❀ 4 ❀ La parodia española de Los Hamptons
"Ella es diferente
y no lo dice su cuerpo,
lo dice su alma.
Su alma sabe bailar"
~ Desconocido.
☾☼❀
Nada más despertar a la mañana siguiente, lo primero que cruza mi aturdida mente es la hermosa sonrisa de aquella chica, su mirada olivácea y el olor impregnado a mar que llevaba mezclado con alguna fragancia femenina que deleitaba mis sentidos. Se le veía tan relajada, dibujando y admirando el paisaje... Tan natural que estaba en su propia pompa y yo era el tonto que la observaba embelesado.
Al principio, estaba muy tensa, no dejaba de mirar de soslayo su bolso... ¿Qué llevaba allí? ¿Un espray de pimienta? ¿Una pistola eléctrica? No descartaba ninguna, aunque me parecía bien. Al menos iba segura. Aún así, no tenía muy claro qué tan legal fuera. Según mi adiestramiento con los militares, el espray sí lo es. Sin embargo, para portar una pistola eléctrica se necesita de un permiso especial para llevarla encima. Lo que me llevaba a preguntarme... ¿En qué mierda andaba metida esta chica?
Claramente, entendía que se pusiera nerviosa cuando un tío se para en medio de la playa desierta a hablarle. Pero resultó que el chico con el que se encontró era un llorica que no dejaba de arrastrase por el fallecimiento de su madre. No me gustó ver nada la compasión reflejada en su rostro.
Estaba allí tan agusto, que incluso estuve a punto de venirme abajo y llorar en el hombro de esa chica tan comprensiva, pero no. Yo no era así. No dejaba que las emociones y los sentimientos se me reflejaran, sólo fue un momento de debilidad. Tengo que superar su muerte, y todavía no he encontrado la manera. Siempre me excusaba con que sólo era cuestión de tiempo, pero ya habían pasado cinco años. Era tiempo de seguir adelante.
Había soñado con esa chica. Me parecía increíble la importancia que mi subconsciente le había otorgado. Sí, era hermosa y también tenía unas curvas que dejaban babeando a cualquier chico con un ápice de gusto. Y luego estaba ese bikini de mierda que no le hacía ninguna puta justicia, porque... ¡mierda!
Tenía que apartar esos recuerdos de mi mente porque un enorme bulto estaba creciendo entre mis pantalones. ¡Arg, qué mierda! Encima estaba estresado con el jodido vejestorio este.
Era sábado, y aún así nos tocaba trabajar porque llevábamos algunos encargos atrasados y el jefe tenía tantas ganas de echarnos como nosotros de irnos. Genial, una noticia fantástica, seguramente fuese lo mejor.
Lucas se había marchado a por unas piezas para uno de los coches, el jefe apenas aparecía por aquí si no era para llamarnos la atención y es por eso que me extrañé al escuchar unos pasos. Estaba con la cabeza metida en el capó buscando el error en la chatarra de ayer. Al menos, ya sabía que el problema estaba en el cárter. Me alivió descubrirlo, pero no el hecho de saber que aquí había alguien conmigo.
Noto unos brazos rodear mi cintura, lo que me hace dar un bote y chocarme con el levantado capó. Futuro chichón de gratis, no gratis no. Me las iba a pagar.
—¡Oh, dios mío! Lo siento cariño —se disculpa Teresa al ver mi reacción de sorpresa—. Pensé que tenías mejores reflejos —ronronea con una sonrisa socarrona.
—¿Qué haces aquí? —sueno un poco cortante.
Siempre suele avisarme para quedar, pero esta vez había decidido, por sorpresa, que sería la excepción.
—Pues pasaba por aquí... —desliza su dedo índice por mi pecho pasando la lengua por sus labios, provocándome. Eso me deja claro lo necesitada que está. Y no voy a mentir, yo también lo estoy sobre todo cuando el bulto que había crecido antes, se vuelve aún más grande y visible—. Y he dicho: Oye, porque no visito a mi chico.
Su dedo llega deslizándose hasta la cinturilla del mono que tengo bajado hasta las caderas. Le agarro el mentón ejerciendo un poco de fuerza, pero no la suficiente como para hacerle daño.
—Necesito que te quede clara una cosa —ella asiente embelesada—. No soy nada tuyo, sólo me tendrás para estos momentos —le dejo claro.
