Capítulo 21: Un nuevo comienzo
Ya habíamos entrado en agosto y teníamos la casa hecha un desastre. Maletas por allí, maletas por allá. Nos íbamos por dos semanas, sí, pero teníamos que llevar toda la ropa necesaria por si acaso hubiese cualquier incidente, por no hablar de que aún no teníamos los trajes para la boda y era todo... Un agobio.
Además, Petrari me había regalado casi que un armario lleno de ropa de entranamiento y ya llevaba más de una semana ensayando con ella. Los avances habían sido asombrosos, pero esa no era la cuestión. La cuestión era que tenía que llevar cada uno de los conjuntos porque no me iba a escaquear ni un solo día de ensayo. Y yo no tenía tanto espacio en las maletas.
—Lleva lo imprescindible, morenita —me dijo Ares apoyado en el marco de la puerta.
Tenía la habitación mucho más desastrosa que de costumbre.
—Lo dice el que se lleva su armario entero.
—Es que tampoco tengo tanta ropa.
—Son cuatro maletas, Ares. Cuatro. No tienes tanta ropa y yo soy rubia.
—No me gustan rubias —dijo sonriente.
—Pues casi siempre te veo con rubias.
—¿Cuando fue la última vez que me viste con una?
Mucho, hacia mucho que no le veía con una rubia y eso me hizo sonreír.
—El otro día —mentí.
—Eso no te lo crees ni tú —se rio—. Yo creo que sabes de sobra que tipo de chicas me gustan.
—¿Cuál?
—Las morenitas de pelo rizado y ojos color miel con culazo.
—Pensaba que eras más de tetazas —le piqué.
—Hasta que te conocí.
No podía evitar reír. Con Ares siempre era así, siempre y cuando no tocásemos el tema de mis padres. A los que les había dejado de contestar las llamadas aquel mismo día.
Sabía porque lo hacía. Estaba a punto de emprender un viaje sin su consentimiento para hacer todo lo contrario a lo que ellos querían. Bailar, alejarme de sus planes y estar con Ares. Y estaba totalmente nerviosa.
Con Thor había quedado. No nos habíamos vuelto a liar y le había parado los pies antes de que llegase a más con un "vamos despacio" y claro, él había aceptado porque ¿Teniendo a otras qué más le daba no tenerme a mí?
Por lo menos no era un chaval obsesivo como los que se empeñan en conquistarte de una manera muy poco amigable. Él me dejaba estar y tampoco le importó mucho que me fuese dos semanas a un pueblo alejado de todo el mundo.
Claro que el verdadero problema siempre serían mis padres. Mi teléfono empezó a vibrar. Ahí estaban. Colgué.
—Veamos qué tienes por aquí —dijo Ares acercándose a mi maleta.
Cabía destacar que su tic nervioso ya no aparecía tan a menudo como antes, pero aquel día con la habitación en aquel estado, no paraba de pestañear. Lo cual me hacía demasiada gracia.
Sacó la camiseta que me había regalado y la miró con una sonrisa en los labios.
—Creo que se ha convertido en tu camiseta favorita.
—Puede —dije como quién no quiere la cosa—. Es que la hiciste tú y me la diste a mí. Eso es digno de añadir a la lista de mis cosas favoritas.
—¿Y yo estoy en esa lista?
—No es eso de lo que estamos hablando, Aresito —puse mis manos en la cintura e incliné el rostro hacia arriba para mirarle—. No me creo que sepas dibujar tan bien.
—Qué penita me da —hizo un falso puchero.
—No, de verdad. Sabes tocar la guitarra, sabes cantar, sabes cocinar, sabes dibujar, ¿Algún otro talento?
—Soy un as en la cama.
Sus labios se curvaron hacia arriba con chulería. Esa que me volvía loca y me hacía arder por dentro. Seguramente me puse roja, pero no titubeé cuando le dije:
—Eso habrá que comprobarlo.
Él abrió los ojos más de la cuenta y se le ensachó la sonrisa. Tragó saliva y su nuez se movió mientras me miraba los labios. Se me hacía irresistible cuando hacía eso.
