Capítulo 4

Sídney, Australia

Cuando la última nota cae en el escenario, el público reacciona con un estallido de gritos y aplausos. Suelto la guitarra para hacer una reverencia a quienes me han dado todo. Todo cuanto alguna vez soñé e incluso un poco más estaba allí, ante mí.

Llamo a los chicos y se instalan a mi lado realizando una última reverencia, esta vez en conjunto. Nada hubiera sido posible si no fuera por la entrega de todos los allí presentes.

—Gracias por todo. —apoyo la palma de mi mano en los labios y lanzo un beso hacia la diversidad de rostros ocultos en las sombras. —son los mejores.

El ruido ante mí es indescriptible, tiene el poder de llegar a mi corazón y hacerse un lugar allí. Es increíble que todo cuanto soñé lo estaba cumpliendo. El manto gris es que ella no estaba y no lo estaría jamás.

Un rostro cubierto de pecas y ojos azules se instala en el público. El espejismo es tan real que rompo el abrazo y doy varios pasos al frente.

—Viejo —las manos de Jamil en mis hombros me hacen reaccionar —salgamos, necesitas descansar.

La imagen se difumina en el aire dejándome un enorme vacío, desde mis viseras hasta el corazón. Doy media vuelta escuchando mi nombre siendo coreados por ellos y avanzo hacia el camerino.

—¿Te sientes bien? —afirmo a Samir sin hacer comentarios.

Asi lo deseé, no podría formular palabra, ingreso al camerino y cierro la puerta apoyando mi rostro en ella. Es paradójico que ocupé un lugar tan importante en mi corazón, cuando en el de ella solo fui un amigo.

Conocí a Maissa Tomasevic en la universidad, cuando cursaba mi tercera carrera. Ya antes lo había intentado con derecho y economía, sin éxitos. Papá se arriesgó a una tercera, creyó en mí. Había decidido ser publicista en vista de que mis planes de ser cantante de rock no parecían materializarse.

Maissa y sus hermanos, tenían una banda de rock, conocida por lo exótico que eran sus integrantes. Kurn, Asaf y Maissa, eran trillizos hijos con un parecido entre ellos bastante perturbador. El destino tejió sus cartas cuando me enteré de que su padre y el mio tenían negocios, haciendo que la relación de amistad se estrechara.

Su padre, Kurn Tomasevic, un hombre poderoso, dueño de una multinacional petrolera con tentáculos en diversos países. La fama de lobo en los negocios y celoso con su familia trascendía los límites de Turquía, su país natal.

Nada de eso importó a la hora de fijar mis ojos en Maissa, su hija menor.

Asaf estaba en el bajo, Kurn en la guitarra y ella en el teclado. Una guitarra que me fue obsequiada días antes de su boda, con un escocés con el que se arriesgó a hacer todo lo que conmigo fue capaz.

Retar a su padre.

El obsequio adorna el camerino de las ciudades a las que visito y solo he usado una vez. Lo hice la noche en que ella se casaba, exorcicé mi llanto a través de la guitarra que por tanto tiempo usó y amó. Pero no fue suficiente y me temo que nunca lo será.

Fue fácil enamorarme de ella, lo hice en el primer instante en que la vi. Aunque ella solo vio en mí al chico de los sueños locos. Su cuota de libertad para salir de casa sin las restricciones de su padre y los celos de sus hermanos.

Me uní al grupo como baterista, el único sitio disponible. Les ayudé a realizar el logo, a organizarnos como banda y hasta empezar a cantar en diversos lugares. Papá estaba escéptico, viéndome hacer planes a futuro. Saldríamos de la ciudad, del país, ayudaría ser hijos del magnate, mi sueño estaba a puertas de realizarse.

Mi padre aseguraba que Kurn Tomasevic, el magnate del petróleo y padre de los trillizos, jamás daría consentimiento para esos sueños.

"—Solo son chicos ricos jugando a ser estrellas con un padre que consciente todo sus gustos. No volarán muy lejos, él no los dejará."

Me había dicho en muchas oportunidades, pero le resté importancia. Mis sueños eran más grandes que los miedos que mi padre pudiera tener. Con el tiempo, la admiración dio pasó al amor y empecé a salir con ella. Lo mejor de todo es que su celoso padre nos daba autorización para hacerlo y nunca puso peros.

