Capítulo 12

Cuatro semanas después, Thor estudió los mapas de Svartalfheim sintiendo que no habían recorrido ni un cuarto de aquel desolado mundo. Enormes ojeras se asentaban bajo sus ojos, y ya casi no tenía apetito. Se forzaba a comer porque se decía que necesitaba la fuerza para encontrar a Loki, no porque su cuerpo lo pidiera.
La oscuridad estaba haciendo estragos en su ánimo, haciendo que se sintiese cada vez más miserable. Hogun estaba más sombrío de lo normal, y si bien no era el más hablador de los tres guerreros, ahora rara vez emitía palabra.

Se dio la vuelta en las pieles que hacían las veces de cama. Estaba harto. Y Loki tal vez estaba loco, pero le gustaba la luz.

-Hogun. –El guerrero desvió la mirada del fuego y lo miró sin siquiera cambiar la expresión. –Nos vamos. –El Severo lo observó en silencio por un momento antes de ponerse de pie.

-Estás seguro? –Thor asintió y Hogun soltó un larguísimo suspiro. –Gracias.

Cinco minutos después estaban junto a Heimdall, que lo miraba con compasión. Algo se revolvió dentro del dios del trueno ante eso. No le gustaba la compasión...

-Vayan a descansar un poco. –Thor gruñó como respuesta y salió de la sala seguido de Hogun.

El salón de banquetes estaba desierto cuando entraron, pero su presencia no pasó inadvertida y casi en el momento en que se sentaron, una criada se apresuró hacia ellos con una bandeja de carne y cerveza. Agradecieron el alimento y Thor comenzó con el ritual de morder, masticar y tragar mecánicamente.

-Hijo! Guerrero!–La voz de Frigga llamó su atención y volteó para recibir a su madre. Se las arregló para sonreírle.–Cómo están?

-Muy bien, mi señora. –Hogun le dedicó una pequeña reverencia. –Thor, iré a darme un baño. Búscame cuando volvamos a salir. –El dios del trueno asintió y quedó a solas con su madre.

-Hay alguna novedad?

-No. Pero mis compañeros de Midgard están ayudándome también. –Frigga se sentó a su lado, con las manos firmemente apretadas en su regazo. Escudriñó su rostro, notando cada nueva arruga.

-Te encuentras bien?

-Cansado. No he podido dormir bien. –No quería que su amada madre se preocupe.

-Yo tampoco, hijo. Temo que tu hermano se haya ido para siempre.

-Madre, no. Por qué crees eso? –Ella sonrió con tristeza.

-La última vez que hablamos podría jurar que vi lágrimas en sus ojos. –Thor frunció el ceño. –Tomó mi mano con firmeza y la sostuvo largo rato, mirándome fijamente. Como si tratase de ver mi alma. –Levantó la vista y habló quedamente. –Tu hermano siempre fue muy sensible... -El corazón de Thor se estrujó al ver los ojos brillantes de su madre.

Una parte de él quería golpear a Loki por poner así a su madre.

-Lo encontraré y lo traeré de vuelta. Lo juro. -Frigga le acarició la mejilla con una sonrisa esperanzada.

-Sé que lo harás, hijo.

Caminó a su cuarto para cambiarse las ropas. Grave error. Ver la cama en la que lo había follado hizo que le hirviera la sangre. Sacudió la cabeza cuando las eróticas imágenes de Loki inundaron su cerebro.

Luego de darse un baño, buscó a Hogun. No tardaron en regresar con Heimdall.

-Están listos? –Thor asintió. –A dónde esta vez?

-De nuevo a Midgard. Necesito ver a Strange.

Esta vez, Heimdall guió el bifröst a la terraza de la torre, así que se ahorraron la caminata. Frente a ellos se extendía la pista de aterrizaje de las naves voladoras de las que disponían, y varias de aquellas máquinas estaban allí apostadas, esperando el momento de ser usadas.
Tras ellas, la torre de control estaba desierta. Al entrar, le extraño que Friday no diera ningún tipo de señal. Generalmente la secretaria de Stark le daba la bienvenida a cualquiera que pusiera un pie en las inmediaciones... Sospechando que algo iba mal, tomó su martillo y le hizo señas a Hogun para que le cubriera la espalda.

En silencio, recorrieron cada habitación buscando alguna pista que les indicara si había sucedido algo o no. Luego de bajar tres pisos por las escaleras sin encontrar nada y a punto de regresar a la terraza para pedirle a Heimdall que encontrara a alguno de los vengadores, el sonido de voces apagadas llamó su atención.

Indicándole al guerrero que se quedase cerca, avanzaron hasta la puerta del salón que solían usar para descansar. Thor pegó la oreja a la puerta. Si, las voces venían de ahí...

-No, Tony, no!

El grito de Steve Rogers lo alarmó, y el dios del trueno pateó la puerta. El pedazo de madera salió despedido y su grito de guerra se escuchó en todo el piso. Entraron con las armas en alto, listos para lo que sea... Y se congelaron.

La habitación estaba vacía salvo por una pareja recostada en uno de los sofás. Steve Rogers estaba sin camisa, aprisionado bajo Tony Stark, que... Parecía querer desabrocharle los pantalones...

Steve se incorporó de golpe, lanzando a Stark, que aún no había podido quitarse, directo al suelo.

-HIJO DE UNA GRAN-

-LENGUAJE!

Thor solo atinó a parpadear. Vagamente escuchó a Hogun retroceder y salir del cuarto. El Capitán América prácticamente voló tras el sofá y lo vio pelearse con la camisa que trataba de ponerse, rojo como un tomate, mientras que Tony se sentaba y se frotaba la espalda baja con cara de pocos amigos.

-FRIDAY! –Ladró Stark.

-Sí, señor Stark?

-POR QUÉ NO DIJISTE QUE TENÍAMOS COMPAÑÍA?

-Usted me pidió que no interrumpa, señor.

-Maldita sea... -Murmuró Iron man. Rogers lo fulminó con la mirada antes de dirigirse al dios.

-Y bien... Thor. Hola. –Carraspeó. En ese momento notó su estado y su vergüenza fue reemplazada con preocupación. –Te ves horrible. Qué te sucedió? –El dios hizo un gesto de desinterés.

-Demasiado tiempo sin sol.

-Y sin comida. Has bajado de peso? –Por todos los cielos, ahora Rogers era su madre?

-Todo está bien.

-Sí tú lo dices. –Stark habló por primera vez. -Qué haces aquí? No deberías estar buscando a tu hermano loco desesperadamente o algo? –Tony se había puesto de pie y en ese momento estaba junto al minibar, sirviéndose un vaso de whiskey. –Thor puso los ojos en blanco.

-Por eso estoy aquí. Strange?

-Aún nada. El muy bastar-

-Lenguaje... -Tony hizo una mueca.

-No volvió. No tenemos idea de cuándo lo haga.

-Oh. –Thor miró al suelo y se rascó la nuca antes de volver a verlos y pasear su mirada entre uno y otro. –Y ustedes qué estaban-

-VEN CONMIGO, CREO QUE SOLUCIONÉ EL PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN. –Pasando junto a un sonrojadísimo Capi, Stark lo arrastró del brazo y lo llevó al laboratorio. 

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