23

Sé que fue un accidente, Taehyung realmente no planeaba que eso ocurriera, pero debo admitir que me sentí bastante incómodo después de eso. Apenas podía mirar a mi cuñado a los ojos, y aunque su sonrisa intentaba tranquilizarme, yo me sentía más perturbado que cualquier otra cosa.

Decidí no contarle de inmediato a Jungkook lo que había ocurrido, no solo por el bien de Taehyung, sino también para evitar un posible escándalo familiar. Por supuesto, el alfa no lo tomó muy bien y, ni bien ingresamos al departamento, me preguntó con una mueca:

—¿En serio me ves capaz de hacer algo así?

¿Realmente era capaz de hacer algo así? Jungkook era el ser más puro que había conocido en mi vida y me sentí bastante culpable por llegar a pensar que sería posible que él actúe así. Suspiré y respondí:

—¿Te soy honesto? No sé qué pasaba por mi cabeza en ese momento —confesé—. Tal vez, toda la situación de estar juntos me alteró un poco y llegué a pensar que intentabas provocarme.

Él hizo una mueca, y cuando Bam llegó a recibirnos, se agachó para saludarlo.

—No sé si me atrevería a hacer algo así —musitó—. Hay que tener coraje para hacer algo como eso estando presente toda tu familia.

—Taehyung tomó coraje por el alcohol. —Me agaché a su lado y acaricié a Bam—. De otra forma, no hubiese actuado así.

Me miró y no parecía muy de acuerdo conmigo. Su aroma, sus expresiones, incluso lo tenso que estaba su cuerpo me dejaba en claro que no estaba para nada feliz con lo que había ocurrido.

—Menos mal que no me dijiste en el momento, no sé cómo hubiese reaccionado —reconoció con un poco de pena.

—Es tu hermano, Gguks —recordé.

Él abrió ampliamente sus ojos y me miró, escandalizado.

—Eso lo hace aún peor. Así que no lo defiendas. —Se levantó y yo lo imité—. Ah, ese idiota. Últimamente está buscando que le dé una golpiza.

Me reí y negué, enternecido por esa pequeña muestra de celos.

—Ya, solo fue un accidente. —Me acerqué a él y me paré de puntitas de pie para abrazarlo por los hombros—. Lamento mucho haber pensado eso de ti.

Puso los ojos en blanco y acomodó sus manos en mi cintura.

—Claramente te hubiese gustado que sea así. Te conozco lo suficiente como para saber que te emocionó esa versión juguetona de mí.

Mierda. ¿Qué respondo ahora?

—No es así. Si es verdad que me sorprendió esa manera de actuar, pero me sentí incómodo y no me parecía el momento ideal para jugar. —Su mandíbula se tensó—. No es para que te enojes con él. Nuevamente, fue un accidente y hay que olvidarlo, ¿sí?

Se agachó un poco y me dio un besito en los labios.

—Está bien, solo porque me lo pides con esa carita bonita —respondió, y, cuando sonreí, sentí cómo su cuerpo se relajaba por completo.

Me mantuve de puntitas de pie y nuevamente uní nuestros labios en un beso más íntimo. Jungkook acariciaba suavemente mi cintura mientras que mis manos se aferraban con fuerza a su camisa. Él marcaba el ritmo del beso y yo lo seguía.

Nos separamos cuando el aire nos hizo falta y nos miramos por varios segundos con una pequeña sonrisa. Jungkook se acercó nuevamente a mis labios con la intención de continuar con aquello que prometía ser una entretenida sesión de besos, pero cuando estuvo a tan solo unos centímetros de mi rostro, el sonido de su estómago nos interrumpió y sus mejillas se tiñeron de color rojizo.

—¿Qué fue eso? —pregunté con una pequeña risa.

—Tengo mucha hambre. El calor me hizo perder el apetito y no terminé de comer mi plato de comida —se quejó, y seguido a eso apoyó su cabeza en mi hombro—. Qué vergüenza.

Sonriendo, acaricié su cabello y entonces una pequeña idea se cruzó por mi cabeza.

