02.

Aún me sentía sumamente irritado. Jungkook lograba sacar lo peor de mí, y no solo estaba furioso con él, sino también con mi hermano.

Antes de subir con mis cosas a la habitación que me tocaba, noté que Jungkook tenía su mirada cargada de gracia puesta en mí. Mi comentario no le había afectado lo suficiente para que no pudiese ni mirarme a los ojos. Ese idiota seguro estaba pensando en cómo hacerme la vida imposible, lo conozco lo suficiente para saberlo.

Bajo la mirada de Seokjin, comencé a ordenar mi ropa y no dejé de quejarme ni un solo segundo.

—Es que me parece una tomada de pelo. Se supone que son vacaciones familiares, ¿por qué tendríamos que pasarlas con los Jeon? ¿Por qué no preguntaron primero?

Seokjin caminó por la habitación y comenzó a ver las fotos colgadas en la pared.

—Si le preguntas eso a mamá o a Yoongi, te dirán que ellos son familia —murmuró, y sonrió con dulzura al ver una fotografía en donde salíamos todos—. Y tal vez tengan razón. Deberíamos intentar hacer las paces, ¿no?

Quise hacer un berrinche pero me contuve. Sonreí con falsedad y negué.

—Tú no entiendes lo que es aguantar a ese tipo. Siempre hace comentarios pasivo-agresivos hacia mí. No tengo por qué tolerar eso en mis vacaciones.

Seokjin se detuvo en una foto de Taehyung y él. Se quedó por varios segundos mirándola, luego se volteó y me sonrió con un deje de tristeza.

—Ustedes se adoraban tanto que me cuesta creer que un sentimiento así se haya acabado. —Suspiró, y se sentó en la segunda cama que había en aquella habitación—. Cuando eran pequeñitos no los podíamos separar por nada en el mundo. Iban hasta al baño juntos, incluso hubo una época en donde Jungkook no dejaba que estuviéramos cerca tuyo.

Una sonrisa inconsciente se formó en mi rostro. A veces me gustaría saber qué fue lo que cambió entre nosotros, pero lo poco que tenía en claro es que él no toleró saber que yo no era un alfa.

—¿Quieres contarme qué pasó entre ustedes? —preguntó, con una pequeña sonrisa.

Yo negué. 

—Solo quiero verlo lo menos posible. Agradezco que al menos nos dieran habitaciones separadas, aunque puedo asegurarte que seguro a alguien se le pasó por la cabeza que...

Fui interrumpido por una tercera voz. Era Soobin.

—Jimin, es mejor que no desempaque sus cosas. Han hecho un cambio de último momento.

Seokjin rió por lo bajo. 

—Vaya, me parece que se va a cumplir tu sueño.

Pasó por al lado mío y me dio unas palmaditas. En ese momento, en serio quise gritar.

Miré a Yoongi y se me cruzaron miles de cosas para gritarle, pero solo sonreí con rabia.

—¿En serio me estás haciendo esto? —cuestioné con furia—. ¿Te he hecho algo? ¿Acaso esto es algún tipo de venganza por algo que te hice cuando éramos niños? ¿Es tu manera de decirme que me odias?

Puso los ojos en blanco y me señaló con gracia mientras miraba a Hoseok.

—Es tan dramático...

—¡No soy dramático! Lo único que pedía era tranquilidad y me quieres mandar con ese orangután a compartir habitación —solté indignado. Todos se me quedaron mirando hasta que Jungkook carraspeó.

—Solo quiero recordar que estoy aquí —dijo, levantando su mano.

Solté un pequeño gruñido y, sonriendo, él levantó sus manos en señal de rendición. Los únicos que estábamos en la habitación eran mis hermanos, Jungkook, Taehyung y Hoseok.

Después del llamado de Soobin, Yoongi me informó que habían hecho un cambio en las habitaciones por comodidad. Así que ahora era compañero de Jungkook.

—También vamos a estar Seokjin y yo —señaló Taehyung, con una pequeña sonrisa—. No van a estar ustedes dos solos.

—¿No existe la posibilidad de que solo Jimin y yo estemos en la misma habitación? —se dirigió Seokjin a Yoongi.

