09

Yoongi soltó un quejido y apretó sus puños con enojo.

—¡Qué nefasto! Encima cree que puede darte órdenes… Ese mocoso es terrorífico.

Seokjin interrumpió inmediatamente.

—Ha cambiado, se nota. Además, es claro que era así por la edad que tenía. Seguro estaba confundido con respecto a sus sentimientos y no sabía cómo lidiar con ellos —explicó con la voz quebrada.

—¿Acaso vas a abogar por él? —preguntó mi otro hermano, mientras elevaba una ceja—. Pensé que todos aquí éramos team Jimin. —Lo señaló y me miró—. Es un infiltrado, hay que sacarlo a patadas de esta habitación.

Hoseok miraba con ojos bien abiertos y no decía ni una sola palabra, solo prestaba atención.

—No está presente, alguien tiene que defenderlo. Así que sí, voy a abogar por él —respondió con decisión—. Mi cliente estaba confundido y no tengo dudas de ello.

Yoongi puso los ojos en blanco.

—Era un mocoso maldito, lo primero que hizo al besar a la chica fue mirar a Jimin. ¿Por qué hacer eso? Está claro que quería lastimarlo.

Seokjin comenzó a negar con los ojos cerrados, luego suspiró.

—Hay dos razones por las que pudo haberlo mirado. La primera es porque estaba en su papel de amigo y fue en señal de «¡No lo puedo creer! ¡Acabo de dar mi primer beso!», y la segunda posiblemente sea porque esperaba ver algún tipo de reacción en Jimin, ya sea positiva o negativa. —Se encogió de hombros.

—Yo creo que fueron ambas —opinó Hoseok—. Quizá lo hizo en «modo amigo», pero detrás tenía la esperanza de que Jimin le reclamara. Lo que claramente no esperaba era que él besara a Mingyu.

Yoongi, quien tenía los dedos enredados en el cabello de su pareja, haló suavemente y mi cuñado soltó un quejido.

—Tú tienes que estar de mi lado, no del de Seokjin.

—Lo siento, bebé. Estoy intentando ser objetivo.

Solté una risa, definitivamente se habían olvidado de que yo estaba allí y estaban teniendo un debate bastante intenso sobre los motivos del accionar de Jungkook.

—No sé por qué habrá actuado así, a veces me gustaría preguntarle y poder acabar con esa incógnita —confesé.

—Deberías hacerlo, así de paso acabas con nuestra pelea. —Respiró profundamente—. Ahora, por favor, continúa, necesito saber si te siguió hablando o se comportó como un idiota.

—¿En serio quieren seguir escuchando esta historia? —pregunté riendo y los tres no dudaron en asentir.

Miré la hora y apenas eran las tres de la tarde, llevábamos una hora y media de charla.

Suspiré.

—De acuerdo, continuemos con la historia —dije con una sonrisa—. Él en serio dejó de hablarme —comencé a contar.

Nunca pensé que sus palabras iban tan en serio. Realmente creí que sería una pelea más y que pronto estaríamos hablando de nuevo, como si nada hubiese pasado.

Pero no fue así, los días pasaban y, mientras yo esperaba que contestara mis mensajes o simplemente me mirara, él seguía con su vida.

Las cosas comenzaron a cambiar, él se empezó a transformar en una persona que no conocía y eso me lastimaba profundamente.

Él fue una constante durante toda mi vida. Jungkook estuvo a mi lado desde que éramos bebés y de golpe, por una pelea, pasó a ser un desconocido.  Pasaba junto a mí por los pasillos del instituto y me ignoraba, hacía como si no me conociera, como si no hubiéramos compartido la misma cama por años.

Me destruía, me sentía tan miserable y culpable por lo que estaba pasando que habían noches en las que me acurrucaba enfermo por el dolor.

A Jungkook no le importaba, o eso parecía. Dejó de darme galletas y comenzó a dárselas a ella. Lo peor es que lo hacía frente a mí.

Él me arrebataba una parte y se las daba como un regalo, como si aquel acto no hubiese significado nada para nosotros.

Aún recuerdo ese día como si hubiese sido ayer.

Jungkook faltó tres días al instituto luego del fin de semana consecutivo al juego de voleibol. Nadie me explicó por qué, ni siquiera él contestó a mis mensajes en los que le preguntaba preocupado si se encontraba bien.

Esa mañana llegué con la esperanza de verlo y abrazarlo. Quizás de pedirle perdón por haber sido un idiota y después hacerle prometer que nunca íbamos a pelear nuevamente de esa manera.

