10
Para mi suerte, Mingyu no vivía muy lejos de la casa de Jungkook. Por ende, caminar hasta allí sólo me llevaría unos minutos. Claramente lo hice, necesitaba esos instantes de soledad para poder pensar todo lo que estaba pasando en mi vida. Nunca me gustaron los cambios y de golpe estaba transitando por miles. No me sentía feliz con ellos, pero sí extraño.
Muy extraño.
Una caminata que debería durar cinco minutos, duró quince. Por cada paso que daba, sentía como poco a poco mi corazón se iba endureciendo; por primera vez, no tenía ganas de llorar. Solo quería llegar a los brazos de Mingyu y acomodarme entre ellos, cerrar mis ojos y dormir tranquilo.
Era lo único que deseaba en ese momento, así que me esforcé por llegar rápidamente a mi destino.
Una vez llegué, me quedé parado unos cuantos segundos en la entrada, dudando si debía golpear o simplemente volver a la casa Jeon. No quería hacerlo, pero tampoco quería correr a los brazos de Mingyu como si solo se tratara de un consuelo para mí.
Él no es solo eso, pensé. Es mucho más.
Llamé a la puerta un par de veces, hasta que él me abrió y se sorprendió al verme.
—¿Jims? ¿Qué haces aquí? —preguntó, preocupado.
—Quería verte —respondí suavemente—. Hice lo que me dijiste, vine corriendo aquí para ver una película contigo.
—Oh.
Estaba confundido, podía notarlo. Él miró a la calle y, con el ceño fruncido, me hizo pasar.
—¿Quién te trajo? Hace mucho frío para que andes solo a estas horas —señaló, mientras cerraba la puerta a mis espaldas.
Dudé en si debía responder con la verdad, sin embargo, finalmente lo hice, confesé que había huido. No le podía mentir a él, ya no.
—Oh, por la luna —soltó, con un pequeño suspiro. Se me quedó mirando por varios segundos, era claro que no le gustaba lo que estaba escuchando—. Me hubieses dicho, yo te iba a buscar. No me gusta que andes solo, y menos a estas horas. ¿Por qué huiste?
No le contesté, solo me acerqué a él y me paré de puntitas de pie para besar sus labios.
—No quiero hablar de eso. Ya estoy aquí, ¿sí?
Él suspiró y asintió.
—Bien, pero avísale a tus padres que estás aquí, así se quedan tranquilos. Prepararé algo caliente para que tomes. —Dudó por unos segundos, pero finalmente terminó dándome un besito rápido.
No pude evitar sonreír y llevar mi mano a mi boca. Se sentía bien, se sentía como un pequeño recordatorio de todo lo que podría tener si olvidaba a Jungkook.
Mingyu se alejó de mí y caminó hasta la cocina. Yo colgué mi abrigo y tomé mi teléfono para enfrentar la llamada de la muerte.
Antes de marcar, me di cuenta que sería un desastre. Tenía diecinueve llamadas perdidas, no solo de mis padres, sino que también de mis hermanos y algunos Jeon.
Jungkook, como era de esperar, no estaba entre ellos.
Decidí llamar a mi padre. De alguna manera, él y yo teníamos una relación llena de confianza, y si bien era consciente de que me iba a retar, también sabía que me iba a entender.
—¿Cómo se te ocurre irte sin decir absolutamente nada? ¿Estás loco? —preguntó, alterado—. Jimin, no eres un adulto como para manejarte de esta manera. ¡Eres un cachorro aún!
—Lo siento, lo siento. No podía seguir allí, lo sabes —contesté, y él soltó un gran suspiro.
—Tu madre está como loca, Park Jimin. Estoy decepcionado de ti.
Eso se sintió como una puñalada, pero lo esperaba.
—Lo siento, papá. —Mi voz comenzaba a quebrarse—. Yo te juro que fui con una buena actitud, pero no fue suficiente. Hay cosas que me superan.
Se quedó en silencio y se me escapó un sollozo.
—Bien, mañana hablaremos. Quédate con tu amigo por esta noche, pero a primera hora te quiero en casa, ¿entendido?
Asentí como si él pudiese verme, luego me di cuenta que en realidad no podía y respondí.
—Mañana a primera hora estaré en casa. Gracias, papá.