Se acercó más a mí y sin previo aviso me cogió de la cintura y me pegó a él. Metió la cabeza en el hueco de mi cuello y me plantó cuatro besos lentos y húmedos que casi me hacen temblar.
—Cuatro más y me controlo —dijo él acariciándome la espalda baja mientras me miraba feroz.
—Tranquilo —dije como pude— Tómate tu tiempo.
Y así lo hizo, fueron cuatro que podrían haber hecho las veces de catorce de lo intensos que fueron y de las sensaciones que me dejaron. Nadie en mi puta vida me había besado tan bien como Ares Hunter.
Se separó de mí cuando terminó de recrearse y yo tuve que respirar pesadamente para que se me bajase la calentura.
—Esto no está bien —dije y él se rió.
—Son las reglas de tu juego —se encogió de hombros, dobló las rodillas un poco para ponerse a mí altura y susurró—: Si por mí hubiese sido te habría tumbado en esta misma cama y a saber qué hubiese pasado.
Me hizo contener el aire y mi voz sonó contraída cuando volví a hablar.
—Estoy empezando a odiar mi propio ingenio.
Negó con la cabeza y se dispuso a armar mi maleta con mucho más orden y cuidado del que yo habría empleado. Me quedé observándole durante un buen rato y volví a suspirar.
El juego era simple. Cuando teníamos ganas de besar al otro, nos dábamos cuatro besos en el cuello y ninguno de los dos podía hacer nada más con el otro durante la próxima media hora. ¿Por qué? Fácil, porque nos teníamos unas ganas incontrolables y aún no estábamos alejados de la civilización. Allí podría llegar cualquier persona (como había pasado la primera vez) y descubrir lo que fuese que teníamos.
Porque ninguno de los dos lo había dejado claro. Después de la invitación a la boda habíamos seguido como normalmente, pero sin contener ninguno de nuestros pensamientos. Él expresaba las ganas que tenía de besarme y yo le retaba a hacerlo. Por eso me inventé el juego. Por eso mismo. Pero empezaba a odiarlo.
—¿Cuánto tiempo queda para que se pase media hora?
—Veintiocho minutos —respondió.
—Mierda.
—Esa boquita —le dediqué una mirada asesina y él no pudo contener la risa. Se acercó de nuevo a mí y me dio un beso en la frente—. Cuando quieras dejamos el jueguecito, aunque me guste mucho hacerte sufrir y eso te convierta en una perdedora.
—No. Es una bonita forma de sufrir.
—Y tú tienes muy mal perder.
—Y tú eres un tramposo.
—¿Seguimos con eso? Pensé que ya habías superado tu derrota en la piscina antes de subirnos al avión.
—La habría olvidado si hubiese sido una derrota justa.
—Y lo fue. Y tenía muchas ganas de besarte ese día, por cierto.
—¿A principios de verano?
—A principios de verano, el día de nuestra graduación y dos años enteros compartiendo clase contigo. Y aguantándome las ganas, ¿Quién hace sufrir a quién ahora?
—Si no te fijaste en mí hasta este verano, no digas bobadas.
Él hizo un amago de volver a acercarse a mi, pero yo me alejé de él. Ese tonto, me quería hacer perder. Y siguió intentando alcanzarme.
—No. Una cosa es empezar a saber lo que siento por ti y otra muy distinta es fijarme en ti. Y créeme que te llevo mirando mucho tiempo.
Otro paso más y yo me alejaba
—¿Sabías que Rubí me animó a que follase contigo?
Ahí sí que me quedé en el sitio.
—¿Por qué?
—Porque ella estaba con Logan y dijo que así sería justo. Y ella pensaba que volverías con él, pero no lo hiciste — sonrió de nuevo—. Y ahora estás conmigo.
—¿Perdona? ¿Me acabas de decir que querías acostarte conmigo solo porque tu ex te lo había aconsejado?
—No, no. Yo me negué en rotundo. Me lo pensé, pero me negué. Y la bloqueé.
—¡¿La bloqueaste?!
—La bloqueé porque estaba harto de que me dijese que follase contigo como si fueses una cualquiera.
—¿La bloqueaste por mí? —esta vez fui yo la que se acercó a él.
