Capítulo 7
La plaza de de aquel pueblo no era nada más que un círculo de tierra pisoteada, un pozo de agua y algunos puestos de comercio. No se asemejaba en nada a la gloria de la ciudad en donde residían los reyes. Allí no había aristócratas o poderosos, solo la plebe.
Había cambiado su apariencia para convertirse en una joven elfa, y ahora caminaba a paso rápido, luciendo preocupada.
-Señora, por favor, puede ayudarme? –La anciana alzó los ojos de las verduras que acomodaba y clavó en él su nublada mirada. –Necesito una curandera. Mi madre... Mi madre y mi hermano que aún no nació... -Las lágrimas anegaron sus ojos, y la mujer tomó su mano para confortarlo.
-La sanadora vive en el linde del bosque. –Señaló con sus huesudos dedos. -Ve.
Besó las arrugadas manos de la anciana antes de murmurar un agradecimiento y salió disparado hacia el hogar de la curandera. Se limpió los labios con la manga de su túnica sintiendo asco. Si tenía suerte, no volvería allí nunca.
La cabaña donde vivía esa mujer se parecía bastante a la suya, solo que esta era de pálida roca. Se acercó a la puerta y la azotó con urgencia. Oyó los pasos apresurados en el interior y una alta elfa ocupó el umbral. Eso lo sorprendió. Qué hacía una alta elfa allí?
Su cabello era de un rubio casi blanco, tan largo que le llegaba al final de la espalda. Su piel era del tono de los duraznos. Y cuando sus ojos de un brillante color ámbar se clavaron en los suyos, sintió un escalofrío. Por un segundo, su fachada flaqueó. La sabiduría de los siglos emanaba de ellos, amedrentándolo.
Por suerte, la sanadora no pareció notarlo.
-Tirarás mi puerta abajo, niña. –Fue su saludo. –Qué mal te aqueja?
Se derrumbó en sus brazos rogándole que la acompañase porque su pobre madre embarazada estaba postrada en la cama. No necesitó más que eso para que la mujer empacara medicinas y lo siguiese.
Las personas serviciales eran tan estúpidas...
Había dejado su montura al otro lado del pueblo, así que caminaron hasta allí con la sanadora preguntando acerca de los síntomas y el tiempo que su madre llevaba en cama. Loki contestó cada una de las preguntas de modo que la urgencia de la curandera aumentase, y la mujer prácticamente tomó las riendas del caballo en cuanto llegaron a su lado.
A pesar de que el gesto le molestó sobremanera, el dios del engaño se limitó a apretar la mandíbula y fingir ser una pobrecita niña desamparada.
Si a la mujer le pareció extraño que viviese en el medio de la nada, no lo demostró, y guió el caballo a través del bosque como si estuviese dirigiéndose a la casa de alguno de sus vecinos.
La cabaña no tardó en aparecer frente a ellas, y Loki sonrió para sus adentros. La sanadora llevó la montura al establo y desmontó, pero cuando él quiso bajar, lo detuvo.
-Solo un momento.
Qué..?
Tras atar a la bestia, la mujer volvió a su lado y lo ayudó a bajarse. El joven frunció el ceño, pero no hizo ningún comentario.
-Por aquí, por favor.
Llevó a la elfa al interior de la casa y cerró la puerta tras ella. Al fin... Invocó una vez más el campo de energía que protegía el lugar, encerrando a la recién llegada allí. Si trataba de irse, perecería...
Con una sonrisa en el rostro, se dio la vuelta para enfrentar a la sanadora.
-Siéntate. –La orden lo tomó por sorpresa. Se quedó inmóvil, mirando a la elfa con confusión. Ella puso los ojos en blanco. –Que te sientes.
Lo tomó por los hombros y lo arrastró al sillón. Qué se creía aquella condenada hembra? La ira se sobrepuso a la sorpresa y se zafó de sus manos con brusquedad. La sanadora la observó con hartazgo. Era la misma mirada que una madre le dirigiría a su hijo cuando este hacia un berrinche.
-No me des órdenes. –Ladró.
-Y tú no me mientas. –Una vez más, Loki se quedó sin palabras. Y eso lo enojó.
Lanzándole dagas con los ojos a la curandera, recompuso su apariencia. El disfraz se disolvió en el aire, dejando al descubierto su verdadero yo. Sonrió con satisfacción ante la mirada confusa de la mujer. Si, ya aprendería su lugar...
-Eres... Eres... Un Asgardiano...
-No soy cualquier Asgardiano. Soy el Dios del engaño. Y tú me servirás.
-Eres un hombre. –Exclamó ella con voz ahogada. -Tu condición no debería ser posible.
En lugar de retroceder, la sanadora avanzó hacia él y le tocó el vientre. Loki tomó sus muñecas con fuerza, alejando sus manos, y la estampo contra la pared más cercana antes de aprisionarla con su cuerpo. Su nariz casi rozo la de ella.
-Sin. Tocar. –Gruñó.
-Cómo quieres que te atienda, entonces? –La voz de aquella mujer ni siquiera tembló. Él la miró interrogativamente. –No me engañaste ni por un segundo. Bueno, sí creí que eras una elfa. Pero siempre supe que el embarazo era tuyo.
Mientras hablaba, ella mantuvo sus ojos fijos en los de él, y Loki no pudo ver ni un atisbo de mentira en ellos. Quién era? Rindiéndose, la soltó. Una vez libre, la hembra soltó de golpe el aire de los pulmones y lo observó como si fuera un animal extraño.
-Cómo lo supiste? –La pregunta la hizo respingar, sacándola de golpe del estado de fascinación en que había entrado mientras observaba fijamente su torso.
-Tengo 3000 años y mucha experiencia.
Vaya. Había traído consigo a una abuela. Con un gesto de desinterés, Loki se sentó junto a la chimenea. La sanadora tardó un par de segundos en seguirlo.
-Si sabías que mentía, por qué viniste? –Preguntó el dios clavando su mirada en el fuego.
-Porque el miedo era real. –Respondió la mujer mientras se arrodillaba frente a él y palpaba su estómago. –Soy Lyrei, por cierto.
-Yo no tengo miedo.
Lyrei lo miró alzando una ceja, poco convencida. Pareció decidir que no tenía ganas de discutir, pues cambió el tema.
-No haré preguntas si prometes seguir mis indicaciones al pie de la letra.
-Tú no me darás órdenes. –La elfa se puso de pie.
- Si te quedas conmigo, prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para que tu hijo nazca. Si no, buena suerte encontrando a alguien que no te envenene con la excusa de tratarte.
Eso era un buen punto. Y no podía hacer desaparecer a tantos sanadores. Despertaría sospechas. Y probablemente enviarían guardias a peinar el bosque. Era una molestia innecesaria... Suspiró.
-Bien. Me quedo contigo.
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