Capítulo 33
Calzándome la americana, me llega el ruido del móvil en algún lugar de la habitación. Sin recordar donde lo dejé la noche anterior lo busco a mi alrededor, un tercer timbre me da el lugar exacto y voy en su búsqueda. A medio camino alguien toca la puerta y una voz cantarina pregunta.
—¿Se puede? —he descubierto en la voz de mi madre un efecto tranquilizador. —¿Estás listo?
No respondo, en cambio, camino hacia la puerta. Lo que encuentro luego de abrirla me hace reír e hincha mi corazón de orgullo. Envuelta en un vestido aguamarina, tacones bajos y su cabello oscuro recogido a la altura de su cuello, mi madre me observa sonriente y con una taza en sus manos.
—Buenos días—saludo retirando la taza de sus manos —Yo llevo esto a papá.
Dentro de los recuerdos buenos que tengo de mi niñez en Beirut, se encuentra el que estoy viendo. En las mañanas, mientras mi padre se vestía para ir a la oficina, mamá le subía una taza de café. Era un acto ceremonioso entre ellos, mi madre sentada en la cama viendo a mi papá vestirse.
—Esta es para ti —corrige dulcemente —tu padre me asistió al prepararlo.
—¿Le teme a tu presencia en la cocina?
Sonríe de manera cómplice e inclina su cuerpo hacia mí mientras susurra que ahora el paranoico es su padre. Su broma me habla de lo avanzado de su recuperación y me inyecta optimismo.
—¿Cómo estás? —me pregunta y se muestra inquieta.
Tomándola de la mano, la llevo hasta la cama y me siento a su lado. Sus ojos viajan a toda la habitación, se detiene horrorizada en algunos lugares y pasa a otro. El mismo miedo en cada objeto y rincón que ve.
—No me gusta dejarte, tu padre dice que estarás bien.
Dejo la taza en un sitio seguro y regreso a su lado. Su temor es que la persona de la que huye quiera hacerme daño. Insiste en que lo mejor sería devolvernos los tres juntos.
—Somos una familia ¿Por qué estar separados?
Acaricio sus manos entre las mías permitiéndole desahogarse. Sacude su cabeza confundida. Mamá no tiene claro de quién debe huir, lo que si no tiene dudas es que es alguien peligroso. Aun si ella estuviera sana, no podría entender por qué esa mujer quiso dañarla.
No dejo de pensar que la excusa de que lo hizo por honor fue solo eso. Una forma de justificar sus actos.
—No entiendo si es tan peligrosa ¿Por qué debes quedarte?
—Tengo un par de cosas pendientes. —respondo apretando sus manos suavemente —¿Recuerdas que soy cantante?
—Sí —dice en un murmullo —también como empezaste. Yo tocaba el piano y tú hacías palmas haciendo movimientos rítmicos. Tenías tan solo once meses. Eras adorable.
Esos recuerdos causan alarman en mi interior. Es un recuerdo agradable, en medio de un ambiente que la dañó. Es necesario alejar ese pensamiento y llevarla a uno neutro.
—Entonces, debes saber que debo ir a New York. —le recuerdo y ella afirma —no iré con ustedes en mucho tiempo.
—Estarás lejos de Beirut —insiste —eso es bueno.
—Me quieres lejos de aquí.
—Te quiero lejos de aquí, feliz y tocando la cima —la descripción la hace con rostro iluminado y sonriente —¿Te pido un favor?
Sus ojos están cargados de anhelos al preguntar aquello y afirmo acariciando su rostro. Por largos segundos permanece en silencio contemplando nuestras manos tomadas y distraída.
—Hiciste tanto por mí y yo...
—Me diste la vida mamá —le interrumpo —no me debes nada, todo lo contrario.
—La vida me ha dado la oportunidad de enmendar mi error.
Continúa hablando como si no me hubiera escuchado. Lo que intenta decirme parece tener un tinte de importancia alto, por lo que guardo silencio.
—Deseo que recuerdes que tu profesión se hacen sacrificios. —afirmo en silencio viendo su rostro encontrarse con el mio —tu padre me dijo que tu felicidad es el escenario y la nuestra debe ser verte feliz.
—No tengo problemas en trabajar con papá, si el pago es que estén bien —confieso —Ya tuve mi sueño, me siento feliz solo por eso.