Colgué la llamada y de inmediato le pasé mi ubicación. Como era de esperar, él solo respondió con un emoji y yo pude respirar tranquilamente.
Mingyu me miraba, apoyado desde el marco de la entrada a la cocina. Tenía una taza de chocolate caliente en sus manos y le dio un sorbo antes de preguntar si todo estaba bien.
Asentí.
—Me dejaron quedarme —dije con una sonrisa.
—Deberías haber pedido permiso antes de huir, tus padres pensarán que soy una mala influencia para ti.
Me reí.
—No lo creo, pero no te preocupes por lo que piensen ellos. No ahora.
Él soltó un suspiro y señaló con un movimiento de cabeza hacia la cocina.
—Te preparé un chocolate caliente, ven aquí.
Me levanté con esfuerzo del sofá y caminé prácticamente arrastrando mis pies hasta la cocina.
—Espero que no te moleste que estemos solos, mi abuela fue a visitar a mi tía. Ni ella ni yo esperábamos que vinieses —confesó.
—Oh. —Tomé asiento en la mesa—. No me molesta. Yo tampoco esperaba venir. —Hice silencio por unos segundos y no pude evitar reírme—. Bueno, tal vez sí lo esperaba, pero no tan rápido.
Mingyu se sentó frente a mí y me extendió un cupcake. Lo tomé y sonreí.
—Los acababa de hacer, tienes suerte. Nunca ceno, pero hoy, por alguna razón, tuve el presentimiento de que tenía que hacer algo dulce.
—¡Yo amo las cosas dulces!
Abrió sus ojos de manera amplia y contestó un pequeño «lo sé» que me hizo sentir algo extraño en el estómago.
Comí y bebí en silencio bajo su mirada. No me incomodaba, ya estaba acostumbrado a ello, pero había algo diferente esta vez. Él estaba incómodo y eso era extraño.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Mingyu se encogió de hombros y luego negó para restarle importancia.
—Solo quería preguntarte por qué estabas aquí, pero creo que me doy una idea.
—¿Te das una idea? —Mi voz sonó sorprendida y él asintió—. Vine porque quería verte, estar contigo.
—¿No porque Jungkook llevó a Haewon a esa cena? —planteó, y yo sentí cómo el aire abandonaba mis pulmones. Él notó mi reacción y no pudo evitar reír de manera un tanto decepcionada—. Ah, por qué será que me lo imaginé...
—Mingyu…
—No, no —me interrumpió—. Está bien, lo entiendo. Vienes aquí porque sientes que conmigo puedes sacarlo de tu cabeza, ¿no?
Solté el cupcake, ya iba por el tercero, y negué.
—No es así, no eres una segunda opción. Solo vine aquí porque me siento cómodo contigo.
Asintió y bajó su mirada a la taza.
—Entiendo, estás cómodo junto a mí.
Intentaba convencerse de que yo no le mentía y me dolía pensar que mis palabras no eran lo suficientemente creíbles para él.
Nos quedamos en silencio por unos segundos, y él comenzó a jugar con la taza. Ninguno decía nada, y eso estaba creando un ambiente tenso entre los dos. Luego me preguntó:
—¿Quieres que veamos una película? Estaba por ver una antes de que llegaras.
Dije que sí con mi cabeza y él no se tardó ni un segundo en levantarse.
—Iré a preparar todo, cuando termines ve para allá.
Se marchó y me quedé solo. Solté un suspiro. De golpe, había perdido el hambre. Entendía si estaba molesto, mis actitudes hacia él no siempre eran las correctas. Intentaba ponerme en su lugar y sé que yo estaría mil veces peor.
Cualquiera pensaría que yo lo utilizaba para olvidar a Jungkook, y tal vez era así.
Cerré mis ojos y cubrí mi rostro con frustración. Me levanté de la mesa y pensé que en realidad no estaba haciendo mucho para olvidar a Jungkook, solo intentaba llenar el vacío que él dejó en mí.
Así que tomé una decisión. Olvidaría a Jungkook definitivamente y nadie me iba a detener.
Caminé hasta la sala y Mingyu me esperaba sentado en el sofá. Miraba la televisión con un semblante bastante tranquilo, hasta que me sintió y sonrió de manera dulce.
—No tardaste nada —dijo, y yo dudé en seguir acercándome.
