01.


Ese día mi teléfono sonó a las nueve de la mañana, lo cual no era muy común. Teníamos una regla con mi compañero de cuarto, Sungwoon, y era que los teléfonos debían permanecer silenciados hasta las once de la mañana.

Yoongi, mi hermano mayor, suele decir que es una regla de vagos, porque él sabe que hacemos eso para no despertarnos temprano. Lamentablemente, la noche anterior yo olvidé silenciar mi teléfono y me desperté con una canción de Coldplay.

Viva la Vida era el tono de llamada que identificaba a mi hermano Seokjin. Así que, sin demorar y con mis ojos aún sin abrir, atendí.

—Hola... —solté, con voz ronca.

—Estoy a dos cuadras de la universidad. Imagino... No, en realidad, espero de todo corazón, que estés despierto y listo.

Me sentía desorientado. ¿Listo para qué? Honestamente, no quise preguntar.

—Mmmh...

—Jimin, tenemos que viajar a Busan. ¡Lo hablamos ayer!

Oh, mierda. 

Pateé las sábanas y me levanté de un salto. ¿Cómo iba a olvidar las vacaciones de verano?

—Sí, lo siento. Es que... —Tropecé con un par de zapatos—. Estuve estudiando hasta tarde y me quedé dormido.

Escuché a mi hermano maldecir y después suspirar.

—Bien, te voy a esperar en la entrada. Por favor, no te demores mucho. Yoongi y Hoseok ya están viajando.

—¿Ya? ¿No íbamos a salir todos juntos? —pregunté, mientras buscaba algo de ropa para cambiarme.

—Era la idea, pero Yoongi dijo que seguramente te quedarías dormido, por lo que decidió partir antes —murmuró algo en voz baja. No alcancé a escuchar, pero seguro fue algo relacionado al sexto sentido de nuestro hermano. —En minutos estoy allí, por favor baja rápido.

No me dejó contestar, simplemente colgó la llamada. Miré la pantalla del celular, eran recién las nueve y media de la mañana. Temprano, principalmente para mí en esta etapa del año.

Mi habitación era un caos, pero mis maletas estaban listas hace una semana. Este año mis padres propusieron vacaciones familiares con un destino sorpresa y la seguridad de que sería un verano inolvidable. No me tuvieron que insistir demasiado, después de un año entero sumergido en la depresión que genera la universidad, no dudé en acceder a pasar este verano junto a mi familia.

Además, hace años no nos tomamos vacaciones todos juntos. Desde el casamiento de Yoongi, la mudanza de Seokjin y el hecho de que yo me vine a Seúl a estudiar, rara vez podemos estar todos reunidos. ¿Cómo me iba a negar a tal ocasión tan especial?

Salí de mi habitación y lo primero que me encontré fue a mi mejor amigo. Tenía una taza de café en las manos, lentes de pasta gruesa y cabello despeinado. Su rostro ya me revelaba que no estaba de buen humor.

—Hermosa mañana, ¿no? —pregunté, arrastrando mi maleta.

Sungwoon frunció el ceño. 

—Para ti, que tienes el dinero para huir de este infierno —exclamó de manera dramática—. Para mí, sigue siendo un día terrible.

Reí.

—Vamos, al menos tienes más tiempo para preparar tu proyecto final.

Él no sonrió, solo frunció el ceño y le dio un sorbo a su café.

—Claro. Me olvidaba que es mucho mejor quedarme encerrado, estudiando y muriendo de calor antes que ir a la playa —comentó con sarcasmo y yo puse mis ojos en blanco.

—Intentaba ser positivo.

—No seas positivo —contestó de inmediato—. Solo presume de tus vacaciones, eso me hará odiarte sin remordimiento.

La seriedad se esfumó de su rostro y en su lugar fue reemplazada por una sonrisa bonita y honesta. Se acercó a mí y me abrazó.

—Pásalo bien, disfruta mucho y tráeme un recuerdo. Donde sea que vayas, tienes que traerme un regalo.

Correspondí su abrazo y dije:

—Lo haré. Disfrutaré por ti también.

Ambos reímos, hasta que mi teléfono comenzó a vibrar. Esa era la señal de que mi hermano me estaba esperando. Me despedí de mi mejor amigo y proseguí a bajar las escaleras con emoción.

