Capitulo 23: Marido y mujer

—Vale, entonces en One kiss on my neck, dejamos el solo de guitarra, ¿No?
—Exacto, creo que le dará el énfasis que necesita.
Lo apunté todo en la libreta hecha mierda de Margo y toqué la guitarra cambiando los últimos arreglos que habíamos hecho.
—En The third kiss made me crazy, and I started looking hazy. Kay empezaría a tocar el bajo de nuevo y ya rompemos con The last drive me mad as you looked in my way. All I feel is your touch. Oh! I need it everyday.
—Me encanta. Y luego llegaría el estribillo. Estaba pensando en algo así:
Toqué la melodía que tenía pensada desde el primer día y le añadí la letra que con ayuda de Margo había escrito.
Cause you're a Greek goddess and I'm just your loyal beliver.
I want all of your parts, even if that makes me a sinner.
Four kisses in my neck are proving that I'm the winner.
I want you everyday and every night. I wish you know I'm all yours.
I love you, just you and I will continue loving you even if i lose all wars.
Four kisses in my neck are proving that you are opening all your doors.
—Como Atenea no se case contigo después de esto, lo hago yo —dijo Margo casi que gritando y chocando sus baquetas. Yo me reí.
—Preferiblemente no, gracias.
—Es una forma de decir, pequeño aprendiz —tocó despacio la batería tarareando el ritmo que habíamos acordado—. Es que la letra, el ritmo, todo... Ojalá Derek hubiese hecho algo así por mí. No es que sea la persona más romántica y detallista, ¿Sabes?
—Yo tampoco lo soy.
—Le estás escribiendo una canción a Atenea.
—Es lo mínimo que se merece.
—Eso es súper bonito.
—¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Derek?
—Mmm... Mucho. Llevamos juntos desde que una maquilladora falló en una de sus competiciones y tuvo que ir la agencia de mis padres. Y eso fue hace unos dos o tres años.
—Y, ¿Cuando estabais empezando no era detallista ni nada?
—Bueno, me dedicó un baile. Pero eso es como si un gato te trae una rata muerta, ¿Sabes? Solo ellos lo entienden.
—A mí me encantaría que me regalasen un baile.
—Normal, yo también quisiera que Atenea bailase para mí. Con esas caderas y esa cinturita...
—¿Margo? —dije alzando las cejas.
—La cuestión es que Derek y yo no estamos pasando por el mejor momento ahora.
Me la quedé mirando en silencio. Tenía cara de que estaba a punto de contarme todos sus problemas y, claro, yo estaba dispuesto a escucharlos.
La cosa era que Margo y Derek no parecían tener problemas, es decir, se acababan de enrollar en la mesita del jardín sin ninguna vergüenza y estaban allí, juntos.
Sin embargo, las apariencias engañaban porque Margo habló con total sinceridad cuando dijo:
—Creo que voy a dejarle. No sé cómo se lo voy a decir... Pero...
—Pero Margo, ¿Cómo vas a decir eso? ¿por qué?
—No es por lo que acabamos de hablar. Derek no es detallista y se entiende, tiene otras muchas cualidades que compensan esa... La cuestión es que lo hemos estado hablando y dice que no se va a ir de gira.
Dice que la va a rechazar —Margo se pasó una mano por el pelo frustrada y dejó las baquetas a un lado—. Por mí. Para que estemos juntos.
—Pero eso no era lo que querías.
—Claro que me encantaría que lo dejase todo por mí, que viniese a Monte Marín en septiembre y que vivamos juntos... Pero no puede ser porque eso no es lo que verdaderamente él quiere.
—Tú eres lo que él quiere, Margo, por eso lo está dejando todo por ti.
—Pero esto es importante, Ares. Esa gira podría... Relanzar su carrera hasta niveles insospechados. No puedo permitir que lo deje.
—Habrá más giras, Margo. Él lo sabe, por eso lo está dejando pasar.
