Capitulo 24: La seguridad de una primera vez
El clima se había levantado revuelto aquella mañana, tanto que una tormenta de verano era la predicción del tiempo para ese día.
Nos habían recomendado no salir del palacio porque al estar en medio de la nada, el camino de arena solía encharcarse y los coches quedaban atrapados allí. Así que estábamos encerrados y nuestros planes de ir a comprar se habían anulado.
Atenea se había levantado aquella mañana temprano, no tanto como para irse sin darme los buenos días, pero sí.
La noche anterior había sido... Mágica. No habíamos llegado a mucho más que besarnos, reírnos y hablar. Hablar y hablar, aquello que se había convertido en algo tan fácil con ella... No eché en falta nada, me pareció perfecto.
Y levantarme por la mañana con ella dormidita en mi pecho fue aún más perfecto.
Verla preparándose para ir a ensayar con sus pantalones cortos, negros y aquella camiseta rosa chicle que le quedaba... Espectacular, también fue perfecto.
-¡Eh! Deja de tener flashbacks sexuales con Atenea -dijo Derek chasqueando los dedos delante de mi cara.
-Yo no estoy teniendo flashbacks sexuales.
Solo me la estoy imaginando encima de mí mientras nos besamos.
-Te estás ruborizando.
-¿Ruborizando? -solté una carcajada-. Yo no hago eso.
-Te estás ruborizando... -empezó a canturrear mientras me chinchaba, clavando sus dedos entre mis costillas.
-Te voy a pegar -le advertí.
-Reservate las fuerzas para ella. Seguro que las vas a necesitar. Es una caja de energía.
Y ahí sí, creo que fue cuando realmente me empecé a ruborizar.
-¡Te has sonrojado! Ya lo tienes comprobado, ¿Eh? -me palmeó el hombro.
-No, no, no te hagas ideas equivocadas.
-¿No?
-No.
-¿Aún?
-No, aún no.
-¿En serio?
-Sí, además no se ha dado la ocasión perfecta.
-Esa no existe.
-Sí existe.
Derek se cruzó de brazos y me miró de arriba abajo, como si no se creyese que yo fuese yo. Y para ser realistas yo me estaba desconociendo aquellos días.
-¿Y tú te follaste a mi prima después de conocerla y a once chicas más?
-¿Fueron tantas?
-Sí, Ares, fueron tantas.
-¿Quién lleva la cuenta?
-Yo que por mí estado civil de semicasado cuando voy de fiesta sin Margo, me dedico a rechazar polvos y contar los de mis amigos.
Tragué saliva recordando lo que había hablado con Margo. Lo de que estaba pensando en dejarle, pero no dije nada al respecto.
-Pues vaya entretenimiento.
-Ya ves, así te pasará porque María no es mucho de salir.
-Sinceramente, preferiría quedarme una noche con ella a salir de fiesta.
-¿Hasta ese punto has llegado ya? -parecía sorprendido-. Yo no llegué a eso hasta el tercer mes de relación.
-Pero va de cajón. Está bien salir de fiesta y demás, pero...
-Quedarte besuqueando a Maria es mucho mejor, entendible. Pero recuerda que ambos también necesitáis vuestro espacio.
-Solo vamos a estar juntos el verano. Creo que ambos queremos pasar la mayor cantidad de tiempo juntos que podamos.
Derek aún con los brazos cruzados me dedicó una mirada de desaprobación.
-Hombre, si sigues con esa actitud, solo vais a durar el verano -Chascó la lengua.
-Es complicado.
-No lo es. Tú la miras como si fuese lo más valioso del mundo y ella solo te quiere a ti.
-Está tu primo.
-Mi primo es un mierdas -zanjó-. Le adoro, pero María siempre ha sido como mi hermana pequeña y él la está engañando con cualquiera que se le cruce por el camino.
-Capullo -escupí.
-Exacto. No se la merece y creo que un chico que le escribe canciones y quiere aprender a bailar solo por ella, se la merece muchísimo más.
Derek suspiró. Y buscó el mando para poner la música.
-Y si yo puedo convencer a la cabezona de Margo de que la gira no es lo que más quiero, sino ella y que lo daría todo por estar juntos... Tú puedes convencer a María de que tome el riesgo de elegirte a ti.
