Capítulo 39: La bailarina que negoció por su felicidad.

Había estado toda la mañana nerviosa por la firma del contrato de mis padres con los Hunter.

Lo había estado pensando. Lo había pensado desde que tuve mi última noche con Ares y no había dejado de darle vueltas a lo mismo: mientras viviese bajo su techo seguiría sus normas y si era menor de edad, estaba bajo su mandato.

Sencillo. Y mi parte más optimista quería traducirlo como: si eres mayor de edad, eres libre.

Nunca había tenido problemas con mi edad. Mis padres siempre se habían desentendido de mí y que me hubiesen sacado esa carta, me había bloqueado por completo. Pero quizá servía a mí favor.

Tenía que intentarlo, tenía que intentarlo por última vez. Sin violencia (en la medida de lo posible). Siempre habían deseado que me hiciese cargo de una empresa, ¿No? Pues me quería hacer cargo de la empresa de mi vida y estaba a punto de negociar por mi felicidad.

No me creía que aquello fuese algo por lo que se tuviese que negociar y toda la vida pensé que siguiendo lo que mis padres me decían, vendría implícito. No había querido nada más que su aprobación, pero mis aspiraciones en la vida habían cambiado.

Allí estaba condenada a estar encerrada en una torre. A ser un títere más mientras ellos llevaban los hilos y me negaba.

Me dolía, por supuesto. Claro que me dolía ver la cruda realidad. Una a la que me había estado negando toda la vida.

Y era gracioso como Román o Ares me habían calado por completo: cuando no quería ver algo, lo negaba a toda costa. Sí, que mis padres fuesen unos manipuladores y que no me quisiesen entraba en la lista de cosas que nunca había querido ver. Que me separasen de la persona a la que quería e incluso mucho más... Tampoco lo había querido aceptar, pero tenía que ser realista.

Tenía que crecer, hacerle frente a las cosas... No podía gritar más, aquel era mi momento de actuar, de ser menos impulsiva. De dejar de huir y negar lo que estaba pasando, y de luchar con todo lo que tenía.

¿Querían una hija que negociase? Ahí la tenían. Y no me iba a ir de aquella sala de reuniones sin beneficiarme, aunque fuese a largo plazo.

Cuando había salido corriendo de nuevo por los pasillos esquivando a mis guardaespaldas, nunca pensé que lo que me frenaría fuese la espalda de Ares.

Y sí había tenido dudas anteriormente de  si intentarlo de nuevo o no, se habían esfumado por completo al verle.

Ahí estaba él también, una mirada bastó para comprender qué hacíamos en la sala. Un gesto. Y estábamos preparados para lo que se nos viniese, pero juntos.

Porque eso era lo que habíamos hecho durante todo el verano: estar juntos, conocernos, apoyarnos. Estar en las buenas y en las malas. Querernos, entregarnos al otro. Descubriendo el amor verdadero, sano y puro. Aprendiendo. Discutiendo. Jugando. Retándonos.

Un último juego. Uno decisivo, pero esta vez no competíamos contra el otro. Éramos un equipo.

Y quizá si el dios y la diosa de la guerra se unían en batalla... Ganarían.

—¿Queréis firmar un contrato? —comenzó él.

—Pues que empiece la negociación —dije yo.

Mi madre se rió. Mi padre como su florero, no dijo nada, pero aún así yo sabía que ninguno nos tomaba en serio.

Los padres de Ares también estaban allí. Los padres de Ares... Y mis padres ya puestos porque los veía y encontraba todo lo que había buscado en las dos personas que tenían al frente. Amor paternal. Un abrazo. Un "te quiero" sincero. Un cambio.

Les sonreí y ellos me devolvieron la sonrisa. Siempre lo hacían, aún en la situación en la que estábamos, sabían a lo que venía y me apoyaban sin condiciones. Como cuando dejé de bailar y Orianna se esmeró en cumplir mi deseo de entrar a una escuela normal... Me dedicaba aquella misma mirada y esta vez no estaba tan perdida como para no darme cuenta de que estaba llena de emoción.

Me puse de su lado de la mesa justo cuando mis guardaespaldas llegaron y mi madre los echó con un simple gesto.

Apoyé mis manos en la mesa y la encaré con valentía. Ella hizo lo mismo.

—Estoy deseando que empieces con otra de tus escenitas —dijo—. Deberías haberte dedicado al teatro, ¿Sabes? Se te habría dado muchísimo mejor.