¡Por fin un verano en paz! Después de tanto tiempo, la pasaría genial y sin preocupaciones.

Bueno, eso creía...

Me reí y mi hermano mayor puso sus ojos en blanco. 

Sus historias trágicas de amor me llegaban a parecer divertidas, ya que siempre pensé que era yo el de la mala suerte en las relaciones. Pero él me ganaba, definitivamente.

—No te rías. Es trágico —soltó, parando en los semáforos—. Incluso la invité a pasar con nosotros las vacaciones, y justo una semana antes de viajar, dejamos de hablarnos. Es de no creer...

—Lo que es de no creer es que siempre te pase lo mismo. —Él sabía que tenía razón, por eso mismo soltó un suspiro—. No quieres tener pareja, Seokjin. Es por eso mismo que siempre arruinas todo antes de llevar a esa persona a la casa.

Él abrió sus ojos ampliamente y me miró, luego sonrió.

—Puede ser, quién sabe. Eso de estar en pareja tal vez no sea lo mío. Tal vez sea asexual.

Reí y él arrancó nuevamente el vehículo.

—Eso no te lo crees ni tú. Solamente no es la persona que quieres, y tengo el presentimiento que tú... —Lo señalé—, sabes a quien quieres.

Me miró de reojo y resopló. 

—No me vengas con cosas así porque yo también empezaré a hablar, y puedo asegurarte que no quieres eso.

No le contesté, solo lo miré con diversión. Muchas veces hablamos en códigos que ni siquiera entendemos; él me amenaza con una persona y yo a él con otra, aunque estoy seguro que ninguno sabe de quién habla el otro.

Por las dudas, mantenemos el misterio.

—Mamá sonaba muy eufórica cuando la llamé. Le emociona bastante tenernos a todos juntos, aunque debo admitir que me sorprende que Yoon accediera a venir. —Lo miré—. ¿No se te hace extraño?

—¿Si se me hace extraño que don "estoy muy ocupado" accediera a pasar vacaciones en familia? —Me miró de manera veloz con una pequeña sonrisa—. Sí, de hecho sí me parece extraño. ¿Sabes que me dijo que por nada del mundo se perdería estas vacaciones?

Arrugué la nariz y me crucé de brazos.

—Sospecho que él sabe algo que nosotros no.

—Tal vez sabe el destino. Yo me imagino que nos vamos a Europa, mamá siempre dijo que desearía ir a un lugar así en familia.

Solté una carcajada.

—Sigue soñando. ¿Acaso te pidieron algo de dinero? —Él negó—. No pueden llevarnos a todos gratis, sería una locura, y no creo que Yoongi colabore con dinero para llevarnos a nosotros. —Suspiré—. Siempre se está quejando de que Hoseok no consigue trabajo, así que no creo que justo en estas vacaciones haya conseguido algo.

Mi hermano mayor frunció el ceño y sonrió con gracia.

—La fe que le tienes a nuestro cuñado me emociona.

—No, sí que le tengo fe. Solo que en vez de querer ser un bailarín, debería apuntar a ser el profesor. Le iría mejor, no tengo dudas.

Seokjin sonrió y continuó hablándome de otras cosas. Por mientras, yo no podía dejar de pensar en lo que me esperaba en las próximas vacaciones.

Desde que vivo en Seúl por la universidad, suelo encerrarme en mi habitación para estudiar y así aprovechar cada segundo para cumplir el objetivo de recibirme. Suelo escaparme algunos días a Busan, paso tiempo con mis padres y luego me vuelvo. Más que eso no hago y este verano por fin cambiaría la rutina.

Eso me emociona y me genera inquietud en partes iguales, porque nuestros padres no nos han comentado absolutamente nada. ¿Nos quedaremos en Busan? ¿Tendremos algún otro destino? Vaya uno a saber, pero algo en mi interior se agitaba y aún no encontraba la razón.

El viaje a Busan solo duró un par de horas —tres, para ser más exactos—, y en ningún momento dejamos de hablar.