—Somos muchos, y si bien la casa es grande, no hay tantas habitaciones para que todos tengan su comodidad —explicó, con una mueca—. Son seis habitaciones y tenemos cuatro parejas. Nos sobran dos. Jihyo se ofreció a dormir con Soobin, su hijo y el nene más grande de Hyejin y Namjoon. Sobran ustedes y lo siento, pero es eso o dormir en la sala.

Comencé a cuestionarme qué tan malo podría ser dormir en la sala; solo serían unos días. No podía ser tan malo, ¿no?

Miré a Jungkook y este me sonrió.

—Ni te miraré, lo juro. Es más, ni siquiera es como si quisiera hacerlo.

Seokjin me miró con cariño y negó con una sonrisita. Él deseaba que no le hiciera caso a Jungkook, así que solo suspiré y asentí. No lo iba a dejar solo en una habitación con Taehyung y ese otro idiota.

—Bien, pero que conste que estoy totalmente en desacuerdo con esta decisión.

Hoseok sonrió y se levantó de la cama.

—Tu opinión no nos dejará dormir —bromeó Yoongi, y se acercó a mí para hacerme una caricia en el cabello—. Gracias por colaborar.

No le respondí. No sabía cuánto iba a durar ese arreglo, muy posiblemente me iba a cansar tan rápido de Jungkook que para mañana iba a estar durmiendo en la sala.

Quería correr de ese lugar y volver a Seúl para seguir internado entre libros. Ya ni siquiera deseaba esas vacaciones; estar cerca de él me generaba malestar e irritación —y ni siquiera llevaba un día.

¿Qué será de mí cuando terminen estas vacaciones?

La playa no quedaba muy lejos de la casa de los Jeon; en realidad estaba a tan solo unos metros de la parte trasera. Ese lugar era un sueño y por eso amaba pasar las vacaciones allí.

La playa, el sol, la compañía de Jungkook y todos los momentos que teníamos en familia iban a estar siempre en mi corazón.

Me acerqué a la ventana de la habitación y a lo lejos lo pude ver. Tenía las manos en sus bolsillos y estaba parado junto al mar. Quise sacar mi cuaderno de dibujos y tratar de plasmar lo etéreo que se veía en aquel paisaje tan hermoso, pero ignoré el deseo. Me volteé para salir de aquel lugar y acercarme a mi familia.

En la sala todos hablaban de manera relajada, se sentía muy hogareño.

Era idéntico a mi infancia: mis padres hablando con los señores Jeon, Jihyo en una especie de monólogo donde mi hermano solo asentía, Taehyung mirando fijamente a Seokjin mientras este intentaba ignorarlo centrando su atención en Hyejin, pero ahora había nuevos personajes también, Hoseok y Namjoon, quienes charlaban de manera amena sobre los niños que corrían divertidos por la casa. Era una imagen hermosa, solo que para ser completamente idéntica hacía falta la presencia de alguien a mi lado.

Suspiré y me senté en el asiento libre del sofá. Me dediqué a observarlos hasta el momento en que llegó Jungkook, quien se situó a mi lado como si todo estuviera perfecto entre nosotros.

Me alejé un poco de él. Él me miró e instantáneamente se acercó más a mí. Decidí no seguirle el juego, ya que no quería crear una escena frente a nuestra familia, así que me alejé.

Volvió a pegarse a mí y yo solté un suspiro pesado. Lo miré con los ojos bien abiertos y él me dedicó una sonrisa pícara, la cual me molestó bastante.

—¿Por qué tan cerca mío? —preguntó con sorna—. Tranquilo que la altura no es contagiosa.

Su voz era bajita y, por ende, nuestros familiares no nos escuchaban. Pero al oír aquellas palabras, solo consiguió ponerme de mal humor.

—Menos mal. —Suspiré de manera dramática y me llevé la mano al pecho—. No me gustaría perder mis atributos.

Jungkook rió suavemente y se inclinó un poco hacia mí.

—Sabes que no soy chiquito —señaló con seguridad.

Yo me encogí de hombros. 

