Capítulo 10: El cambio
Me desperté sin saber dónde estaba. Literalmente, mi cuerpo seguía en trance y mi mente no era capaz de procesar la gran cantidad de energía luminosa que se atrevía a entrar por los grandes ventanales que según yo, había atenuado y tapado la noche anterior antes de irme a... ¡No me bañé!
Al recordar aquello me levanté de golpe de la cama. Y miré a mi alrededor. Sí, estaba en mi habitación en la casa de Gloria (la que no tenía baño, cabe destacar porque el ladrón de Ares es... Un maldito ladrón de baños), pero la habitación estaba ordenada. No había nada por los suelos y yo no recordaba haberlo dejado así. Suponía que alguien había llegado a recogerlo como siempre solían hacer en casa, pero no sabía que Gloria pagaba a alguien para mantener a punto aquella pequeña casa.
Miré mi armario solo por si acaso me había equivocado y lo que me habían robado había sido la ropa, cosa que no me habría extrañado ya que aquella casita no tenía puerta con llave. Y una puerta corredera tampoco es que fuese especialmente segura.
En resumen, mi ropa estaba allí (igualmente, nadie querría algo tan hortera como lo que ponía) y cogí una de las faldas favoritas de mi madre que tenía un estampado de piruletas y una camiseta blanca con un corazón. No estaba muy animada por ponerme aquello, pero no tenía nada más.
Busqué mi ropa interior y volví a tirar algo de ropa al suelo, y allí la dejé.
Abrí la puerta de mi habitación y en cuanto vi lo que había al otro lado la volví a cerrar inmediatamente.
-¿¡Se puede saber qué haces desnudo!? -grité y seguramente me había sonrojado.
-Buenos días a ti también Atenea, cada despertar contigo es mejor que el anterior. ¿Cómo estás?
-Pues con más ropa que tú. ¿Por qué estás desnudo?
-No estoy desnudo, morenita -dijo abriendo la puerta de mi habitación a la cual había pegado mi espalda y por eso mismo, caí sobre su pecho desnudo.
Le miré sobre mi hombro y rápidamente volví a mirar al frente.
-Lo estás -musité-. Y eso es denunciable.
-Pero si solo estoy sin camiseta, no seas exagerada -se rio-. Además, ya me has visto sin camiseta más veces.
-Pero no en calzoncillos una talla más pequeños de lo estimado.
-Así que me has mirado el culo, ¿eh? -susurró en mi oído.
Me quería tapar la cara, la boca y hundirme cinco metros bajo tierra. ¿Lo peor? No me podía mover porque una fuerza superior a mí me lo impedía. Pero lo mejor con Ares era no dejarse amedrentar por lo que auné valor y me di la vuelta para encararle.
¡Ups! Demasiado cerca. Casi me como su hombro. Él lo único que hizo fue ladear la cabeza y mirarme sonriente. Demasiado para mi gusto, aunque Ares siempre sonreía demasiado para mi gusto. Di un paso atrás instintivamente.
-¿Por qué te alejas? -Se le ensanchó la sonrisa y estaba preparada para escuchar la mayor absurdez de la historia-. ¡Ah! Ya entiendo... Quieres verme completito. ¿Te hago una pose? Te dejo sacar fotos incluso.
Y acto seguido comenzó a hacerlo. Se puso a sacar músculo y a enseñarme que había trabajado tan bien su cuerpo como se esperaba. Y... Nunca admitiría en voz alta que estaba bueno. No lo haría, me negaba. Tampoco admitiría que lo había escaneado de arriba abajo, aunque por la cara que ponía, él ya lo sabía perfectamente.
Con mi gesto más serio le dije que se apartase y le empujé para poder pasar por el marco de mi puerta. Me salpicó un poco cuando su mirada siguió mi camino. Se acababa de bañar.
-No me sigas -le advertí.
-Jo, y yo que pensaba que seguíamos con el jueguito en el baño.
-¡¿Qué?! -me giré en redondo antes de entrar por la puerta de su habitación-. No, no. Tú te quedas sentadito por ahí y esperas a que nos traigan el desayuno.
Ares soltó una carcajada y yo fruncí el ceño. No había dicho nada gracioso y mi tono había sido más de enfado que otra cosa.
-Y según tú, morenita, ¿quién nos va atraer el desayuno?