Hasta el día en que cometí el error de hablar con mi padre y decirle que deseaba algo serio con Maissa. Su padre me llamó a aclarar lo dicho por mi padre y lo sostuve. Estaba enamorado de su hija y deseaba tener su permiso para verla en un plano más serio. Sin hablar con ella y pensando que los sentimientos eran recíprocos.

Ella era mi todo, yo solo un pase a la libertad. La confianza que había con nuestros padres, la sociedad y amistad que creció era lo que le hacía a su padre, darme permiso para salir con su hija.

En mayor medida, estaban también la historia que era castrado, que había nacido con dos sexos. Años después se darían cuenta de que era el equivocado. No era una chica, sino un chico.

Una descabellada historia que no tenemos idea de cómo nació o se propagó. Era mejor que la realidad, un motivo de peso para no aclararlo, ni en ese entonces, ni ahora.

Para Kurn Tomasevic, resultaba un alivio que su hija saliera con un chico castrado. De saber la verdad, jamás me hubiera dejado salir con su hija.

Alejo mi cuerpo de la puerta y avanzo hacia el camerino. El teclado de Maissa sobre el sillón parece burlarse de mi infortunio. Lanzo mi cuerpo en la silla frente al espejo de luces y contemplo el rostro que se refleja.

"¡Debes parar! Es hora de parar."

Una orden que me repito en mi cabeza tantas veces que se convierte en oración. No es posible que sigas pensando en ella cuando está felizmente casada al lado del hombre que amó en verdad. Yo fui, soy y seré un amigo. Nada más.

Un ruido en el tocador me hace saltar y al buscar lo que lo ocasiona, me encuentro con el móvil. El nombre que se refleja en la pantalla es el de ella, me quedo observando el objeto vibrar hasta que la llamada se pierde.

Tres horas después y cuando la noche empieza a perder su encanto, el grupo y yo nos dirigimos al hotel. En esta ocasión, Simón no pudo hacer gala de su excentricidad, al no poder encontrar un piso en el hotel libre. Lo único que pudieron hacer, fue que todos estuviéramos en el mismo piso.

—¿Cuándo viajas? —le pregunto a Hall cuando el auto se detiene frente al hotel.

—En dos horas —comenta viendo el reloj —tomo mis cosas y me voy ¿Qué hay de ti?

—Pasaré por Beirut y de allí con mi padre —salimos el auto en silencio y llegamos hasta el lobby.

—¿Puedo hacer a quién visitas allí? —interroga en vos baja —en ese hospital.

—A mi madre —mi respuesta no parece sorprenderle.

—¿Cuánto tiempo lleva?

—Quince —respondo viéndolo a avanzar hacia el bar del hotel.

—¿Una copa? —sugiere girando la mitad de su cuerpo —no sabemos cuándo sea la última vez que nos veamos.

—Hoy no, no tengo mucho tiempo —me excuso —tampoco tú.

—Siempre hay tiempo para una copa, un porro y una follada —canturrea de camino al bar —una puerta cerrada no es el final.

Sin proponérmelo y rumbo al ascensor, sigo repitiendo la canción en mi cabeza. Con una sonrisa en los labios a diferencia del día en que la compuse.

Un mal paso no es la última etapa

Un viaje truncado no es final de camino

La vida es un viaje largo sin etiquetas

Si no corres riesgos ni te lanzas

Es mejor estar muerto...

Mi móvil vuelve a vibrar en mi bolsillo y lo vuelvo a ignorar al descubrir que es una llamada de Gianni Doyle e inspiro fuerte. Le envió un mensaje a mi padre dándole mi ubicación en los próximos dos días y me quedo viendo la fecha en la pantalla.

—Es tu cumpleaños —susurro al vacío del ascensor.

¿Cómo felicitar a Asaf y a Kurn nada más? No hay manera de hacerlo sin evitar tener que hablar de ella, no me siento con la fuerza para hacerlo. Con el objeto en las manos y aun sin apagar salgo al pasillo y voy directo a mi habitación.

Simón está en la puerta de la suya, recibiendo una llamada y le saludo a la distancia mientras paso la tarjeta por la ranura. Alza una mano, regresando la atención a quien está del otro lado de la línea. Mi ingreso a la habitación es interrumpido por Simón y regreso sobre mis pies.

