06
Jungkook me cocinaba diariamente galletas. Desde que descubrió la similitud que tenían con mi aroma, nunca pasó un día sin que no me regalara una.
Bueno, nunca durante un par de años.
Siempre que llegaba a la escuela, él me esperaba al lado de mi casillero. Me saludaba con un pequeño beso en la frente y me entregaba una pequeña bolsa con un moño azul.
—Galletas, las hice anoche. Te traje un par a ti, sé que las amas.
Siempre decía lo mismo.
Me encantaba, honestamente yo amaba ese detalle. Que se tomara el tiempo de hacerlas, e incluso de envolverlas, me hacía sentir adorado, y que fuera él quien lo hiciese era aún mejor.
Durante mucho tiempo no comprendí por qué hacía eso para mí, pero parecía ser el único, porque todos veían las supuestas razones. Un día, en una cena familiar, aquella molestia que se tomaba mi mejor amigo conmigo se volvió el tema principal.
Ninguno de los dos la pasó muy bien.
—No sé, no es malo, pero sí es extraño —comentó Yoongi, con el ceño fruncido—. Hay algo en él que me inquieta, y odio sentirme así.
La conversación en ese momento se centraba en Yoongi y el chico que conoció por medio de Jihyo, Hoseok. Poco sabía de por qué era tan trascendental la existencia de ese chico en la vida de mi hermano mayor, pero todos lo molestaban con él.
—¿Algo que te inquieta? —repitió Hyejin, con una gran sonrisa llena de picardía—. Más bien diría que te encanta, por eso te pones así.
Todos en la mesa comenzaron a reírse, exceptuando por Yoongi y por mí. Podía notar su incomodidad ante esa clase de comentarios y no podía ser parte de ellos.
—No digo que sea desagradable, es solo que es muy expresivo en cuanto a sus pensamientos y emociones. Eso es extraño para mí —agregó en voz baja.
Jihyo sonrió y colocó una mano en su brazo con delicadeza.
—Todos somos diferentes y está bien serlo. Tal vez, si lo conoces más, podrías llegar a comprenderlo, ¿no?
Mi hermano arrugó su nariz y continuó comiendo sin contestar a la sugerencia de su mejor amiga.
Era evidente que prefería acabar el tema allí y nadie lo iba a continuar si él comenzaba a ignorarlos. Yoongi era un experto en ignorar ese tipo de conversaciones y eso era increíble.
—Ah, si siguen así nunca tendré nietos. Mi única esperanza es mi pequeño Jiminie —comentó mi padre y yo levanté mi rostro para mirarlo ante la mención de mi nombre.
Todos prestaron atención a mi reacción y, por supuesto, también la de mi mejor amigo. Este estaba sentado a mi lado, lo más pegado a mí posible. Nuestras familias se admiraban de lo unidos que éramos y tratar de separarnos era un completo reto.
Jungkook y yo pasábamos la mayor parte del día juntos. No solo por la escuela sino también porque estábamos constantemente en la casa del otro. De los siete días de la semana, al menos cuatro dormíamos juntos, y es que nadie podía comprender el dolor que sentíamos al separarnos.
Éramos de vital importancia el uno para el otro y nadie nunca nos iba a entender.
—Jimin es pequeño aún, es mejor no meter esas ideas en su cabeza —opinó Seokjin—. Además, tanto Yoongi como yo también lo somos, y que ahora no tengamos deseos de ser padres no significa que en un futuro siga siendo así.
Muchos comenzaron a opinar sobre aquel comentario, principalmente Hyejin y Jihyo que estaban de acuerdo con mi hermano. Por otro lado, el ambiente comenzó a volverse más tenso y yo pude identificar inmediatamente el por qué.
Jungkook apretó suavemente su puño y hubo un leve cambio en su aroma. Tenía su mirada fija en alguien y, cuando lo noté, solté un suspiro.
Taehyung, quién estaba sentado frente a él, levantaba sus cejas de manera juguetona para molestarlo. Tenía una mirada traviesa y parecía muy dispuesto a fastidiar a su hermano menor.
—Jiminie seguro tendrá muchos cachorritos —soltó con una sonrisa Taehyung—. Y seguro que todos serán tan bonitos como él.
Me sentí avergonzado ante ese comentario y quise correr a esconderme, no me gustaba que hablaran de mí. Odiaba ser el centro de atención en las comidas familiares y ahora Taehyung se había encargado de dirigirla toda hacia mí.
