Capítulo 29

Cierro la puerta tras de mí apoyando mi cuerpo contra ella. Khan estaba sumido en una profunda depresión tras el escándalo de esa página Web. El acoso de la prensa no ha cesado, ni las llamadas solicitando una entrevista sobre su versión de los hechos.

Se ha aislado, manteniéndose en contacto solo con sus padres y algunos amigos en Estambul. Se ha negado a hablar con los compañeros de la banda o su ex representante. Siento antipatía contra ese individuo, tiene culpa de todo lo sucedido.

Agatha ingresó con un currículo impecable, sin una multa de tránsito y ostentando ser la mejor concertista. ¿Por qué no corroborar datos? Simple, porque tenía su ligue con la chica o quería tenerlo.

Me he tomado la molestia de profundizar en los detalles y he llegado a esa conclusión. Simón fue quien despidió a Halls e ingresó a esa mujer, no hizo el mínimo esfuerzo para comprobar sus referencias, defendiéndola siempre que era atacada por sus compañeros.

Debe reconocerse que Khan fue permisivo en algunas decisiones de su manager. Pero actúo en buena fe ¿Cómo dudar? El hombre le había ayudado a llegar a la cima, era su amigo antes que cualquier cosa.

Por los lados de la cocina se escuchan las risas de mi hermana alternadas con la de mi madre y una masculina. Retiro mis zapatos y me calzo los suecos con las risas de mi hermana de fondo.

—Saori ¿Eres tú? —pregunta mamá.

—Sí. —respondo cabizbaja.

—¿Cómo está, Khan?

—¿Alguna novedad?

Interrogan ambas al tiempo y me guardo las respuestas hasta llegar a ellas. De más está decir que nuestra casa fue elaborada por mi padre. Un derroche de buen gusto, elegancia y encanto, que todo el que llega a ella le agrada. Era su carta de presentación y algunas imágenes de ellas estaba dentro de su portafolio.

La cocina y comedor tenían como fondo un pequeño jardín, con decorado en madera y mucho verde. La vista era acogedora y la diversidad de flores atraía a mariposas y aves de diversos colores. El lema de mi padre era: Si te gustan las aves no compres jaulas, planta árboles.

Los encuentros a todos alrededor del buró en cuya superficie están dispersos un sinnúmero de vegetales y especias. La novedad es que Seiji no solo está allí, también participa y se muestra feliz de hacerlo.

—¿Todo bien? —insiste mi madre.

—¿Hay noticias de la chica? —interroga Seiji y niego.

—Sigue sin tener noticias y él sigue encerrado sin querer salir. —les confieso. —la excusa es el cuidado de su madre.

—¿Cómo está ella? —pregunta Seiji y resoplo.

—Me sigue llamando Isis.

La primera vez, me asusté. La idea que ella me asociara con la persona que le dio esa navaja me resultaba inquietante. Por fortuna, Khan le restó importancia y solo su padre hizo un par de preguntas tras el suceso.

—¿Dice algo más sobre ese nombre? —insiste en saber.

Cosas sin sentido, como que Isis no la quería en el hospital, le mostró lo feliz que era su hijo sin ella. Seiji que ha escuchado mi relato en silencio, se mantiene en ese estado luego de finalizar.

—No quiere salir de casa.

—La prensa no ayuda —comenta mi hermana. —son como buitres. Viven de las desgracias de otros.

—¿Qué puedo hacer? —mi pregunta es casi un ruego —duele por todo lo que está pasando, no tuvieron en cuenta lo excelente artista que es.

Su vida fue desnudada, un acto que debió condenar a quienes lo hicieron. Contra toda lógica, quien salió perjudicado fue Khan y la banda. Aquellos amigos que estaban con él cuando estaba en la cima se hicieron a un lado y le dieron la espalda.

—Los dos grandes guerreros del planeta se dice que es la paciencia y el tiempo —aconseja Seiji de gustando un trozo de apio — todo tiene un principio y un final. Es cuestión de entender las señales.