Intenta replicar, pero la corto de inmediato pegando mi boca a la suya. Esto no necesita de palabras. Ella me da placer y yo se lo doy a ella. Es recíproco.
Cuando empezamos con esta especie de acuerdo, concordamos en que no habría nada de sentimientos de por medio. Lo máximo que haría por ella sería escucharla si lo estaba pasando muy mal, y darle placer hasta que cayese rendida. Se podría decir que éramos amigos con derecho a roce, y punto. Nada más.
Desliza una mano por dentro del mono, subiendo y bajándola alrededor de mi miembro erecto para darme placer. Me arrebata un gemido, lo que la envalentona para continuar, poniéndose de rodillas para sustituir su mano por la boca. Joder, sabe lo que hace.
No quiero alargar esto por mucho que lo esté disfrutando porque en cualquier momento podría llegar Lucas, o lo que sería peor, Fernando.
Estiro de su brazo para ponerla en pie y hacer que se doble para tener mejor accesibilidad. Levanto su estrecha falda, pero antes de introducirla, me pongo el preservativo que ella me facilita para luego comenzar con las embestidas.
Tras quince minutos de movimiento, ella se viene y estoy a punto de correrme hasta que el jefe entra por la puerta y nos pilla en plena faena. ¡Me cago en la puta!
— ¡Montoya! ¡¿Qué cojones está haciendo?
—Pues yo...
No hay nada que explicar, joder. Era evidente lo que estaba haciendo. Y tampoco me arrepiento. De pocas cosas suelo hacerlo.
—Está despedido y su amigo también. ¡Salid de aquí cagando leches!
"El amo ha despedido a Dobby. Dobby es un elfo libre", suelta mi consciencia recitando una frase de Harry Potter. Y no puedo estar más de acuerdo con ella. Lo malo es que sin tener culpa, Lucas se ha llevado también el muerto.
Teresa se recompone poniendo la falda, el pelo y el carmín rojo en su sitio. Está expectante de toda la escena con una sonrisa diabólica plasmada en el rostro. Y algo me dice que sé lo que está pensando: "Toma. Lo ha despedido. Ahora tengo más tiempo con él". Un poco egocéntrico por mi parte, pero no carece de realidad.
Llamo a Lucas y le comunico que nos hemos quedado sin curro. Tras varias maldiciones dirigidas hacia mi persona que decían de manera explícita que se cagaba en mí, se relaja. Luego me da las gracias porque llevaba días queriendo dejarlo. Y ahora es mi turno de cagarme en él por haberse cagado en mí. En fin, nos va eso de echarnos mierda.
Tere me insinúa de terminar en mi piso lo que se ha quedado a medias, pero siendo sincero, se me ha cortado todo el rollo, y aún más sabiendo que Fernando lo ha visto todo. Vaya, que si se me ha bajado todo el calentón, y de sopetón. El nuevo Lorca me llaman.
☾☼❀
Una fuerte vibración en la mesita de noche hace que me despierte de la siesta de un brinco. Joder, ni tranquilo se puede echar uno un poco. Sin embargo, cuando veo el nombre de mi tío en la pantalla, mi enfado mengua.
—Hola, tío Berni.
—Hola, Nico. ¿Cómo estás? Llevo tiempo sin saber de ti.
—Bien, tirando con lo que puedo.
—¿Qué tal te va en el taller? ¿Te siguen metiendo tanta caña?
Verás tú cuando le diga que me han echado.
—Me han despedido —se escucha un suspiro al otro lado de la línea.
Estaba al corriente de la esclavitud laboral a la que estábamos sometidos Lucas y yo, y aún así, éramos masoquistas y seguíamos.
—¡Jesús bendito, menos mal! No te preocupes hijo, seguro que encuentras algo mejor.
Al menos no me ha preguntado por el motivo del despido.
—No sé, hay poco trabajo y la prejubilación no es suficiente.
—Sabes que siempre podrás contar con tu tía Rosa y conmigo. Te dejaremos dinero...
—No. No puedo permitir tener que tirar de vosotros otra vez, ya soy mayorcito. Tengo que buscarme las papas yo solo —expongo mientras me levanto de la cama con molestia.
—Siempre tan independiente —le noto una sonrisa—. Bien, vale. Pero que no te quepa duda que te ayudaré a buscar un trabajo decente.
—De acuerdo.
A través de la llamada, se escucha la voz de una chica riéndose y llamándolo. Seguramente sea la pija a la que tiene que portear de un lado a otro para comprarse sus prendas caras de la semana. Qué manera de despilfarrar el dinero.
