Capitulo 29: Pepito Grillo (especial Román)
Ya me lo había olido.
Desde el primer día. Desde que hice de árbitro para esos dos locos, desde que se fueron de la graduación sin decir nada. Y la vida o el destino también lo sabía.
Por eso, que mi mejor amigo me dijese que estaba colado hasta los huesos por Atenea, no me sorprendía nada de nada.
Estábamos allí, sentados bajo la sombra de un árbol mientras él me contaba con lujo de detalles todo lo que había sucedido desde que llegaron a Ibiza hasta el día de la boda.
Una historia que ya había escuchado, pero nunca desde su perspectiva. Una verdadera historia de amor sin duda y me alegraba por ellos sobremanera, lo que no estaba escrito.
Yo ya los veía casados, viviendo en una mansión, con tres niños (mínimo), dos perros y un hamster llamado Grecia.
-Y luego ayer bailé... ¡Yo, Romi! Yo bailé hasta que me dolieron los pies con ella y, sinceramente, habría bailado mucho más si Atenea me lo hubiese pedido porque está tan guapa cuando baila... Le brillan los ojos. No sé si te has fijado, pero se le ponen más claritos y me encantan. Me encanta que me diga de todo con la mirada y que se ponga a llorar por un "te quiero" porque se lo merece. Cada "te quiero" que digo no es suficiente. Y quiero besarla a cada momento y más... Siempre quiero más con ella. Es raro de explicar.
-Es amor, querido amigo, amor en todo su esplendor. No hay nada más que explicar.
Porque aunque no sabía mucho sobre el amor en mis propias carnes, lo había visto en las personas que me rodeaban. Mis padres se amaban y se lo demostraban cada día.
Creo que se lo demostraban demasiado. Es decir, éramos siete hermanos.
Mis abuelos lo habían vivido de la misma manera. Era algo tan profundo que me daba miedo hasta de pensarlo. Pero era sencillo. Y aún hoy, mi abuela seguía amando a mi abuelo, aunque faltase.
Y mis tíos y toda mi familia.
La verdad es que era afortunado de vivir en una casa llena de amor por todas partes.
Era una pena que aún no lo hubiese vivido personalmente porque ganas no me faltaba.
Lo había intentado con Natalia a principios de verano, pero solo nos entendíamos en la cama y aunque ella me hubiese propuesto tener solo sexo... No me veía capaz de mantener una relación así.
Es decir, yo me había acostado con ella con el objetivo de tener algo más. De enamorarme de ella porque ¿Qué sentido tenía hacerlo con alguien por el que no sintiese nada?
-Me quiero casar con ella -dijo de repente y mirándome con los ojos abiertos de par en par.
-Pero, tío, que acabas de cumplir dieciocho -me reí.
-¿Y? -se encogió de hombros-. ¿Para qué esperar? Es decir, creo que es el amor de mi vida.
-¿Crees?
-Estoy seguro, Romi. No quiero nada con nadie más.
Alcé las cejas en su dirección, aquel no era el Ares que había conocido. Mi Ares jamás habría dicho algo así o siquiera pensado en casarse algún día. Y reí.
-Eres un enano.
-Oye, que tengo la misma edad que tú, cabrón.
-Creo que deberías de esperar a ver cómo termina el verano para hincar la rodilla -le recordé.
-Mierda -puso una mueca. Creí haberle chafado el rollo, pero juro que fue sin querer-. El verano... ¿sabes? A veces me emociono tanto con ella que se me olvida.
-Pero ella quiere luchar por seguir contigo algo más que el verano -intenté animarle, él se encogió de hombros-. Confía en ella.
¿Sinceramente? Pensaba que se complicaban la vida demasiado. Es decir, él quería a Atenea, ella quería a Ares... Eso era lo único importante, lo demás daba igual.
No era complicado. Atenea podía decírselo a sus padres y ya... Aunque claro, estaba el factor de que los padres de Atenea eran malvados. Más malos que el hambre.