—¡Yo te cocinaré algo! —ofrecí, alejándome.

Jungkook arrugó la nariz y me miró con atención.

—¿Sabes cocinar? —preguntó con gracia.

Realmente no tenía idea de lo que era cocinar, pero si se trataba de hacerlo para él, entonces sería muy capaz de aprender.

—Puedo ingeniar algo —respondí, inmediatamente—. He sobrevivido por bastante tiempo, creo que te puedo sorprender.

Él no parecía muy seguro, pero finalmente terminó accediendo y me motivó con un pequeño beso en los labios.

—Tengo las expectativas muy altas, Jimin-ssi. No quiero decepciones de tu parte —soltó, con una leve sonrisa, sobre mis labios.

—Haré lo posible, pero será mejor que te vayas a duchar. —Lo hice dar vuelta y lo empujé en dirección al baño.

—¿Me estás diciendo que huelo mal?

—No, solo no quiero que metas las narices en la cocina. Así que vete.

Jungkook hizo un puchero y, quejándose, se marchó en dirección al baño, mientras que Bam lo seguía moviendo su colita con emoción.

Una vez se marchó, me puse a pensar que no tenía idea de lo que podía cocinarle a Jungkook. Por eso mismo, decidí llamar a la única persona que estaría dispuesta a prestarme atención en ese momento.

Mi mejor amigo, Sungwoon.

—¡Hey! —saludé. 

Entré a la cocina y me apoyé en la mesada, esperando una respuesta de parte de mi amigo.

—Son la una de la madrugada, espero que tengas una excelente excusa para llamarme a esta hora —soltó con voz ronca.

Agarré el delantal y me lo coloqué.

—¿Dormías? Pensé que ibas a estar estudiando.

—Se suponía que tenía que estudiar, pero me quedé dormido y ahora me despertaste. —Suspiró—. Así que arruinaste mi plan.

—Pobrecito —contesté con sarcasmo. Luego suspiré y continué—: En fin, necesito cocinar algo para Jungkook, dame ideas.

Sentí varios ruidos extraños del otro lado del teléfono. Sungwoon, de golpe, estaba completamente despabilado.

—Uy, ¿cena romántica? ¿Acaso van a buscar cachorritos? —preguntó con picardía, y no fue necesario verlo para saber que estaba sonriendo ampliamente.

Abrí la heladera y me puse a ver qué teníamos. Apenas habíamos logrado comprar un par de cosas, pero algo me tenía que servir.

—Nada de eso. Solo salimos a comer y Jungkook se quedó con hambre, así que pensé en hacerle algo.

Sungwoon chasqueó su lengua.

—No entendiste su mensaje. Te quiere comer a ti, bobo.

Claramente no significaba eso.

Vi pasta en la alacena y pensé que sería buena idea. Jungkook había dejado su plato a medio comer y yo había escuchado sus críticas sobre la comida.

¿Debía intentar sorprenderlo poniendo en práctica sus consejos?

—¿Sabes hacer pasta? —interrogué.

—Sé hacer Ramyeon —contestó—. No creo que se haga igual, pero no debe ser tan difícil. Si es parecido, solo debes ponerle un par de cositas para que te salga más sabroso.

—¿Cositas? —repetí, mientras intentaba leer las instrucciones del paquete.

—¡Claro! Queso, crema, también puede ser salchicha. —Rio escandalosamente y de inmediato aclaró—: Por supuesto que no de la tuya, Jiminie.

Solté un suspiro ante aquel comentario.

—No sé para qué te llamé —murmuré.

Sungwoon me ignoró y decidió leer una receta en voz alta. Escuché cosas obvias, como hervir agua y picar cebolla y carne, así que intenté hacerlo.

Puse a hervir el agua y piqué aquello que se me pedía. Lo eché a una sartén y comencé a sofreír los ingredientes.

—Dice que ahora es momento de agregar la sal —avisó, y yo me quedé mirando los pequeños recipientes que había frente a mí.