Seokjin es abogado, lo cual complica bastante sus horarios. Por ende, nos vemos de vez en cuando. Cada tanto, acordamos salir a comer juntos e intentar ponernos al día.

Nuestras conversaciones siempre se centran en su trabajo, mis estudios y la familia, porque cuando hablamos del amor siempre terminamos deprimidos. A diferencia de Yoongi, nosotros no tenemos tanta suerte en lo romántico.

Todo suele ser dramático y bastante difícil porque nosotros somos así. Así que intentamos mantener conversaciones animadas, y si hablamos de amor, cambiamos lo más rápido posible de tema.

Cuando llegamos, no tardamos en correr a saludar a nuestros padres. Ellos nos recibieron con su característico aroma y dulzura, nos llenaron de besos y amor, nos recordaron cuánto nos extrañaron y lo orgullosos que se encontraban de nosotros.

—Están tan hermosos y grandes, siento que no los he visto en años —soltó mamá con voz suave.

—Me viste hace unas semanas —recordó Seokjin—. Así que no hagas show, sigo viéndome igual.

Papá fue el primero en reír, luego me dió un beso en la frente y yo lo abracé con fuerzas. Volver a casa era como estar en mi lugar seguro. El aroma, los recuerdos y las personas que habitaban allí me hacían sentir completo, algo que hace años dejé de sentir.

Al entrar a casa, el primer aroma que sentí fue el de mi cuñado. Era fuerte y, en mi opinión, bastante fuera de lo común. Yoongi y Hoseok eran los que menos veía, ya que sus horarios eran más complicados que los de Seokjin.

Hoseok huele a vainilla, un aroma delicioso que se mezcla de manera muy delicada con el de Yoongi. Muchas veces me pongo a pensar en lo bien que se complementan hasta sus aromas.

Al verme, el castaño se acercó a abrazarme con ternura y yo arrugué la nariz. No suelo convivir demasiado con alfas, lo que hace que los aromas fuertes me mareen.

—¡Pequeño! —soltó, dulcemente—. Te he extrañado tanto.

Su abrazo se intensificó y pude sentir como, poco a poco, el aire abandonaba mis pulmones. La risa de Yoongi llegó a mis oídos e inmediatamente llamó la atención de su alfa.

—Suéltalo, pobrecito. Lo estás asfixiando.

Hoseok me soltó y estiró su mano para revolver mi cabello. El próximo en acercarse a mí fue mi hermano, quién se hizo desear porque no me abrazó hasta que yo lo hice.

—Ah —soltó, tenso—. Ya entendí, me extrañaste. Yo también lo hice, pero basta de tanto amor.

Arrugué la nariz y él me sonrió dulcemente.

—No has crecido nada en estos meses, sigues siendo un enano.

Al escuchar sus palabras, mi sonrisa se borró y lo solté.

—¿Y qué queda para ti? —murmuré molesto—. Si yo soy enano, tú eres un duende. Recuerda que soy más alto que tú.

—Por un centímetro —recordó escandalizado—. Así que no te agrandes... chiquitín.

Con ese remate estaba dispuesto a comenzar una pelea, la cual nunca llegó a ser porque se vio prontamente interrumpida por Seokjin. Al verlo, la mirada de Yoongi se suavizó y no dudó en acercarse a nuestro hermano mayor con timidez.

Esto es así, con Yoon vivimos a base de peleas y provocaciones, mientras que con Seokjin ambos pasamos a ser bebés mimados. El poder del hermano mayor, ¿no? Logra volvernos dos cachorros en busca de su amor y aprobación.

Por fin estábamos todos juntos. Mamá fue la primera en hacer una broma sobre que la familia debía agrandarse. Inmediatamente todos miramos a Yoongi, quien no tardó en llamar a Mickey y a Holly.

Las risas no tardaron en llegar, de la misma manera que no tardaron en llegar los reclamos y las bromas sobre la soltería de mi hermano mayor y la mía.

—Hoy pasaremos la noche aquí. —Aquello confirmaba mi sospecha de que las vacaciones no serían en casa, pero la pregunta era... ¿a dónde iríamos?

—¿Entonces? —Sonreí—. ¿A dónde se supone que vamos?

Mis padres se miraron de manera cómplice, lo cual me hizo estremecer. ¿Qué estaban tramando?