—No lo sé, pero asumo que si presumes tanto de tu altura es porque no tienes otra cosa de la cual enorgullecerte —sonreí—, chiquito.

Jungkook sonrió ampliamente. No le dolieron mis palabras, se notaba. Su mirada pasó de mis ojos a mi boca en cuestión de segundos y yo solo tragué saliva sin saber qué hacer. No me había dado cuenta de la mirada de los demás sobre nosotros, era como estar ambos en una burbuja.

Alguien carraspeó y llamó nuestra atención. Miré a los presentes y sonreí. 

—¿Todo bien? —pregunté.

—Eso me pregunto yo... —contestó Yoongi—. En fin, hablábamos de dividir las responsabilidades de la casa. Al ser tantos, lo mejor es que dividamos las tareas, ¿no?

Todos nos miraban de una manera tan extraña que no sabía qué hacer o cómo actuar, así que solo asentí en acuerdo y me mantuve alejado de Jungkook.

Me había mirado la boca sin pudor y estaba seguro que mis mejillas estaban por explotar de la vergüenza. La mirada de Hoseok estaba sobre mí y la sonrisa que tenía me pareció molesta.

—Yo puedo cocinar —ofreció el alfa a mi lado—, es lo menos que puedo hacer. Es más, Jimin se ofrece a ayudarme.

—¿Qué? —Lo miré.

—Estaría genial que lo ayudes. Tiene que cocinar para muchos y le va a venir bien una mano —señaló la señora Jeon, y yo comencé a sentir la presión de la mirada de los demás.

—Supongo que sí —contesté, con una sonrisa forzada. Jungkook me codeó.

—Tú y yo en la cocina, como en los viejos tiempos.

Lo miré rápidamente y corrí mi mirada, porque sabía que la cocina se volvería un campo de batalla.

—Bueno, ya que van a cocinar lo mejor es que vayan a hacer las compras ustedes mismos.

Suspiré dramáticamente. Nada peor me podía pasar.

Entramos a la sala cargados de comida. Ambos nos reíamos, para nosotros era una travesura cargar con todos aquellos dulces y estábamos seguros de que la mamá de mi mejor amigo nos iba a retar por ello.

Nos sentamos en el sofá y nos acomodamos mirándonos el uno al otro. Jungkook me sonrió de una manera que me hizo doler el vientre, pero decidí ignorar ese extraño sentimiento y lo relacioné con las ansias de comer aquellos dulces.

—¡Mamá nos retará por todas estas golosinas! —soltó riendo, yo me quedé mirándolo por varios segundos.

Era un niño, pero para mí él era el lobito más hermoso que existía en el mundo. Jungkook era mayor que yo por tan solo un mes, por eso nuestras madres nos criaron a la par; nos gustaba decir que éramos mejores amigos desde la pancita de nuestras mamás. No sé en qué momento se perdió aquello, hasta el día de hoy me lo sigo preguntando.

—No nos dirá nada si no lo ve —comenté en voz bajita—. Así que apúrate y come esas galletas.

Le extendí el paquete azul con detalles en blanco. Jungkook lo tomó y lo abrió, el aroma a coco llenó la habitación. Respiró profundamente y cerró sus ojos, deleitado.

—Galletas de coco. Mis favoritas —comentamos al mismo tiempo.

Nos acomodamos nuevamente, apoyé mi cabeza en su hombro y, a su vez, él apoyó la suya sobre la mía. Me extendió una galleta y la tomé, nos quedamos en silencio uno al lado del otro.

—Te quiero mucho, ¿lo sabes?

Le sonreí y asentí, porque en ese momento yo estaba seguro que nos amábamos con toda el alma. Escondí mi rostro y susurré despacio un «yo también».

Miré el sofá, ese mismo donde habíamos pasado tiempo de niños. Ahora estaba vacío, y ni él ni yo podemos convivir demasiado tiempo juntos.

Ya eran las seis de la tarde, Jungkook jugaba con sus sobrinos en la playa y yo solo intentaba esquivarlo.

Me senté en aquel sofá, justo en el lugar que antes era mío. ¿Cómo fue que llegamos a este punto? ¿En qué momento perdimos todo nuestro amor?

