Capítulo 3: Misión: Sabotaje
Me desperté cuando la alarma sonó. Era el momento de empezar a prepararse. La peluquera llegaría pronto. Me debía bañar, debía de hacer muchas cosas. Tenía que comer, no había comido en todo el día. Por la mañana se me había olvidado el desayuno, luego, se me olvidó comer algo en el recreo y en aquel momento... Simplemente no me apetecía comer nada.
Román se había ofrecido a quedarse conmigo. Apoyarme hasta que me sintiese mejor, pero aquel momento sabía que pronto no llegaría. También me había estado debatiendo entre si ir a la graduación o no.
No estaba en condiciones de ir a ningún sitio. Lo único que quería era quedarme acurrucada en mi cama. Ahogarme en mi miseria y que la tierra me tragase. No quería sonreír falsamente. Quería llorar y a aquello me dispuse según lo pensé.
Me puse bocabajo en mi cama, ahogué mis gritos y sollozos en la almohada. ¿Por qué lo había hecho? ¿Había sido por lo del otro día? Realmente pensaba que estábamos bien, que siempre íbamos a estar juntos y que nunca nos separaríamos. Él siempre había estado ahí. Él me escuchaba, hablábamos... ¿Le quería? Quizá aún no, pero el amor surgiría, nos gustábamos. Nos atraíamos. Pero aquello no valía la pena pensarlo.
Quería hablarlo con alguien, pero nadie estaba disponible. Hera estaba en Corea, Román ya estaba lo suficientemente preocupado, Logan, obviamente, ya no era una opción... Solo confiaba en tres personas. Una me había traicionado. Otra estaba demasiado ocupada para atenderme. Y la otra era demasiado empática para esto.
"Estaré bien", me dije a mí misma. Me miré al espejo y sonreí, quizá si lo hacía todo mejoraría. Siempre había sido así. Cuando me lesioné, sonreí. Cuando mis padres se iban, sonreía.
Me levanté de la cama. Estiré un poco y puse música a todo volumen. Empecé a moverme sola, hice alguna pirueta ignorando el dolor que me producía. Hacía tanto que no lo hacía. Hacía tanto que no recordaba aquella sensación. Me sentía en el borde de un precipicio.
Todo se me venía encima. Logan, el baile, mis padres, la carrera que no deseaba estudiar... ¿Cómo podía tener tanto aparentemente y sentirme tan vacía?
Me empecé a bañar a conciencia e intenté relajarme y centrar mi atención únicamente en la música que escuchaba. Volví a respirar profundo y esta vez no temblé al hacerlo. Simplemente salió.
Me desenredé el pelo, hidraté mi cuerpo. Salí de la ducha, me miré en el espejo. Me eché crema, desodorante, perfume. Me puse el vestido, llegó la peluquera, me peinó. Me maquillé. Me puse los zapatos y los escondí debajo de mi vestido.
Volví a respirar hondo. Me miré en el espejo. Realmente estaba guapa. Llevaba el pelo amarrado en un moño alto bastante complejo, siempre respetando mi peinado habitual. Mi maquillaje realzaba mis facciones y escondía cualquier rastro de malestar. Luego el vestido. Azul marino, largo y satinado, sencillo por delante, con una espalda de infarto por detrás. Dejaba ver incluso un poco la cicatriz de cuando me operaron por mis tres costillas rotas.
Bajé las escaleras y me monté en el coche. Llamé a mis padres por el camino, pero ninguno de los dos contestó. Metí el móvil en mi bolso y aquel vacío volvió. Suspirar aquel día era lo único que era capaz de hacer.
•••
-Por sus méritos sobresalientes a lo largo de Bachillerato, nos gustaría premiar a... Ares Briar, Atenea Hernández y Gabriel Pérez.
Me levanté de mi sitio, entre Román y otra chica de nuestra clase, y me dirigí a la escalera del escenario. Vi cómo Ares se levantaba de su asiento de la última fila del salón de actos. Se había sentado allí, porque llegó tarde a la graduación. Todos los sitios estaban pillados excepto aquel.