—Eso es una sorpresa, mañana lo sabrás. Por mientras, disfrutemos de este día todos juntos. Me alegra demasiado el corazón que estemos reunidos nuevamente.

Al ver a mamá de esa manera, lo único que pude hacer fue acercarme y abrazarla. No tardó en corresponder mi muestra de cariño, así que solo acomodé mi cabeza en su hombro y me dispuse a escucharlos a todos. El destino de las vacaciones pasó a un segundo plano para mí porque, mientras estuviera con ellos, todo estaría bien.

El primer recuerdo que llegó a mi mente al ver aquel peluche fue cuando lo tuve por primera vez en mis manos.

Tenía seis años, era verano. En Busan no solo hace calor en esas épocas, sino que también hay grandes tormentas, y para mi mala suerte, estas siempre fueron mis mayores enemigas.

Mis hermanos conocían mi miedo, y si bien trataban de ayudarme a superarlo, no siempre podían estar para mí cuando se desataba una tormenta. Sin embargo, siempre había alguien que sí estaba.

Una noche fui a casa de mi mejor amigo y una tormenta me sorprendió estando en un hogar ajeno. Él sabía que yo odiaba las tormentas, pero es que no había nada que él no supiera de mí.

No tardó en abrazarme y prometerme que nada me pasaría.

—Si te quedas aquí estarás protegido. Nada malo te pasará.

Lo peor de las tormentas eran los truenos, los cuales me asustaban y me aturdían.

Jungkook lo sabía.

Recuerdo que se levantó de la cama y fue corriendo a su armario. Apenas podía verlo, ya que estaba resguardado entre las sábanas, pero aún así podía sentir sus pequeños pasitos.

No tardó mucho en volver, lo cual me dio paz porque odiaba estar solo en aquellas situaciones. Se metió entre las sábanas, y con una pequeña linterna nos alumbró los rostros.

Lo primero que vi fueron esos ojos grandes y redondos. Luego fue su sonrisa de conejito, la cual me hizo sonreír también.

—Él... —Iluminó al pequeño osito— es Cookie, es mi amigo y ahora será tu guardián. Te cuidará cuando tengas miedo porque yo se lo he pedido. Así que, cuando las tormentas te asusten, lo debes abrazar fuerte, porque él estará ahí para ayudarte a ser valiente.

Lo tomé y lo miré con dudas. Pero entonces un trueno sonó y abracé con fuerzas al pequeño osito. Jungkook extendió sus manos hasta mis oídos y los tapó con delicadeza.

—Yo también estaré para ti. Yo te protegeré para siempre, lo prometo, Minnie. Nada malo te pasará, yo estoy aquí.

Miré al osito que estaba entre mis manos. Dieciséis años habían pasado, pero él no había mantenido su promesa. Idiota...

Dejé al peluche en su lugar, y con el ceño fruncido me volteé en dirección a la puerta. Seokjin me miraba desde el marco con una pequeña sonrisa melancólica.

—Lo adorabas —me recordó.

Decidí hacerme el desentendido.

—¿Al oso? —Reí—. Era un niño, uno siempre se apega a un juguete.

—Sabes que no hablo del oso.

Le sostuve la mirada por varios segundos, pero no supe qué responder.

—Bueno, nada dura para siempre. Es algo que he aprendido, todo es momentáneo en esta vida, ¿no?

Él hizo una mueca.

—No creo que el cariño hacia las personas sea momentáneo, menos cuando tienes una relación tan profunda con alguien.

—Éramos niños. La adoración se esfuma cuando las cosas cambian, es normal. —Sonreí.

—Nunca voy a entender lo que pasó entre ustedes.

—No tienes por qué hacerlo. Ya te dije, son cosas que pasan.

Apreté mis puños al sentir un extraño dolor en mi pecho. Mi hermano miró mis manos y yo intenté sonreír.

—De acuerdo. Son cosas que pasan.

Sin decir más, me dedicó una pequeña sonrisa y se volteó para dejarme en aquella habitación completamente solo. Suspiré y quise huir de aquel lugar que olía a recuerdos y playa.