Taehyung suspiró de manera dramática y llevó una mano a su pecho. Sonrió.

—Esto me trae recuerdos de nuestra infancia. —Miró a Seokjin, quien salió del baño secándose el cabello con una toalla—. Excepto por él, que siempre se alejaba de nosotros por ser mayor. ¿Cómo era que nos decía...? —Arrugó la nariz, con una sonrisa bastante pícara y dulce—. ¿"Mocosos molestos"? No lo recuerdo muy bien.

Yo me encontraba sentado en la cama vecina. La habitación no era gigante pero sí tenía dos camas amplias, lo cual nos permitía compartir sin que nadie tuviera que dormir en el suelo.

Jungkook estaba recostado, tenía su teléfono en mano y simplemente ignoraba aquella conversación.

—Eras un mocoso molesto y eres consciente de ello —aseguró mi hermano.

Taehyung sonrió con orgullo ante esas palabras. Eran los únicos que aún no se acostaban,  y por su semblante pícaro me di cuenta que alguna mala idea estaba atravesando su cabeza.

—¿Y si sorteamos quién duerme con quién? —preguntó. Inmediatamente los cuatro lo miramos—. Es aburrido. Yo dormir con Jungkook, tú con Jimin... —Suspiró—. Hagamos esto más interesante.

—Me gusta la idea —apoyó Jungkook, a lo cual yo solté una carcajada.

—Obviamente vas a apoyar la idea, solo a ustedes dos les parecería divertido hacer algo así —comenté con enojo. Miré a Seokjin y le hice una seña con la cabeza, él no dudó y se recostó en la cama del lado de la pared.

—¿Por qué eres tan aburrido? No seas así —pidió Taehyung.

Ignoré ese comentario y dejé mi celular sobre la mesa de luz.

—Por favor, apaga la luz antes de acostarte. Buenas noches —solté, acomodándome en mi lugar, y ambos hermanos solo se rieron por lo bajo.

Pasaron tan solo unos minutos y todos ya estábamos acostados en nuestras respectivas camas. Me quedé mirando el techo por un tiempo y quise acomodarme mirando hacia la pared. Para mi mala suerte, mi hermano dormía dándole la espalda a esta y, como no tenía deseos de dormir mirándole la cara, me volteé hacia el otro lado.

Jungkook me miraba fijamente. Fruncí el ceño.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Nada —contestó, y seguido a eso me sonrió—. ¿En serio no quieres dormir conmigo?

Puse los ojos en blanco, apenas nos podíamos ver. La única luz que había era aquella que entraba por la ventana.

—No, ahora duérmete que mañana tenemos que ir al supermercado.

Cerré mis ojos y lo único que pude escuchar fue un suspiro de su parte.

—Jimin... —llamó.

Abrí mis ojos y me sonrió. Le pregunté qué quería, él solo negó así que cerré nuevamente mis ojos.

—Jimin —insistió. Lo miré y él se rió, solo quería molestarme.

Me llamó varias veces más, pero yo intentaba ignorarlo. Lo escuchaba reírse y preguntarme por qué no lo miraba. Poco a poco, el sueño comenzó a vencerme y me pregunté si iba a tener que tolerar aquello todas las noches.

Fue entonces cuando lo escuché decir «galletas de coco, cómo las extrañaba», deseé responder que yo también extrañé la playa, pero finalmente caí rendido por el cansancio.

Mi primer recuerdo con Jungkook es a los cinco años. Éramos amigos desde mucho antes, pero esto es lo primero que recuerdo de él.

Siempre me gustaron las galletas y él lo sabía. Ese día él le había pedido a su mamá que le enseñara a cocinarlas para darme una sorpresa a mí.

Recuerdo que mi madre y yo fuimos a la casa de los Jeon esa tarde. No vivían muy lejos de nosotros, pero a mí se me hacía eterno el viaje. Estar lejos de mi mejor amigo era desesperante y podía provocar en mí una eterna ansiedad.

Moví de manera inquieta mis piecitos durante todo el viaje, mi madre me miraba y se reía.