Mi lobo me rogó y me pidió que no cometiera errores de los cuales me podría llegar a arrepentir.
Pero lo vi y pensé que tal vez sería lo más puro que encontraría en mi vida. Nadie me cuidaría mejor que él, ni siquiera Jungkook, de modo que las dudas que habían en mi cabeza se esfumaron.
—¿Jims? —llamó.
Hazlo, hazlo, hazlo.
Inclinó su cabeza, confundido, y yo con pasos decididos me acerqué a él. Debía abrir mi corazón a la persona correcta y cerrarlo a aquellos que me habían dañado, ¿no?
Frunció el ceño y yo, sin vergüenza, me senté en sus piernas. No dejé que hablara ni nada, solo tomé su rostro entre mis manos y lo besé.
Por la sorpresa, él no lo correspondió de inmediato, pero cuando finalmente lo hizo mi mente se quedó en blanco. Sus labios eran suaves y sabían dulces por los cupcakes y el chocolate.
Yo amaba lo dulce y él sí que lo era. Pero ¿podría amarlo alguna vez? Esperaba que sí, en ese momento era lo que más anhelaba.
Nos separamos por aire y yo pegué mi frente a la de él.
—Nunca te usé para olvidar a Jungkook porque ni siquiera me estaba esforzando por hacerlo —confesé con completa sinceridad—. No podría usarte. Te beso porque me gustan tus labios, te abrazo porque amo tu aroma impregnado en mi nariz y te busco porque me siento seguro a tu lado. —Me quedé mirándolo por unos segundos y agregué—: Nada más necesito que sepas eso, que no te uso ni lo haré.
Pestañeó varias veces y recuerdo que me sonrió de una manera muy bonita. Echó su cabeza para atrás y rio tiernamente.
—Eres tan dulce, Park Jimin.
Ah, mi nombre sonaba tan bonito cuando él lo decía.
—Pero hazlo, úsame para olvidarlo. Esfuérzate y yo también lo haré, me encargaré de borrar cada sentimiento y herida que te haya dejado él. Voy a llenar tu mente y corazón de mi amor si me das la oportunidad de hacerlo.
«La oportunidad de hacerlo».
¿Qué significaba eso? ¿Era ser novios? Yo no me sentía listo para dar ese paso, pero sí quería que estuviera en mi mente y corazón.
No le respondí con palabras, solo me acerqué y lo besé nuevamente, pero esta vez de una manera más pasional.
Sabía que él no me iba a tocar, así que sin interrumpir el beso, tomé sus manos y las llevé a mis caderas.
—Hazlo, sácalo de mi mente —murmuré sobre sus labios—. Quítalo, lléname de ti.
Un pequeño gemido se le escapó y me di cuenta de lo que estaba desatando en él. Era lo que quería, era lo que necesitaba y él me entendió.
—¿Estás seguro? —preguntó entre besos—. Podemos esperar un poco más, no hay apuro.
—Hazlo, por favor —pedí, y desvié mis besos a sus mejillas. Llegué a su oído y le susurré—: Hazme tuyo, ¿sí? Que todos sepan que te voy a pertenecer solo a ti.
Ambos nos separamos por unos instantes, y su mirada de deseo fue reemplazada por nerviosismo. Pasó la lengua por sus labios y tragó de manera exagerada.
—Y-yo… —Se rio—. Yo nunca he estado con alguien, no quiero decepcionarte.
Yo negué rápidamente y tomé su rostro con ternura.
—Yo tampoco he tenido mi primera vez, así que no eres el único inexperto aquí —animé con una sonrisa—. Lo haremos bien, no me vas a decepcionar.
—Ah, qué vergüenza. —Me dio un beso en los labios—. Acabo de matar el momento sexy, lo siento.
Él era tan adorable. Era imposible no sentir alterado el corazón. Mingyu fue el chico más encantador que conocí en mi vida.
—Bueno, podemos recuperarlo. —Bajé mi mirada a sus labios—. ¿Qué piensas? ¿Me vas a tomar o me quedaré con las ganas?
No tardó ni un segundo en levantarse del sofá conmigo encima. Solté una risa y me aferré con fuerzas a él.
—Te daré la mejor noche de tu vida y me voy a asegurar de eso.
Mingyu me cargó hasta su habitación, y, al ser más grande que yo, mi peso no significó nada para él.