Tomé con confianza el que creía que contenía la sal y lo eché en la sartén. Sungwoon me informó que podía echarle diferentes especias si lo deseaba, así que aproveché para experimentar.

—No le vayas a poner nada extraño, Jimin —pidió con preocupación mi mejor amigo—. A veces menos es más, recuerda eso.

—Sí, sí, como digas.

Olfateé cada bolsita y aunque muchas de ellas me confundieron, decidí vertir aquellas que no me sabían tan mal.

Al sentir aquel grandioso olor, comencé a tomar confianza en mí mismo y a sentirme seguro de lo que hacía. Jungkook se llevaría una gran sorpresa y eso me emocionaba.

Ya me podía imaginar su rostro y ojos brillantes. Él diría «Wow, Jimin-ssi. Esto es espectacular».

Sonreí y solté un suspiro encantado.

—¡Esto va a salir increíble! —comenté dando saltitos.

Del otro lado del teléfono, escuché a Sungwoon hacer lo mismo.

—Tienes que contarme que tal te fue —pidió, escandalizado.

—¡Claro que lo haré! —respondí, de inmediato—.  Te voy a colgar, necesito terminar con esto. Te amo y gracias por la ayuda.

—¡Siempre que lo necesites! Te amo más.

Colgamos y me puse a terminar los detalles. Busqué fotos en internet para saber cómo emplatar correctamente lo que había preparado y cuando encontré la forma, me dispuse a imitarla lo mejor que pude.

Cuando terminé, Jungkook entró a la cocina con una sonrisa. Ambos nos miramos y hubo un pequeño segundo donde nos quedamos hipnotizados el uno por el otro.

Su cabello mojado; el pijama verde con transparencias; los primeros botones de la camisa desprendidos y la gran sonrisa en su rostro me lograron enloquecer.

—Justo a tiempo —musité.

—Justo a tiempo —repitió.

Seguido a eso se acercó a mí y mientras olfateaba el ambiente, dijo:

—Vamos a probar que delicia me tienes preparada.

Él realmente no estaba listo para probar aquello.

Jungkook tomó asiento y, con una pequeña sonrisa, me invitó a sentarme en una de sus piernas. Lo hice y lo abracé por los hombros mientras que él me agarraba suavemente de la cintura.

—Pasta —señaló. Luego me miró con diversión y dijo—: Qué original eres, amor.

—No me hagas enojar. —Hice un puchero con molestia—. Recuerda que hay gente que comería mi pasta encantada.

—Golpe bajo —contestó, sonriendo—. ¿Esperas que así te diga la verdad? Siento que cualquier cosa que diga puede ser utilizada en mi contra.

Posiblemente ocurriera eso, pero yo solo me encogí de hombros y, para tranquilizarlo, decidí darle un pequeño beso en la mejilla.

—Puedes decir lo que opinas siempre y cuando lo hagas con mucho amor. —Sonreí—. Aunque estoy seguro que te van a encantar, los hice con tanto amor que te quedarás enamorado y me pedirás que lo vuelva a repetir.

—¿Para tanto? —preguntó y yo asentí de manera efusiva—. Bien, entonces hagamos esto antes de que se enfríe.

Antes de tomar los cubiertos, Jungkook olfateó la comida.

—Huele bien —dijo.

Los latidos de su corazón eran estables, lo cual significaba que no estaba mintiendo. Susurré un «lo sé» en respuesta; yo me sentía realmente orgulloso de mi creación y no me daba vergüenza mostrarlo.

Con el tenedor, él comenzó a desarmar el emplatado y yo fruncí el ceño. Parecía que buscaba algo y eso me ponía ansioso.

—¿Cómo lo hiciste? ¿Me quieres comentar? —interrogó, mirándome.

Tragué saliva y me sentí nervioso bajo su mirada.

Comencé a explicarle todo lo que hice. Le comenté paso por paso mientras que él analizaba el plato y me escuchaba con mucha atención. De golpe, sentí que estaba en un programa de cocina y me estaba enfrentando a la devolución de uno de los jueces más exigentes de todo el país.

¿Quién me manda a cocinarle a un chef? ¡Es prácticamente un suicidio!