A ver, comprendía qué se le hiciese difícil hacerles frente, pero ¿Quién no estaría dispuesto a darlo todo por el amor de su vida y por ser feliz? Al final, era eso lo que nos llevábamos a la tumba, los momentos de felicidad y cuantos más mejor. Lo pasaría mal por una temporada, pero valdría la pena.
Era como Zara, iba a acabar con un tío que no la quería. Iba a pasarlo mal por una temporada, pero ya vendría otro mejor a su vida... Pero ella no lo entendía. Busque un cigarrillo en el bolsillo de mi pantalón.
Ya me estaba empezando a estresar otra vez.
Ares, no como Atenea, no dijo nada al respecto. Solo me miró con su mirada asesina y se calló.
-No me mires así.
-Sabes lo que pienso de eso.
-Y me da lo mismo.
-Por eso no voy a decirte nada. No sé qué te ha hecho volver a fumar, pero no me mola nada.
-Mi hermana tiene novio.
-¿Zara?
Abrí los ojos como platos. Atenea casi que había nombrado a todos mis hermanos hasta llegar a Zara.
-¿Cómo lo has sabido?
-Siempre he pensado que sería la que te sacaría las canas -reí por lo cierto que era-. Y por lo visto no tiene que ser un tipo muy bueno para que no le veas algo de bondad.
Me encogí de hombros. Era verdad que no me gustaba juzgar antes de conocer en profundidad a la persona, pero ese chico había sido la excepción.
Me dio mala espina desde un principio y no había fallado. Con su chaquetita de cuero y su motito y bla, bla, bla.
A ver, que yo también conducía una moto y lo que sea, pero no era él. Él era malo, yo nunca me habría intentado aprovechar de una niña de trece años.
-Bueno -dije para cambiar de tema-. He venido aquí para desconectar... Entonces, ¿Quién se casa?
Ares largó una carcajada.
-Qué coño... ¿Vienes a una boda y ni siquiera sabes quiénes son los novios?
-No he tenido el placer de conocerlos, no -sonreí.
Mi ida a Ibiza había sido tan repentina que tampoco le puse mente a los miles de vídeos que me había mandado Atenea de los novios. Solo pensé en una cosa: viaje gratis.
Porque, aunque no nos iba mal económicamente, tampoco éramos hiper mega ricos como Ares o Atenea o como, al parecer, los novios que habían decidido celebrar su boda en un palacio más grande que la residencia.
Y joder... Pedazo palacio. Por no hablar de la habitación que me habían asignado.
-Bueno, pues los novios son el ejemplo a seguir de Atenea en el mundo del baile. Es decir, su diosa, patrona e ídola Victoria Castellet y su novio y pareja de baile, Marco (sin apellido aparente)
-¿No te sabes el apellido del novio? -inquirí.
-No estás en posición de hablar, machote.
-Touché -di una calada larga-. Y ahora estás en una banda.
-Y me encanta por cierto. Además, somos bastante buenos y no es por presumir.
-Ya escuché la demo que me pasaste. La verdad es que me encantó la canción.
-¿Primer cliente?
-¿Ya estás pensando en negocios?
-Soy un Hunter, lo tengo en las venas.
-Joder...
Echaba de menos hablar con mi amigo de esa manera. En persona. Es decir, habíamos estado hablando por mensajes sobre todo, porque él no era muy de llamar a la gente. Le había echado de menos. Incluso más que a Atenea porque con ella sí que había hablado más y hecho videollamadas.
-Además, voy a seguir adelante con ellos -su sonrisa volvió a iluminarse casi tanto como cuando hablaba de Atenea. Casi. A Atenea parecía no superarla nada-. Los demás han dicho que si me voy a Monte Marín, ellos vendrán conmigo.
-Hostias, ¡Felicidades! -le palmeé el hombro.
-Joder, Román, es que no sabes lo que es sentirse así de acogido después de haber estado tanto tiempo solo.
No, no lo sabía, pero su sonrisa me decía que era algo muy bueno y yo compartía su alegría.
-Y, ¿Cómo se llama tu nueva familia?