Apreté el borde de la mesa, pero me sentí más valiente cuando Ares se posicionó a mi lado. Sentir su pierna junto a la mía, sus dedos rozándome... Era algo que había extrañado tanto y que me protegía como un escudo.

Sonreí.

—¿Me habrías dejado o también te habrías dedicado a arruinar mis sueños?

Palabras afiladas como cuchillos que volaban de un lado a otro de la habitación.

—Estás muy gallita, ¿Eh? Me gustaría verte sin tus... Marionetas.

Tenía que respirar... No había ido allí a perder los estribos. No podía caer en la tentación y conseguir lo que ellos querían: provocarme, hacerme quedar como una niña impulsiva y sin autocontrol.

Por lo que me callé.

—Podrian salir ahora mismo y seguiría teniendo la misma determinación.

Mis piernas temblaban y sentía la mirada  de Ares perforándome por completo. Si para que mi madre me escuchase tenía que afrontar sola la situación, lo haría. Esta vez sí que lo haría.

—Me gustaría verlo —desvió su mirada de mí y la dirigió a los padres de Ares—. Fuera. Luego terminaremos de hablar sobre la empresa.

—Ni de coña —rió Orianna.

Pero tuve que darme la vuelta para mirarla y convencerla de que podía hacerlo.

—¿Estás segura de esto?

Asentí y ella me abrazó. Me abrazó como nunca y con tanta fuerza que me hizo perder el aliento.

—Te quiero, ¿Vale? —dijo antes de salir.

—Te queremos —corrigió el padre de Ares y me dio un beso en la mejilla—. Confiamos en ti, pequeña.

La pareja salió. Los guardias salieron. Los abogados silenciosos en una esquina también lo hicieron y justo cuando me iba a despedir de Ares también, mi madre nos detuvo.

—Tú no. Quiero que veas cuánto te quiere tu novia.

Pero su voz estaba muy alejada de ser sincera. Llena de burla, como si pensase que me iba a acabar resignando a cualquier cosa que ella dijese.

Al fin estábamos solos. Cara a cara contra la leona y su león. Nunca mejor dicho, porque era ella la que salía a cazarnos y nos miraba como a sus presas.

—Quiero que me dejes irme —No me andé con rodeos y cogí a Ares de la mano—. Y me quiero ir con él.

Su ceño se frunció y acompañó el gesto con sus labios.

—¿En serio?

—Muy en serio.

—No —dijo rotunda—. Fin de la negociación.

Apreté la mano de Ares. Sabía que él no diría nada, no por ahora.

Ambos éramos conscientes de que en su día le había pedido que me dejase sola en la lucha, pero ambos también sabíamos que él iba a hablar cuando yo no pudiese más. Y si él no había dicho nada aún, era porque creía en mí. Y yo también.

Sabía que no estaba lista para escucharlo directamente, pero hice la pregunta:

—¿Me queréis?

—No —la respuesta fue directa al corazón, pero ya lo tenía tan entrenado que no permití que tambalease.

—Eres mi madre —contesté—. Y tú eres mi padre, lo queráis o no. ¿Sabéis lo que es escucharos decir que no me queréis? —Morgana no dijo nada—. Diecisiete años de mi vida he esperado por un "te quiero" sincero. Uno vuestro, para ser más exactos. Lo he buscado a toda costa. Mi vida... MI vida, se ha basado en perseguir ese objetivo, en buscar ese amor paternal y ¿Sabéis dónde lo he encontrado? —siguieron en silencio—. En las dos personas que están allí fuera —cogí aire—. En una entrandora que es, literalmente, Maléfica, pero que me quiere. Es unos amigos que darían todo por mí. Y en él —señalé a Ares—. En este chico que más que quererme, puedo decir que me ama y adora. ¿Y sabes porqué puedo decirlo? —negó con la cabeza—. Porque me lo ha demostrado. En poco más de dos meses. En dos años compartiendo clase y en una infancia que vivimos juntos. Y yo puedo decir que siento lo mismo por él —solté una risita—. Mírame, estoy aquí. Ofreciéndote mi tiempo a cambio de una vida a su lado.

Silencio. Silencio. Silencio.

—No vas a irte con él —dijo finalmente.

—No voy a hacerlo hoy —corregí—. Y quizá tampoco mañana, pero me iré. Y me dejaréis ser feliz.