—Parecen ser pasos correctos. Me alegra bastante que hayas tomado en cuenta los consejos que di en el restaurante. —Señaló el plato—. Ahora, necesito probar esto.

Sentí que mi cuerpo se tensaba completamente al verlo tomar una porción de pasta. Estaba claro que para él la situación era graciosa, su cuerpo relajado y la sonrisa socarrona en su rostro lo delataba.

Pero toda su actitud cambió una vez probó la pasta. Al principio, dudó en masticar. Luego, un ojo le pestañeó primero que el otro, y seguido a eso, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Eso me ofendió demasiado.

—Wow, esto… —Tosió—. Está curioso.

—¿Curioso? —repetí, elevando una ceja.

—¿Me puedes repetir lo que utilizaste? —Su voz sonaba más aguda de lo normal, lo cual me generaba un poco de irritación.

Comencé a enumerar los ingredientes mientras que él me miraba con una sonrisa bastante tensa.

—...sal y algunas especias.

Noté que trataba de no hablarme directamente al rostro, sino que siempre que abría su boca lo hacía en dirección opuesta a mí.

—¿Leíste esas especias o las echaste sin saber qué eran?

Fruncí el ceño.

—Mmmm.

—Mmmm —repitió él—. Esta pasta es perfecta para darte un beso en este momento. ¿Quieres que te dé uno?

No entendí a qué se refería, así que solo me acerqué a su boca y, en el momento en que la abrió, solo quise huir desesperadamente.

El alfa unió nuestros labios y el gusto a ajo me revolvió todo el estómago.

No puede ser, pensé.

Se aprovechó de la situación e introdujo su lengua en mi boca. En otro contexto, hubiese continuado encantado aquel beso, pero, definitivamente, ese no era mi mayor deseo en ese momento.

Apoyé mis manos en su pecho y lo alejé suavemente de mí. Respiré profundamente y tosí. Lo escuché soltar una carcajada.

—Le echaste ajo en cantidades industriales, amor. —Me miró con una gran sonrisa—. ¿Me quieres dar otro besito?

Lo detuve antes de que pudiera acercar sus labios a los míos.

—Ni siquiera lo intentes. —Coloqué un dedo en sus labios—. Ya entendí que está feo.

—No está feo —respondió, inmediatamente—. Solo está fuerte, ya sabes, ideal para dar besos después de comerlo.

Hice un puchero y él se rio.

—Ya, no te diste cuenta de ello, pero, si te soy honesto, puedo decir que el toque dulce que le diste a la salsa me pareció ideal.

¿Toque dulce?

Mi cara lo debe haber dicho todo, porque Jungkook abrió su boca un tanto sorprendido.

—Bueno, parece que confundiste la sal con el azúcar. No te preocupes, a todos nos pasa. —Intentó animarme, pero yo solo solté un quejido—. Ya, amor, solo fueron unos pequeños errores. Nada de otro mundo. Están ricos, me los acabaré.

Los latidos de su corazón se alteraron, así que le di un golpecito por mentirme.

—¡No me mientas!

—Bueno, no me los acabaré. Pero mira el lado positivo, ya sé que soy yo el que debe cocinar siempre.

Solté un suspiro.

—No eres gracioso.

—No intentaba sERLOO. ¡AUCH! ¿Por qué me pellizcas?

Decidió devolverme el pellizco, pero en una de mis piernas. Me reí y fue en segundos que el enojo se me pasó.

Jungkook me hizo probar la pasta y era obvio que me había mentido. Aquello sabía horrible y a medida que se enfriaba, más fuerte se sentía. Él supo cómo arreglarlo y yo solo disfruté de verlo hacer lo que tanto ama.

Se movía en la cocina de tal manera que parecía danzar. Me explicaba qué hacía, pero mi cabeza estaba más concentrada en estudiar todos sus ángulos posibles.

Cuando finalizó, colocó el plato frente a mí.

—Prueba —pidió.

Lo hice y definitivamente no existían palabras para explicar lo delicioso que cocinaba aquel alfa.

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