—Te dejo Nico. Tengo trabajo. Cuídate, te quiero hijo.
—Sí. Y yo.
Lo último que escucho, antes de que corte, es la risa de la pija acompañada de la siguiente exigencia con tono burlesco: "Venga, Berni. Vamos que nos cierran el Dior".
Pues eso, tirar el dinero. ¿Dior? ¿En serio? Al menos era una pija con gusto, aunque había tales mamarrachadas en las líneas de ropa que daban asco. ¿Quién cojones se ponía esas cosas sólo porque fuesen de marca? Subnormales.
—¡Soldadito, ven acá pacá! —me llama a voces Hugo.
Me tenía hasta los cojones con las bromas sobre los militares, pero que le iba a hacer si el pobre mío era idiota. Lo quiero, pero una no quita la otra.
Cuando llego al simple salón de nuestro piso, me los encuentro desparramados en el sofá comiendo palomitas y bebiendo cerveza. ¡Anda, coño! ¡Qué bien se lo montan! ¡Y que no avisan los jodios'!
—Te propongo algo —sonríe macabramente. Espero que esa cara no fuese la que utilizaba para ligar. Daba un mal rollo que te cagas—. A Lucas ya lo tengo en el bolsillo, sólo faltas tú.
A saber qué bombilla de la cabeza se le había encendido esta vez. Lo único que añadiré es que mi amigo tiene pocas luces, y las dos que más se le encienden son fiesta y sexo, por lo que...
—Fiesta de lujo esta noche —añade con una sonrisa ladina y elevando sus cejas. Luego hace el típico gesto italiano que suele ir acompañado de todas las frases acabadas en - ini.
—Nah, ni loco me meto en una casa de pijos. Mucho menos en una fiesta.
—¡Venga ya! No seas aguafiestas —me pica el cabrón—. Tío, que también hay barra libre —suelta como si fuera lo mejor del mundo, haciendo énfasis en las dos últimas palabras.
Noto cierto retintín en esta frase. Cierto, se me olvidaba la tercera luz de mi amigo, el alcohol.
—No tengo ganas de verle la cara a esos paletos.
Esa gente se pavonea por ahí como si el mundo fuese suyo por tener dinero. Y sé que vamos a desentonar allí, y que seguro que algún espabilado se pasa de listo. Ya me estoy montando la película y ni siquiera he pisado territorio comanche.
En ese momento llega la duda a mí como un resorte:
—¿Cómo piensas colarte?
No era nuevo para Hugo colarse en las fiestas, esta no sería la novedad.
—Esta vez no nos colamos. Tenemos pase Vip —menciona subiendo y bajando las cejas de forma animada. Me sorprende, sí que será la novedad. Eso me dice que hay una mujer de por medio.
—¿A quién te has tirado?
—A una pelirroja que resulta ser la anfitriona —sonríe como un gilipollas. Lo sabía—. Se llama Laura —pronuncia su nombre deleitándose con cada letra.
Sí, desde luego lo tiene pillado por los huevos.
—Genial. Me alegro por ti, pero yo no voy.
—Venga Nico, nos acaban de despedir. Tío, necesito un poco de meneo —intenta convencerme Lucas. Ha utilizado el as que tenía guardado bajo la manga mencionando que nos han despedido, por mi culpa. No me queda más remedio que contentarlo.
—Está bien, pero esta es la última fiesta pija a la que voy.
—Sí, sí. Lo que tú digas.
Hugo siempre sabe como tocarme los cojones, y Lucas como calmarme y convencerme. Somos un trío difícil, sinceramente. A veces parecemos un matrimonio con un niño pequeño, los roles quedan claros.
☾☼❀
—Hugo Guillez. ¿A quién coño te has tirado? ¿A la puta hija del presidente? —le pregunta Lucas sorprendido mientras admira lo mismo que nosotros.
Desde luego que yo me preguntaba lo mismo. Y no es que sólo la casa fuese flipante, no. Es que era toda la puta urbanización. Esto podría ser perfectamente una jodida parodia española de los Hamptons. Todas eran mansiones con hectáreas de césped y piscinas. La mayoría eran blancas, pero esta tenía algunas piedras incrustadas en las paredes.
La música suena a tope, rebotando por todos lados, y hay mucha gente en la puerta saliendo de sus espléndidos cochazos. El más barato de ellos podría costar unos ciento cincuenta mil euros. Que me llamen hipócrita, pero si tuviera tanto dinero también me compraría un coche de esos.