—Entonces, ¿Es ese el final de Khan? —increpo entre llanto.

—No me refiero a ese tipo de finales...

—Toda la vida luchó por ese sueño —le interrumpo con vos quebrada — ¿Es justo lo que le hicieron?

—No, y es justo que los culpables paguen —responde tajante —odio tener que decirle esto, pero él se ha rendido sin hacer un mínimo de luchar.

—Lo mejor es calmarnos —aconseja mi hermana —Hay que entender que tuvo una niñez difícil.

—Una razón de más para no dejarse vencer —insiste —su comportamiento solo demuestra que es un niño mimado jugando a ser cantante.

—¡Todos le dieron la espalda! —exploto en llanto.

—Define Saori ¿Quiénes son todos? —la frialdad con la que habla me hace sollozar aún más fuerte —su padre, el tuyo, los amigos de Estambul, Naomi, tú y hasta yo, estamos dispuestos a ayudarle —señala. —¿Qué importa el que se fue?

—¿Qué has hecho tú por él? —su reacción es sonreír e intercambiar miradas cómplices con mi hermana.

—Saori, cariño. —mamá sale al rescate de la situación y sonríe con tristeza —Lo que Khan intenta decirle es que no hay que rendirse.

Mamá me ayuda a sentarme y me extiende un pañuelo. Controlar mi llanto y respiración resulta una tarea difícil. Hay un velo de misterio en torno a Khan y su madre que asusta. ¿Por qué Agatha hizo esto? El comportamiento tiene todo el tinte de venganza ¿Por qué? ¿Qué hicieron los Cahill?

—Llorar no le dará solución a este problema —advierte Seiji en tono rudo—deja las lágrimas para la tumba. Te has preguntado ¿Qué ha hecho él por ti?

—Seiji —advierte mi hermana. —¡Déjalo!

—¿Por qué? Le temes a la verdad ¿No es así? —le da una mordida a su vegetal y me mira expectante —¿Cómo se hicieron novios tú y él? Lo perseguiste por dos continentes y seis países —describe —¿Cuántas veces tomó la iniciativa y te buscó? No es necesario que respondas...

Sus palabras se convierten en aguijones que perforan mi piel y causan escozor. Lo que dice hay rastros de verdad, pero él no es la persona indicada para hacerlo.

—No puedes hablar de lo que no te ha tocado vivir. —logro responder cuando encuentro vos.

—¿Qué sucedería si no lo buscas?

—¿Qué más te da? ¿Qué te importa si soy yo el que lo busca o es él?

Hiperventilo al finalizar mis palabras, él no hace comentarios y se limita a verme en silencio. Mi hermana apoya una mano en sus hombros, pero él las aleja sacudiéndose. Suelta el trozo de vegetal con violencia y sale de la cocina sin mediar palabras con nosotras. Naomi sale detrás de Seiji dejándome con mamá.

—Es un gran chico, pero temperamental —le excusa ella —no sabe decir las cosas, los aguantes de seda nunca los ha usado.

—Ahora entiendo por qué se lleva bien con el abuelo.

Mamá sonríe abrazándome contra ella al tiempo que asegura lo de Seiji no es más que un caparazón. Por dentro se esconde un chico vulnerable de gran corazón.

—Ser rudo es su mejor protección. —finaliza mamá. —les ha tomado cariño, por eso le afecta que sufras.

No hago comentarios, una parte de mí sabe que fui injusta con él y que en el fondo tiene razón. No lo supo escoger las palabras, pero sus palabras estaban cargadas de verdad.

¿Qué sucedería si no lo busco más?

La media noche me llegó sentada en una de las dos bancas del jardín con la mirada fija en el cielo estrellado y la luna. Seiji salió tras la discusión y mi hermana se había ido con él. Dos horas después trajo a mi hermana, recogió sus cosas y le prometió a mi madre se iría al día siguiente.