Me puse detrás de Gabriel en la fila. Lo único que sabía de él, era que pertenecía al grupo de ciencias. Ares se puso detrás de mí.
-Estás muy guapa esta noche -susurró.
-Tú tampoco estás nada mal.
-¿No? -casi pude escuchar su sonrisa.
-No. Pareces el hijo perdido del Matt Leblanc y la Angelina Jolie de los 90.
-Eso es decir mucho, diosa griega.
-Es la verdad.
-Muchas gracias.
Subimos al escenario entre aplausos de todo el salón de actos y Gabriel fue el único capaz de dar un discurso de agradecimiento en nuestro nombre. Sonreímos una vez para las cámaras y nos bajamos del escenario. Me disponía a entrar en mi fila cuando Ares me tocó el brazo y me invitó a que fuese con él. Con el ceño fruncido me dejé guiar.
Salimos del salón de actos y me llevó hasta el patio.
-¿Qué pasa, Ares? -Nos detuvimos frente al edificio de la residencia de estudiantes.
-Solo quería preguntarte qué tal estás.
-¿Era explícitamente necesario sacarme de la graduación para esto?
-Ya iban a terminar. Y ya tienes tu "gorrito y tú bufanda" -Sonrió y después volvió a ponerse serio-¿Entonces? -no dejó de mirarme inquisitivamente. Esperaba una respuesta.
-Prefiero no pensar en ello.
-Entonces estás mal.
-No... -Miré hacía otro lado.
-Puedes hablar conmigo, ¿lo sabes? -Me encogí de hombros. Otra vez el nudo en la garganta se me estaba haciendo-. Te vendría bien una copa.
-No bebo.
-¿Quién no bebe hoy en día?
-Mucha gente -tosí a propósito para disimular cuando se me cortaba la voz.
Nos quedamos en silencio durante un rato y finalmente dije:
-Yo... Me voy, seguramente ya habrá terminado el acto y Román me esté buscando. Además, tiene mi bolso.
-Espera -sonrió de nuevo-. Ya sé cómo puedes sentirte mejor -le miré con duda y con los ojos ya un poco llorosos-. Confía en mí.
No sabía en qué momento, pero lo único que se me pudo venir a la cabeza fue, simplemente, asentir y seguirle.
•••
-Porque tuve que hacer caso a un tonto.
-Eso te convierte en tonta -dijo él sentado a mi lado-. Lo que yo no sé, es cómo se me ocurrió a mí hacer algo por ti.
-Ahora la culpa la tendré yo.
-Pues sí
-¡Silencio! -dijo el director mientras pulsaba los números en el viejo teléfono del instituto, intentando llamar a nuestros padres. No había tenido mucho éxito -. Os debería de dar vergüenza, gente ya de vuestra edad, con una mención de honor, el día de vuestra graduación...
-Es todo culpa suya -dijimos Ares y yo a la vez señalando al otro.
-¡Silencio he dicho!
Ni Ares ni yo volvimos a decir nada en un buen rato. Recogí un poco mi vestido y crucé una de mis piernas encima de la otra. También crucé mis brazos y miré a mi alrededor.
Nunca antes había estado en dirección. Nunca me había metido en problemas ni había tenido que hacer ningún recado o trámite. Pero claro, Ares tenía que venir y acabar con eso. En un día como hoy.
¿Por qué tuve que hacerle caso?
A decir verdad, todo aquello me había hecho olvidarme un rato de todos mis males. Estar destrozando la habitación de Logan fue terapéutico.
Tirar su ropa por los suelos, romper sus libros, mojar sus preciados zapatos. O rallar toda su colección de discos con las películas de Rocky. Incluso metimos las llaves de su coche en el retrete. Todo iba bien, lo estábamos disfrutando, hasta que Ares dijo "¿Y si quemamos esto?" Mientras me mostraba una foto que Logan tenía en la mesilla. En ella salíamos juntos. Yo, por supuesto asentí y Ares, sacó un mechero de a saber dónde, y me lo lanzó. Yo retiré la foto del marco y lo encendí. No tardó ni cinco segundos en saltar la alarma de incendios que detectó el humillo que desprendió la foto y, además de empaparnos, no nos dio tiempo a huir. Los guardias de la residencia ya estaban allí y nosotros iríamos a dirección.
