
—¡¿QUÉ PASA SI BRINDAMOS OTRA VEZ? PORQUE DESPUÉS DE TANTO TE ENCONTRÉ!
Me estaba cantando al oído, pero qué...
—Oye —intenté apartarla— A mí...
La chica me cogió el rostro con ambas manos y me obligó a verla.
—Ya sé que no te interesa, Aresito —sonrió. No podía ser...—, pero... SÉ QUE UNAS SE GANAN Y QUE OTRAS SE PIERDEN, PERO NO ME IMPORTA SI LA VIDA ES CORTA YO TE TENGO A TI.
Lo primero que vi fue su pelo rizado, rebotando mientras saltaba. Lo segundo que sentí fue mi corazón atentando con salirse de mi pecho. Y lo tercero fue que casi me desmayo de la emoción. Estaba en shock.
—¡Estás aquí! —dije abrazándola con fuerza, aferrándome a su chaqueta vaquera como si mi vida dependiese de ello y envolviéndola por completo.
Un año sin verla. Un año desde que nos despedimos con la promesa de vernos un 22 de enero. Siete meses desde que me pasé todos los días por el aeropuerto por si acaso llevaba. Dos meses desde que me había resignado a que no iba a volver... Doce meses y al verla seguía sintiendo lo mismo con la misma intensidad.
—¿Cómo no me va a interesar? —dije y uní nuestras frentes.
Sus ojos marrones brillaban, cristalizados. Llenos de amor, de su dulzura. Sus manos se encontraron en mi nuca y yo la tomé de la cintura.
Pero no me importa si la vida es corta yo te tengo a ti.
—Me esperaste —Su mirada clavada en la mía. Nos decíamos todo y las palabras sobraban.
—Te habría esperado la vida entera.
Ella se mordió el labio y negó con la cabeza. La música nos hacía vibrar, pero aquello no importaba. Por un momento solo estábamos de nuevo ella y yo, el tiempo retrocediendo y volviendo a colocar todo en su lugar. La opresión en el pecho empezaba a desaparecer y se sustituía por amor.
Me sentía como si... Hubiese salido de un lapso en el tiempo y volvía a vivir, mi vida volvía a seguir su curso.
—¿Te quedas? —pregunté temeroso.
Ella sonrió de oreja a oreja y acercó su rostro al mío.
—Me quedo para siempre, Ares.
Las cinco palabras más perfectas que existían. Finalmente, estaba conmigo.
Nos besamos. Nos besamos hasta que no pudimos más. Hasta que nos quedamos sin respiración y sus piernas empezaron a temblar. Su tacto, la suavidad de sus labios. Nada había cambiado en aquel momento y a la vez sus ojos me decían que todo lo había hecho. Todo excepto lo que sentíamos por el otro.
—Estamos en un concierto de Morat —dijo sonriente. Acaricié su rostro. La tenía conmigo.
—Dijimos que iríamos juntos.
—Feliz cumpleaños —la volví a besar y la levanté en el aire.
—¡ESTÁS AQUÍ!
Ella a mi altura me miró como solo ella sabía. Lo habíamos conseguido... La tomé de las manos y sentí el anillo en su dedo. Una adelfa... Un amor infinito.
Aquella noche no importó nada más que nosotros. Las palabras sobraban cuando ella estaba a mi lado y supe que nunca jamás la dejaría irse de nuevo.
—Te prometí que volvería.
—¿Para pasar un verano juntos? —pregunté.
—¿Un verano? ¡Yo quiero pasar una vida a tu lado!
Me reí y nos volvimos a besar.
—Entonces —dije sobre sus labios— ¿Una vida juntos, morenita?
—Una vida juntos, Aresito.
~ Fin ~
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top