-Margo ya ha hablado contigo.
-Sí, no es de las que le dé muchos rodeos a las cosas. Eso es lo que me gusta de ella, que no evita los problemas -movió sus hombros como si se quitase un peso de encima-. Por ahora, no me va a dejar y créeme que eso es un alivio enorme.
Sonreí, aquello desde luego me había sentado mucho mejor que eso de que lo iban a dejar. A Atenea también le habría alegrado escuchar aquello, ya me podía imaginar su carita de felicidad cuando se lo contase.
Derek estaba dispuesto a seguir con sus clases de baile, pero yo le frené con otra pregunta.
-Y, ¿Os lo contáis todo?
-Sí.
-Entonces sabes la situación de Atenea.
-Sí, pero tampoco es ninguna novedad -Derek paró la música y se sentó en el suelo de la sala de ensayo que nos habían dejado. Palmeó un lugar a su lado y me senté-. La relación con sus padres nunca ha sido buena.
-Eso lo sé.
Aunque en un principio siempre pensé que sus padres eran mucho más amorosos que los míos.
-Y, ¿Sabes que la dejaron sola durante seis meses cuando tenía diez años?
-Sí, eso también lo sé.
-Bueno, pues no es lo único que han hecho. Intentaron también que la echarán del estudio varias veces. Nina y Hanna tuvieron que perdonarle varios meses sin pagar porque ellos no se dignaron a hacerlo.
-¿Y eso no es denunciable?
-Hay muchas cosas denunciables en este mundo que no se cuentan, Ares. Hay una imagen que mantener y el estudio tenía un nombre. Los padres de María también.
Apariencias, apariencias... Malditas apariencias.
-Yo era un poco más consciente que María para ese entonces, pero ella no era tonta. No lo es, pero siempre ha defendido a sus padres a muerte. Lo único que era capaz de anteponer a ellos fue el baile. Pero ellos la machacaban o la dejaban de llamar...
-Nunca he entendido eso, si no la quieren y solo la hacen sufrir, ¿Porque no la dejaban ir?
-Porque es hija única -resolvió-. Y ellos quieren que sí o sí, ella herede la empresa para seguirla controlando.
-¿Cómo sabes tú esto?
-María nunca me explicó nada de esto, por si eso es lo que estás pensando. Fueron sus mismos padres quienes se delataban cada vez que visitaban el estudio. ¡Qué voces pegaban! Y tremendos maletines de dinero ofrecían, pero las entrenadoras no querían su dinero por lo menos Nina no lo quería. Petrari es otra cosa.
Sí, otra vez estaba empezando a odiar a los Stallone. Era algo tan fuerte que no era capaz de explicar, solo sabía que cuando los mencionaban, me daban ganas de pegarle un puñetazo a la pared y romper una vajilla entera. Me ardía la sangre, pero me intentaba controlar.
-Siempre se rumoreó que el accidente no fue un accidente, no sé si sabes por dónde voy.
-Sé exactamente por dónde vas.
-Porque fue demasiado extraño, pero nadie se digno a investigarlo. Ni siquiera salió anunciado en las noticias y por una buena temporada los vídeos de María (incluido el del accidente) desaparecieron de Internet. Luego cuando ya se suponía que todo el mundo lo había olvidado, volvieron a aparecer.
-¿Incluso en los que sales bailando con ella? -asintió.
-Llámame loco, pero visto lo visto y que todo era una mentira por parte de sus padres para que ella dejase de perseguir sus sueños... No me extrañaría nada si me dicen que ellos también fueron los causantes del accidente y de qué se borrase su nombre del mapa.
-Los odio -me tapé el rostro con las manos, frustrado-, ¿Cómo pueden ser así? Es su propia hija.
-Pero no es lo más importante en su vida.
-Es que Derek, me da mucha rabia que siendo así, ella siga defendiéndolos y no haga lo que ella realmente quiere.
-Ares -puso su mano en mi hombro-, el único estímulo que ha recibido María por parte de sus padres ha sido cuando ella ha hecho lo que ellos mandaban. No lo que ella quería.
-¿A qué te refieres?