—No estás entendiendo nada —negó con la cabeza y miró por la ventana—. Si Derek rechaza esta oferta... Es difícil abrirse camino en el mundo del baile. Estás oportunidades solo ocurren una vez, Ares. ¿Tú no harías lo mismo si se tratase de Atenea? ¿No dejarías que ella viviese su sueño, aunque tuvieses que apartarte de ella?
—Sí que lo haría.
—Claro que lo harías, porque la quieres. Aunque quizá aún no le hayas puesto nombre a lo que sientes, por como la miras, por como la besas y por todo lo que haces... Eso se llama amor.
Otra vez, silencio. Yo quería a Atenea. Aún no lo tenía claro, yo sabía que Atenea provocaba en mi cosas que no había sentido antes. Era una atracción demasiado fuerte... Y no lo había llamado amor porque no estaba acostumbrado. Una cosa era estar enamorado y otra más fuerte querer a una persona. Pero si lo pensaba bien, yo quería Atenea.
Tanto como para que si se presentase la ocasión, tener que dejarla ir para que cumpla sus sueños. Y Margo sentía eso por Derek, por eso pensaba en dejarle.
—Quieres a Derek.
—Es más que eso, Ares. Él me hace muy feliz y yo no puedo arrebatarle lo que le hace feliz a él.
Anteponer la felicidad de Derek a la suya propia. Darlo todo por amor, Atenea, a eso me refería.
Margo, que se había mostrado inquebrantable durante todas las vacaciones, todo demasiado banal para hacerla salir de su faceta de me importa una mierda, estaba empezando a llorar.
Crucé la habitación y no dudé en darle un abrazo.
—Hablalo con él, ¿Vale? Y aunque estés muy dispuesta a dejarle ir, es una decisión que tenéis que tomar los dos.
—Pero es su felicidad.
—Pero tú también le haces feliz, Margo. Muy feliz, de hecho.
Ella asintió mientras respondía al abrazo y de repente soltó:
—De una u otra manera, tendremos muchas muchas canciones nuevas.
Y sonreí mientras Margo lloraba y reía a partes iguales.
•••
Cuando me enteré de que mis padres también iban a venir a la boda, voy a ser totalmente sincero, no me hizo ni una pizca de gracia.
Una cosa era llamarme todos los días y otra muy distinta estar conmigo durante dos semanas, cosa que no habían hecho desde hacía mucho mucho tiempo.
Se sentía raro. Y se sentía muchísimo más raro estar tomándome un café con mi padre en la cafetería del palacio como si tal cosa. Aquello era digno de grabar y guardar en un disquete de oro para toda la vida.
No era capaz de recordar la última vez que esto había pasado. Tampoco era capaz de saber cómo habiendo tenido una tan pésima despedida en el aeropuerto, él estaba allí tan tranquilo mirando el paisaje y mirándome a mí con una sonrisa.
Eros Hunter me estaba sonriendo y yo no podía hacer más que tener el ceño fruncido.
Me habían cambiado de padre, eso era. Mi madre lo habría metido en la bodega del avión y se habrían confundido al sacarle. Aunque mi madre era otra, no me había gritado ni una sola vez en nuestro reencuentro y eso era decir mucho porque ella siempre perdía los estribos cuando se trataba de mi.
Era verdad que yo no había hecho nada (aún) para sacarla de sus casillas, pero era igualmente raro. Ahora ella estaba con Hera dando un paseo por los jardines... Todo era tan extraño.
—Entonces, las vacaciones bien, ¿No?
Sus ojos azules me miraban intensamente como siempre, pero su tono de voz era cálido y a la vez... Parecía que quería insinuar cosas, por eso no me andé con rodeos.
—¿Qué sabes?
—Sé que sabes todo. Lo de Mikkelsen y demás cuestiones. Sé que Atenea está volviendo a bailar y sé que Atenea y tú sois algo más que amigos.
Abrí los ojos de par en par, ese hombre lo sabía todo.
—¿Co...?
—Gloria.
—Una traidora, sin duda. ¿Y se lo vas a contar todo a los Stallone? —aquello lo dije con recelo.