Me crucé de brazos y él me imitó. No le miré los brazos, lo juro. No mucho más de la cuenta.
-Pues la misma persona que nos ha limpiado las habitaciones y comprado las cosas.
Dije al ver la encimera llena de comida cuando el día anterior estaba todo vacío.
-O sea, que te haga el desayuno, dices -entrecerró los ojos y se palmeó el brazo, antes de rodearme y dirigirse a la encimera-. De todas formas, ya lo había hecho. Espero que te gusten las tortitas.
Cuando se volvió a dirigir hacia mí, llevaba un plato repleto de tortitas y un vaso de zumo de naranja. Me lo entregó y me regaló una mirada amable. Solo respondí con un quedo "gracias" y él me hizo una reverencia. Y salió a la terraza despreocupado. No sabía si Ares era realmente consciente de que alguien podía entrar en "nuestra casa" y verle a poco de estar como Dios le trajo al mundo. De todas formas, parecía no importarle mucho.
Yo le seguí una vez mi cabeza empezó a encajar piezas, porque si no había nadie de servicio, eso significaba que...
-¿Has acomodado mis bragas?
-Sí, es que me parecía fatal que anduviesen tiradas por el suelo sin un motivo justificado.
-¿Cómo que sin un motivo justificado? -pregunté por si había malentendido.
-Hazte tus propias ideas de lo que eso significa.
No, no había malentendido nada. Tenía la connotación que yo pensaba, pero lo ignoré por completo. Dejé el plato en la mesita que había en el porche y la ropa que había dejado bajo mi brazo, a mi lado en el asiento. Cogí una tortita y me la comí de un solo.
-O sea, ¿Tú has ordenado toda mi ropa?
-No hables con la boca llena -me regaño y pasó una servilleta-. ¿No te han enseñado modales en tu casa?
-Mira -abrí la boca y le saqué la lengua. Infantil, lo sé, pero su cara al ver toda la comida a medio tragar lo valía.
-Que puto asco... -dijo negando con la cabeza-. Y sí, he recogido toda tu ropa y la he ordenado. También he ido a comprar con Gloria a primera hora y he conseguido un coche por si acaso. De nada.
Él, que también tenía un plato colmado de tortitas, cogió una y se la metió entera a la boca.
-¿Por qué has hecho eso? -Esta vez lo dije cuando ya había tragado.
-Porque, no sé si lo sabes, pero nadie lo va a hacer por ti.
-Tú lo has hecho por mí.
-Bueno, entonces, nadie además de mí te va a recoger la ropa si la tiras al suelo o va a hacer tu cama... ¿De verdad que no te han enseñado eso en tu casa?
Me quedé callada un rato... Pues no, nunca me habían dicho nada de eso en mi casa. Es decir, siempre había estado de viaje hasta hacía dos años y en casa teníamos gente que hacía todo por nosotros, así que nunca había tenido la necesidad de acomodar mi ropa o de siquiera recogerla del suelo. Por eso mismo me encogí en mi asiento, con un poco de vergüenza. Y él hizo un sonido de desaprobación.
-Es verdad que yo también tuve que aprenderlo en la residencia -su tono se volvió algo más amable y comprensivo-. Mis padres escogieron el plan "independencia"
-¿Plan independencia?
-Sí, es prácticamente como rentar un piso. Te haces la comida, limpias tu solo... Pero la residencia te da todo lo necesario (y más) para que puedas subsistir -se quedó en silencio mientras terminaba de comer-. Todo un detalle por parte de mis padres, supongo.
Entonces se levantó sin articular una palabra más. Y yo me quedé allí viendo las vistas que eran aún mejor de día.
Un pueblo blanco moteado con colores pastel, me parecía maravilloso y el mar... En casa no lo teníamos tan cerca y había que ir en coche, pero aquí lo veía desde dónde estaba.
Escuché como el grifo se abrió y Ares estaba enjuagando su plato antes de meterlo a lo que supuse que era el lavavajillas. ¿Tendría que hacer yo eso? Claro que lo tenía que hacer y por cómo había hablado Ares, tendría que hacer más cosas que meter un plato en el lavavajillas. No es que me molestase, sino que... No sabía y me incomodaba que algo que a él le parecía tan básico... Jope, no tenía ni idea de lo que había que hacer en una casa. Y si a eso le sumábamos que era la persona más desordenada del mundo. Suspiré.