—Puede. Sí. Nunca lo había pensado, pero sí. Fue en ese mismo momento cuando decidí que tenía que cortar por completo con ella. Y yo lo único que quería en ese momento era ganarme tu confianza y que me contases lo que te pasaba. Aunque lo pareciese, no intentaba ligar contigo, no en un principio. Muy muy al principio.
—¿Y cómo sabías que me pasaba algo?
—Te vi vomitando la noche anterior al viaje y, aunque siempre estás preciosa, aquel día tenías muy mal aspecto.
—Aquella fue una muy mala noche —admití—. Me ponía nerviosa conocer a Thor, el viaje y Logan también fue un factor. Aunque de igual manera, esa noche me di cuenta de que nunca le había querido.
—¿Nunca? —la cara de Ares estaba llena de sorpresa.
—Supongo que le apreciaba —me apoyé en mi mesilla de noche—. Le quería... Pero no de manera romántica, era más costumbre y que él siempre estaba allí. Había estado en mis actuaciones, el día que empecé a ir a clases y demás. Logan siempre estaba allí y por eso le elegí.
—Ojalá haber estado yo —se cruzó de brazos pensativo y se le marcó la mandíbula más de la cuenta.
No pude evitar extender la mano y acariciarle. Él cerró los ojos y apoyó su cabeza en mi mano para después besarla.
—Pero entonces no te habrías comido unos cuantos pares de tetazas.
—Y dale con las tetazas —se río—. Pero me habría ahorrado la fama de capullo integral.
—Un poco sí que lo eres —alzó la ceja—. Un poco. Solo un poquito.
No estaba nada molesto, sonreía y sonreía y solo sonreía para mí. Y aquello decidí que era lo único que quería ver durante al menos dos semanas. Y toda la vida si hubiese sido posible
—También me habría ahorrado que me rompiesen el corazón.
—¿Te han roto el corazón alguna vez? ¿a ti?
—Fue Rubí, pero esa es una historia que te contaré en otro momento. De todas formas, ¿Por qué crees que era un capullo integral que hasta hace nada se dedicaba a acostarse con todo lo que se movía?
—Porque eres un vicioso.
—A lo único a lo que le tengo vicio es a besarte. Y eso que solo lo he hecho dos veces.
—Pero dos veces durante mucho tiempo.
—Nunca es mucho tiempo si se trata de besarte. Pero, ¿Por qué nos hemos besado tan poco? No me parece nada justo.
—Quedan quince minutos. Si haces algo en contra de las reglas del juego, pierdes.
—Perdiendo gano mucho más. No veas las cosas que se pueden hacer en quince minutos y no soy de los chicos a los que le guste perder el tiempo.
Entonces sabía que ninguno de los dos podía aguantarse mucho más. Me incorporé, él puso las manos en mis caderas y yo le acaricié la mejilla.
Él me miraba como si quisiese recordar cada momento conmigo y me terminé de pegar a él. Nuestros labios se buscaban y se encontraron en uno de esos besos lentos que tanto me gustaban.
Su lengua se abrió paso en mi boca y yo solté un gemido que hizo que él se acercase más a mí. Era como un imán. Un maldito imán.
No supe bien en qué momento se sentó en la cama y me cargó en su regazo. Solo sabía que me dejaba guiar, ciega y embriagada por todo lo que él me ofrecía. Por como se separaba y me decía de todo con la mirada y sus pupilas dilatadas.
Metí las manos en su pelo, tan suave como siempre. Y tiré de él. Gruñó y yo solté un suspiro. Era demasiado para mí.
—Esto, morenita, va a la lista de imágenes metales que deberían de enmarcarse. Pero... —extendió la mano a mí pelo atado en una coleta y la deshizo con cuidado—. Así todo mejora.
Le volví a besar y se creó una cortina con mi pelo que nos aislaba de todo. Solo estábamos él y yo, y me moría porque físicamente fuese así durante dos semanas.
Nos separamos de nuevo, pero esta vez él no paró. Sus manos subieron por mi espalda y yo me arqueé casi ofreciéndome a él. Ares besó mi mandíbula con devoción y me hizo suspirar cuando empezó a bajar y bajar hasta la clavícula.