Nadie iba a entender lo infernal que había sido para mí estar sin él por cinco días. Sentía que me faltaba el aire y las ganas de vivir.

Seungkwan me abrazó ni bien llegó y me tomó del brazo.

—No he sabido nada de ti después del partido. Hansol me contó un par de cosas y necesito confirmar contigo si son ciertas.

Comencé a buscar entre los alumnos alguna señal de vida por parte de Jungkook, pero no había nada.

Joy me tomó del otro brazo casi de inmediato y en voz baja, pero lo suficientemente clara, preguntó:

—¿Es verdad que te besaste con Mingyu? Por favor, dime que sí.

—¡¿ENTONCES ES CIERTO?! ¡¿TE BESASTE CON MINGYU?! —gritó, escandalizado, Seungkwan.

Sentí que mis mejillas ardían de la vergüenza, pero no por el recuerdo, sino por la mirada de todos sobre nosotros.

Joy estiró su mano detrás mío y le pegó en la cabeza a nuestro amigo.

—¡No grites! No seas tan escandaloso —lo retó, luego suspiró y apoyó su cabeza en mi hombro—. ¿Entonces minimin será real? Los shippeo desde que se conocieron —confesó y yo arrugué la nariz.

¿Minimin? ¿Qué era eso? Decidí no preguntar y continué caminando hacia mi casillero. Una vez llegué, mis amigos se despidieron de mí, dejándome la amenaza de que en el receso debería contarles todo, y con lujo de detalles.

Les dije que sí, aunque aún no sabía qué iba a contarles. ¿Qué podía decirles? ¿Que besé a Mingyu por despecho? ¿Que solo quería herir a Jungkook de la misma manera que él a mí?

Me sentía fatal, ni siquiera podía mirar a Mingyu a los ojos y por eso mismo lo andaba esquivando. Fue terrible, me sentía así.

Me apoyé en el casillero y respiré profundamente, se me estaba escapando de las manos todo y no me gustaba sentirme así. Estaba hiriendo a personas que no lo merecían y todo por resentimiento, enojo y celos.

Tengo que hablar con Mingyu, tengo que ser honesto con él, pensé.

Estaba decidido a hablar con él y explicarle todo lo que había pasado. No quería que me odiara, pero tampoco podía seguir engañándolo.

En medio de esa tormenta de pensamientos, el aroma de Jungkook llegó a mi nariz y sentí mi corazón alterarse de la emoción. Mingyu desapareció de mis pensamientos y todo fue reemplazado por él.

Jungkook, Jungkook, Jungkook.

Cómo lo extrañaba.

Lo busqué y cuando lo encontré una sonrisa inconsciente apareció en mi rostro. Quise salir corriendo a su encuentro y ponerme a saltar como un cachorro emocionado. No lo hice, intenté mantener la compostura.

Él se veía extraño, tenía la mirada fría y estaba ojeroso. Su pelo estaba revuelto y su imagen no parecía tan pulcra y luminosa como era habitual.

Pasó por detrás mío y se colocó en su casillero. Como era de esperar, me ignoró y eso me hirió.

Cerré el mío y me debatí si era correcto esperarlo para hablar. Llegué a la conclusión que no tenía que permitir que pasara más tiempo, así que me quedé quieto y esperé.

Él sacó los libros de su mochila, hizo un intercambio y luego sacó una pequeña bolsa. Tenía un moño rosa y dentro una galleta.

La alegría invadió mi cuerpo, sentí como si me quitaran un peso gigante de encima y quise gritar de la paz que estaba sintiendo. Si me daba una galleta, eso significaba que todo estaba bien y que pronto volveríamos a la realidad.

Comencé a acercarme más tranquilo e incluso di un par de saltitos, estaba desesperado por llegar a su lado. Pero tuve que parar y mi alegría se vino a pique en cuestión de segundos.

Haewon apareció en la escena, se acercó a él y lo abrazó por las espaldas. Él se volteó confundido y tardó varios segundos en reaccionar, pero luego sonrió y se agachó para darle un beso en la frente.

No supe qué dijeron, pero vi cómo ella señalaba el paquete que tenía Jungkook entre sus manos.

Mi lobo gritaba: no, no, no, por favor, no.

Pensé en salir corriendo para no ver aquello que seguramente me rompería el corazón, pero me quedé. Estaba nuevamente congelado mirando una escena que no podría quitar de mi cabeza por años.

Él se la extendió y ella tomó la galleta con una sonrisa. Quise ir y quitársela, decirle que era mía porque seguro era de coco y ese era mi aroma.