Caminé hasta el oso de peluche y lo tomé nuevamente, lanzándolo con furia en dirección a la cama. Solté un pequeño quejido de frustración.

Me sentí molesto conmigo mismo, y un inmaduro por tal acción.

Es solo un oso de peluche. Me recordé y decidí tomarlo nuevamente entre mis brazos.

—Ah, lo siento —susurré—. No puedo enojarme contigo.

Lo acaricié y respiré profundamente. Esta habitación traía demasiados recuerdos a mi mente, principalmente recuerdos junto a él. Una parte de mí me decía que debía superar y olvidar todo lo que pasó, pero me costaba, y tal vez nunca podría llegar a olvidar esas cosas.

—Tú nunca me abandonaste —le susurré al oso—. Gracias por eso.

Lo dejé nuevamente en su lugar y salí de la habitación. Era mejor distraer mi cabeza. 

Miré la pantalla del teléfono e hice una pequeña arcada, lo cual hizo reír a Yoongi. Este tomó mi teléfono y comenzó a ver el resto de las historias.

—¿Siempre las ve? —preguntó, sin dejar de revisar mi Instagram.

—Siempre —contesté—. A veces, hasta le da me gusta y me las comenta.

Los ojos de Yoongi terminaron sobre mí y yo puse mis ojos en blanco.

—Por supuesto, no le contesto. Le juré enemistad y no pienso fallar a mi palabra.

Mi hermano mayor hizo una mueca de desaprobación y me devolvió el teléfono.

—Ya estás grandecito para actitudes de adolescentes. Hay que ser cortés, por más que alguien no te caiga bien. Además, me gustaría recordarte que a este chico siempre lo vas a ver. —Arrugué la nariz—. Nuestras familias son amigas, y yo soy amigo de sus hermanas. Así que, vuelve a ser su amigo y pon fin a la novela.

Casi me río en su cara. ¿Volver a ser su amigo? Por favor, qué pésima idea. No me importaba que todos fueran los mejores amigos, él y yo nunca volveríamos a serlo y todos debían aceptarlo.

Nuestras familias son amigas desde hace generaciones. Vaya a saber que tan real sean las historias de nuestros abuelos, pero estos han dicho que nuestra unión se remonta a la época en donde los lobos éramos salvajes. Bastante dramático todo, pero cuando eres niño suele resultar emocionante.

Durante muchos años de mi infancia fui el mejor amigo de Jeon, pero cuando revelamos nuestros segundos géneros todo cambió. Sobre todo él.

Hoy en día, nuestras familias siguen siendo mejores amigas. Incluso Yoongi se lleva excelente con todos ellos y es el mejor amigo de una de sus hermanas. Seokjin es otro que tiene una relación complicada con uno de los Jeon, pero esa es una historia que incluso ni yo sé con exactitud.

No pude dormir durante toda la noche. En mi antigua habitación, por más que intentara evitarlos, los recuerdos llegaban a mí. La playa, las galletas, la escuela, incluso la jodida universidad. Todo me irritaba.

Me terminé despertando antes que toda mi familia y cuando bajé, encontré todas nuestras maletas en la puerta. Eso generó un poco de expectativa en mí, así que me encaminé a ver el hermoso día que había en mi ciudad natal.

Hoseok apareció unos minutos después, con esa mirada pícara y un aroma bastante travieso.

—¿Emocionado? —pregunté, mientras lo veía abrir la heladera.

—Emocionado es poco. Estoy expectante y ansioso —contestó.

Solté una risa y luego fruncí el ceño. 

—Entonces, ¿tú sabes adónde vamos?

Asintió. 

—¡Claro que lo sé! Yoongi siempre sabe todo, y si él lo sabe, yo también.

Era obvio, era claro que mi hermano sabía adónde íbamos. Después de todo, siempre está hablando con mamá y planeando cosas junto a ella.

Me crucé de brazos y observé a mi cuñado servirse un vaso de jugo. Me miró, yo levanté mis cejas, él frunció el ceño y comenzó a negar.

—¡No! No te diré nada, Yoongi me lo prohibió.

—Entonces cuéntale a Seokjin y él me contará a mí.

Me señaló.

—Tu hermano también me prohibió decirle algo a Seokjin porque sabe que él te cuenta todo.