—Ni puta idea. Como comprenderéis, cuando estamos follando no se me viene a la cabeza preguntarle: "¿Cómo de rica eres? Enséñame tu cartera" —suelta encogiéndose de hombros y abriendo mucho los ojos. Sí, la verdad es que ahí le ha dado.
Nos acercamos a la entrada del chalé, para luego adentrarnos en el meollo. ¡Buah!, esto era un flipe de casa. ¿Cuánto podría valer? Los dos millones no se los quita nadie teniendo en cuenta que estábamos en la zona más cara de Barcelona, a pie de playa. Si estaba en lo correcto, muchos de estos chalés pertenecían a escritores, cantantes, bailarines, empresarios, políticos... ¿Quién sabe? A lo mejor veía salir a Bad Gyal de alguna de estas casas, si es que se le pueden llamar de esa manera.
No son ni la una, y ya hay ricachones tirados por el suelo.
Patético.
Cuanta más gente vemos, más se nos va formando una duda en nuestro cerebro de mosquito. ¿Por qué cojones van todos de blanco?
—Hugo — casi gruño. Él me mira un poco asustado.
—No tenía ni puta idea que era una fiesta ibicenca —levanta ambas manos en señal de paz. Paz, mis cojones. Yo lo mato.
Pues si no quería dar el cante, ahora es imposible no darlo. ¡Joder, que los tres vamos vestidos de tonos oscuros! En fin, con decir que llevaba una camisa y unos vaqueros negros... Sentía que mi cuerpo era una diana para aquella gente. Algunos nos miraban mal y extrañados, luego estaba la población femenina que nos comía con los ojos.
Una pelirroja, que si no fuera por los zancos que lleva no me llegaría ni al pecho, se acerca contoneando las caderas en un gesto muy sensual hacia Hugo. No tengo nada en contra de las personas bajitas, pero el hecho de ver cómo se pavonea ya hace que me dé malas vibras. La personalidad es un factor muy influyente en la expresión corporal, puesto que esta última es la manera que tenemos de expresarnos con el medio. En fin, psicología aparte.
—Hola, nena.
Ni le saluda, le agarra la camisa para atraerlo a ella y tragárselo. Eso no era un beso, se lo estaba tragando. Si sigue así, esta noche tendremos un soldado caído.
Lucas se pone a mirar para todos lados como el que no está viendo esa cochinada, y una de esas veces me mira abriendo mucho los ojos señalando con la cabeza a esos dos. Sí, yo también lo estoy flipando.
Tras dejar de prestarle atención a Hugo, quien parece aturdido, se centra en nosotros.
— ¿Por qué no venís de blanco?
Se le nota la molestia en su chillona voz mientras nos repasa de arriba abajo de forma lasciva y extraña. Definitivamente, esta tía no me va a caer bien.
—Somos especiales —le responde su ligue con una sonrisa socarrona.
Desde luego que él era especial, especialmente tonto.
—Ya, claro. No te has acordado —supone ella muy enfadada. Hace un ruido extraño que traduzco como un gruñido y comienza a hacer aspavientos mientras se marcha dando grandes zancadas.
Primera niñata de la noche ubicada.
—¡Espérame, cariño! —le grita Hugo mientras la persigue.
Lo que nos faltaba, menuda escena que estaban montando.
Lucas y yo decidimos que no queremos ver otra escena de esas ni en pintura por lo que nos vamos a la barra que había montada dentro de lo que parece ser un kiosko de madera muy espacioso en el jardín. De improvisada tenía lo que yo de empleado. Esa construcción era parte de la casa, lo que me llevaba a pensar que aquí se celebraban muchísimas fiestas.
Varias chicas comenzaron a acercarse, insinuándose.
¡Y yo que pensé que la gente de dinero era más recatada!
Inesperadamente, Lucas se lleva de gratis una palmada en el culo que lo deja trastocado. En cambio, a mí me acarician los brazos.
Espacio personal, por favor.
¿Es que no han visto un tío en su vida? Al parecer uno de verdad no, porque nos miran como si fuéramos experimentos extraordinarios. Cuando creo que me estoy volviendo loco por el agobio de tantas chicas, la veo. Está de perfil tomando una copa de vete tu a saber qué mientras habla muy animadamente con una pelinegra.