-Me refiero a que ellos solo han "querido" a Atenea cuando cumple lo que ellos dicen, ni más ni menos -Le miré con el ceño fruncido-. Un ejemplo, cuando sacaba buenas notas, ellos decían que estaba bien, pero que eso era lo que tenía que hacer. Pero cuando resolvía un problema de estadística relacionado con el mundo de los negocios, la adoraban. ¿Ves la diferencia? -asentí-. Bien, pues a ella, como a todo el mundo, le gusta que la adoren y cuando esas dos figuras, sus padres que nunca le han mostrado nada de cariño, lo hacen...
-Los idealiza. Solo mira la excepción y no la regla.
-Exacto. Solo tiene en cuenta todo lo bueno que hacen sus padres. Además, ha influido mucho lo que tenía alrededor. La mayoría de los alumnos en el estudio tenían unos padres bastante presentes. Los padres de nuestros compañeros siempre estaban allí, mis padres... Y los suyos no y era muy pequeña -la cara de Derek se apagó un poco-. Su personalidad se ha formado alrededor de eso. La importancia que se daba a los padres y el camino que tenía que tomar para ganarse a los suyos.
-Vaya mierda -dije sinceramente-. No se lo merece. Está sufriendo por su culpa.
-Se tiene que dar cuenta por ella misma de que sus padres solo la utilizan.
-¿Y qué puedo hacer yo?
-Quererla. Cuidarla. No vas a poder abrirle los ojos si ella no quiere, como mucho se te va a poner a la defensiva.
Exacto, eso pasaba siempre que hablábamos del tema y me frustraba porque parecía ser yo el único de los dos que veía la realidad. Pero asentí al consejo de Derek.
-Ahora, vamos a enseñarte a bailar -sonrió y se levantó tras un silencio-. Me sorprendió mucho que quisieses aprender. Realmente, María iba a bailar contigo de todas formas en la boda.
-Pero se iba a contener -dije poniéndome de pie con él-. Y no quiero que baje su nivel por mí. Quiero estar a su altura y que baile libre.
-Entonces tenemos mucho mucho trabajo que hacer amigo mío.
-Oye que tampoco bailo tan mal.
-Y una mierda. Solo te sabes cuatro pasos y ni siquiera son buenos.
-¿También te dedicas a observar cómo bailan tus amigos en las fiestas?
-Eso no lo observo. Eso lo crítico sin piedad. Y tú en concreto, te salvas porque eres guapo que si no, no se te acercaba nadie. Bailas como un pato mareado.
Me puse una mano en el pecho y fingí estar sorprendido. Derek me revolvió el pelo y se ganó un puñetazo en el estómago. Después ambos nos reímos y él puso la música.
Intenté imitar sus pasos, pero él tenía razón. Teníamos mucho que trabajar.
•••
Estaba tocando la guitarra cuando Atenea llegó a la habitación exhausta. Se tiró a la cama con tanta fuerza que me hizo rebotar en ella y suspiró audiblemente.
-Yo querer comer -dijo como si fuese una mujer de las cavernas.
-No haber comida -dije yo mientras reía.
Atenea se levantó y no podía estar más preciosa. Desde luego ver a Atenea con ropa de ensayo era uno de los fetiches que no sabía que tenía.
Se puso frente a mí y me vi obligado a dejar la guitarra a un lado con cuidado.
-Abdominales ser comida.
Su mirada me recorrió de arriba abajo y se quedó en esa zona. Gracias Diosito por darme una tableta bastante presumible.
-Tú comerme. Ahora.
Pero tan solo me dio un beso en los labios y se alejó de nuevo.
-Yo estar echa un asco.
-Eres mala -dije ya como siempre-. Me haces emocionarme para después marcharte. Había dejado la guitarra a un lado y todo.
-Pero, Aresito. Me tengo que bañar.
La miré apretando los labios para no sonreír y ella comprendió a la perfección lo que preguntaba en silencio. Y para mi sorpresa se lo estaba pensando.
Que sea un sí, por favor...
-No -resoplé, pero terminé de dejar salir la sonrisa. Iba a ser demasiado bueno para ser verdad-, pero luego "hablamos".
-¿Hablamos?
-Sí. Tengo un plan muy bueno para no aburrirnos.
-No me lo digas así que me vuelvo a emocionar.
-Es que tú te emocionas por todo.
