Capítulo 14
El aparato que Stark le había dado era una especie de comunicador de una sola vía. Se suponía que funcionaba incluso en otras dimensiones, pero como no había podido probarlo, pues no tenía ni idea. Solo se lo había aceptado porque la situación en que lo había encontrado con el Capi era incómoda y ya quería irse.
Quién hubiese pensado que esos dos estaban juntos...
Sentía algo de celos.
No, no "algo". Estaba completamente celoso.
Había decidido, no sin que Hogun lo mirase mal, que quería regresar a Svartalfheim aunque fuera por unos días más. Sentía que había dejado mucho terreno sin explorar y no podía dejar ni un solo cabo suelto.
Así que allí estaba de nuevo, en la oscuridad, metiendo la nariz en nidos de monstruos, con sangre seca pegada al cuerpo y una nausea constante por el olor. Su compañero había vuelto al silencio que lo había caracterizado durante su estadía en la tierra de los elfos oscuros, y aunque Thor intentó que regresase a Asgard, el Severo se había negado.
-No te dejaré solo para que la locura te consuma.
Que la locura lo consuma, eh? Si, se sentía menos... Él mismo...
Las pesadillas cada vez eran peores. Pesadillas en las que Loki no regresaba. En las que encontraba su felicidad en otra parte, con otra persona...
Su mente estaba llena de imágenes de Loki. Y ahora que había admitido lo que sentía por aquel hombre, la necesidad de tenerlo a su lado rozaba la obsesión. El solo pensar que estaba lejos, quién sabía en dónde, quién sabía con quien... Lo desesperaba.
Si Hogun lo había notado, no lo demostraba. Lo que estaba bien. No necesitaba a alguien picándolo con su compasión.
Solo necesitaba a Loki.
La idea de arrastrarlo de vuelta a Asgard y encadenarlo en la celda más segura del castillo, donde solo él pudiese verlo... Bueno, eso comenzaba a sonar mejor cada día.
Quería lo que Stark y Rogers tenían.
Quería tener a Loki solo para él.
***
Tenía las manos llenas de tierra y el sol a sus espaldas brillaba con mucha intensidad para tratarse de un día de invierno. Dentro de su campo de energía, la temperatura era constante, por lo que su huerta estaba creciendo fuerte y sana. Lyrei, a su lado, revisaba las calabazas.
-Pronto podremos hacer pasteles con estas bellezas. –Comentó la elfa, secándose el sudor de la frente. Loki sonrió ante la idea.
Al parecer, su desmayo se había debido a un pico de baja presión por una leve anemia. Nada de qué preocuparse, pero la mujer no quería correr riesgos. Así que había aumentado el hierro en sus comidas, había agregado algunas otras hierbas a su infusión y le había puesto un toque de queda: Podía estar levantado alrededor de tres horas. Luego tenía que meterse en la cama. Le había parecido exagerado, pero ella se había mantenido firme en que no quería que se esforzara de más para evitar otro desmayo.
-Esto está bien así? –Señaló las plantas medicinales que Lyrei había traído de su escapada a su hogar y él acababa de trasplantar.
-Lo está. –Le mujer miró al cielo y midió la posición del sol. –Me gustaría agregar carne a tu dieta...
-Ve. –Loki se puso de pie y se sacudió la tierra de los pantalones. La elfa lo miró con desconfianza.
-Estás seguro? No quiero dejarte solo de nuevo.
-Está bien. Me quedaré acostado.
-De acuerdo. –Ella llegó a su lado y él bajó la cabeza diligentemente para que pudiera besarle la frente. Aún se sentía extraño, pero lo hacía sumamente feliz. –Volveré en un par de horas.
Tras observarla hasta que se perdió en el bosque, el dios entró a la cabaña y se metió en la cama.
Su vida había dado un giro de 180 grados. La vida en el palacio ahora parecía sosa. Cómo había podido pasar tantos años de su existencia allí? Cuando pensaba en el hastío, en la enorme cantidad de gente que pululaba por todo Asgard, en las horas infinitas dedicadas a la política... Quería vomitar...
Un momento.
De verdad quería vomitar.
Se levantó a la velocidad del rayo y corrió a la cocina para hacerlo en el baño o en una cuba y no por todo el lugar. Vació el contenido de su estómago y respiró hondo con alivio antes de enjuagarse la boca con un poco de agua y revisar el bolso de Lyrei. Ella le había enseñado muchas cosas sobre plantas medicinales de modo que, si ella no estaba, él mismo podría prepararse las infusiones.
Puso al fuego el cazo con cáscaras de naranja y jengibre sintiéndose bien consigo mismo.
Qué dirían todos si lo vieran ahora?
A Odín probablemente le importaría un bledo. Su madre estaría orgullosa de él, y su hermano... Bueno... Su hermano estaría tratando de ayudarlo. Como siempre había hecho.
Lo imaginó intentando prepararle alguna de sus medicinas y rió. Se le daba muy bien luchar, pero nunca había mostrado interés en la magia o la botánica, y pensar en el todopoderoso dios del trueno teniendo dificultades con un té era muy gracioso.
Era probable que entrase en pánico por casi cualquier síntoma, por más normal que fuese, porque así era él con las personas que eran importantes en su vida.
El agua de su té hirvió y lo sacó del fuego para dejarlo reposar mientras observaba la canasta de verduras que habían cosechado. Y qué traería Lyrei? Esperaba que fuese alguna especie de liebre... Con eso y algunas patatas en puré tendrían una cena deliciosa. O tal vez verduras asadas...
Coló la infusión y regresó a la cama con una taza humeante. En cuanto estuvo cómodo, tomó el diario que la elfa mantenía y anotó las nauseas y lo que había bebido para que ella no le gritara más tarde.
Su estómago, cuando estaba acostado, formaba una pequeña y adorable montañita que le gustaba observar. Allí estaba su niño, formándose, juntando fuerzas para encarar el mundo... Cómo podría llamarlo? Se sorprendió de no haber pensado en un nombre hasta ahora.
Miró fijamente a su pequeño, como si pudiera verlo a través de las sabanas y su propio cuerpo.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
-Gisli.
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