-Pues tenemos al bajo a Kay, en el teclado/ mesa de mezclas a Josh y en la batería a... -El móvil de Ares empezó a sonar y con el ceño fruncido, lo cogió, disculpándose- ¿Derek? -Ese me sonaba-. No. Sí. No, no. Si es urgente ahora voy. ¿En tu habitación? Voy. Voy, pero cálmate, por favor. Vale, hasta ahora -mi amigo cortó y me miró con cara de querer disculparse, yo negué y le di otra calada al cigarro.
-Tranqui, un amigo que necesita ayuda es un amigo que necesita ayuda -dije poniéndome de pie y abrazándole para despedirnos.
-Luego nos vemos, tío.
Y así de rápido se fue Ares. Me quedé un rato disfrutando de las vistas a la naturaleza.
La verdad es que disfrutaba de esa soledad. Rara vez estaba a solas en casa. Siempre había alguien gritando o música a todo volumen. Era agradable estar solo, aunque sabía que pronto empezaría a echar de menos todo el ruido.
Ya lo había pensado veces. Sobre todo cuando me iba a la residencia durante el curso y ahora que me iba a la universidad en septiembre. Había recibido varias propuestas, pero aún no me había decidido por ninguna.
Cogí un bol de uvas que había dejado Atenea preparado para que Ares se lo comiese. Pero a "Aresito" le había llamado más la atención la tarta de queso con mermelada de fresa. Se la había comido enterita el tragón.
Aproveché para apagar mi cigarro en un vaso de agua.
Me senté de nuevo, apoyando la espalda en el tronco del árbol y comí uvas tranquilamente. Aún quedaba tiempo para que la ceremonia empezase y quería disfrutar de esto un poquito más.
Entonces fue cuando escuché un sonido raro.
¿Un bicho? No, tenía que ser algo más grande. ¿Un conejo? El arbusto se empezó a mover y yo... Me volví a poner de pie de un salto.
Yo no me consideraba un cagado, pero sinceramente, solo en medio de la naturaleza me empecé a acojonar.
Fue entonces cuando de allí salió una chica rubia llorando.
Llevaba un vestido fucsia que realzaba su piel blanca un poco tostada por el sol. Chorros negros de maquillaje le pintaban las mejillas y se me hacía bastante conocida. Sus ojos verdes conectaron con los míos y abrió la boca para decir algo que nunca llegó a decir.
-¿Estás bien? -fue lo único que dije, aunque claramente era una tontería preguntarlo.
-¿Tú crees que estoy bien? -su voz dulce no pegaba nada con lo rudo de su tono.
Pero eso me hizo sonreír.
-Yo lo que creo es que necesitas pasar por chapa y pintura otra vez.
-Metro noventa y cinco de pura sabiduría, ¿Eh? -dijo ella, eso volvió a hacerme reír.
La chica se acercó al lugar y se sentó en una de las sillas de la mesita, sin pedir permiso. Cómo si ella fuese la reina del lugar o se hubiese esmerado en prepararlo todo. Decidí no decir nada, la pobre estaba llorando y tampoco es que me importase mucho tener compañía.
Yo me senté en la otra silla. Me miró con cara de muy pocos amigos, pero le ofrecí una uva y su mueca titubeó.
El silencio entre los dos se hizo palpable. Saqué una botellita de agua de debajo de la mesa y una copa limpia. La rellené y se la ofrecí. Después de una inspección poco discreta, se bebió el líquido. Una desconfiada. Cómo hermano mayor que le había repetido a sus hermanas que hiciesen exactamente eso siempre, me sentí orgulloso de esa desconocida.
-¿Dónde te has dejado la chupa de cuero? -me repasó con la mirada y yo me atreví a hacer lo mismo mientras me metía una uva en la boca.
A pesar del destrozo de su maquillaje, era una chica realmente guapa.
-En Tenerife, aunque tengo la de repuesto en la maleta.
Eso la hizo bufar por lo absurdo y cogió otra uva. Apoyó los codos en la mesa y se agarró la cabeza con las dos manos.