Algunos de los adultos rieron, Yoongi y Seokjin hicieron una mueca, pero nadie estaba tan furioso como el alfa a mi lado.
—¡Deja de decir eso, idiota! Mimi es pequeño, no puede tener cachorritos porque él es uno también —soltó enojado Jungkook.
—Duh, eso lo sabemos. Pero cuando sea grande los tendrá —contestó con burla—. Ya quiero conocer al alfa que sea el papá de sus bebés.
—Mimi no tendrá ningún alfa. Ninguno es lo suficientemente increíble para él.
Taehyung lanzó una carcajada y comenzó a aplaudir de manera escandalosa.
—Ah, se me olvida que hasta lo marcas con tu aroma. El pequeño Jungkookie está enamorado de su Mimi.
Mi estómago se revolvió y Jungkook abrió sus ojos aterrado.
—¡ES MI MEJOR AMIGO! NO DIGAS ESAS COSAS.
Para Jungkook, yo siempre había sido su mejor amigo y esa clase de comentarios comenzó a crear dudas en su interior. Fue como sembrar una pequeña semilla de inseguridad que poco a poco comenzó a germinar y que, de alguna manera, terminó condicionando nuestra relación.
—Yo nunca me fijaría en él, es mi amigo y prometí serlo por siempre.
Ah, aún recuerdo esas palabras, porque a pesar de ser niños estas marcaron algo en mí.
Taehyung continuó molestando, mientras que yo no dejaba de pensar en aquellas seis palabras. Nunca me había detenido a meditar sobre Jungkook como un alfa. Estaba tan acostumbrado a su aroma y a su presencia en mi vida, que no lo veía como una potencial pareja, pero la realidad es que un niño rara vez piensa en ello.
Mientras él seguía peleando por nuestra amistad, lo miré y me pregunté si durante toda nuestra vida seríamos solo mejores amigos. La idea me entusiasmó, pero también sonó decepcionante.
No entendí el porqué.
Él estaba tan seguro que sería así. Ante sus ojos, la idea de que él y yo fuéramos pareja era descabellada e, incluso, muy extraña. Nadie se daba cuenta de lo mucho que le molestaban esa clase de comentarios a Jungkook.
Y aunque nadie lo crea, esa pequeña pelea entre hermanos desató algunas consecuencias en nuestra relación.
Las cosas comenzaron a cambiar lentamente entre nosotros. No de manera repentina, sino que progresivamente nuestra relación se terminó dañando tanto que llegamos al estado actual.
La pelea entre Taehyung y Jungkook comenzó una serie de comentarios que provocaron el primer síntoma.
Los límites.
Él y yo no teníamos ningún tipo de límites. Darnos besitos en el rostro, dormir abrazados, tomarnos de la mano e incluso hacer pequeñas marcas de aroma en el otro. No veíamos dobles intenciones porque, para nosotros, eso no existía.
Jungkook era sumamente protector conmigo y todos lo notaban, inclusive yo.
Unos días después de la pequeña pelea entre hermanos, mi mejor amigo se peleó con un compañero porque había intentado abrazarme, y nuestras madres se enteraron. Luego de habernos ido a buscar a la escuela, él y yo estuvimos jugando en la sala, mientras que ellas charlaban en la cocina.
Estábamos sentados en el piso, mis piernas estaban sobre las suyas y ambos nos reíamos mientras intentábamos ganarle al otro en el videojuego.
—¡Eres terrible, Jiminie! —soltó, con una gran sonrisa.
En la pantalla apareció un gran cartel que decía «GAME OVER» y mostraba como ganador a mi compañero. No pude evitar hacer un puchero al ser derrotado y él, sin dejar de reírse, se acercó a mí para darme un pequeño beso en la frente.
Como amaba esos besos, nunca recordé con exactitud en qué momento de nuestra vida comenzó a dármelos, pero sí sé que durante mucho tiempo fueron esenciales para mí. Era algo delicado y natural, cualquiera que lo viese notaba que le salía del corazón y como una pequeña muestra de su amor. Me hacía sentir tan diminuto y adorado.
—La próxima ganarás, lo prometo.
Sonreí, sabiendo que sería verdad porque cuando él me prometía algo, siempre lo cumplía.
Me bajé del sofá y me estiré.
—Tengo hambre. ¿Vamos a buscar algo para comer? —pregunté.