No puedo negar que parece un ángel sin alas, la artista lleva unos tacones de aguja dorados con tiras que envuelven su pantorrilla, con los que dejaría que me atravesara el corazón si con eso conseguía unos minutos a solas con ella.
Sigo y sigo subiendo admirando sus bronceadas y largas piernas de modelo. Su cuerpo está cubierto por un vestido dorado de brillo que no deja espacio a la imaginación, pues poco tapa. La espalda y los costados de las caderas quedan al descubierto por finas tiras mientras que el resto de tela cubre lo esencial. Lleva el pelo entre ondulado y rizado, pero parece muy natural, por lo que en ese momento descubro cómo es verdaderamente la forma de su cabello: alocado, desenfadado y con vida propia.
La otra viste exactamente el mismo vestido y tacones, pero en color plata. No le presto mucha atención porque la modelo me tiene embelesado. Van a juego, joder, se han puesto de acuerdo para vestir. No sabría decir si me gusta o me disgusta su rollo, creo que obviamente, opto por lo primero. Me encanta.
En ese instante, comienza a sonar el inicio de la canción que identifico como Watiti, de Karol G. No voy a mentir, la he escuchado cientos de veces en el coche de Teresa.
Ambas comparten una sonrisa complice y ladina. Se terminan lo que les queda de copa de un trago, y se dirigen a la pista con cara triunfante. ¿Se puede ser más pedante que estas dos?
Todo resquicio de la chica de anoche ha desaparecido, en su lugar está una muy sexy y atrevida que da todo de sí en la pista, moviéndose al compás de la letra y ritmo junto a su amiga. Hacen muchos pasos que me parecen muy interesantes, sobre todo cuando suena el "Pum, pum pal' suelo" y sus traseros se mueven acorde a la canción, especialmente el perfecto y redondo de Ricitos. Sí, definitivamente necesito estudiar eso de cerca. Muy cerca, a ser posible sin hueco alguno entre ambos, y si es con mis manos encima de sus curvas, más que mejor.
Lucas, de momento, centra su vista en lo que yo estoy observando, y sólo nos hace falta una mirada para entendernos.
Esquivamos al resto de mujeres que parecen querer dedicarnos toda la noche, pero nosotros hemos caído en otra trampa: una más deliciosa.
Nos acercamos lentamente hasta ellas para acompañarlas en lo que parece ser una coreografía que se tienen estudiada. No sé como saldrá esto pero o se dejan llevar o nos dan una paliza. Está claro que mi amigo se decanta por la pelinegra, e igualmente, se tiene que aguantar si no quiere.
Ricitos es mía.
Me acerco a la modelo de Victoria Secrets, no sé si será su profesión, lo dudo porque tendría muy presente el hecho de que la reconocería de la tele. Aún así, podría serlo perfectamente.
Me acerco por su espalda y poso mis manos en sus caderas desnudas con delicadeza, averiguando que su piel es tan suave como supuse en mi sueño.
Al principio se tensa, pero luego me mira de soslayo, y continúa bailando sensualmente contra mi cuerpo. No me ha reconocido, y no tengo ni la menor idea de si eso es bueno o malo.
Ella sigue con sus movimientos pegada a mi pecho. En alguna que otra ocasión, su lindo trasero roza mi zona más sensible, creándome la necesidad más imperiosa de tocar a una chica que he tenido en mi vida. Deslizo mi mano desde su cuello hasta su muñeca, acariciando todo su brazo izquierdo. La veo sonreír de perfil mientras mira a su amiga. Es preciosa.
Acerco mis labios a su oído, la noto estremecerse ante mi tacto. Vuelvo a dejar posada la mano donde estaba, notando como su cuerpo ha incrementado de temperatura. No puedo evitar sonreír de forma ladina y pensar en cómo su cuerpo ha respondido ante un mínimo estímulo mío.
Su fragancia, que huele cara, me atrae como la miel a las avispas. Y soy una avispa con muchas ganas de picar. Por lo que con mis labios pegados a su oreja provocando que se estremezca, le digo:
—Hola, Señorita Sin Nombre.
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¡Hola, veraniegos de lujo!
Wow, ¿notáis la elevada temperatura en el ambiente? Porque... Yo sí.
Mm, ¿qué pasará con Nico y Chiara? Menuda forma de encontrarse. Parece que la pitonisa de su amiga sí que iba a tener razón con eso del destino.
¡¡AYYY, ESTOS DOS ME TIENEN ENAMORA'!!
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