Atenea volvió a acercarse a mí y yo dejé espacio entre mis piernas. La abracé por la cintura y ella volvió a juntar nuestros labios tan bien como solo ella hacía.
-Eres increíble -dije entre beso y beso.
-Y tú también. Pero ahora sí me voy. Ahora vuelvo.
Me reí y la dejé marcharse.
Me podría acostumbrar a ello. A su cercanía, a robarle besos y que ella me los devolviese, a estar solos. A qué deje su ropa tirada o a verla junto a la mía en el armario. Pero no podía acostumbrarme.
Era estúpido hacerlo, pero era fácil acostumbrarse a algo tan bueno. Quería tener esa sensación para siempre.
Con un suspiro, cogí mi guitarra de nuevo y empecé a tocar la melodía de Four Kisses. Margo y yo la teníamos casi terminada, solo faltaba unir las piezas y, por petición de Vicky, la estrenaríamos el día de su boda.
Tras unas llamadas de Margo habíamos conseguido reunir a todo el grupo y Kay y Josh dijeron que pedirían unos días en el club de playa en el que trabajaban y que vendrían al palacio.
También habíamos hablado sobre ponerle nombre a la banda, pero ese tema aún estaba un poco en el aire. Ninguno nos terminaba de definir.
Sin embargo, yo no estaba muy por la labor de buscar nombres. Solo pensaba en si Atenea se daría cuenta de que la canción que tocaría iba a ser para ella, porque para mí estaba bastante claro. Lo de los cuatro besos era cosa nuestra.
Quería que la escuchase, aunque el corazón me fuese a mil y la comida tentase con salir de mi boca cada vez que lo pensaba. Las manos me sudaban y me imaginaba su carita al darse cuenta.
¿Era demasiado? Quizá estaba siendo demasiado intenso. Planear bodas, dedicarle canciones, pensar en decir "Te quiero"... No quería precipitarme tampoco, no sabía si ella se terminaría de sentir cómoda, pero era verla y no podía aguantarme. No podía controlar lo que sentía.
Yo sabía que enamorado era otra persona, ya me había pasado con Rubí. Le entregué todo mi tiempo, mis aficiones e incluso fue la primera chica con la que me acosté. Y me partió en dos.
Y también sabía que con Atenea me estaba pasando lo mismo, pero mil veces más fuerte. Muchísimo más fuerte y la mierda era que solo éramos un verano.
-¡He vuelto, Aresito! -dijo saliendo del baño envuelta en una toalla. El olor a coco invadió la habitación-. He estado pensando en ir a la cafetería y bailar bajo la lluvia.
-¿Qué?
¿Por qué me estaba proponiendo bailar bajo la lluvia como si fuese lo más normal del mundo?
-Es que tengo hambre.
-No es por eso por lo que preguntaba, morenita. ¿Has dicho bailar bajo la lluvia?
Ella que estaba buscando su ropa en el armario me miró con una sonrisa de niña.
El agua escurría entre sus piernas y yo estaba casi seguro de que Atenea le tenía demasiada confianza a esa toalla que no le llegaba ni a la mitad de los muslos y yo... Yo estaba más que complacido con ello.
-Como en una película.
-¿Quieres bailar bajo la lluvia?
-Sí, Aresito y quiero bailar contigo.
-¿Aunque no sepa bailar?
-Yo te enseño, pero con una condición.
Me levanté de la cama y fui directo hacia ella. Cuando estuve a su lado, agarré su cadera con ambas manos y ella respondió tocándome el pecho. Tenía las manos frías, siempre era así y yo estaba ardiendo. Un sonidito de satisfacción de escapó de mis labios.
Ella me dedicó una mirada cargada de intensidad y ladeó su sonrisa.
-Esa carita... ¿Cuál es la condición?
-Me tienes que cantar.
Alcé mis cejas y sonreí de lado. Tiré de ella, para que estuviese más cerca y dije con la voz más grave:
-¿Cómo? -me acerqué a su oreja- ¿Así?
Y empecé a cantar el estribillo de Tonight you are mine, tal y como había hecho la vez que estuvo borracha.
Sentí como su respiración se aceleraba y su pecho empezaba a subir y a bajar. Respiró hondo y asintió.
-Exactamente así.