Solté un pequeño gruñido. Yoongi es el que mejor nos conoce, así que siempre está un paso delante de toda la familia.

Lo señalé y luego llevé la mano a mi pecho de manera dramática.

—Eras mi cuñado favorito.

—Soy tu único cuñado —recordó, y yo solo le saqué la lengua para hacerlo reír.

La unidad es algo que caracteriza mucho a mi familia, mis padres han trabajado demasiado en ello. Desde chicos siempre nos educaron para que seamos compañeros y amigos. Es complicado criar a tres omegas, y más cuando los tres tienen un carácter bastante fuerte. Aún así, creo que ellos tuvieron éxito en su trabajo porque mis hermanos y yo nos amamos con toda el alma.

Hoseok, si bien no es mi hermano, es mi familia y ambos somos muy amigos. Él se conoció con Yoongi gracias a la hermana de Jungkook, Jihyo. Hoba y ella eran compañeros de clase y pensó que él era el tipo ideal de mi hermano.

¡JA! Yoongi lo odió al segundo de conocerlo. Recuerdo que llegó a casa furioso, sus mejillas estaban rojas y sus ojos brillaban con ira. Sus primeras palabras fueron que conoció al sol y que a partir de ese momento lo odiaría. Fue gracioso, y más cuando Hoseok comenzó a insistir.

Llegaba con flores, chocolates, incluso con regalos hechos por él mismo. Seokjin y yo comimos muy bien durante toda su etapa de cortejo, hasta que finalmente Yoongi bajó esas barreras y cedió ante Hobi.

Hoy en día, ninguno se ve sin el otro y, de alguna manera, envidio —sanamente— su amor.

—Buenos días —saludó Yoongi, y luego de darme una palmadita en la espalda, se acercó a Hoseok para darle un beso en los labios.

—Buenas, bonito.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Mi hermano es un omega diferente, Hoseok también es un alfa distinto, y eso los vuelve una pareja bastante curiosa. Por mucho tiempo temí por mi hermano, sentí que nadie iba a entenderlo y cuidarlo de la manera correcta. Hasta que llegó mi cuñado y me di cuenta que siempre existe la persona ideal.

Solo hay que esperar y confiar.

Desayunamos todos juntos. Otro momento que se quedó en mi cabeza. Amaba la mezcla de nuestros aromas, se sentía cómodo y hogareño. Deseé con todo mi corazón que nunca se acabara ese momento, pero me recordé a mi mismo que estaríamos juntos por varias semanas, así que, al menos por ahora, no tenía de qué preocuparme.

Cuando nos subimos a los autos, todos ya estábamos con el estómago lleno y de buen humor. Seokjin dejaría su auto en la casa de mis padres y juntos iríamos en el vehículo de mi cuñado.

Nos sentamos en los asientos traseros, y cuando Yoongi arrancó, sentí todo mi cuerpo picar de los nervios.

Pregunté: —¿Adónde vamos?

—Ya lo sabrás. No seas pesado —contestó mi hermano.

Puse mis ojos en blanco y solté un suspiro dramático.

—¿Por qué mamá te dijo a ti y a nosotros no?

Mi voz sonó molesta, pero todos sabíamos que solo lo decía en broma, el aroma me delataba.

—Porque no fue idea de mamá, este viaje fue idea mía. Así que siéntate y espera, en un rato ya sabrás adónde vamos.

«Este viaje fue idea mía». Eso logró ponerme de los pelos. Miré a Seokjin y pude ver como todo su rostro se tornaba de un color enfermizo.

¿Qué habrá planeado? Esto no me gusta para nada. 

La carcajada que lanzó Seokjin me irritó inmediatamente. Lo miré de mala gana y le quité el teléfono.

—¿Y yo soy el inmaduro? —le cuestioné a Yoongi—. Literalmente tapó mi cara con un fantasma.

Mi voz sonaba indignada y mi aroma se sentía amargo. Ese tipo estaba logrando ponerme de mal humor y ni siquiera estaba presente.

Yoongi se volteó en su asiento y miró hacia donde estábamos con Seokjin.

—Solo les voy a pedir que si tienen problemas con las personas que sabemos, mejor que se comporten como los adultos que son.