Me dejó suavemente sobre la cama y se colocó encima de mí, pero sin dejar caer su peso sobre mi cuerpo. Sus ojos no dejaban de mirar los míos, como si quisiera asegurarse de que estuviera seguro en todo momento. Pero lo estaba, quería hacerlo, así que no dudó y comenzó a repartir besos por mi rostro.
Se detuvo en mi cuello y estuvo allí por unos minutos, me olfateó y mordió suavemente. Me pregunté cómo se sentiría una marca sobre mi cuello, y por un segundo fantaseé con ella. Por mientras, los besos continuaban, pero yo quería más. Me separé un poco de Mingyu y agarré los bordes de su camiseta para comenzar a levantarla y tratar de tocar la mayor cantidad de piel que pudiera. Pude sentir que se tensaba, sin embargo, no alejó mis manos ni detuvo los besos, solo levantó los brazos y dejó que se la sacara.
Llevé mis manos a su espalda y apreté con fuerza. El deseo no paraba de incrementar. Él era tan grande y eso me resultaba fascinante. Busqué desesperadamente sus labios y lo besé con intensidad; mordía su boca y jugaba con mi lengua.
Él, al igual que yo anteriormente, llevó sus manos a mi camiseta y la levantó. Comenzó a repartir besos por mi pecho, pero se detuvo en mi clavícula. Yo agarraba su cabello y tironeaba suavemente mientras dejaba escapar pequeños gemidos…
Yoongi interrumpió mi relato.
—Sin detalles, por favor. No tengo interés en saber cómo fue tu primera vez.
Solté una risa y junté mis manos en señal de disculpa.
—Me inspiré, lo siento —contesté con las mejillas sonrojadas.
Los tres suspiraron de manera dramática.
—Debo admitir que con sus palabras se ganó hasta mi corazón. —Suspiró mi cuñado—. ¿En serio no quieres salir con él? Porque, Jimin, ese chico fue muy dulce y romántico.
Fruncí el ceño y carraspeé.
—Bueno, como les contaba…
Era mejor no responder esa pregunta. Así que decidí continuar con la memoria.
Mingyu realmente se esforzó por darme la mejor noche de mi vida, y puedo decir que lo fue. Fue tan dulce y delicado conmigo que no me arrepiento de que fuera mi primera vez en todo.
A la mañana siguiente me levanté adolorido y él se preocupó demasiado por mí. Recuerdo que lo primero que hizo fue darme un beso y preguntarme cómo me sentía.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
Estaba despeinado y hacía un esfuerzo para mantener sus ojos abiertos.
—Lo estoy —confirmé y me escondí entre sus brazos.
Él no tardó en abrazarme. Una de sus manos hacía pequeños masajes en mis caderas y espalda, trataba de aliviar mis dolores y eso me resultaba muy tierno.
No sé por cuánto tiempo estuvimos acostados —quizás una hora— cuando él me recordó que debía llevarme a casa.
—Pídele permiso a tu padre, quiero llevarte a desayunar. —Sonrió y buscó mi mano para entrelazarla con la suya—. Una cita, ¿qué opinas?
Asentí sonriendo.
—Me parece genial, pero ¿podría tomar una ducha? Debo oler extraño.
Él comenzó a olfatearme de una forma muy divertida, su respiración exagerada me hizo cosquillas y no pude evitar reír.
—No sé —susurró sobre mi cuello—. Hueles delicioso, una mezcla de tu aroma y el mío. ¿Qué más puedo desear?
Me volteé para quedar frente a frente con él y estiré mi mano para hacerle caricias en su mejilla.
—Anoche… la pasé muy bien —confesé—. Pero no puedo evitar sentirme preocupado porque…
Él asintió de inmediato y con una pequeña sonrisa me transmitió tranquilidad.
—Lo sé, por eso mismo te quiero llevar a desayunar. Pasaremos por una farmacia, estuvo mal no habernos cuidado, pero no se volverá a repetir.
Abrí mis ojos, escandalizado, e inmediatamente dije:
—No me hagas comprar nada a mí, me da vergüenza —dije, y él no pudo evitar reír.
—No te haré comprar nada, tranquilo. Yo me encargaré, ¿sí? —Me tomó por las mejillas y me dio un beso—. Siempre te cuidaré y nunca te haré hacer nada que no quieras.
