Capítulo 27
Akiro se encontraba en casa con Seiji cuando recibió la llamada de su esposa. El chico debía enviar algunos datos a Tokio y Akiro, empezar a planear el viaje a Escocia. Nada lo preparaba para lo que su esposa tenía que decirle en esa llamada.
Alguien había publicado en una página web detalles explícitos de la vida de Khan. Diversos temas estaban expuestos en ese lugar. Fotos captadas por cámaras de seguridad que violaban no solo su privacidad sino la de su madre.
—¿Hay algo de Saori?
—No. De haberlo, sería un mal menor —comenta —todos los detalles del nuevo álbum están allí.
Está preocupada por lo que aquello pudiera significar para el chico. Los productores estaban amenazando con demandarle si no daba pronta solución. No supo dar más detalles sobre lo que había en la página web. Lo que sí precisó es que ventilaban temas delicados de la familia Cahill.
Saori y el padre de Khan estaban dormidos. Ninguno de los dos conocía los hechos, pero era cuestión de tiempo. Afuera del hospital empezaban a reunirse cierta multitud y algo le decía que la página tenía que ver.
—Hay que llamar a alguien de su familia. —sugiere ella.
—Nunca han mencionado a parientes —responde luego de pensarlo un poco —alguna vez dijo que habían roto vínculos. No dio detalles.
— Te enviaré el enlace, es urgente ayudarme.
Se sentó tras el ordenador y esperó a que lo hiciera. Así lo encontró Seiji. Viendo la pantalla del ordenador con cuerpo tenso y mirada perdida. Le escuchó decir algo sobre su padre, pero lo ignoró. En enlace acaba de llegar y al darle clic le envío a una página secundaria.
Una imagen antigua de una pareja con una niña frente a la típica casa en Beirut se nota en el primer plano. Una lectura rápida a la leyenda debajo de ella le hace lanzar una maldición y a Seiji ir a su encuentro.
—¿Qué es eso? —indaga el chico y Akiro guarda silencio al no saber qué decir.
Intenta seguir leyendo, pero la página lo dirige a otro lugar. Allí le dan indicaciones que si desea seguir leyendo debe pagar cierta suma de dinero. Misma que Akiro se niega a pagar.
—¡Bastardos! —escupe de mal humor y se incorpora—no solo violan su privacidad, también desean lucrarse de ello.
Seiji no pide detalles, no los necesita. Lo que acaba de leer es suficiente para hacerse a una idea. Ocupa el puesto del señor Akiro y sigue las instrucciones. Cada dato e ingresa y ve, es estudiado por sus ojos oscuros. Akiro lo observa leer en silencio lo que hay en la página y maldecir de vez en cuando.
—Hay suficiente para destruir su carrera y la de su padre. —anuncia luego de unos minutos. —¿Sabe quién fue?
—Sé tanto como tú—responde con amargura.
—Usted puede salir salpicado en este escándalo —manifiesta con los dedos en el teclado y la vista en la pantalla.
—Eso es lo de menos —responde indiferente —Me preocupa más el bienestar de la señora Melissa, su esposo y Khan.
Akiro camina de un lado a otro en actitud desesperada, ajusta la corbata al pasar a la izquierda y la desajusta a la derecha. La página cuenta con su propio chat y una pantalla que da el número de personas que la han visitado y las que están activas.
—Cuando tenía doce años quería saber que se sentía ser millonario.
—Ya lo eras muchacho —le responde confundido por el cambio de conversación —¿A qué viene esto?
—El dinero era el abuelo a largo plazo sería mio, pero yo quería serlo en ese momento —continúa ajeno al rostro de Akiro y pendiente a cada detalle en la pantalla —además de ver al abuelo pobre.
Reclina su cuerpo en la silla, cruza sus dedos en su regazo y sigue viendo la pantalla con los recuerdos sacándole una sonrisa. Había traspasado los límites en muchas ocasiones y no le importaba. Adoraba las emociones y saberse en control no solo de las suyas, también de la de los demás.
Recuerda con una sonrisa en los labios, lo que sintió al ver los números en su cuenta aumentar y la de su abuelo descender. Activo el cronómetro en su reloj de pulsera y esperó hasta que alguien dentro de los ejecutivos de la empresa lo descubriera.
—El abuelo, mi padre y el suyo estaban reunidos en casa —recuerda —cinco días antes había sido el aniversario de la muerte de Yuna.
—Yuna murió un diez de noviembre —responde lanzándose a una de las sillas frente al escritorio —es una fecha de no olvidar. —Seiji no puede imaginar el dolor que representa para él.
—El caos reinaba en tu casa —continúa —en ese momento no entendía algunos comportamientos. Ahora es distinto.
El cronómetro empezó a subir con la misma velocidad que su cuenta de bancos. Ni el mejor de los narcóticos lograban la mitad del efecto de aquella hazaña. Cuando la cuenta del abuelo llegó a cero abandonó el escritorio y se fue a la terraza de la casa.
La cuenta en su reloj siguió su avance y la adrenalina corría por su cuerpo. El primero en salir como alma que lleva el diablo fue su abuelo, le siguió Jomei y por último su padre.