Con Jin nos miramos confundidos. Asentimos y Yoon volvió a su lugar. Hoseok nos miraba desde el espejo retrovisor y nos sonrió con ternura.

—Además, si se odian ¿para qué se siguen en Instagram? —cuestionó.

Miré la pantalla de mi celular y respiré de manera profunda. 

—Nunca nos dejamos de seguir.

—¿Por qué? ¿Acaso no se pelearon?

Negué. 

—Nunca tuvimos una discusión, solo... dejamos de ser amigos.

Me miraron inmediatamente los tres. Antes de ser atacado con preguntas, apenas pude susurrar un pequeño «¿qué?»

—¿Me estás diciendo que nunca pelearon? —preguntó Seokjin.

Asentí.

—¿Estuviste llorando por meses solo porque se alejaron sin razón existente?

Negué e inmediatamente expliqué.

—Razones había. Quizás no tuvimos las mismas, pero lloré por motivos válidos.

Nadie en mi familia sabía todo lo que habíamos pasado con Jungkook. De un día para otro, comenzaron a vernos alejados. Las tardes de videojuegos acabaron, las pijamadas también, incluso las sonrisas en las cenas dejaron de existir. Éramos dos desconocidos con un pasado en común y tal vez eso era lo más doloroso de todo.

Bloqueé mi teléfono y sonreí. 

—Cosas que pasan.

Yoongi rió bajito y, segundos después, dijo las palabras que amargaron mi día.

—Bueno, supongo que estas vacaciones les van a servir para aclarar sus problemas.

Abrí mis ojos de manera exagerada y me incliné hacia un costado para ver por la ventanilla. Mi estómago se revolvió al ver la playa, y miles de recuerdos me abordaron al saber dónde estábamos yendo.

Hoseok dobló por un pequeño camino de tierra, y tanto Seokjin como yo nos pusimos nerviosos.

—Da vuelta el auto —demandé, mientras mis manos comenzaban a sudar.

—No será tan malo —animó mi cuñado—. Serán vacaciones como en su infancia ¿no?

—Sí, eso suena muy malo —agregó Seokjin—. Dime que esta pésima idea no fue tuya, Yoongi.

Él rió en respuesta. 

—Claro que fue mía. —Hizo una pausa—. De Jihyo también, pero más que nada mía.

Me llevé las manos a la cabeza de la desesperación, cada vez estábamos más cerca y yo tendría menos oportunidades de huir.

—¡Yoon, por favor! Esto es una pésima idea, sabes que no podemos estar en el mismo cuarto sin pelear.

—Ya están grandes, podrán hacerle frente a la situación. Madurez, por favor. —Le señaló a Hoseok el auto de mis padres—. Ponlo ahí, vida. Después los señores Jeon nos dirán dónde guardar el auto.

A lo lejos veía a mis padres con las mascotas de mi hermano. Los dos cachorros corrían como desquiciados por toda la playa y mis padres los veían divertidos junto a los señores Jeon.

Busqué con mi mirada a Jungkook y no lo encontré, me convencí a mi mismo que tal vez él no estaría con nosotros. Me decepcionó un poco tal pensamiento, así que agité mi cabeza.

Esto sería un desastre. Mis vacaciones estarían arruinadas por completo. 

Cuando salí del vehículo, a los primeros que vi fueron a los señores Jeon.

Ellos, al igual que sus hijos, son un encanto. Es inevitable caer ante ellos, porque sí, me caerá mal Jungkook, pero no puedo negar que todos ellos son los reyes del carisma.

Son una familia grande. Son cinco hijos, de los cuales dos ya tienen los suyos propios. Hyejin es la mayor de todas, tiene veintisiete años y ya está casada. Es abogada, al igual que mi hermano y también su mejor amiga. Su esposo, Namjoon, es profesor de Filosofía en la Universidad Nacional de Seúl; es un alfa tan noble y dulce que lo adoras al momento de conocerlo.

Taehyung tiene veinticinco, es el segundo más grande y su talento es ser lindo. Es modelo —y cómo no serlo con el espectacular rostro que tiene—. Seokjin y él tienen una relación bastante compleja, no me pregunten el porqué, nunca lo supe.