Todo aquello nos había llevado a estar penosamente desarreglados, yo mucho peor que Ares por el maquillaje, nuestras menciones de honor perdidas en la habitación de Logan junto con nuestros birretes, estolas y diplomas, y a saber a qué más nos llevaría.
-En serio, Atenea, ¿Converse? -dijo observando mi calzado.
-Si, ¿por?
-Es el día de tu graduación. ¿No crees que es un poco inapropiado?
-Es el día de mi graduación y estoy en jefatura, eso sí que es inapropiado.
-Supéralo, Atenea. Seguro que tus papis vienen corriendo a rescatarte y a abrazarte y a darte todo su cariño y...
Le di un golpe y no tardó en callarse. Volvió a abrir la boca, quizá para disculparse, pero el director ya estaba hablando.
-¿Señora Stallone? ¿Su secretaría? Oh, eso tienes mucho sentido ¿Me podría pasar con la señora Stallone? Es sobre su hija. Sí, Atenea. Sí, Atenea Stallone... Pero es urgente hablar con ella. No, no quiero una cita...
-Oiga, si la muchacha se niega, pásemela a mí -dije y el profesor lo hizo rápidamente-. Hola, Catherine.
-¿Atenea? -preguntó ella por el otro lado de la línea.
-Sí, Catherine, soy yo.
-¿Qué sucede señorita?
-Al director le gustaría hablar con mis padres.
-Por supuesto, señorita. Deme un momentito.
-Ahora le pasan a mis padres -le dije al director entregándole el teléfono. Me di cuenta de que Ares parecía sorprendido y entonces caí en que todo el rato se había utilizado mi apellido real.
-Atenea Stallone -dijo él después de un rato.
Me miraba de hito a hito. Como cayendo en la cuenta de algo a lo que yo era muy ajena. Y entonces sonrió.
-Soy gilipollas.
-Lo eres, pero ¿Por qué dices eso?
-Señora Stallone. Soy García Blanco, el director del instituto de su hija Atenea -empezó a hablar el director y a contarle todo lo que había pasado a mi madre. Mientras yo me cogía la cabeza con una mano que tras hablar con Catherine había apoyado en el reposabrazos de la silla-. No, ella no estaba sola. Ella estaba con un chico. Ares Hunter se llama. Sí, el hijo de los Hunter. ¿Sus socios? Eso me facilita mucho las cosas.
Mi mandíbula rozaba el suelo. Miré a Ares que reía débilmente mientras negaba con la cabeza.
-Eres el hijo de los Hunter -dije alucinando.
-Eres clavada a Morgana -dijo él como respuesta.
Ares era el hijo perdido de los Hunter, era el niño con el que ponía patas arriba el avión en el que viajábamos de pequeños. Él había Sido mi fiel compañero de viaje y nunca antes nos habíamos dado cuenta de aquello.
Le miraba y no dejaba de sacar el parecido que tenía a su padre, la actitud de su madre. Esos ojos, la sonrisa, el porte. ¡Su nombre era el de un Dios de la mitología griega! ¿Quién además de los Hunter y de los Stallone lo hacía? Nadie.
Recordando encontré que aquello era lo que la señora Hunter me contaba antes de comenzar a estudiar Bachillerato. Su hijo, su hijo un año mayor que yo, estaría en mi clase. Me saltaría un curso por mi nivel y estaría con él, pero estaba tan... Perdida que no presté atención.
Volví a mi posición inicial, apoyé la cabeza en una de mis manos y abrí mucho los ojos.
-Mi madre siempre me decía que se había casado con mi padre porque se parecía a Matt LeBlanc. Y él respondía que él lo había hecho con ella porque se parecía a Angelina Jolie -abrí más los ojos-. Dijiste que parecía el hijo de ellos dos en los 90, ¿verdad? -asentí y él se rio.