—Ya vamos a llegar, bebé —decía, con la intención de tranquilizarme—. ¿Extrañas mucho a Kookie?

Asentí sin dudar. Muchas veces, quise explicarles lo que me pasaba cuando estaba lejos de él, pero ellos nunca iban a poder entenderlo. Nunca iban a poder comprender lo que pasaba en mi corazón si no estaba junto a él.

Cuando llegamos a la casa, me bajé corriendo. Jungkook no tardó mucho en darse cuenta que estaba allí, así que abrió la puerta de manera veloz. Sonreí al verlo y no dudamos en abrazarnos.

Tomó mi mano firmemente y me sonrió, luego me susurró con voz suave «te extrañé». Se sintió mágico y descubrí lo mucho que me gustaba que él me dijera cosas así. Para ser tan solo un niño, las sensaciones que podía sentir estando junto a él me hacían sentir extraño, tal vez porque no las entendía.

Jungkook me llevó corriendo a la cocina, yo lo seguí y en ningún momento solté su mano. En ese momento me prometí a mi mismo que siempre iba a hacer lo posible por tomarla, porque era suave y más grande que la mía. Me gustaba demasiado.

Aprendí algo para ti, Mimi. Se acercó a la mesada y se puso en puntitas de pie para tomar una galleta.

Antes de entregármela, la sopló suavecito y se aseguró de que no estuviera caliente. Luego dijo:

No quiero que te quemes. Me la extendió y yo la tomé. Dime si te gustó, las hice con mucho amor.

Sonreí y la miré con atención. Era del tamaño de mi mano y se veía bastante tentadora, la olfateé y sentí el aroma. Lo miré con ojos bien abiertos y el rostro lleno de felicidad.

¿Coco? pregunté con emoción. Es mi favorito.

Jungkook asintió orgulloso. Mordí la galleta, y decir que fueron las más increíbles que probé en mi vida no es una exageración

Las galletas de coco me dan asco.

—¿Quieres que las llevemos? —me preguntó Jungkook, señalando la góndola que contenía el paquete de galletas.

Me encogí de hombros. 

—Haz lo que quieras —contesté de mala gana.

Jungkook colocó un paquete en el carrito de compras y yo me crucé de brazos. Mi mal humor era evidente, no quería estar ahí y menos con él. Desde que salimos de la casa, no habíamos intercambiado muchas palabras, solo las necesarias. Ni siquiera entendía por qué debía acompañarlo a hacer las compras; después de todo, él es el chef, seguro tenía en claro lo que debía llevar y lo que no. 

Íbamos por los pasillos del supermercado, y mientras él solo estaba concentrado en la lista de su celular, yo caminaba a su lado sin aportar absolutamente nada.

—Ve a buscar leche, asegúrate de traer varias botellas. Hay niños en casa y es algo que se va a consumir rápido —espetó, sin siquiera mirarme.

Elevé las cejas, sorprendido por la brusquedad de su voz. No le contesté, solo me alejé y me dispuse a deambular en busca de lo que me había pedido. Cualquier cosa era mejor que estar incómodo junto a él.

Mis vacaciones de verano habían sufrido un cambio radical. La idea que tenía de ellas se vio arruinada por un personaje que no esperaba volver a ver, pero en este punto ¿qué podía hacer más que ser maduro?

Me costó un poco encontrar el pasillo. Los olores parecían ser especialmente fuertes y dulces hoy, no podía guiarme por el olfato así que tuve que leer los carteles que señalaban cada sección. Una vez encontré la góndola de lácteos, pensé cuántas botellas debería llevar —tampoco es como si pudiera cargar muchas—.

Suspiré, tal vez lo mejor sería esperar a Jungkook ahí, ¿no?

Una voz me sacó de aquella nube de pensamientos.

—¿Jimin?

Me volteé y me encontré con un rostro familiar. Sonreí.

—¡Mingyu! —solté de manera efusiva. Él se acercó a mí y me abrazó delicadamente, tomándome por sorpresa.