Porque como se atreviese a contar algo a los padres de Atenea, a los que ella les había dejado de contestar a las llamadas por... Culpabilidad, le mataba. Yo odiaría a mi padre de por vida y no tenía ninguna duda sobre ello.
—No hablo con los Stallone —dijo para mí sorpresa— Y aunque lo hiciese, tampoco se lo diría.
—Pero si sois uña y carne, ¿Cómo no les vas a hablar? Eso no te lo crees ni tú, tenéis el negocio juntos.
—Por eso mismo no hablamos más. Porque teníamos el negocio juntos y ellos no entienden que hay cosas más importantes que la maldita empresa.
El semblante tranquilo que había mantenido mi padre, se tornó a uno que verdaderamente me hizo temblar.
Mi padre siempre habia tenido ese efecto en mi. Le tenía un respeto que ni mi faceta más arrogante y descarada eran capaces de camuflar. Mi padre tenía de esas miradas que te perforaban por ambos lados y te mataban si era necesario. Era demasiado intenso.
Y me dedicó una de esas miradas cuando dije:
—Y según tú, ¿Qué es más importante que el negocio? ¿la familia? Porque si recuerdo bien, ni tú ni mamá habéis estado conmigo los últimos años y ahí sí que os necesitaba.
—Estabamos buscando la estabilidad económica suficiente como para poder jubilarnos antes de tiempo y disfrutar con vosotros. Ese siempre ha sido el plan, Ares.
—¿Sí? Pues podrías habérselo dicho al niño que pensó que sus padres nunca estarían para él.
—No nos eches toda la culpa a nosotros, Ares. Llegábamos a visitarte y tú no estabas allí. Te invitábamos a viajar con nosotros y tampoco querías.
—Porque le tengo un puto miedo al avión... Pero claro, tú eso no lo sabes porque nunca has estado conmigo.
—¿Por qué nunca me lo has dicho? —su tono era de reclamo y ahora sí parecía empezar a enfadarse.
—¿Habría importado?
—Quizá no me habría hecho pensar que no nos querías.
—Yo os quiero —no lo pensé mucho al decirlo, pero me di cuenta de que era verdad—. Por eso me duele que me hayáis abandonado.
—Estamos aquí para compensarlo.
—¿No es demasiado tarde ya?
—No es demasiado tarde porque no estamos muertos —y sonrió de lado. Tomó un sorbo de su café y me volvió a mirar cómo solo él hacia—. Siempre y cuando nos des una segunda oportunidad.
Ahí estaba. Mi elección. Porque ellos no me iban a presionar si no quería nada con ellos. Mi padre me lo decía con los ojos, con el movimiento nervioso de sus piernas bajo la mesa y con esa gotita de sudor que bajaba por su frente.
Y yo me lo tuve que plantear. Porque nunca me habría imaginado, que mi padre se sentaría en la mesa de una cafetería para decirme que quería recuperar el tiempo perdido y aquello fue algo que ni sabía que necesitaba.
Y si lo pensaba bien. Tenía razón, culpa habían tenido ellos y culpa había tenido yo al no hacerles ver mis sentimientos sobre el asunto porque veía a mi padre y no veía a un Stallone. Veía a un hombre que podría haberme escuchado y revalorado la situación. Pero me interesó más pensar que me habían abandonado.
Igualmente, no me echaba la culpa. Era un niño, un adolescente que estaba enfadado con el mundo. La alegría empezó a llegar... La alegría empezó a llegar el año que conocí a Atenea y si pensaba en ella en ese momento, en lo que me habría dicho si estuviese a mi lado o lo que me diría más tarde cuando se lo contase... Fue eso lo que me llevó a asentirle a mi padre.
—Está bien, tenéis una segunda oportunidad.
Porque si Atenea era capaz de perdonar a sus padres que eran unos desgraciados, ¿Cómo no iba yo a ser capaz de darles una segunda oportunidad a los míos cuando me lo pedían?
Los ojos de mi padre se empezaron a cristalizar y tuvo que apartar su mirada de la mía un momento.