Parecía sacado de un cuento. Sentía que me había vuelto loco y que mi cabeza había creado al hombre perfecto.
Miré cómo se levantó de la cama. No pude evitar analizarlo y sonreír.
Mingyu siempre fue más alto que yo por más de diez centímetros. Su piel es brillante y de un tono canela hermoso. Sus ojos son redondos y brillantes.
Me recuerda a un cachorrito, uno gigante.
Siempre anda despeinado y tiene una sonrisa traviesa, como si siempre estuviera al borde de hacer un caos y explotar en risas.
Respiré profundamente y me pregunté si me gustaba el chico frente a mí.
¿Es solo atractivo ante mis ojos o realmente me gusta?
—Ah, deja de pensar tanto —me dije, mientras cerraba mis ojos y llevaba las manos a mi cabeza—. Las cosas se darán a su tiempo, no te estreses.
Me bañé y arreglé, incluso le robé una sudadera a Mingyu. En realidad, él no se negó mucho, solo le pregunté si me la prestaba y él me la extendió con una sonrisa.
—Te la regalo.
—Tampoco así, te tienes que negar —le dije riendo, pero aún así la tomé entre mis manos y me la puse.
Él puso los ojos en blanco, luego frunció el ceño y extendió su mano.
—Me arrepentí, dámela.
—¿Qué? —pregunté entre risas.
—Ahora la quiero de nuevo, no te la voy a regalar.
Negué riéndome y agarré los bordes, mientras, halaba suavemente hacia abajo.
—No te la voy a dar —aseguré con decisión.
Intentaba sonar serio, pero la sonrisa de mi rostro no desaparecía. Entonces él se encogió de hombros y llevó la mano a su frente de manera dramática.
—Ah, lo intenté, me han robado.
Solté una carcajada y él aprovechó que aflojé el agarre para atraparme e intentar quitármela. Estuvimos por varios minutos jugando, hasta que mi padre me recordó que solo tenía permiso hasta las once del mediodía.
—Vamos, no quiero que se te haga tarde.
Pasamos por la farmacia, pero yo no me bajé del auto. Él fue e hizo todo, compró la pastilla y volvió a los minutos. Se subió al auto y se giró a verme.
—Le pregunté al señor que atendía —contó—. Me dijo que no la debes tomar seguido porque no es bueno para ti. Le dije que era la primera vez que ibas a tomarla y me dijo que lo mejor es que nos cuidemos, me ofreció métodos, pero le dije que me gustaría acompañarte al médico.
Asentí y él luego negó.
—Claro, si es que nuevamente quieres que tengamos algo. Pensaba que sería mejor si yo me cuidara, no me gusta que tomes cosas que tal vez puedan dañar tu salud, no me siento bien con el hecho de que tengas que tomar esto.
Apenas respiraba, soltaba las palabras tan rápido que apenas podía entender bien lo que decía. Extendí mi mano hasta la suya y le di un pequeño apretón.
—Hey, tranquilo. Iremos a un médico juntos, ¿sí? Ahora dame la pastilla, prefiero una bomba de hormonas que un hijo a esta edad.
Mingyu se rio y me extendió la bolsita con una botella de agua. No dudé en tomarla y me prometí que sería la primera y última vez que lo haría.
Luego fuimos a desayunar, recuerdo que sacó una foto de los dos y me preguntó si podía ponerla de perfil. Le dije que sí, no veía nada malo en ello, y él se veía muy alegre.
También puso la foto de fondo de pantalla y adoré que, luego de eso, no le prestara atención a su teléfono, sino que se mantuviera todo el tiempo atento a mí.
El día estaba siendo ideal, hasta que llegó el momento de ir a casa. Cuando llegamos, recuerdo que lo primero que vi fue el auto de los padres de Jungkook.
Mi cabeza pensó: mierda, ahora no.
—Tranquilo, tal vez no esté ahí —dijo el alfa a mi lado—. Relájate, haces que mi lobo crea que estás en peligro.
Su voz sonaba risueña, pero claramente estaba preocupado. Al pasar la noche juntos y al haberme marcado con su aroma, era normal que su lobo estuviera alerta, pero para mí resultaba un tanto extraño.
—Lo siento —me disculpé con pena—. No quiero que me haga pasar un mal momento y menos cuando la he pasado tan bien contigo.