Salió sin decir nada o mirar en mi dirección. Mi madre le preguntó a Naomi por él durante la cena y ella comentó que estaba buscando un apartamento.

—¿No puedes dormir? —pregunta Naomi sentándose a mi lado —¿Sigues preocupada por él?

—Sigo pensando en lo que me dijo —le confieso.

—Fuiste dura con él —me dice con voz entrecortada y al verla noto que tiene la cabeza baja.

—Lo sé y me siento mal por ello.

—Gracias a él la página fue cerrada, —la veo sorprendida y ella sonríe con tristeza —su abuelo se enteró y como castigo le enviaron a trabajar en el hospital. Cancelaron su tarjeta, le retiraron los lujos.

—Naomi, no sabía. Lo siento mucho...

—No te preocupes. —me sonríe —él no se arrepiente. Dice que lo volvería a hacer.

Mis excusas son torpes y sin sentido. Nada de lo que diga puede disminuir el error que acabo de cometer. Naomi no da más datos y tampoco lo necesito. Me basta con saber que fui injusta y prometo solucionar las cosas en la mañana.

****

Desperté con los primeros rayos del sol, antes de ingresar a la ducha quise saber si Seiji aún estaba en la casa. La tristeza que me envolvió al saber que se había llegado en la madrugada por sus cosas y solo se despidió de mi hermana fue indescriptible.

Con la esperanza de encontrarlo en el hospital, salí de casa sin desayunar, ni despedirme. En las semanas que siguen el tiempo libre será poco. Mi padre necesita que de una mano en la empresa y me he ofrecido a ayudar. El doctor me ha dado permiso con algunas restricciones.

Y no le iba a fallar a quien me había dado todo. El pleito legal con el abuelo continuaba y el dinero de poco empezaba a disminuir. Naomi continuaba trabajando con el padre de Khan y no necesitaba dinero. Le prometí a mi padre que yo me encargaría de la casa y de mamá.

A pasos acelerados y pendiente al reloj, voy pasando cada una de las oficinas. Mi hermana me ha dado la información de donde encontrarle y una vez lo hago me sorprendo. Seiji trabaja en el área de las cámaras, su traje oscuro desentona en medio de la sencilla oficina.

Luce como un cisne nadando en el fango.

No nota mi presencia y me quedo allí sintiéndome intrusa al verle mirar los ordenadores con interés. Siete ordenadores captando diferentes zonas del centro médico. Un octavo no apunta a ninguna cámara, es el que está frente a él y lo que alcanzo a ver son carpetas con diferentes fechas.

Permanezco en silencio atraído con su imagen sería frente a las máquinas. Hasta lo siento maldecir y reír al mismo tiempo, busco el motivo de tanto sobre salto justo en el instante que capta mi presencia. Cubre la pantalla con su cuerpo, lo poco que logro ver es una silueta femenina salir de la zona psiquiátrica.

—Lo siento —me excuso al ver sus cejas oscuras arquearse —toqué, pero no escuchaste.

Su ceja se arquea más y sus ojos oscuros adquieren un brillo divertido. Decido ser sincera y dar los motivos por los cuales estoy ante él. Me disculpo de mi comportamiento, cruza sus brazos y me observa sonriente.

—Fui mal educada, espero logres perdonarme —finalizo.

—Estás perdonada. —me dice dándome la espalda. —puedes marcharte.

Los registros muestran unas escaleras de emergencias y salir a los pasillos. Doy un par de pasos hacia la pantalla atraída por mi imagen siendo llevada en camilla. La mujer se ha detenido y discute con un hombre. Al acercarme un poco más me encuentro que es Keiko y el hombre es el tío Hiro.

—Hay dos tipos de personas, Saori, las que tras una traición lloran y maldicen su misero destino —empieza a decir —y los que ejecutan. —sonríe deteniendo la imagen y viéndome por encima del hombro —Mi abuelo me enseño que a los traidores no se les llora ¡Se les sepulta!

—¿Qué es eso? —quiero saber.

—La sepultura de una traidora. 

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