-Bueno, morenita -dijo Ares reapareciendo con un bañador azul a juego con sus ojos y una mochila a los hombros desnudos-. Nos vamos a la playa en cuanto termines.
-No.
-¿Qué? ¿Por qué?
Eso decía yo, ¿por qué le había dicho que no?
-Por que tiene planes conmigo -dijo Gloria apareciendo de la nada y salvándome de darle una explicación muy poco fundamentada a Ares.
-¿Desde cuándo? -Ares entornó los ojos.
-Pues desde que no la he visto desde hace mucho y tú tienes todo el verano para estar con ella mientras que yo tengo también que cargar con otro tipo de responsabilidades como por ejemplo trabajar y...
-Acostarte con el novio de las bodas que planeas.
-¿QUÉ? -casi echo el zumo por la nariz-. ¿Cómo que acostarte con el novio?
-No le hagas caso, el guitarrista no sabe lo que dice.
Pero la sonrisita de Ares no era la de alguien que no sabía de qué hablaba y alcé las cejas en dirección a la mujer que solo se encogió de hombros.
-Entonces, si no me puedo llevar a la morenita a la playa, me voy ahora mismo porque como tampoco me invitáis a vuestros planes...
-Hala, descubre el camino por ti mismo, chiqui -zanjó Gloria.
-Me ofendes, Gloria -Me miró-. Y tú también, morenita traicionera, tú me decepcionas.
¡Qué dramático! Pero sin nada más que decir, se fue y nos dejó a las dos solas. Alcé las cejas de nuevo, el caso del novio no se había cerrado aún, sin embargo, Gloria frunció el ceño y cogió la ropa arrugada que había dejado a mi lado y no me dio tiempo de preguntar nada más sobre el tema. Al ver mi outfit del día no puso muy buena cara.
-Esto es tan Morgana a sus 17... Pero no me termina de encajar contigo. ¿Cómo te puede seguir gustando que la ropa que te elige tu madre?
-No me gusta nada Gloria -admití dándole el último trago a mi zumo y llevando el plato al fregadero.
Y la cara de Gloria se empezó a iluminar tanto que me dio miedo.
-Entonces tengo una idea.
El plato se quedó allí en el fregadero y esperaba que Ares no se enfadase conmigo por ello.
•••
-¿Quieres un cigarrillo? -fue lo primero que me preguntó Margo cuando nos conocimos.
Estábamos en un centro comercial al aire libre y estaba bastante nerviosa, tanto que me había hecho sangre en el labio y es que, aunque tuviese unas ganas tremendas de cambiar, algo me decía que no estaba bien. No se lo había consultado a mis padres, pero iba a utilizar su dinero. Gloria me había convencido de que ella hablaría con ellos luego si no les parecía bien algo, pero aquello no me tranquilizaba.
Luego estaba el factor costumbre, ya me había acostumbrado tanto tanto a las prendas de gatos y a complacer a mi madre que no me imaginaba vistiendo de otra manera. Y, ¿Cuál era mi estilo? Y si la cagaba eligiendo ropa. Nunca había elegido ropa o, ¿y si todo me quedaba mal y estaba condenada a vestir de por vida como mi madre decía?
-¿Segura que no quieres un cigarrillo? -volvió a insistir Margo, a lo que yo volví a negar.
-Yo sí quiero -dijo Gloria y Margo se lo pasó, pero la muchacha no fumó.
Margo era la hija de una de las mejores amigas de Gloria allí en Ibiza y tenía dos años más que yo, pero su cara redonda con unos ojos verdes enormes, le restaban años. Habría dicho que era una versión rockera de Rapuncel, porque a pesar de ser rubia, su estilo era más oscuro que colorido y me encantaba su rollo. Era extrovertida y me había estado sacando tema de conversación desde que nos encontramos con ella en el centro comercial.
Había descubierto que tenía un novio que se llamaba Derek y que estaban en el mismo grupo de amigos. Entonces fue la primera vez que escuché el nombre de Thor. Mi objetivo del verano y cómo mecanismo de defensa automático cambié de tema. Aunque sabía que más pronto que tarde me toparía con Thor y también sabía que Gloria me había presentado a Margo, además de para que hiciese una amiga, para acercarme a Mikkelsen (tal como mis padres deseaban).