Mingyu estiró su mano hasta mi nuca e hizo una pequeña caricia.
—No creo que lo haga, pero sabes que cualquier cosa puedes llamarme y vendré corriendo a ti. —Respiró profundamente—. Ahora ve, no quiero que tu padre me anote en su lista de los alfas más odiados.
Me acerqué a él y le di un beso en los labios.
—Con el aroma que tengo, ya tienes el primer puesto —bromeé y seguido a eso abrí la puerta—. Hablamos luego.
—Adiós, te quiero —me despidió.
Y esta vez no dudé, le sonreí y le contesté con un suave "yo también".
No le mentía, yo lo quería. Quizás no de la manera que él esperaba que lo hiciera, pero el sentimiento estaba allí. Yo realmente quería a Mingyu.
Caminé hasta la puerta y el auto aún no se iba. Él estaba esperando a que yo ingresara, así que golpeé y quien me recibió fue mi hermano, Yoongi.
Me analizó de pies a cabeza y seguido a eso se tapó la nariz.
—Hueles a sexo, hormonas y alfa. Es un asco.
—Cierra el hocico —le dije entre dientes—. ¿Quiénes están aquí? —pregunté mientras entraba a la casa.
Yoongi no dejaba de taparse la nariz, tenía el ceño fruncido y mantenía distancia de mí.
—Todos, como siempre. Es domingo, juntada familiar.
Cerré mis ojos con lentitud. Familiar…
Él no era mi familia, Jungkook no era parte de mi manada.
—Voy a subir a bañarme.
—Va a ser lo mejor, apestas y no creo que a los presentes les guste —contestó mientras caminaba a las escaleras—. Ponte un perfumito, te costará sacarte ese hedor.
Comencé a subir las escaleras con velocidad, hasta que llegué al último escalón y me encontré con Jungkook saliendo de mi habitación.
Mi cuerpo se paralizó y quise tirarme desde donde estaba al primer piso. Tenía mucha seguridad de que iba a poder enfrentarlo, pero estaba muy equivocado.
No estaba listo y nunca iba a estarlo.
Mi aroma tardó en llegarle a la nariz y por eso mismo aproveché para pasar rápido a su lado. No debía importarle y estaba seguro que tampoco lo hacía. Él estaba en pareja, no tenía por qué reclamar algo.
Pensé que lo iba a lograr, que iba a poder entrar a mi habitación sin intercambiar palabras con él, pero estaba siendo muy optimista.
Me tomó de la muñeca y dijo:
—Dime que no lo hiciste.
No respondí e intenté zafarme de su agarre.
—Jimin, por favor. Dime que no lo hiciste.
Mi lobo comenzó a alterarse y las ganas de llorar me invadieron. Tenía un aroma tan amargo y angustiante que no pude evitar sentirme afectado por él.
—Suéltame, Jungkook.
No podía ni mirarlo, mi lobo no dejaba de preguntarse qué había hecho. Me dolía el pecho, el cuerpo y toda el alma.
—No me hagas esto. No me hagas hacer esto, por favor.
—¿De qué hablas? —pregunté confundido.
—¿Por qué intentas sacar lo peor de mí? ¿Qué estás intentando hacer? —Sus ojos hicieron contacto con los míos. Estaban rojos, no estaba hablándome solo él, también lo hacía su lobo.
Entonces sentí como la puerta principal se abría y los agarres cambiaron cuando sentí la voz de Yoongi.
—Jimin, tu amigo.
Jungkook quiso bajar, pero yo lo detuve.
—No, no pienses en moverte.
—¿Por qué? —preguntó con una sonrisa—. ¿De qué tienes miedo?
Apreté su muñeca.
—Hablo en serio, no me hagas esto. Te lo estoy pidiendo.
—Solo quiero saludar a mi amigo —contestó—.
—Jungkook…
Él sacudió su mano de manera bruta y consiguió que lo soltara. Caminó hasta las escaleras y dije:
—Si le haces algo, te juro que te voy a odiar por toda mi vida.
Se detuvo y vi cómo apretó su mano con rabia.
—¿No me odias? Pensé que ya lo hacías.
No dijo nada más y bajó las escaleras rápidamente. No alcancé a dar ni dos pasos cuando sentí un escándalo horrible en la puerta.
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