Su voz sonó casi como un ronroneo y fue eso mismo lo que me impulsó a seguir cantando mientras besaba la parte trasera de su oreja y me embriagaba con el olor a coco de su pelo.
-Ares...
Dios... Estaba jadeando mi nombre.
Poco a poco mi voz se fue apagando y solo quedaba el sonido de mis labios contra su piel, las gotas de lluvia pegando contra el cristal y mi nombre en suspiros.
Bajé de allí a su cuello. Cuatro besos más y me controlo, podría haber dicho, pero no hacía falta controlarse.
Sentí como se movía. Me separó de ella y con ansias unió nuestros labios. Me sorprendí porque aquella no era mi Atenea, porque su beso no fue para nada lento, me buscaba con urgencia y me puso la piel de gallina.
Mis manos recorrieron su cintura por encima de la toalla y la sentí temblar bajo mi tacto.
-Yo comerte. Ahora -dijo jugando y yo no hice nada más que reír entre besos mojados.
-Tú bailar bajo la lluvia.
Nuestras narices se acariciaron mientras ella jalaba mi pelo con cuidado, lo suficiente para hacerme gruñir cuando pegó sus labios a los míos de nuevo.
Sus manos fueron bajando despacio por mi cuello y espalda. Rodearon mi cintura y siguieron bajando. Sentía el corazón a mil porque sabía a dónde llevaba ese camino. Acarició mi vientre bajo con al yema de los dedos y se me escapó algo más que un jadeo. Desabotonó mi pantalón.
-Ahora, Ares -mandó.
Me separé de ella y tomé su rostro entre mis manos. Fruncí en ceño.
Esos labios hinchados, esas pupilas dilatadas y el rubor en sus mejillas. El pelo mojado y ella en toalla. ¿Me estaba pidiendo lo que yo creía?
-¿Ahora qué?
-Lo hacemos ahora -dijo con determinación y me volvió a besar. Luego susurró:-. Y no lo quiero lento.
La miré un minuto largo y tragué grueso. Ella se mordió el labio y bajó la cremallera del pantalón, sin dejar de mirarme con esos ojos miel que me tenían atrapado. No se atrevió a seguir y subió las manos de nuevo a mí abdomen. Negó con la cabeza como si no pudiese conmigo, como si yo fuese demasiado para ella.
-¿Qué hacemos?
No me lo creía, necesitaba escucharlo. Necesitaba que las palabras saliesen de su boca para tener la certeza de que me estaba pidiendo lo que creía.
Ella deslizó las manos a mi pecho y me empujó hacia atrás. No paramos de andar hasta que di con la cama y caí sentado.
-Hacemos lo que quieras. Esta vez pones el límite tú.
Y eso significaba...
-¿Segura?
Como respuesta dejó caer por completo su toalla y yo tuve que contener la respiración. La tenía completamente desnuda delante de mí y no me había puesto límite.
No sabía si ella era capaz de escuchar mi corazón palpitar rápido o ver como una gotita de sudor me recorría la frente. Se me secó por completo la garganta.
Me la quedé mirando lo que pudieron ser segundo o años. Disfrutando de todo lo que era y de toda su perfección y cuando la volví a mirar a los ojos no dudaban de sí misma, mostraban una seguridad inquebrantable.
-Estoy muy segura, Ares. Contigo sí.
Y ahí estaban los resultados de haberme ganado su confianza, de haberla cuidado todos los días, de haberla acompañado noches sin dormir solo por acariciar su pelo y calmar su llanto. Ahí estaba todo. En la seguridad que depositaba en mí para ser quién la tocase por primera vez.
Me sentí la persona más afortunada del mundo.
Cogí su cintura con delicadeza y la coloqué en mi regazo. Recorrí con mi mano sus muslos y subí, subí y subí.
-Te dije que íbamos a ir despacio -puse mis labios en su cuello y escuché cómo empezaba a jadear-. Para que sientas cuanto te adoro y cuanto me gustas. Y si hoy el límite lo pongo yo -conecté nuestras miradas-, me temo que no voy a poder hacerte caso.
-¿Por qué? -pero su voz se extinguió en medio de un suspiro.
-Porque no quiero olvidar nada de este momento. Que dure más que un verano. Lo quiero para toda la vida.
"Te quiero para toda la vida, Atenea"
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