Una vez Gloria acabó de fumar, entramos en la primera tienda y mi nerviosismo se fue tan pronto como vi la ropa. ¡Era ropa normal! Sin tener gatos o estampados "dulces" obligatoriamente. No dije nada, solo empecé a coger y a coger ropa. TODA LA QUE A MI ME GUSTABA. Casi lloré de la emoción y podía admitir que me había vuelto loca.
No mentía cuando decía que fuimos capaces de recorrernos todas las tiendas de ese centro comercial y no hubo ninguna que se escapase de la tarjeta de mis padres. Compré tops, vaqueros, faldas que me encantaban y vestidos preciosos, largos, cortos, que me pondría contenta, que me había probado y me quedaban de muerte. Con los que me sentía yo.
También tenía zapatos nuevos, aunque me negaba a renunciar a mi colección de Converse, pero me compré zapatos altos y sandalias. ¡Zapatos altos y sandalias! Y unas botas negras. ¿Por qué? Porque no. Me habían enamorado.
Tenía los brazos dolidos de cargar bolsas, los pies aún peor y unas compañeras divertidísimas en el mismo estado que me entretenían mientras tomábamos un batido de oreo. Sonreía, no podía dejar de hacerlo porque creía que no me había sentido tan feliz en años.
-Ahora vamos a la peluquería -dijo Gloria.
-¿La dejas quedarse a dormir en casa, G? -casi suplicó Margo mientras ponía morritos y a mí se me abrieron los ojos como platos.
-Solo si la enseñas a maquillarse un poquito -bromeó Gloria y la miré con mala cara-. Es broma.
-¿Entonces? -presionó la rubia.
-Es su vida. Pregúntaselo a ella.
Ambas volvieron la cabeza hacia mí. Y yo no pude evitar asentir con una sonrisa de oreja a oreja. No dormía con una amiga desde que bailaba. Aquello se sentía como volver a ser yo. Aquel día empecé a sentirme de nuevo Atenea.
•••
-Te ves preciosa, amiga mía -dijo Margo a mi espalda.
Me giré en redondo y sentí como mis rizos rozaban la parte baja de mi espalda que estaba al descubierto por la parte trasera del vestido veraniego que me estaba probando en casa de Margo. Ella ya se había puesto el pijama y habíamos decidido puntuar como me quedaba cada cosa del uno al diez.
-¿Cuánto le das? -dije cogiendo una de las galletas que su madre nos había llevado.
-¿Para qué darle al vestido? Yo te daba a ti.
Solté una carcajada y ella me siguió.
-Y, ¿qué diría Derek de eso?
-Seguro que me daba la razón -sonrió ampliamente.
Sí, habíamos congeniado muy bien. Habíamos hablado mucho y creí que seríamos muy buenas amigas durante todo el verano y aquello me hacía feliz. Me senté en su cama y no pude evitar volver a mirarme en el espejo, cuadré los hombros y sonreí. Estaba muy guapa. Llevaba el pelo recién saneado y brillante... Y estaba suelto, cosa que no hacía ni para dormir, pero verlo así y al verlo en mí, me encantó. Era una parte más del cambio.
Aunque una persona no cambiaba en unas horas, yo sentía que ese cambio de apariencia me daba otro toque, que vibraba de otra manera.
-Ven, te voy a hacer las uñas -dijo Margo tirando de mi pie mientras sacaba de su cajón un set de manicura-. ¿Qué color te gustaría?
-Uno que combine con mi bañador.
-¿Con cuál de todos? -dijo buscando en su maletín uno que le convenciese.
Margo tenía todo un mundo de la belleza en su habitación y es que se dedicaba a eso. Al mundo de la belleza. Sus padres tenían una compañía de modelos y aunque ella a veces también desfilaba, su amor por el maquillaje y la estética era aún mayor. Además, Margo tocaba instrumentos (de hecho, muchos instrumentos) y su trabajo como maquilladora era mucho más compaginable con la música que el de modelo.
-El fucsia -respondí sin pensarlo mucho.
-¡Uff! Tengo un diseñazo en mente, déjamelo a mí.