No tenía buena pinta y aquello me olía a corazón roto.
-¿Y la moto también en Tenerife?
-Lamentablemente -chasqué la lengua-. Pero si quieres dar una vuelta, la voy a buscar ahora mismo.
Sí, me estaba haciendo el graciosillo, pero me daba tremendo miedo el hecho de que no sonriese ni un poquito.
-Tengo novio -zanjó-. O tenía... Ya no lo tengo claro.
Lo que me olía... Un corazón roto. Esa chica lo que necesitaba era reírse un poco, decidí.
-Mmm... Eres demasiado guapa. Si ya no lo tienes, me presento voluntario como reemplazo -esta vez sí que sonrió y me apunté una pequeña victoria-. ¿Quieres contarme lo que te ha pasado?
-No te conozco -dijo aún sonriendo.
-Mejor. Le cuentas tus problemas a un desconocido que no va a juzgar nada de lo que digas. Además, ¿Hay mejor manera para conocerse?
Ella asintió y yo alcé las cejas.
-¿Quieres un cigarrillo? -me ofreció.
-¿Esa es mejor manera de conocerse?
-No lo sé, pero es mi forma habitual de hacer amigos.
-¿Ahora somos amigos? ¡Qué rápido!
-Yo no he dicho eso.
-Sí lo has dicho.
-No.
-Sí.
-No.
-Sí
-Sí -dijo ella.
-No -Me miró con una sonrisa aún más amplia-. Mierda... Vale, pues no somos amigos.
Ambos comimos una uva a la vez sin dejar de ver al otro.
-Empecemos de nuevo, entonces -buscó en las faldas de su vestido y sacó una cajetilla de tabaco-. ¿Quieres un cigarrillo?
Metí la mano en la caja y saqué uno, pero lo más raro de todo es que ella no cogió otro, mientras yo encendía el mío.
-¿Tú no fumas?
-Yo no fumo.
-¿Y por qué llevas un paquete de tabaco encima? -dije con una sonrisa.
-Ya te lo he dicho, es mi forma de conocer gente nueva.
-Es una forma cuestionable de hacer amigos.
-Aunque creo que hoy necesito un cigarrillo... -dijo sacando uno y dirigiéndolo a sus labios.
Rápido le di un manotazo y cayó al suelo.
-¡Pero qué haces! Era el último...
-No has fumado en tu vida, no voy a ser yo con quién empieces a hacerlo.
Me miró de arriba abajo de nuevo con cara de pocos amigos. Y aprentando la mandíbula.
-No creo que seas quién para hablar, señor "metro noventa y cinco".
Me reí por cómo me había llamado. Di una calada y dejé el aire salir lentamente. ¿De forma seductora? Un poquito, sí.
-Soy exactamente quién para hablar, señorita "quieres un cigarrillo, pero yo no he fumado en la vida".
Me tiró una uva como respuesta.
-Creo que hablar, gritar y quizá insultar, te relajará mucho más que un puto cigarro -dije y ella suspiró. Se pasó las manos por su pelo ondulado y asintió.
-Vale... No me puedo creer que un desconocido vaya a hacer de Pepito Grillo.
-Creo que Pepito Grillo daba consejos normalmente, no escuchaba los problemas de Pinocho -me asesinó con la mirada-. Pero ser Pepito Grillo es mi función en esta vida.
-Te doy las gracias por anticipado, señor metro noventa y cinco.
-No hay por qué darlas, señorita "quieres un cigarrillo"
-Me llamo Margo -me corrigió.
-Margo...
Yo sabía quién era ella
Entonces fue cuando me di cuenta de que me estaba empezando a atraer la persona equivocada.
* cof cof * Necesito/ I need que me digáis que pensáis sobre lo que acaba de pasar porque yo no estoy entendiendo nada de lo que acabo de escribir.
Mi cerebro be like: ¿Cómo es posible este suceso?
Román, Román, Román... Le quiero demasiadoooo, I can't * procede a llorar *
_Dreams&Roses_
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