No podía decir nada. Levanté una mano y le hice un gesto que indicaba que no siguiese hablando más. Es que, cuanto más hablaba, más tonta me sentía por no haberme dado cuenta.
-Hernández... Morgana Hernández -seguía él divagando y riéndose- El apellido de soltera de tu madre.
-Bueno -dijo el director colgando el teléfono-. Tu madre es un encanto de mujer, por lo que hemos llegado al acuerdo de que, cómo es vuestra primera infracción, sobre todo por tu parte, Atenea -miró a Ares de reojo-y porque ya habéis concluido con vuestra etapa en esta institución, no tomaremos medidas... Precipitadas con vosotros. Ya podéis iros.
Suspiré por el alivio. Aquello, sin duda era un problema menos, pero sabía que aquello era nada más que la calma antes de la tormenta. Mis padres sí que tendrían represalias conmigo y los Hunter, por más raro que se me siguiese haciendo, también las tendrían con Ares.
Dios mío... Éramos como una familia. ¿Cómo no pude caer antes?
-Muchas gracias -dijimos los dos a la vez, nos levantamos de las sillas y salimos.
Nos quedamos fuera del instituto, parados sin decir una palabra frente al otro durante unos minutos. Lo único que fue capaz de sacarnos de ese trance fue el teléfono de Ares interrumpiendo aquel silencio.
-¿Sí? -dijo contestando-. Sí, estoy con Atenea, espera pongo el altavoz.
-¿Dónde coño estáis? -gritó Román sobresaltado-. Os he estado llamando desde que terminó la graduación y no contestas. Cuando la vi salir del salón, dije "Bueno, no tardarán mucho", pero lleváis desaparecidos más de dos malditas horas. ¡Ya es de noche! Tendríamos que estar de fiesta, de hecho, yo ya estoy aquí, esperando en la discoteca, solo, esperando a que aparecieseis, pero vosotros... Vosotros -repitió con más rabia-. Aire. Polvo. ¡Desaparecidos! Y encima, para rematar, el móvil de Atenea no paraba de sonar. Contesté y eran ¡Tus padres! Echándote la bronca del siglo hasta que les he dicho que era yo. ¿Se puede saber qué habéis hecho?
-Pues... Casi incendiamos la habitación de Logan -dije con la voz en un hilo.
-¡¿Qué vosotros qué?!
-Eso es una exageración, Atenea -dijo Ares mirándome seriamente-. Solo estábamos liándola un poco, nada más. No te preocupes Romi, nos vemos en casa de Atenea.
-¿Cómo? -gritamos Román y yo a la vez.
-Diosa griega, estamos empapados, tenemos que cambiarnos.
-¿Sabes qué? Es de lo más sensato que has dicho desde que te conozco.
-Vale, pues nos vemos allí dentro de un rato -comentó Román-. Hasta ahora.
Ares y yo nos despedimos, Román cortó y Ares habló:
-Vamos a la residencia. En mi habitación tengo algo de ropa para mientras llegamos a tu casa.
-Vale, pero rápido, no quiero hacer esperar a Román.
Me hizo un gesto con la cabeza para que le siguiese.
Entramos de nuevo en la residencia, nos metimos en el ascensor y subimos un piso más arriba de donde estaba la habitación de Logan. Y llegamos al cuarto 610. Ares buscó en su bolsillo una llave y abrió la puerta al instante.
-Espera, ¿Las habitaciones tienen llave?
-Por supuesto, lo que pasa es que tu exnovio nunca la echa.
-¿Cómo sabes eso? -pregunté notablemente sorprendida.
-Es la misma planta en la que "vive" Romi y... A veces me fijo en algo que no sea yo, ¿Sabes?
Entró en su habitación y me invitó a hacer lo mismo. Cuando lo hice cerró la puerta detrás de mí y me sobresalté un poco.
-No te voy a hacer nada, diosa griega -Se rio-. Pero me gustaría saber cosas.
Me di la vuelta y le miré con los ojos muy abiertos.
-¿Qué tipo de cosas?