El calor que sentía en ese momento era intenso y su nuca se me hizo un espacio de piel demasiado pequeño para acariciar. Me levanté del sitio dejándolo desconcertado, pero lo único que hice fue quitarme la camiseta y quedarme en sujetador.
—Atenea... —se levantó él también—. Como sigas por ese camino, no sé si voy a poder darte solo cuatro besos.
—Y, ¿De qué eres capaz en quince minutos?
Me sonrió pícaro.
—No de tanto como me gustaría y menos si lo hago al ritmo que quiero.
—¿Y cuál es ese?
—Uno lento —dijo mientras me acariciaba el brazo—. Que te haga sentir cuanto te adoro y cuanto me gustas.
Lento, porque él sabía que me encantaban los besos sin prisa. Pero si me imaginaba una noche con Ares (y me lo había imaginado varias veces, si éramos sinceros), no me imaginaba algo lento. Tampoco dudaba de sus capacidades y sabía que de una forma u otra, él siempre me haría disfrutar. Sus besos eran la prueba irrefutable de ello.
—¿Y si quiero más?
—Te daré todo lo que quieras, porque siempre, siempre, Atenea, el límite lo pondrás tú.
Cogí el dobladillo de su camiseta y tiré de ella hacia arriba. La tiré por allí, entre tanta ropa que había y le di un beso en la mejilla. Detrás de la oreja y en la nariz también. Él se reía con la voz más ronca de lo normal y eso me ponía a mil por hora. Su piel quemaba bajo mi tacto.
—No tienen porque ser quince minutos —comenté.
—Y ¿cuánto tiempo me das?
—¿Qué te parece un verano juntos? Juntos de verdad.
—¿Solo un verano?
Solo tenía lo que quedaba de ese verano con él. Tenía dudas, sí. No sabía lo que iba pasar, también. Pero le miraba y veía todo lo que quería ver. Cómo si lo hubiese estado anhelando durante toda la vida.
Y a lo mejor solo era atracción o a lo mejor era amor. No lo sabía, nunca lo había experimentado. Pero solo quería disfrutar de mi tiempo con él. De todo el tiempo que nos quedase hasta volver a la realidad. Con el resto del mundo, no a nuestro pueblo de Ibiza. A la pura realidad. Tenerife, mis padres, la empresa, la universidad y a saber qué cosas más.
—No sabemos lo que vendrá después.
Y por su mirada sabía a qué me refería.
—Me das un verano... —asenti—. ¿Un verano juntos...? Siempre me ha gustado esa idea.
Besé su sonrisa.
—Entonces, ¿Qué somos ahora? —preguntó él como nunca me habría imaginado.
—Un verano —sonrei.
—Eres mi verano —me volvió a besar y me levantó en el aire con alegría— ¡El mejor verano de mi vida!
•••
Cerramos el portón de nuestra humilde morada y nos metimos al coche. Nos esperaba un viaje de una hora. Una hora que me pasaría mirándole conducir porque era de las mejorcito que había visto en mi vida.
Él puso su mano en mi muslo y me miró durante unos segundos para después besarme.
—¡Aquí no, Aresito! —le di un pequeño golpe, pero me acerqué de nuevo a sus labios—. Nos podrían ver...
—Pues que miren y aprendan.
Se inclinó para besarme, pero yo me aparté.
—Asi que con esas vamos, ¿Eh? Yo sé de una que no va a poner su música en el coche.
—Pero si soy una dj estupenda. Que el rencor no te pueda.
—No podría guardarte rencor ni aunque quisiese, morenita.
La pantalla del coche se encendió al arrancar y mi móvil se conectó a ella de inmediato. Ares puso el GPS y yo comencé a elegir la playlist.
Íbamos a mitad de camino hablando de cualquier tontería cuando empezó a sonar Morat.
—Esta me gusta, esta me gusta —dijo Ares subiéndole a la radio.
Yo me reí, pero él empezó a cantar y yo no tardé en unirme a él:
Una parte de mí no te quiere soltar
Pero la otra no está convencida
Porque contigo yo me encuentro justo en la mitad
Entre un verano y toda una vida
Me reí cuando Ares empezó a hacer gestos con las manos, como si él mismo estuviese dramatizando la canción para mí.