Él no dudó en acceder, así que, después de poner el juego en pausa, se dispuso a ir conmigo a la cocina.
Antes de poder entrar, la conversación de nuestras madres nos detuvo. Sabíamos que estaba mal escuchar, pero de lo que hablaban llamó demasiado nuestra atención, y no para bien.
—Es que son pequeños, aún no se dan cuenta de lo que sienten el uno por el otro —expuso mi madre. Su voz sonaba de manera entusiasta, como si le alegrara el poder decir eso—. Jungkook va a ser un alfa tan increíble, no puedo esperar a que sea mi yerno.
La señora Jeon comenzó a reírse y escuchamos unos pequeños aplausos.
—Son tan bellos juntos. Me emociona saber de qué manera se darán cuenta que están enamorados. Mi padre siempre hablaba de la existencia de los destinados, y si bien no creo demasiado en eso, sí creo en que sus lobitos se han escogido. —Suspiró—. Ay, amiga mía. Después de tanto tiempo, nuestras familias van a ser una.
Esos comentarios no causaron demasiado en mí. Era verdad que no me fascinaba la idea, pero tampoco la odiaba. No me podía horrorizar de algo que ni siquiera me había detenido a pensar demasiado. Pero Jungkook sí podía.
Su aroma se amargó de inmediato y no pude evitar mirarlo. Sus mejillas estaban rojas, su pelo se había erizado y sus ojos cambiaban constantemente de color; pasaban de rojos a marrones, demostrando su incomodidad ante aquellos comentarios.
—¿Kookie? —llamé y extendí mi mano para tomar la suya.
Apenas pude sostenerla por unos segundos porque él se exaltó y no dudó en apartarla rápidamente.
—Estoy bien —contestó, llevándose la mano al cabello—. Busquemos algo para comer.
Sin más que decir, se metió a la cocina, interrumpiendo sin culpa la conversación de nuestras madres. Por mientras, yo me quedé atrás. Mi mano comenzó a doler y nunca entendí el porqué.
Solté un suspiro y me tiré en la cama. Sungwoon aún seguía convenciéndome de que los recuerdos no debían afectar mi presente y yo no sabía cómo explicarle lo difícil que era eso para mí.
—Yo entiendo que se hayan lastimado mucho —comentó, mientras lo escuchaba teclear en su laptop—, pero debes pensar que ya quedó en el pasado, y si te pidió disculpas, ¿qué más esperas?
Buena pregunta. ¿Qué más esperaba? Sabía que sus disculpas eran sinceras, pero ni siquiera habíamos aclarado todo lo que ocurrió en el pasado.
Le expliqué eso a mi mejor amigo. Al escuchar mis palabras, él soltó un suspiro.
—El otro día me comentaste que no te sentías listo para tal conversación. ¿Eso ha cambiado?
—No lo sé —contesté de forma honesta—. Sé que debemos hablar, pero no tengo idea de cuándo será el momento adecuado. Tengo miedo de todo lo que pueda salir de esa charla.
Sungwoon respiró profundamente y se escuchó como dejó de teclear.
—Es normal que tengas miedo, pero intenta ser positivo. Quién sabe y terminas sacándote todas las dudas que te atormentan.
Me quedé en silencio, mirando el techo de la habitación.
En un poco más de una semana se cumpliría un mes en esta casa, y si bien habíamos mejorado nuestra relación con Jungkook, aún teníamos varias diferencias.
Es verdad que últimamente no hacía otra cosa más que ignorarlo, pero no podía actuar como si todo estuviera bien, mucho menos ante sus claras insinuaciones sobre ser algo más. En mi adolescencia hubiese matado por su atención romántica, pero ahora, por algún motivo extraño, me dolía.
Tal vez hablando podría aclarar un poco la confusión que tenía, ¿pero quién sabía eso con exactitud?
Estaba tan sumido en mis pensamientos que ni siquiera escuché cuando mi mejor amigo continuó hablando.
—¡Jimin, presta atención! —soltó, al notarlo—. Es algo importante de lo que te estoy hablando.
Agité mi cabeza y me senté en la cama.
—Sí, lo siento. Repite nuevamente.
Sin abandonar su carisma natural, Sungwoon volvió a repetir su pregunta, y, en ese instante, sentí el corazón en la garganta.
—Sé que tu cabecita ahora está en el mundo Jungkook, y amo la novela, pero ¿cómo vas con el proyecto? Recuerda que tenemos hasta el viernes para presentar la planificación.