-Del tipo Stallone -pasó por delante de mí y se dirigió a un armario. Lo abrió y sacó una camiseta-. Toma -me la lanzó-. Puedes ponértela si quieres, así te llevo seca a casa y no me arruinas la tapicería.
-Gracias... -le miré extrañada y luego pregunté-. Aquí ¿Tenéis baño?
-Detrás de ti, pero no cierres del todo, así puedo escucharte -Fruncí el ceño-. No, no voy a mirarte mientras te cambias.
-Vale... Y...
-¿Pantalones?
-Sí, por favor.
Me lanzó unos pantalones cortos de chándal y me metí en el baño. Le di un voto de confianza, una confianza que había perdido en el momento en el que me convenció para destrozar la habitación de Logan.
A diferencia del cuarto que habíamos destrozado, este era aparentemente individual y, Ares, además de tenerlo todo impoluto, parecía hacer vida allí. Tenía de todo, mucha ropa, muchas colonias... Parecía más un piso de soltero que otra cosa.
Me empecé a quitar los zapatos, el vestido y maldije cuando noté que hasta la ropa interior estaba empapada.
-¿Me vas a contar algo?
-Es que no hay mucho que contar. Solo soy la hija de los Stallone.
-¿Por qué dejaste de viajar con ellos hace dos años? -me preguntó
Obviamente, Ares no sabía nada de mi carrera como bailarina y no iba a contárselo. Tampoco necesitaba recordarlo. Cómo respuesta dije:
-Me aburrí, la vida viajando era... Abrumadora. Ares...
-Dime
-¿No tendrás...? -me callé un momento, aquello me daba mucha vergüenza. Nunca había pedido ropa interior a alguien y menos a un tío- Esto...
-Se te han mojado las bragas -dijo riendo- Ahora te llevo algo.
No tardó mucho en meter una prenda por la rendija que había dejado. Abrí la boca unos segundos y luego la volví a cerrar, tomando los calzoncillos.
-Es lo único que tenía, lo siento.
Hice un sonido como de aprobación que no me creí ni yo y me los puse rápidamente. Se me caían un poco, pero no pasaban del culo. Suspiré y pensé que aquello solo sería momentáneo.
A decir verdad, aquello era bastante cómodo. Me puse su camiseta y le hice la misma pregunta que él me había hecho antes.
-Por dos motivos -contestó-. Quería ser un chico normal y no viajar tanto, y, porque me dan miedo los aviones.
-¿Te dan miedo los aviones? -sonreí un poco- No te imaginaba de esos.
-Cada uno tiene sus defectos, incluso los dioses griegos como yo.
Terminé de vestirme y até lo más fuerte posible los pantalones a mi cintura. Desgraciadamente, se me bajaban a las caderas.
Recogí todo lo que había dejado desparramado y lo puse encima de la taza del váter. Abrí la puerta y me miré en el espejo para empezar a deshacer mi peinado.
-Dame un minuto que deshaga esto.
Empecé a sacar horquillas de mi cabello. Me frustré cuando sacaba y seguían quedando horquillas en mi cabeza. Fruncí los labios y escuché como Ares se acercaba.
-¿Necesitas ayuda con eso? -estiró su brazo y cogió su colonia. Olfateé un poco y le di mi visto bueno mentalmente. La volvió a dejar en su sitio y se apoyó en el marco de la puerta.
-Casi das con el techo de la puerta.
-¿Esto se llama techo de la puerta? -dijo tocándolo con una media sonrisa.
-No sé cómo se llama -le miré de reojo-. ¿Por qué te has arreglado tanto?
Se miró a sí mismo un momento. Llevaba otro traje, solo que esta vez, había decidido no ponerse la chaqueta y llevaba tirantes. Tenía aún el pelo mojado, pero no le quedaba nada mal. Entró en el baño, abrió un cajón que había encima del váter y cogió una toalla. Se la puso en la cabeza y revolvió su castaño cabello secándolo por completo.
-Nos vamos de fiesta después, ¿cómo no me iba a arreglar? -Se puso detrás de mí y empezó a quitar horquillas.