Tú me vas cambiando las señales
Rompes mis planes y así no vale
Yo estaba esperando algo distinto
¿Será mi instinto el que me falló?
—Escucha, Aresito.
Y esta vez se lo empecé a dramatizar yo:
A veces somos, a veces no
Un día es odio, otro es amor
Y la razón, la razón yo no la conozco
Pero contigo siempre vuelvo a caer
Ares se me unió y nos gritamos la letra el uno al otro:
Entre un "Te quiero" y un "Nunca más"
Entre la espada y la pared cuando no estás
Y la razón, la razón yo no la conozco
Pero contigo siempre vuelvo a perder
Más de lo que aposté.
Cuando acabó la canción no pude evitar reírme porque me encantaba esa sensación. Era tan reconfortante... Era algo cálido y estaba segura de que aquello me levantaría el ánimo en cualquier día malo. Cantar en el coche con Ares era algo mágico. Quizá cualquier momento con él se transformaba en uno mágico.
—¡Ahora mismo te besaría! —grité por encima de la música.
Ares me miró de reojo con una sonrisa en la cara. No una pícara, una de total comprensión. A él también le gustaban nuestros conciertos, para él también eran importantes.
—No me pongas más difícil aún eso de mantener los ojos en la carretera, por favor. Pero... Pero puedo saltarme algún límite de velocidad, así llegamos rápido y me besas hasta cansarte.
—Ares, no seas imprudente.
—Imprudente, tonto, un loco enamorado, al final del día todo significa lo mismo.
—Si nos morimos no podré besarte, piénsalo.
—Romeo y Julieta murieron por amor, sería romántico.
—Morir no es romántico, Ares —me miró de reojo conteniendo la risa—. Además, ¿Quién en su sano juicio haría eso? Ya no morir por amor, eso es de locos...
—¿No lo darías todo por amor? —me interrumpió Ares haciendo que perdiese el hilo de lo que estaba diciendo.
Me quedé callada. Nunca lo había pensado porque nunca me había enamorado. Lo más arriesgado que había hecho había sido salir con Logan a escondidas de mis padres, lo cual no había sido muy difícil de esconder porque ellos nunca estaban presentes.
Nunca había sentido algo tan fuerte por alguien que estuviese fuera de mi alcance o fuese prohibido como para plantearmelo. Pero si lo pensaba bien... Lo que sentía por Ares había sido tan fuerte como para atreverme a llevarle la contraria a mis padres de una forma mucho más significativa que con Logan.
Aún no sabía si lo que sentía por él era amor. Sentía una atracción tan fuerte como la de un imán, quería besarle a cada hora y no separarme de él. Quería su bienestar y me gustaba. Me encantaba Ares. Con él me sentía especial, segura y querida. ¿Estaba enamorada de Ares?
—No lo sé —dije sinceramente—. Pero, ¿Cómo sabes si estarías dispuesto a dar todo por alguien?
—Pues es cuando miras a esa persona y te das cuenta de que harías lo que fuese por ella, incluso si te hace daño.
—¿Cómo yo con mis padres?
—Exacto. Por ejemplo, tú lo darías todo por tus padres. Eso también es dar todo por amor, no en el sentido en el que hablábamos, pero... Sí. Y...
—¿Y tú por quién darías todo? —le corté antes de que empezase a hablar sobre todo lo que yo haría por hacer felices a mis padres y que no era sano.
—Está más que claro, Atenea. Yo lo daría todo por ti.
Y quizá debería de habérmelo esperado, pero no lo hice. Me pilló de sorpresa porque aquello era casi, por no decir que lo era, una declaración de amor y aunque nos habíamos besado y nos teníamos demasiadas ganas, me pareció surrealista. Así que no me lo creí. Y no era capaz de imaginar hasta que punto eso era verdad, pero lo haría en el futuro.
Claro que lo haría.
Sí, ya sé, he publicado unos once capítulos esta semana y debería de tener autocontrol. ¡Pero es que no puedo mantener este tipo de cosas en borradores por mucho tiempo!
Aviso del día: me he arrepentido del aviso que iba a dar. Mejor daros cuenta por vosotros mismos.
¡Besitos!
_Dreams&Roses_
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