Quise ir a gritarle a él y preguntarle quién se creía para arrebatarme una parte de mí y entregársela a ella.

Muchas cosas podría haber hecho, demasiadas, pero solo me quedé callado mirando aquello.

Haewon lo abrazó y él le correspondió. Entonces mi aroma comenzó a delatarme, tanto que la gente a mi alrededor se me quedaba viendo confundida. Jungkook se volteó, porque me sintió, estoy seguro que lo hizo, y al conectar nuestras miradas le dije todo.

No quería saber nada más de él.

Me volteé y lo primero que vi fue a Mingyu, tenía su mochila colgada en su hombro y su mirada me decía que había comprendido todo.

Suspiró y se acercó a mí, colocó su mano sobre mi cabeza y revolvió mi cabello.

—Vamos, te acompaño a tu salón —dijo.

No me iba a acompañar a mi salón, se iba a escapar conmigo para abrazarme mientras yo lloraba como un condenado.

Pero Jungkook no podía saberlo.

Mi relato fue interrumpido por las lágrimas que caían por las mejillas de Yoongi. No pude evitar preocuparme y preguntar:

—¿Estás bien?

Él las limpió rápidamente.

—Ah, lo siento, me imaginé a este idiota haciendo algo similar. —Sorbió por su nariz y Hoseok inmediatamente le extendió un pañuelito—. Súmale las hormonas del embarazo y obtendrás a un omega que se ve como yo —soltó y seguido a eso le dio un golpe a mi cuñado—. Es tu culpa que esté así.

Hoseok se rio y, al igual que mis hermanos, se limpió las lágrimas. Luego enterró su nariz en el vientre de mi hermano y la restregó emanando un aroma de felicidad y tristeza al mismo tiempo.

Logré deprimir a mis familiares, increíble.

—De verdad es un idiota —murmuró con pena—. Dime que no estás pensando en darle una oportunidad después de todo el daño que te ha hecho.

Me quedé mirando a mi cuñado y abrí mis ojos de manera amplia. Aquellas palabras me tomaron por sorpresa y, a pesar de que no tenía intenciones de hacerlo, contesté y obtuve una respuesta inmediata de su parte.

Los tres comenzaron a sacudir su cabeza mientras yo asentía.

—¿Sabes quién no estaría orgullosa de esto? —preguntó Yoongi. Yo sostuve su mirada y él agregó—: Taylor…

Solté una carcajada y simplemente me encogí de hombros.

Sabía que iba a decir eso, no esperaba menos de mi hermano mayor.

—Muchas veces lo he pensado, pero hay otras en las que me pongo a pensar que tan solo éramos niños y no sabíamos manejar nuestros sentimientos —expliqué—. Sé que no es excusa para todo el daño que nos hicimos, pero aún así creo que debería darle la oportunidad de al menos explicar qué pasaba por su cabeza.

—Explicar, sí, pero darle una oportunidad de algo más, no —dijo Seokjin y luego suspiró—. Es muy difícil abogar por alguien que mete demasiado la pata.

—Recuérdenme nunca contratarlo como abogado si se rinde así de rápido —pidió Hoba en voz bajita y ninguno pudo evitar reírse.

Eso hicimos por un buen rato y, de alguna manera, nos ayudó a liberar la tensión que había en nuestros cuerpos, hasta que uno de ellos decidió preguntar qué había pasado con Mingyu y yo tuve que explicar.

—Él se portó muy bien conmigo. Fue, literalmente, un ángel. Ese día se escapó junto a mí, recuerdo que me abrazó y me prometió que algún día dejaría de doler. —Chasqueé la lengua—. A pesar de todo el daño que le hice, él nunca dejó de ser una buena persona.

—Esa es la señal, hermano mío. Cuando un hombre es bueno en todos los aspectos de su vida, ahí es donde debes quedarte.

Arrugué la nariz ante las palabras de Yoongi y me encogí de hombros.

—Supongo que sí, pero créeme que tuve muchas oportunidades de estar con él y Jungkook nunca me dejó. Ya sea porque se metía o porque no abandonaba mi mente. —Me tiré hacia atrás y caí de espaldas en la cama—. No sé cómo explicar lo que me pasaba, pero, a pesar de que él era perfecto, yo extrañaba la imperfección que había en mi relación con Jungkook.

»Él nunca estaba de acuerdo conmigo y siempre me llevaba la contra. Me peleaba, y no dejaba de hacerlo hasta que uno demostrara qué tan equivocado estaba el otro. Siempre que pasaba detrás de mí me pellizcaba, halaba mi cabello o me hacía cosquillas. Era tan molesto que me llegaba a enojar, pero al final siempre me sonreía o me guiñaba un ojo.