—Gracias —dijo con esa voz ronca que nos caracterizaba—. Y perdón. Tu madre se va a poner muy contenta.
—Mi madre no me va a aguantar un minuto conmigo al lado sin que quiera gritarme
Él se rio
—Ella pierde los estribos rápido. Pero te quiere Ares y se ha pasado muchas, muchas noches llorando desconsolada porque no te veía ni podía llamarte o porque nos evitabas o porque veía que te salías del camino.
—Es que me he salido del camino, papá.
—Pero lo has vuelto a encontrar. Se te ve en la cara. No es la misma que a principios de verano.
Se enjugó las lágrimas y siguió bebiendo de su café. Yo le miré de reojo mientras bebía del mío y luego cuando vi su sonrisa juguetona sabía que el interrogatorio iba a empezar. Reí negando con la cabeza.
Era súper extraña aquella sensación. Pero me podría acostumbrar perfectamente.
—¿Por qué Atenea?
—¿Hace falta que lo explique? Es decir, ¿Tú la has visto? Sus ojos, su sonrisa, su pelo, sus labios... Cómo me gustan sus labios. El perfil marcado, su piel morena, la cintura, las caderas, sus piernas. Incluso sus pies son bonitos —hice una pausa y sonreí—. Es inteligente y tiene un corazón de oro. Pone pasión en todo lo que hace y no le da miedo llorar o sentirse vulnerable delante de mí. Y se preocupa por mí. Eso que pensé que nadie hacía, lo hizo ella por mí. Y me hace feliz.
—Wow... ¿Y de todo eso te has dado cuenta en un mes?
—Siendo sinceros, creo que antes ya me gustaba. Pero es que ahora estoy enamorado, papá.
Él me miró con una sonrisa comprensiva, pero con cierta tristeza en la mirada.
—Te advertimos.
—Pero es que fue inevitable.
—Lo pensamos. Atenea es ese tipo de chica que te deja loco, pero sus padres... No seré yo el que te mienta. Cómo se enteren sus padres, te vas a tener que olvidar de ella. No están dispuestos a que haga otra cosa que no sea estar con Thor Mikkelsen...
—No me lo recuerdes, por favor.
—Pero tienes que saberlo.
—Ya lo sé.
—¿Y te da igual?
—Claro que no. Pero correré el riesgo.
—Joder —soltó—. Te tiene loco esta chica.
Me encogí de hombros, pero no podía ocultar la sonrisa de oreja a oreja que tenía.
—Da miedo —admitî.
—Pero si todo sale bien, hijo, valdrá la pena luchar por amor. Te lo dice alguien, que literalmente, luchó por amor.
Alcé las cejas.
—¿Qué hiciste?
—No sé si contártelo... —pero mi mirada inquisitiva le terminó por convencer—¿Tú sabes a lo que se dedicaba tu abuelo por parte de madre? —negué y su cara se volvió un verdadero poema—. Era boxeador, uno bastante famoso, de hecho y tenía muy mala leche.
—No me puedo creer que esto esté yendo por dónde está yendo —dije.
—Pues lo está. Él era especialmente sobreprotector con tu madre y yo no es que tuviese muy buena fama por la ciudad.
—¿No?
—Definitivamente no —puso una mueca—, aunque no te voy a negar que disfrutaba de mi... Mala fama. Cuando conocí a tu madre todo cambió y creo que fue por eso que no me dio miedo el enfrentarme a aquel hombretón.
—¿Tan enclenque eras?
—Digamos que tenía mucho menos cuerpo que hoy en día. Era alto, sí y tenía pinta de malote, pero al final era un cagueta. Tu madre siempre ha sido más lanzada a las cosas. Pero, eh, no subestimes la fuerza de un chico que no quiere dejar ir al amor de su vida.
—Y ganaste a mi abuelo en el combate.
—No —entonces me empecé a desternillar —, pero me dijo que había tenido los huevos de luchar por su hija, cosa que nadie había hecho. Poco después nos casamos. Solo teníamos 21 y 20, ni siquiera habíamos terminado la carrera. Muchos dijeron que era una locura, pero mira, vamos a cumplir treinta años de casados y no quiero separarme de ella por nada del mundo.