—Tenemos que hablar. —señala y le muestro el pulgar.

—Dejaré la puerta abierta, me daré una ducha.

Ingreso a la habitación y me quedo en pie observando lo que yace en la cama. El cuerpo voluptuoso de una rubia, con la parte izquierda de su dorso adornado con el tatuaje de un rostro.

Mi rostro.

Sonríe y se remueve entre las doradas cobijas de seda de la cama. Sus movimientos sensuales me recuerdan a una serpiente. Yo soy la presa, así me siento al dejar la tarjeta a un lado.

—¿Cómo entraste?

—¿Es todo lo que dirás? — su voz es un cántico que eriza mi piel y tensas partes de mi anatomía. —soy tu regalo de vacaciones —canturrea dando los siguientes movimientos hacia la esquina de la cama en donde estoy.

—Necesito saber, como entraste —insisto sin mover un músculo.

Lo último que deseo es la mala publicidad de que me propasé con una fan o violenté a una dama. Pasaré de que se sospeche que estoy castrado a estarlo, en verdad, en cuestión de días.

—Pague mucho dinero para estar aquí ¿Vas a desaprovecharlo?

—Khan, tu padre me dice... —las palabras de Simón quedan suspendidas en el aire con la revelación de la chica.

—¿De qué estás hablando? —preguntamos al tiempo.

Ella sonríe sentándose en el borde de la cama sin pudor alguno. Su desnudez no parece importarle ni cohibirse por estar frente a dos hombres. Explica como ingresó y el nombre de la persona que la ayudó a contactarse con Hall.

Alguien le dijo que había una falla en el grupo, con el dinero suficiente podría acceder a estar cerca de mí. Ella parece drogada con un fuerte aliento alcohol que me preocupa. Tomo el teléfono de la habitación y marco a recepción mientras le digo.

—Seguridad —le digo a la mujer que me recibe la llamada —¡Ahora!

—¿Quién? —insiste en saber Simón. —¿Cómo entraste a esta habitación?

—Como lo han hecho todas —sonríe haciéndonos un guiño y alzando su mano, intentando alcanzarme —de la misma manera que la prensa sabe donde estás y con quién.

—Quiero nombres —ordeno tomando sus cosas del suelo y lanzándolas hacia ella.

—Hall y Jamil —sonríe lanzándome un beso —el chico del teclado y tu escolta. —me hace un guiño, divertida —Todos saben que son ellos los que te delatan, ¿Saldrás o participarás? —le pregunta a Simón, cuyo rostro rojo parece una tetera a punto de explotar.

—Están fuera —le escucho decir al dar media vuelta hacia la habitación —tengo quince días para buscarles reemplazo. No me interesa que tan amigos sean de ti, no quiero este tipo de traidores en el grupo. Tengo suficiente con soportar sus excesos de droga y licor...

No puedo creerlo, es imposible que Hall y Jamil hicieran esto, menos por dinero. Es difícil creerle a una desconocida drogada y no a un amigo de cuatro años y se lo hago saber a Simón.

—Están fuera...

—Los escucharé primero —le interrumpo.

****

Khan y Melisa Cahill, esperaban en Beirut, Líbano a un niño hace aproximadamente 28 años. La criatura nació con una condición especial, nació con dos sexos. Le fue extraído aquel que consideraban, sobraba, quizás por el deseo de querer una niña o por su propio bien. El conflicto se dio una vez Ladrille (como fue bautizada) empezó a crecer.

No tenía la fisonomía de una niña, así que una vez más intentaron a través de medicamentos. La pequeña tenía claro lo que no era, odiaba los vestidos, muñecas o el rosa; amaba, los pantalones, balones y carros. Besó a una compañera cuando tenía seis...

—Se fueron del Líbano y radicaron por mucho tiempo en otro lugar, (se desconoce cuál) años después llegan a Estambul con Khan Cahill...—Naomi finaliza la lectura cerrando la revista y esperando mi reacción. —¿No dirás nada?

—No es una biografía autorizada —le defiendo —he leído el mismo texto en cinco idiomas, algunos con las mismas faltas de ortografías.

—Él no lo niega...

—Tampoco lo acepta —le interrumpo leyendo de nuevo mi lista —es posible que lo que hay allí le resulte descabellado.