—No completo —corrige y afirmo al verla sonreír —no dejes nunca de perseguir tu sueño. Quienes te queremos, te sabremos esperar y comprender. —acaricio su rostro y ella se aleja de mi lado para tomar la taza —esto sabe mejor caliente.
—En unos minutos bajo —prometo al verla salir de mi habitación.
Empiezo a recordar que estaba por hacer antes de mamá llegar y recuerdo el móvil. En la pantalla se marcan diez mensajes y cinco llamadas, estoy por buscar de quién se trata mientras me acabo la bebida cuando escucho la voz de mi padre en la planta baja.
—Khan, ¿Puedes venir un momento? Tengo un par de cosas que encargarte y el auto no tarda en llegar por nosotros.
Guardo el móvil en mi pantalón, tomo la cazadora de camino a la puerta. Bajo los escalones de a dos, equilibrando la taza en una mano y la chaqueta en la otra. Los escucho en el salón principal y me dirijo a ellos, no sin antes dejar la taza en una encimera.
—Aquí estoy —les digo llegando a ellos —¿Por qué nos recoge un auto? ¿Qué tiene tu chatarra?
—Mi chatarra es un clásico —su indignación aumenta al verme rodar los ojos —y no tiene nada. Lo mejor es que te quedes. —mira a mi madre quien sigue viéndose intranquila y lo entiendo.
Papá quiere evitarse una escena en el aeropuerto con mamá perdiendo el control de sus emociones. Acepto la orden con una sonrisa en los labios y avanzando hacia ella. En los siguientes minutos intento calmar su inquietud y le prometo partir de la ciudad en cuanto sepa que Saori y los suyos tienen escoltas.
—¡Pronto! —dice en tono angustiante —di, ¡Pronto! —insiste y es el turno de mi padre de verse preocupado. —algunas veces hay que dar un salto de fe. —finaliza con rostro inquieto.
—La próxima vez que hablemos, estaré en América y les daré buenas noticias — ella logra calmarse, y se distrae alisando los pliegues de su vestido.
****
En mitad de la acera, frente a la casa de mi niñez, agito mis manos viendo a mi madre hacerlo. No dejo de hacerlo mientras el auto es visible, no logro verla, pero ella sí a mí y sigue temerosa. Cuando el auto negro de vidrios polarizados contratados por el socio de mi padre se pierde colina abajo, regreso a la casa.
Es hora de ir con el padre de Saori y preguntar cuál es el paso a seguir. He estado pensando en las maneras de darle ayuda sin que lo vea como intromisión. Siento que lo mejor es preguntar sus planes y ver si puedo mezclarme en ellos.
El ruido del timbre me hace detener a pocos pasos de la puerta y regreso sobre mis pies. Convencido que a mi padre se le olvidó algo, abro la puerta sin ver por la mirilla. La figura que me encuentro detrás de ella es la última que me gustaría ver.
—Creí leer que tu visita era en unos días —le digo a la presencia en la puerta. —y que mi silencio era respuesta a tu pregunta —sigo diciéndole sin darle oportunidad de entrar.
—¿Puedo? —pregunta señalando el interior de la casa y ajustándose la corbata —es difícil hablar de negocios en la puerta.
—No tengo interés en nada que venga de ti Simón. Nuestra sociedad contractual fue rota.
—Lo que tengo para ti es diferente y no vas a poder negarte.
En un instante, se encuentra en la puerta y en el otro, lo escucho en el interior de la casa. Dado que no pienso darle una oportunidad de hablar, dejo la puerta abierta y voy por las llaves de la casa.
—El nombre de la canción no me gusta, pero la letra es buena —me mira un instante y vuelve a abstraerse.
—Simón...
—No hay nada que podamos hacer, esperemos que la letra aleje a los fans de ese nombre.
—Se acabó, tú saltaste del barco minutos antes de hundirlo — él luce ajeno a mis palabras.
—Están dispuestos a darnos un anticipo, el primero lo dividiremos con los chicos —sonríe de manera nerviosa —todo esto es gracias a ellos.
Se mueve de un lado a otro por la estancia conmigo siguiendo cada movimiento. Su comportamiento, lo asimilo con alguien que se ha drogado y físicamente se nota como uno. Sigue vistiéndose elegante, pero dos tallas menos, rostro delgado, cabello y barba crecido.
—Necesito que me escuches Simón...
—Me han llamado tus productores, están interesados en firmar —continúa—están dispuestos a olvidar el incidente —mira su reloj antes de seguir y sonríe victorioso —tengo una reservación para los dos en el vuelo de las once.