—Ni yo de ti, cariño —dijo mi madre apareciendo detrás de él y abrazándole por el cuello.
Mi padre se dio la vuelta y la besó.
Hera que venía con mamá me miró y se metió los dedos en la boca como si quisiese vomitar y yo negué con la cabeza. Tan fina como siempre.
Mis padres compartieron una mirada significativa y cuando se levantaron los dos en mi dirección para abrazarme, me quedé de piedra. No estaba acostumbrado a esto. Para nada.
—Te queremos, cariño. No lo olvides.
"Tus padres te dicen te quiero todos los días" y, ¿Lo peor? Yo nunca había respondido.
—Yo también os quiero, papá y mamá.
—Sois todos unos desgraciados, voy a llorar, joder —dijo mi hermana mientras se abaniacaba la cara con las manos.
—Anda, ven aquí tú también —dije.
Y el círculo se abrió para fundirnos a los cuatro en un abrazo. Un abrazo de los Hunter que marcaba una nueva etapa en nuestra familia.
•••
—No vamos a ver nada de eso —dijo Atenea descartando todas las opciones de series que le había ofrecido.
Tenía la cabeza sobre mi regazo y le acariciaba el pelo, como siempre.
—Vamos a ver The Next Step.
—Siempre mandando, ¿Eh?
—Me vas a decir que no te encanta esa serie.
Subió los brazos y me empezó a acariciar la cara.
—Me gusta —dije besando su mano—, pero eso no te quita lo mandona. Además, ambos sabemos que te vas a dormir en cero coma y que yo voy a seguir viendo la serie. Y luego te va a molestar y vas a hacerme volver a ver todo lo que yo ya he visto.
—No me culpes. Ya sabes que Petrari me explota.
—Y que eres una dormilona también.
Me reí y ella conmigo. Me encantaban esos momentos que teníamos, tan simples que podrían parecer aburridos, pero no lo eran. Nada con ella podía serlo.
Se incorporó en la cama y la senté en mi regazo.
—Qué cómodo eres, ¿No?
Tenerla encima era un vicio.
—Siéntate en mí todas las veces que quieras. Me ofrezco a ser tu silla personal.
Sonrió, pero su mirada no estaba concentrada en mí, sino en mis labios y aquello hacia que empezase a arder por dentro.
—¿Tienes sueño? —me preguntó.
Yo la miré, intentando buscar en su rostro alguna pista de lo que tenía en mente, porque si decía a lo que me incitaba aquella pregunta, lo mismo me metían preso.
—N-No —tartamudeé cuando se reacomodó encima de mí
Mierda, Atenea.
—Vale... —No sonrías así, joder.
—¿Tienes algo en mente, morenita?
Respira, respira, respira.
Ella se inclinó para besarme en la mejilla. Después la comisura del labio. Luego la barbilla. Sus ojos me miraban llenos de pasión y después dijo en un susurro:
—Tú y yo. En el jacuzzi. Ahora.
Se levantó cogió cuatro cosas del armario y se fue al baño. Solté un suspiro cuando ella cerró la puerta. Apoyé la cabeza en la pared y podría jurar perfectamente que esa chica me iba a matar algún día.
No quería hacerla esperar, por eso me apresuré y me preparé rapidísimo.
Estaba listo y metido en el agua cuando ella salió, con ese bañador fucsia que tanto me gustaba y se metió a mi lado. Tiré de ella para acercarla a mi y una mirada bastó para comprender las ganas que teníamos del otro.
Ella acomodó las piernas a ambos lados de mi cuerpo y entrelazo sus manos detrás de mi cuello. Eché la cabeza hacia atrás y disfruté de simplemente su presencia.
—Estoy orgullosa de ti —dijo haciendo que volviese mi mirada hacia ella.
—¿Si? —asintió— ¿Y eso por qué?