—No sé —duda mi hermana viendo la imagen de Khan en la portada —no se le conoce novia, pareja, ligue o amante —suspira —puede ser cierto y si es así.

—No es así. —mi renuencia a aceptar tantas tonterías le hace reír.

—Y, si es así —repite —no podrás tener hijos con él ¿Lo has pensado?

El ruido de algo romperse en la planta baja me impide responderle, pero no reír por su ocurrencia. Desde que escribí en el último renglón de la lista de mis deseos conocer a Khan, mi hermana ha puesto miles de trabas.

Mi mayor anhelo antes de acudir a la clínica es asistir a uno de sus conciertos. Tenerlo lo suficientemente cerca para saber si la tristeza que veo en su rostro es real o producto de un efecto de cámaras.

—¿Qué es ese ruido? —pregunto incorporándome de la cama con mi hermana siguiendo mis pasos al escuchar el estruendo una segunda vez.

A pasos rápidos, pero sigilosos, llegamos hasta las escaleras y asomamos nuestros rostros al mejor estilo de nuestra niñez. En mi caso, son contadas las veces en que he visto a mi padre enojado, Naomi nunca ha tenido la oportunidad. Ella se lleva una mano a los labios y da un paso atrás al ver su figura imponente en la mitad del salón enfrentándose a un hombre.

—No me interesa quién seas, tu linaje o que tan buena sea tu estirpe. —sentencia —mientras yo esté vivo, mi hija se casa con quien le dé la gana.

—Está la palabra de su padre de por medio, ¿Me está diciendo que no vale? —insiste el hombre con rostro relajado.

Es entonces que lo recuerdo, se trata del mismo que Keiko señaló como mi supuesto prometido. Guardo silencio con las manos aferradas en la baranda de las escaleras. Mi madre se planta al lado del desconocido, tan o más enojada que papá.

—Te estoy diciendo —sonríe al decir esas tres palabras —que es mi palabra la que vale y esa misma dice que no se casa. No contigo. Antes, tendrás que matarnos.

—Será mejor entrar —me ruega mi hermana tirando de mis manos —Saori, no es buena idea que ese hombre te vea. No me gusta como se ve —insiste —¿Has visto esos tatuajes? Son del mismo satanás —señala nerviosa.

Los he visto, pero tengo más interés en que mis padres no resulten heridos. El desconocido da varios pasos hacia mi padre de tal manera que queda a centímetros de su rostro cuando sentencia.

—Me temo que mi futura esposa, quedará huérfana —la sonrisa que le obsequia es tan tenebrosa que doy un paso atrás —¿Qué hay de Naomi? ¿También debe morir para llevármela?

—¿Te crees con autoridad para entrar en mi casa y darme órdenes? —me sorprende ver la tranquilidad de mi padre al responder —tú—le señala de la cabeza a los pies —aspiras a ser... algo de mi hija —sonríe —un simple perro guardián al servicio de Jomei.

—Saori —ruega mi hermana —salgamos de aquí ...

—Usted no sabe a quién insulta.

Mi padre chasquea los dedos y le señala con un gesto elegante de la cabeza a los pies. Jamás he visto tanta furia y tranquilidad en la misma persona. Me quedo maravillada al ver al ser que me dio la vida, controlar sus emociones y enfrentar a ese hombre y a sus escoltas.

—Tú has olvidado ante quien estas —le recuerda —pero te permito el error por desconocimiento.

—Estoy...

—Akiro Miyazaki Nakano, heredero en línea directa de Jomei Miyazaki. —le sonríe triunfante —tu futuro jefe... nada más.

—Papá cien, niñato cero —masculla mi hermana.

—Vengo por su hija, señor, y no me iré sin ella —insiste —tengo órdenes estrictas de su padre...

—Con las que puedes limpiarte el trasero o usarlos como supositorio —le interrumpe mi padre —Mi hija tiene planes. Tú o tu jefe no hacen parte de la lista de deseos de mi hija. Ahora —le señala la puerta abierta —¿Nos dejas solos?

Mi sonrisa aumenta al escucharle decir aquello y me abrazo a mi hermana. Solo cuando el hombre y quienes le acompañan salen de la casa me permito respirar tranquila y seguir a mi hermana. 

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