Pero antes de que se pusiese manos a la obra, su teléfono empezó a sonar. Con toda la confianza del mundo, puso la llamada en altavoz.
-¡Hola, amor! -habló su novio desde el otro lado de la línea.
-¡Hola! ¿Qué tal, amor? ¿Sucede algo?
-Te estamos esperando.
-¡Mierda! Se me había olvidado nuestra fiesta, pero hoy no puedo ir. Estoy con Atenea.
-Hola -saludé cuando Margo me hizo la señal, quizá soné un poco borde y puse cara de circunstancia.
-Hola, desconocida que me ha robado a mi novia -no pude evitar reírme- Encantado de escucharte.
-Igualmente -repuse.
-Amor, pues como no vas a venir se va a pasar Thor por allí para recoger la famosa mezcla de tu padre, ¿te parece?
-¡Perfecto! Aquí le espera... -El timbre de la puerta sonó y Margo se levantó-. Ya está aquí, mañana hablamos. Te quiero -cortó la llamada y ya dirigiéndose a mí dijo-: Tú ábrele a Thor que yo voy a buscar la mezcla de mi padre, ¿vale?
-¿Vale?
-Perfecto.
Desconcertada salí de la habitación de Margo y bajé las escaleras a la puerta de su casa descalza, nos separamos en el descansillo donde ella se dirigió a lo que yo creía que era la cocina y yo abrí la puerta. Espera, ¿le iba a abrir la puerta a Thor Mikkelsen?
La abrí con más fuerza de la que debía, provocó un gran estruendo que ignoré porque me encontré con un chico un poco más alto que yo, con un cabello rubio que le llegaba por los hombros y unos ojos muy verdes. Sí, sí que era él. Romi ya me había mandado sus fotos.
-¿Hola? -dijo sonriéndome.
-Hola -le devolví la sonrisa medio cohibida. Era Thor Mikkelsen.
-Soy Thor -y se acercó para darme dos besos.
-Ya lo sé -solté sin pensar. Cuando nos separamos me miró con el ceño fruncido-. Digo, Derek llamó a Margo y dijo que vendrías para una mezcla de algo de su padre.
-Sí -se rio débilmente-. Es una mezcla para cócteles, es de las mejores que he probado.
-Ya...
Le escaneé con la mirada, pero no pude evitarlo. Llevaba una camisa de lino blanca con unos cuantos botones desabrochados y unos vaqueros oscuros. Además su bronceado denotaba que ya había visitado la playa varias veces.
-Soy Atenea, por cierto.
-Atenea -repitió él haciendo énfasis en cada una de las letras-. Tu nombre es muy bonito... Casi tanto como tú.
Bajó la mirada y miró a través de sus pestañas. ¿Estaba avergonzado por lo que acababa de decir? A ver, yo lo estaría, nos acabábamos de conocer y...
-Qué entrenado lo tienes, ¿eh?
Tierra, haberme tragado. ¿Cómo iba a ser esa una respuesta a un piropo? Pero me había salido sola. Gracias a Dios se rio y levantó la mirada, yo la seguí. Mantuve el contacto visual.
-En realidad, no lo digo mucho.
-Mmm... Déjame ponerlo en duda.
-Aunque tú pareces tener experiencia recibiendo piropos como carta de presentación.
-Eres el primero que me dice bonita así.
-Déjame ponerlo en duda -repitió con picardía.
Y fue entonces cuando llegó Margo apresurada y le entregó una cantimplora. Thor la cogió y sin decir nada más se fue, pero antes de subirse a su coche, se dio la vuelta y añadió:
-En cualquier caso, deberían decirte bonita "así" mucho más. "Así" o de cualquier otra manera.
¡Hola a tod@s!
¡AAAAAAAH! ÁCABAMOS DE CONOCER A THOR MIKKELSEN. ¿Primeras impresiones? ¿Conectarán realmente él y Atenea? Sinceramente me muero por saberlo, aunque... *se rie en escritora* Yo ya lo sé.
Además, Atenea ya tiene nueva apariencia que, hablando de apariencias, ¿vosotros cómo os imagináis a los personajes? Porque, claro, yo tengo una imagen muy clara en mi cabeza, pero ¿vosotros? Me mata la curiosidad.
Como siempre, subiré más capítulos hoy jejeje.
¡Besitos!
_Dreams&Roses_
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