Cerré mis ojos y solté un gran suspiro.

—Nada le iba a ganar a eso —murmuré muy bajito, pero ellos aun así me escucharon.

—¿Eso significa que nunca fuiste novio de Mingyu? —preguntó Hoseok.

A lo que Seokjin rápidamente respondió:

—¡Sí lo fue! Recuerdo que un día llegó apestando a él y Jungkook se volvió loco. Fue todo bastante dramático.

Mi cuñado aplaudió y sentí cómo me señalaba.

—¡Lo recuerdo! Yoon me había invitado a su casa y Jimin llegó oliendo a un alfa. ¿Era él? —No me hizo falta ver para saber que mis hermanos estaban asintiendo—. Oh. Bueno, debe haber sido un golpe muy fuerte para Jungkook no ser tu primera vez en nada, ¿no?

Yoongi se rio de manera exagerada y yo me senté.

—Yo necesito saber cómo llegaron a esa escena de telenovela. Jungkook reaccionó incluso peor que papá —recordó, mientras que yo me cubría el rostro, avergonzado.

—Ah, primero es importante que conozcan el contexto de todo lo que ocurrió durante esos meses.

No contestaron, solo me miraron atentos y me reí.

—Bueno, para ese momento, Jungkook y yo ya no hablábamos.

Luego de ver cómo me arrebataba una parte de mí para entregársela a su novia, sentí que me estaba abandonando y, a la vez, traicionando. No quería saber nada con él, me encargué de alejarme completamente.

Dejé de sentarme con él en clase y tomé el lugar que iba al lado de Mingyu. Ya no almorzaba junto a él y, por supuesto, se encargó de que sus amigos dejaran de lado a mi nueva dupla también.

Jungkook se encargó de aislarnos de todos aquellos que eran nuestros amigos solo porque estaba enojado conmigo. Joy incluso dejó a su novio por comportarse como un idiota con Mingyu.

Ella en serio estaba furiosa con todos.

—Si va a comportarse como un cachorro y dejarse manipular tan fácilmente, no lo quiero a mi lado —me dijo ella, mientras se sentaba frente a nosotros dos—. Que se jodan todos.

Seungkwan cada tanto tomaba un lugar junto a nosotros, pero tarde o temprano siempre nos ganaba Hansol y, por ende, Jungkook.

Éramos los tres contra el mundo, sobre todo Mingyu y yo, quienes éramos las víctimas de los rechazos del alfa de la manada de idiotas. De alguna manera, eso logró unirnos más. Pasábamos tanto tiempo juntos que llegué a conocerlo muy bien y, a su vez, él a mí.

Mingyu siempre fue hijo único y sus padres no estaban muy presentes en su vida, pero su abuelita sí, y ella se encargó de cuidarlo. Siempre nos juntábamos en el parque, él amaba jugar a la pelota conmigo y generalmente me dejaba ganar.

No puedo decir que me enamoré de él, si lo digo sería mentira y no me parece justo engañar a nadie, pero sí puedo admitir que se volvió alguien sumamente importante para mí.

No sé en qué momento mi mente se llenó de él, y por cada cosa que ocurría en mi vida, yo necesitaba recurrir a Mingyu. A pesar de que habíamos aclarado de que entre nosotros no había más que una amistad, los besos comenzaron a formar parte de ella.

Yo fui el que los incorporó, y aunque al principio se mostró preocupado por ellos, finalmente terminó cediendo. Claro que estos siempre fueron en privado y cuando nadie nos miraba.

—Este es el último —murmuraba sobre mis labios—. Hablo en serio.

No lo hacía, porque luego de ese, él era el que daba el siguiente.

Me gustaba que lo hiciera, pero me encantaba más cuando me miraba luego de dármelos y cómo me abrazaba para esconderse. Los meses pasaron así, él nunca me insinuó algo más y me gustaba cómo me respetaba.

Cualquier otro alfa se hubiese aprovechado, me hubiese tocado un poco más, y quién sabe si no me habría querido convencer de llevar todo a otro nivel, pero él nunca fue así. Sus manos siempre se detenían en mi cintura y no viajaban a ningún otro lugar.

Había días donde apretaba suavemente mi piel y se separaba un poco de mí para respirar profundamente. Cerraba sus ojos y apoyaba su frente con la mía, entonces lo veía sonreír y me preguntaba cómo habíamos llegado a eso.