Me puse de pie, exaltado.
—¡¿El viernes?!
—Sí, Jimin, el viernes. Te lo vengo repitiendo hace días. ¿Acaso me escuchas alguna vez? —reclamó.
Los días estaban pasando tan rápido que ni siquiera me percaté de los tiempos que tenía para el proyecto final. Últimamente me la pasaba tanto tiempo con mi familia que en lo último que me había detenido a pensar era en la universidad.
Terrible error, pensé.
—Ando en otro mundo —confesé, un poco nervioso—. Tengo tres días para terminar la planificación. Quiero morir.
—¿No tenías algo armado? Pensé que sí.
—La idea y también algunos bocetos. Confié en que haría todo rápido. ¡Ah, soy un idiota! —solté una risa molesta.
—Es mejor que comiences ahora, amigo. No sigas perdiendo más tiempo.
Park Jimin… Todo a último momento. No cambiaras nunca, ¿verdad?
Luego de colgar la llamada con Sungwoon, tomé mi laptop y mis apuntes y bajé lo más rápido que pude las escaleras.
Necesitaba avanzar con ese proyecto lo más rápido posible. No podía creer lo rápido que se me había pasado el tiempo, y mucho menos lo distraído que fui como para olvidar algo tan importante.
Al llegar al primer piso, vi a todos en la puerta de la casa. Yoongi fue el primero en señalarme y suspirar.
—Hace diez minutos que te estamos llamando —señaló, mientras llevaba la mano a su vientre de manera instintiva—. Vamos a ir a comer algo afuera y espero que no lo hayas olvidado.
Cerré mis ojos con lentitud.
—Cierto, la cena en el restaurante —me recordé a mi mismo en un susurro.
Hace unos días, luego de ser el primero en enterarme del embarazo de mi hermano, este me comentó que planeaba dar el anuncio en una cena familiar.
La idea era que todos estuviéramos presentes, pero con el poco tiempo que tenía no podía darme ese lujo. Tomé a Yoongi de la muñeca y lo arrastré lejos de la mirada de todos.
Tardé varios segundos en reunir la suficiente valentía para explicarle lo que sucedía a mi hermano.
—Sé que es un momento importante y créeme que odio hacer esto más que nadie.
Yoongi puso los ojos en blanco.
—¿Qué pasó ahora? —preguntó, con poco humor.
—Tengo que terminar mi proyecto final —solté rápidamente, sin siquiera respirar.
Cerré mis ojos con fuerza, esperando, tal vez, una patada de parte de mi hermano mayor, pero solo chasqueó su lengua.
—Entonces, ¿te vas a quedar? —preguntó. Había un pequeño desánimo en su voz y no voy a negar que eso me hizo sentir culpable.
Abrí un solo ojo y asentí. Tenía miedo de que se molestara por perderme un anuncio tan importante, así que le expliqué rápidamente las razones.
—Sé que puede sonar como una excusa barata, pero, Yoon, es el último trabajo que debo presentar para, por fin, recibirme.
En mi voz se notó la esperanza y la veracidad de lo que estaba comentado. Yoongi se me quedó mirando por varios segundos, posiblemente en su cabeza me estuviese insultando de mil maneras, pero me sentí en paz cuando asintió con una pequeña mueca.
—Lo entiendo, es importante.
Lo interrumpí y aclaré:
—La cena también es importante para mí, pero si no apruebo ese proyecto…
Agitó sus manos y asintió.
—Sí, sí, yo entiendo. No te angusties, ya pasé por eso —dijo, y luego se cruzó de brazos—. Pero quiero que sepas que le debes un regalo gigante a tu sobrino, y, una vez que seas arquitecto, diseñarás toda mi casa sin cobrarme un centavo.
Sonreí y tuve el impulso de abrazarlo, pero él me detuvo mucho antes.
—Sin muestras físicas de amor, por favor.
Solté una risa y mi hermano mayor extendió su mano para desordenar mi cabello.
—Te perderás la escena dramática que harán nuestros padres, eso sí que es triste.
A los segundos apareció Hoseok, insistiendo en que se haría tarde si seguíamos conversando. Yoongi me señaló la cocina con la cabeza y entendí de inmediato.
Fui en esa dirección, mientras escuchaba cómo mi hermano explicaba a todos que por razones estudiantiles no podría asistir a la cena. Muchos se quejaron, pero escuché la voz de Jungkook.