Morgana me miró de hito a hito. Cómo si no acabase de terminar creyéndose que yo estuviese diciendo todo eso y no se me hubiese escapado ninguna lágrima. Que no hubiese gritado en ningún momento y... Por una vez la vi asustada.

—¿Y qué te hace pensar eso?

—He venido a negociar —y me decidí a aprovechar que por una vez la tenía casi muda—. ¿Cuánto tardarás en acostarte con Mikkelsen?

Sus ojos se abrieron de par en par.

—Oh... Vamos... No soy tonta, aunque tú creas que sí —no iba a permitirme bajar la presión—. Sé que crees que Thor se cansará de aguantarme en algún momento y también sé que estás intentando hacerte con Mikkelsen... ¿cuánto tiempo vas a tardar?

—No mucho.

—Te doy cinco meses —zanjé.

—¿Cómo? —Pestañeó un par de veces y negó con la cabeza. Miré de reojo a Ares que estaba igual de perplejo y para ser sinceros, yo también estaba asombrada.

Pero era claro. Aunque quisiese, sabía que ellos no iban a dejarme ir a no ser que tuviesen la garantía de que no iban a arriesgar su negocio.

Sabía que no me querían, pero me había dado cuenta de que era un tanto imprescindible para ellos.

Sabía que el contrato con los Mikkelsen tenía mi nombre en alguna parte.

Y sabía que ellos solamente me dejarían en paz, si tenían todo controlado.

—Lo que oyes. Siempre me has dicho que si soy menor de edad, estoy bajo vuestro mandato, ¿no? Pues no sé si os acordáis, pero cumplo años el 22 de enero. Dieciocho para ser exactos.

Escuché un sonido de satisfacción a mi lado. Ares sabía por dónde estaba yendo.

—Aguantaré a Thor cinco meses. No hablaré con nadie para que la prensa no cree conflicto, ni con Ares, ni con mis amigos... Vuestra maldita alianza no correrá peligro por cinco meses. Estaré dedicada de lleno a lo que vosotros creáis, pero solo mientras consigues la garantía del padre de Thor y cuando llegue el 22 de enero, me voy.

—¿Te vas? —dijo incrédula—. Sin trabajo, sin techo... ¿Y te vas?

—Me buscaré la vida, porque estoy segura que decida lo que decida será mejor que seguir atada a vosotros.

Lo tenía claro, cinco meses. Cinco meses no eran nada si lo comparaba a toda una vida. No iba a estar atada a ellos, me negaba y la parte que los había llegado a querer, también lo hacía.

Los vi intercambiar una mirada, no iban a ceder.

—Si no acceden no tendrán la parte de la empresa de mis padres —dijo Ares saliendo de su silencio.

Mis padres le miraron, asesinándolo a la vez.

—No puedes negociar con eso. Ya tenemos un contrato y...

—¿Está firmado? —ambos callaron. Eso era que no—. Entonces sí puedo modificar las clausulas de ese contrato.

—Pero ¡Tú quién te crees que eres! —mi madre perdió los estribos por completo y se pasó las manos por el pelo, frustrada.

—Soy Ares Hunter, Morgana y puedo hacer y deshacer a mi antojo como el niñato que soy —sonrió de lado. Yo conocía esa sonrisa. Era capaz de sacar de quicio hasta al más santo—. Y siempre consigo lo que quiero... Y quiero a Atenea para toda la vida.

No era momento para desmayarse de la emoción, pero no pude negar que aquello me había hecho temblar por completo.

—Tú decides, Morgana —continué yo—. O lo tomas o te hundes en la miseria.

Se rascó la cabeza con ímpetu y después me miró con ojos de cordero.

—Pero, ¿Cómo vas a hundir a tu madre, hija?

—Tú no puedes ser considerada una madre, Morgana —me salió solo y con eso daba por concluída la negociación.

Dimos entrada de nuevo a todo el mundo. Hicimos que el abogado añadiese las clausulas al contrato de compra y los padres de Ares lucharon porque la empresa no fuese totalmente de ellos hasta el 22 de enero.

Todos firmamos y allí quedó sentenciado que yo iba a tener mi final feliz.

Cinco meses. En cinco meses estaría de nuevo a su lado.

Sin embargo, las cosas no salieron como realmente esperaba y no fueron cinco meses.

AHHHHHHH.

No me puedo creer que este sea ya el penúltimo capítulo que el siguiente... * empieza a llorar * Sea el último.

No puedo más conmigo misma. Ayuda.

_Dreams&Roses_

🌺

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top