-Muchas gracias -dije y me quedé mirándole un momento en el reflejo del espejo, pensando en que era un Hunter. Entonces, una pregunta se me vino a la cabeza-¿Por qué nunca viniste a las quedadas de nuestras familias?
-Oh... Supongo que porque no me gusta estar con mis padres mucho tiempo. -Apartó los cabellos que iban cayendo y dificultando su trabajo-. Desde que dejé de viajar con ellos, quise evitarlos. Procuraba estar en casa cuando ellos no estaban y si estaban, no iba.
Asentí intentando comprender aquel razonamiento. Sus padres eran igual que mis padres, eso estaba claro y seguramente, habrían abandonado a Ares y él les tenía rencor. Lo sabía porque yo también sabía cómo se sentía aquello.
-Perdón por haberte llamado mimada y niña de papá y mamá, antes -concluyó.
-Quizá lo sea -mentí.
-Ya -sonrió, agitó un poco mi cabello y dijo-. Listo. -me di la vuelta y me miró con el ceño fruncido-. Tienes muy mal aspecto.
-Han Sido demasiadas emociones para un día.
Se encogió de hombros y dimos por concluida nuestra estancia en la habitación de Ares. Bajamos en el ascensor de nuevo y salimos de la residencia para montarnos en su coche. El trayecto fue silencioso. Lo único que se escuchaba de vez en cuando era mi voz dirigiendo a Ares hasta mi casa, a la que solo había ido de pequeño y no se acordaba de ella.
Cuando llegamos, el coche de Román estaba aparcado en el asfalto de la entrada, muy detrás de las verjas. Los guardias, que ya le conocían, le habrían dejado entrar sin problema.
Aparcamos en la puerta, justo detrás del coche de Román y él se bajó al instante.
-Bien, estáis vivos.
-No sé si podrás decir lo mismo mañana, tío -dijo Ares.
-Creo que con lo que dijo la madre de Atenea, me hago a la idea. Por cierto, están de camino.
-¿Cómo? -gritamos Ares y yo a la vez.
-Sí y según dijo, los padres de Ares también. No sabía que eran socios o algo.
-Créeme -enfaticé-. Nosotros tampoco lo sabíamos hasta hoy.
Román bufó y me extendió mi bolso. Se lo agradecí y me tapé la cara con él, frustrada. La que nos esperaba chica no sería. Por segunda vez en la noche el móvil de Ares volvió a sonar. Contestó rápidamente, asintió un par de veces y colgó igual de rápido.
-Mis padres dicen que te lleve a casa.
-Ya estoy en casa.
-A la mía. Mañana la charla maravillosa será allí -dijo con muy pocos ánimos.
Me debatí un rato entre si hacerle caso o no, pero al final decidí que sí. No era conveniente desobedecer las órdenes ni de mis padres ni de los Hunter por lo que asentí y me fui a prepararme una mochila con ropa.
Bajé a reencontrarme con los chicos en unos diez minutos, además me dio tiempo a avisar a los del servicio que mis padres y yo probablemente pasaríamos unos días donde los Hunter.
-Bueno, llévame contigo.
-Te has traído algo para salir, ¿No? -me preguntó, viendo que aún llevaba su ropa.
-Sinceramente, déjame en tu casa y vete. No estoy para salir esta noche -él solo asintió.
Abracé a Román y le di las gracias por todo. Me marché con Ares, me dejó en su casa, me dijo que eligiese la habitación que más me gustase y se fue.
Elegí mi habitación de siempre, al lado de la de Hera. Me lancé a la cama, recapitulé todo lo que había sucedido en aquel día y sin quererlo, me dormí.
¡Hola a tod@s!
¡TERCER CAPÍTULO! Y sinceramente ahora sí que se viene lo bueno. Es decir, unos padres enfadados= castigo, pero aquí nuestros castigos son especiales por lo cual... (insertamos una risita)
¿Qué os está pareciendo la historia? ¿Personaje favorito por ahora? (es para un trabajo jeje)
Bueno, sin nada más que decir, os mando un besote
_Dreams&Roses_
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