—No tengo interés en hablar con ellos...
—Lo imagino —afloja su corbata y sonríe —tengo un par de ofertar mejores. Podemos escoger...
Suelto un suspiro, recojo las llaves y me calzo la cazadora observando el reloj de pared. Detrás de mí, Simón sigue hablando de los proyectos futuros y cuando habla de lanzar el álbum que fue saboteado decido ser firme.
—Los chicos tienen los planes trazados y por las menos cuatro ofertas de productores —explico acomodando los botones —tú no estás en ninguno de ellos, Simón, no te lo merece.
—Tú no estas entiendo, necesito dinero —le escucho decir y al enfrentarle mi cuerpo se paraliza. —Yo te cree, todo cuanto eres es gracias a mí. Tienes que ayudarme.
—¿Sabes quién soy? —refuto en calma pese a las circunstancias. —lo que vez es el resultado de un padre obsesivo y un chico cobarde que no tuvo problemas en recibir el soborno.
Me apunta con un arma que sostiene entre sus manos mientras empieza a eliminar distancia. La puerta está abierta, si logro distraerlo lo suficiente puedo llegar a ella.
Y rogar que el auto de mi padre esté en las condiciones que tanto ostentó.
—Me metí en este lío por ti —le escucho decir. —tuve que aceptar las propuestas absurdas de esa tal Keiko, solo por cuidar tu reputación ¿Para qué?
Asi las cosas y por lo que entiendo, Simón se alió con Keiko Miyazaki. Según él, lo hizo para disminuir su furia y evitar que dañara mi reputación como había amenazado.
—Las primeras órdenes fueron fáciles —continúa diciendo.
Al llegar ante mí retira el móvil de mis manos y lo lanza contra la pared. Trozos del objeto se dispersan por toda la estancia, una de ellas llega a sus pies y lo aleja de un puntapié.
Las órdenes siguientes fueron distintas, más exigentes y peligrosas. Hacerlas significaba ingresar a un pozo oscuro y sin fondo. Mi carrera estaba a puertas de acabarse, los Miyazaki me querían destruido. Se encontraba en una encrucijada.
—Entonces reapareció con una propuesta que no pude rechazar. Destruiríamos tu imagen, a cambio recibiríamos dinero. Mucho dinero.
Mi carrera estaba agonizando ¿Qué importaba en manos de quién? Lo primero que había que hacer era buscar a alguien dentro del grupo que quisiera colaborar. No quiso arriesgarse, decirlo a alguno de los miembros, era que corrieran ante mí. La solución era que uno renunciara y buscar a alguien ideal para reemplazarle.
—Tu amante con ganas de regresar a casa fue la persona perfecta —sigo por él al entender a donde quiere llegar.
—Halls con su debilidad con el alcohol y las drogas fue el personaje perfecto. —sonríe chasqueando la lengua ajustando el arma entre sus manos —la amiga de Agatha se ofreció a ayudarnos.
Fue la chica que encontré en mi habitación desnuda, la que tenía mi rostro tatuado en su cuerpo. Cuando la información estaba completada, Agatha la cargó en la página web y lo demás era esperar.
Keiko le dio las indicaciones y crearon una cuenta en suiza a nombre de Agatha. De esa manera se aseguraban que ninguno de los dos estuviera implicado. Gran error. El problema se presentó cuando la chica dijo no saber dónde estaba el dinero. Insistió en que alguien lo había desviado y Simón tuvo que usar medidas extremas.
—La asesiné y no lo lamento. —confiesa —no iba a disfrutar del dinero y ella tampoco. Todo esto lo hice por tu necedad en ver a esa chica. Te lo advertí en muchas ocasiones, era peligrosa....
El ruido de la puerta abrirse y el estruendo que hacen los recién llegados le distraen. Por unos segundos, dejo de ser importante para Simón y su rostro se centra en los recién llegados.
Algunas veces es necesario dar un salto de fe.
No es el contexto en que mi madre lo dijo, pero me sirvió para lanzarme contra él y derribarle con mi cuerpo. De camino al suelo y escuchando el ruido de un disparo, pienso en la negativa de mamá en dejarme. ¿Premonición, amor de madre o coincidencia?
—Cahill. Al fin eres hombre —escucho a Asaf decir mientras aleja el arma con los pies.
—Empiezo a tener fe en la humanidad a partir de este instante. —sigue Kurn —¡Joder! ¿Es tu sangre?
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