Pude sentir que se puso un tanto tenso al ver que no correspondía de inmediato su abrazo, pero una vez lo hice, se relajó por completo. Segundos después, se alejó de mí y me regaló una bonita sonrisa. Su aroma a café y miel me invadió por completo, trayendo consigo varios recuerdos de mi adolescencia.

—Tanto tiempo —comentó, mirándome de pies a cabeza sin borrar su sonrisa—. Aunque parece que no pasa para ti, sigues igual de lindo.

Solté una risa nerviosa. ¿Qué clase de comentario era ese? ¿Qué se supone que deba responder? 

—Gracias. Pareciera que a ti los años te han sentado muy bien. Estás... —gigante. Mierda, me encanta.

Antes de poder contestar algo, mi aroma me delató y él soltó una pequeña risa. Seguido a eso, unos pasos veloces se sintieron a mi espalda junto a un carrito que parecía pedir auxilio por la velocidad de su conductor.

Resoplé cuando reconocí su aroma.

—Jungkook, hermano.

—Mingyu, ¿qué haces aquí? —preguntó, con ese tono de voz que tanto me molestaba.

Lo miré y fruncí el ceño.

—Seguro anda haciendo ejercicio, porque es súper común hacer eso en un supermercado, ¿no?

El más alto de los tres rió, mientras que mi compañero de compras solo puso los ojos en blanco.

—Le pregunté a él. No a ti, vocero.

—Vine a conseguir unas cuantas botellas de leche —contestó, antes de que pudiese continuar con la pelea.

Miré la botella que sostenía en sus manos y noté que era algo indicado para cachorros. La señalé y pregunté:

—¿Eres papá?

Mingyu negó rápidamente y se llevó la mano a la nuca.

—Es para mis sobrinos. Mi hermana fue mamá hace poco y me pidió que le hiciera el favor de venir a comprar esto por ella.

Suspiré. Es un encanto.

Un olor amargo llegó a mí y me volteé a mirar a Jungkook, quien me miraba fijamente y con molestia.

—¿Por qué sigues aquí? ¿No tienes que ir a buscar nada más? —Señalé el carro.

Él me miró de arriba a abajo y soltó una risa.

—Nah. Te voy a esperar.

Se apoyó en el carro y se quedó mirándonos con un semblante de diversión, pero su aroma lo delataba, no le divertía aquella conversación.

Mingyu arrugó la nariz y me sonrió.

—¿Te quedarás aquí por mucho tiempo? —me preguntó, y yo centré toda mi atención en él.

—Un mes como mucho, tengo que volver a Seúl por la universidad.

—Entonces, antes de que te vayas podemos acordar para vernos y ponernos al día, ¿te parece?

Asentí de inmediato y él miró de manera veloz a Jungkook.

—Te hablo por Instagram y acordamos.

La conversación duró tan poco que me sentí molesto, y más con el personaje que estaba a mi lado.

Me despedí de Mingyu con un pequeño abrazo, mientras que Jungkook solo movió sus dedos sin decir una sola palabra. El alfa se fue, dejándonos solos nuevamente. Sin pensar demasiado, solté:

—Quiero ser papá.

Jungkook me miró escandalizado.

—¿Qué ridiculeces dices?  —preguntó un tanto histérico.

—Digo lo que me sale del corazón y, en este momento, lo único que puedo pensar es qué alfa...

—Es muy alto, incluso más que yo —señaló.

Asentí embobado, sin dejar de ver por donde Mingyu se había ido.

—Me encanta, es lo más atractivo de él —susurré, y el chico a mi lado soltó una carcajada escandalosa.

Lo miré confundido y él respondió levantando su mano, acercando el dedo índice con el pulgar.

—Según tú, el tamaño del pene es inversamente proporcional a la altura —dijo, mostrándome sus dedos—. Qué triste caso el de Mingyu, ¿no?

Lo único que pude pensar es en cómo le había afectado mi comentario, así que solo pude reír.

—Tendré que corroborar lo que dice la teoría, y como te preocupa tanto el tamaño de su pene, te contaré cuando lo vea. —Estiré mi mano hacia su rostro y le di unas pequeñas palmaditas en la mejilla.

Pobre bobo.

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