El invierno llegó, y con él las constantes cenas «familiares» que solo servían para mortificarme. Nos sentábamos en la misma mesa con Jungkook, y aunque nos mirábamos, hacíamos como si el otro no existiera. Fue así durante meses, hasta que él tomó una pésima decisión.

La llevó.

Ese día no vi a Mingyu, pero sí estuvimos hablando durante toda la mañana.

—Cualquier cosa te vienes corriendo a mi casa y vemos una película juntos —dijo, y lo conocía lo suficiente para saber que estaba sonriendo.

—Ah, muy posiblemente corra ni bien tenga la oportunidad —murmuré, y sentí la mirada de mi padre, quien me observaba por el espejo retrovisor—. Luego hablamos, cuídate y no te diviertas demasiado sin mí. 

—Eso es imposible, te quiero.

Dudé y él inmediatamente dijo:

—No hace falta que lo digas, lo sabes.

—Lo sé —contesté y suspiré—. Tú sabes que también lo hago, eres alguien a quien aprecio mucho en mi vida.

Él se rio y finalizó la conversación con un dulce «luego hablamos».

Cuando colgué la llamada, me apoyé en la ventana y me quedé pensando en si algún día podría olvidar a Jungkook. En serio lo deseaba, incluso había noches en donde lloraba desconsolado y le rogaba a la luna que me quitara el dolor.

Quería enamorarme de Mingyu, quería olvidar a Jungkook, pero nada de eso ocurría.

—Jiminie, baja de las nubes —llamó mi padre y, al verlo, le sonreí—. ¿En dónde andas?

Incliné mi cabeza y me encogí de hombros. No sabía qué debía contestarle. No existía respuesta correcta para eso.

Abrí mi boca y dudé, pero finalmente terminé mintiendo.

—Pensaba en qué vamos a cenar.

Mi padre sonrió, me conocía mejor que nadie y comprendía que no quería decirle lo que me pasaba por la cabeza. Tanto mi padre como mi madre habían notado mi distancia de Jungkook, pero, aunque estaban preocupados, no habían logrado sacarme ni una sola palabra.

Y tampoco lo harían.

Cuando llegamos a la casa de los Jeon, la mayoría estaban reunidos en la sala. La primera en recibirnos fue la madre de Jungkook, quien me abrazó con cariño.

—En la cocina está Kookie, por si quieres ir a saludarlo.

Sonreí y lo primero que pensé fue que en realidad no tenía ningún deseo de hacerlo, pero no podía decir eso, y mucho menos ser tan inmaduro y no ir a saludarlo. Una vez terminé de saludar a todos, me encaminé hasta la cocina.

A diferencia de la casa en la playa, esta era más pequeña y una pizca más hogareña, ya que los Jeon pasaban la mayor parte del año aquí y la otra solo era una casa para las vacaciones.

Escuchaba la charla de los mayores en la sala y mis pies arrastrándose con pereza en dirección a la cocina, lugar en el que se encontraba el alfa que hasta hace unos cuantos meses había sido mi mejor amigo en el mundo.

Estaba a tan solo unos pasos cuando sentí un extraño aroma llegar a mi nariz. Mi lobo me dijo que volviese a la sala y me quedara allí hasta que sea hora de marcharnos, pero mi parte humana insistió y continué hasta llegar a la entrada.

Si tan solo le hubiese hecho caso a mi lobo…

Haewon estaba sentada en la mesada de la cocina, sus piernas envolvían las caderas de Jungkook y ambos parecían tener la conversación más tonta posible.

Con los dedos manchados de harina, Jungkook le tocó la nariz y ella se rio.

—¡No! —se quejó con aegyo—. Tengo que verme bien para tu familia, tonto.

Él se rio y la abrazó.

—Siempre te ves bien, eres la más hermosa del mundo.

Mi mandíbula se tensó y miles de cosas pasaron por mi cabeza, ninguna fue buena. ¿Qué se hacía en una situación así? ¿Qué se hace cuando ves al amor de tu vida ser feliz con otra persona?

Jungkook apoyó su barbilla en su hombro y fijó su mirada en mí. Él sabía que yo estaba ahí, y no le importaba en absoluto.

Se alejó unos centímetros y le dijo que la amaba, luego la besó. Lo estaba haciendo a propósito, lo sabía, él quería lastimarme y lo estaba consiguiendo.

Fue un beso de unos segundos, y, al terminarlo, hizo lo mismo que la primera vez. Me miró fijamente y yo solo me giré para caminar en dirección a la puerta de salida.

Ese no era mi lugar.

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