—Porque les has dado una segunda oportunidad —No podía dejar de ver sus labios—. Has decidido intentar perdonarlos.
Los rizos se le volvían a pegar a la piel y aproveché para acariciar sus hombros mientras quitaba mechones del camino.
—Lo hice por ti —confesé— Porque me has enseñado mucho.
—¿Qué te he enseñado?
—Que hasta la persona más mala del mundo, se merece una segunda oportunidad.
Su nariz se le arrugó. Sabía que me refería a sus padres, pero no dijo nada.
En su lugar, decidió sonreír.
—¿Sabes? He estado haciendo memoria. Sobre tu supuesta pedida de mano.
Sí, me había cambiado de tema. Ella no tenía ganas de discutir, no había querido tocar el tema de sus padres desde que decidimos irnos de boda.
Lo habíamos abarcado de vez en cuando, pero no indagado en ello y decidí que quizá sería lo mejor. Porque algo me decía que poco a poco se iba dando cuenta de la realidad.
No les cogía las llamadas, por ejemplo. Estaba allí conmigo, en vez de cumpliendo la voluntad de ellos. Me estaba eligiendo a mí ese verano y, sí, sabía que ella había dicho que sería un solo verano, pero...
—¿Ya te has acordado, morenita?
—No, me he acordado de que tú y yo ya estamos casados.
Me empecé a reír.
—¿Cómo?
—Tú y yo estamos casados. Gloria lo dijo.
—¡Cómo olvidar nuestra boda! Estabas súper bonita ese día —dije recordando—. Con tu vestidito blanco y la corona de flores.
—Y tú llevabas un esmoquin azul cielo. Invitamos a Teddy, a todos tus muñequitos de acción y a mis Barbies.
—Que se enrollaron con los de la Liga de la Justicia.
—Qué estúpido eres a veces, Aresito.
La miré a los ojos y brillaban, ella en sí brillaba y lo hacía para mí. Sus manos acunaron mi rostro y rozó sus labios con los míos. Pestañeó un par de veces y ladeó la cabeza. Dios, el corazón me iba a mil por hora y sentía que saldría en cualquier momento.
—Mañana vamos a comprar los trajes y te pido matrimonio como Dios manda.
—¿Un anillo?
—Sí. Y lo planeamos todo. ¿Cómo te gustaría casarte? —Ella frunció el ceño. Quizá la estaba cagando, después de todo nosotros solo íbamos a estar juntos el verano y...
—En la playa. A la orilla del mar. Con un vestido largo y con corte de cola de sirena. Y un ramo de adelfas.
Me la quedé mirando. Abrí la boca un par de veces y la volví a cerrar. ¿Por qué me emocionaba tanto algo que no iba a pasar?
—¿No serían un poco escandalosas?
—Pero simbolizan amor y encanto infinitos. Quiero una boda repleta de adelfas.
—La tendrás —afirmé—. Todo lo que quieras y como lo quieras.
Ella sonrió de oreja a oreja.
—¿Sí, maridito?
Se me puso la piel de gallina.
—Sí, pero no bromees con eso.
—¿Por?
—Porque no respondo a mis actos si me llamas así.
—No le digas eso a tu mujer.
Y ese fue el detonante de la bomba porque la besé sin control alguno.

Necesitamos un nombre para este ship urgentemente, porque yo no vosotros, pero a mí me está dando una sobredosis de amor.
¿Alguna idea?
Y ¿Qué os han parecido los capítulos? Necesito saberloo.
Por cierto, os dejo por aquí el estribillo de la canción de Ares traducido:
Porque eres una diosa griega y yo solo soy tu fiel creyente.
Quiero todas tus partes, incluso si eso me convierte en un pecador.
Cuatro besos en mi cuello están demostrando que soy el ganador.
Te quiero todos los días y todas las noches. Deseo que sepas que soy todo tuyo.
Te amo, solo a ti y te seguiré amando aunque pierda todas las guerras. Cuatro besos en mi cuello están demostrando que me estás abriendo todas tus puertas.
Love you, _Dreams&Roses_
🌺
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