Jihyo es la mejor amiga de Yoongi. Tiene veinticuatro años y es maestra en un jardín de infantes; estuvo en pareja por muchos años, pero se separó porque el tipo resultó ser un idiota. Tiene un pequeño niño, el cual es ahijado de mi hermano.

Luego sigue él. Sí, Jungkook. No me voy a poner a hablar mucho de él. Tiene veintidós años y nacimos con un mes de diferencia. ¿Se podrán imaginar la alegría de nuestras madres cuando se quedaron embarazadas? Nos criaron juntos y, de alguna manera, esperaban que nuestra amistad tuviera otro final. Es chef, estudió en la misma universidad que yo con la diferencia de que ya terminó su carrera y está trabajando en uno de los restaurantes más importantes de la capital.

Finalmente, el más chico de todos es Soobin. Tiene diecinueve años y es un ángel, es tímido y bastante inteligente; mi favorito entre todos los Jeon... ¿por qué? Porque es el único que no habla de más.

Él fue el primero en venir a recibirme. Se acercó a mí con una sonrisa tímida y mis nervios se fueron de inmediato. Estaba mucho más alto desde la última vez que lo vi.

—¡Soo! —Abrí mis brazos y él inmediatamente me abrazó—. Estás gigante.

Él rió y segundos después se alejó de mí. 

—Es que ya estoy más grande. Tengo diecinueve años, la última vez que me vió tenía dieciséis.

Abrí mis ojos de manera exagerada. 

—¿Dieciséis? Wow, sí que ha pasado mucho tiempo.

Una voz nos interrumpió: 

—Es que ya no vienes a vernos —agregó la señora Jeon, acercándose a mí para abrazarme de manera amorosa—. Jiminie, estás hermoso.

El resto de la familia no tardó en venir a saludarme. Los únicos que no estaban allí eran Jungkook y Taehyung, lo cual hizo que me relajara un poco. Claro que esa tranquilidad duró poco, porque una vez se abrió la puerta de la casa, mi estómago comenzó a revolverse.

El primero en salir y saludar fue Taehyung. Nos abrazó a todos, incluido a Seokjin —quien parecía haber visto un fantasma—. Jungkook tardó un poco más porque se tomó el tiempo de intercambiar palabras con cada uno de mis familiares. Cuando llegó a mí quise llorar.

—Park —saludó. No me dio la mano, mucho menos me abrazó. Solo me saludó con una pequeña reverencia, la cual correspondí inmediatamente.

El «sé maduro» de mi hermano llegó a mi cabeza, así que le sonreí.

—Jungkook. Qué bueno verte después de tanto tiempo.

Él me sonrió de una manera bastante curiosa y asintió segundos después.

—Veo que el tiempo no pasa para ti —comentó. Y por un segundo pensé que se trataba de un halago hasta que continuó hablando—. No has crecido ni un solo centímetro. ¡Por favor! Es como si continuaras teniendo quince años.

Mi sonrisa se borró y estoy seguro que mi aroma cambió de inmediato. Todos se quedaron en silencio, mirándonos, e intenté mantener la compostura.

—Sí, es verdad que no crecí mucho.

—Nada, diría yo —agregó.

Sonreí con rabia. 

—Sí, no crecí nada. Pero veo que estás mucho más alto. ¿no?

Él sonrió de manera orgullosa y asintió.

—Un metro ochenta —presumió y yo sonreí.

—Wow. Eres alto. —Miré a mi familia, así que decidí bajar la voz—. ¿Sabes lo que he escuchado?

Él se inclinó hacia mí. —¿Qué?

—Que la altura es inversamente proporcional al tamaño del pene —susurré bajito. Luego levanté mi mano y junté mis dedos—. Qué triste que no sea otra cosa la que creció, ¿no?

La sonrisa de su rostro se borró y no pude evitar soltar una risa. Me alejé de él y caminé en dirección a mi familia con la satisfacción de que, al menos por ahora, le había cerrado la boca.

Este sería un verano difícil.

Esta historia contiene socialmedia. Para leer esa versión puede pasarse por mi perfil de Twitter: @gigikigai. En ella encontran todo ese contenido extra.

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