—¿Se quedará solo aquí?
Decidí no seguir escuchando y tomé asiento en los bancos del desayunador. Abrí la laptop y comencé a revisar mis apuntes, mientras, esperaba que se iniciara sesión.
Pasaron unos cuantos minutos, tal vez dos o tres, cuando escuché la puerta principal abrirse nuevamente.
Posiblemente alguien se olvidó de algo, pensé.
Segundos más tarde, Jungkook ingresó a la cocina. Tomó el delantal y se lo colocó bajó mi atención.
—¿Qué haces? —pregunté, claramente confundido.
—Voy a cocinar algo para que cenemos —explicó.
Fruncí el ceño y repetí:
—¿Para que cenemos? —Él asintió en respuesta—. ¿No vas a ir con ellos?
Jungkook negó.
—Ya me enteré de la noticia e incluso les di mis felicitaciones —contó. Caminó hasta la heladera y la abrió—. De igual manera, le pregunté a tu hermano si no se ofendía y me dijo que prefería que me quedara aquí contigo.
Suspiré. Yoongi siempre hace de las suyas… Esta era su venganza, ¿no?
—No hacía falta que lo hicieras —murmuré. Jungkook se volteó y me sonrió.
—Sé que no hacía falta —contestó—. Pero quería hacerlo. Además, no hay peor cosa que estudiar con hambre, y yo no puedo permitir que eso te pase.
Sonreí y simplemente volví mi atención a la pantalla de la laptop. Jungkook, ante mi silencio, no dijo más y se puso a cocinar.
Esos detalles eran muy tiernos de su parte y yo no sabía cómo reaccionar ante ellos. ¿Qué podía hacer? ¿Decirle gracias? ¿Enojarme? ¡Agh! Ni siquiera sé cómo agradecerle que se haya tomado la molestia de hacerme compañía.
—Cuéntame, ¿de qué es el proyecto? —preguntó, llamando mi atención.
Miré los bocetos sobre la mesa y me quedé por unos instantes pensando.
—Es el trabajo final de la carrera —expliqué—. Tengo que crear un proyecto de arquitectura o urbanismo que resuelva una de las problemáticas que se plantearon en un seminario.
Jungkook asintió y me miró con curiosidad.
—¿Qué problemática elegiste?
—El impacto ambiental de la Arquitectura —contesté—. Fue uno de los temas que llamó más mi atención y decidí seleccionarlo como mi trabajo final.
Él me miró con una sonrisa y coincidió conmigo en que sonaba interesante.
—Si puedes y te sirve, cuéntame un poco del proyecto que tienes en mente. Me gustaría saber más acerca de él.
Sentí algo extraño en mi pecho y me acomodé en mi asiento.
—¿Seguro? —pregunté, y él asintió—. Bueno, tal vez es algo cliché, pero mi idea es utilizar energía solar para la construcción.
Él abrió el paquete de harina y se apoyó en la mesada para prestar atención a mi explicación.
No dejé de hablar ni un segundo y él no dejó de escucharme en ningún momento. Preguntaba y yo le respondía.
Hizo pizzas para cenar. Cuando estuvieron listas, sirvió y nos acomodamos para comer.
—¿Solo debes presentar los planos y la idea del proyecto? —preguntó, y se llevó una porción de pizza a la boca.
Negué y, antes de contestar, bebí de mi vaso.
—Además de los planos y un informe, también debo presentar una maqueta con la idea. La fecha límite para la planificación es el viernes y después tengo un mes para terminar la maqueta.
—¿Cuándo comenzarás a hacerla? Si quieres puedo ayudarte.
Sonreí y asentí.
—Serás el encargado de mantenerme alimentado, mientras, yo hago el trabajo pesado.
De inmediato extendió su mano y yo la tomé, riendo.
—Me parece un trato justo. —Me dio un pequeño apretón—. Podemos repetir esto todas las noches hasta que termines con tu proyecto.
Sonreí y miré nuestras manos que aún estaban unidas. Jungkook acariciaba mi mano con su pulgar, y lo hacía con tanto cariño que no pude evitar suspirar.
Me encantaba la sensación de nuestras manos unidas. Tal vez era la intimidad del momento que, con tan solo un toque, podía sentir nuestras almas conectadas de una manera especial.
Lo solté y me acomodé nuevamente en mi lugar.
—Me gusta la idea, cuento con tu compañía.
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