—Jamás lo vi correr tanto como aquel día.
—¿Cuánto tardaron en darse cuenta?
Su padre llegó al auto y antes de ingresar alzo la vista hacia el balcón. Lo vio con el cronómetro en las manos y la sonrisa de quien ha tocado el cielo. Le dijo algo a su abuelo y entonces los tres lo vieron detener el reloj para segundos después mostrárselos.
—Cincuenta y cinco minutos —sonríe —el abuelo fue pobre por diez de ellos y yo millonario el mismo tiempo.
Jomei estaba enojado, aseguraba que Seiji era un peligro y aconseja a su abuelo que le restringiera el uso de la tecnología. Propuso un par de escuelas militares, en Japón u otros países. Su abuelo llegó a considerarlo, pero sus padres estuvieron en desacuerdo. Y, contrario a Jomei, su abuelo sabía que la educación corría por cuenta de sus padres, no de él.
—Su padre vio en mí una amenaza y los míos un prodigio. Decidieron alimentar esa virtud y usarla a su favor —se encoge de hombros, divertido ante ese recuerdo.
—Puedes ayudarle —resume una vez quedan en silencio y Seiji sonríe —¿Qué deseas a cambio?
—Soy el responsable de la golpiza a Cahill—la confesión repentina hace a Akiro tensar su cuerpo.
—¿Qué?
No se molesta en aclararle que la orden vino de Jomei o que lo supo demasiado tarde para impedirlo. Es culpable, por callarlo, pero tiene sus motivos. Las relaciones entre ambos están demasiado rotas como para dañarlas aún más.
—Escucho bien. —regresa a la pantalla y detallando cada espacio —lo ayudaré con una condición.
—No esperes que oculte lo que acabas de decirme o que lo excuse —le advierte y en respuesta niega.
—Lo que deseo es más complicado, señor —confiesa —le pido su autorización para pretender a su hija.
—Saori está en un compromiso y no voy a ir en contra de sus deseos.
—No me gusta Saori señor —explica haciendo un mohín —es demasiado aburrida para mi gusto.
—¿Entonces...? —guarda silencio al entenderlo —Naomi no te soporta y no tiene edad para casarse —describe bastante nervioso —¡Está en la universidad! Tiene la habitación repleta de póster y osos de felpa.
—No hablo de casarme mañana, señor, solo conocerla—insiste — no planeo forzar las cosas.
—¿Estás comprando a mi hija? —pregunta indignada —¿Cómo esperar que acepte algo de esa naturaleza?
—Le estoy pidiendo su bendición para cortejarla —aclara —si fracaso en ello, tenga la seguridad que me haré a un lado.
Por varios minutos Seiji mira la pantalla y Akiro piensa en la propuesta. Tras varias maldiciones se levanta de su lugar y sale del estudio. Seiji ve aquel acto como un sí y se pone manos a la obra. No espera que la rebelde de Naomi le acepte, está convencido que jamás llegarán a nada.
Sin embargo, no quiere largarse de este país sin haberlo intentado.
****
En las horas siguientes estuvo solo, Akiro abandonó la casa y se lo agradeció. Hizo un par de llamadas, pidió algunos datos y esperó. Al final del día conocía varias cosas. Los nombres de los ejecutivos que apoyaban a la estrella de rock, de sus compañeros y hasta el título de alguno de sus albúmenes.
Llevado por la curiosidad, escuchó algunas letras y aunque le cueste, admite que algunas de ellas, buenas. El hombre tiene buena voz, no tanto como para perseguirlo de país en país.
—No puedo detener la página, no por ahora—habla cuando nota, ya no está solo—pero... Le daré un motivo para que ellos mismos lo hagan.
—Jamás lo harán —insiste el hombre detrás de él —lo que estás viendo le genera dinero...
—Tiene razón —acepta —Este mundo está repleto de imbéciles que le gusta pagar por el morbo y ver a otros en vergüenza —su dedo índice golpea la pantalla y señala todas las personas que han pagado por ver lo que hay allí.
—Te recuerdo que tú engrosas esa lista...
—¿Quién le dijo que pagué? —lo mira por encima del hombro y le sonríe.
—Da igual al final de todo ese caos, alguien se hará millonario con la desgracia de otros...
—No quién pretendían ...—le promete mostrándole algo en la pantalla —¿Lo ve?
Hay tres cifras en la pantalla, una en descenso y dos en aumento. Su acompañante busca los lentes y los ajusta para leer el nombre de la cuenta en que empieza a aumentar.
— Los ejecutivos de la disquera no tienen material para demandar—cruza sus brazos viendo los números descender. —comparten los dividendos con los menos favorecidos.
Pudo enviarlas a la cuenta de Cahill, pero tuvo sus dudas. Está seguro que los niños sin hogar lo necesitaban más que él. Por largo tiempo ambos miran la pantalla hasta que la cuenta original se va a cero y las demás siguen aumentando. El número de visitantes de la página sigue agrandándose, al igual que los números en las cuentas.
—Las canciones no podrán usarse, fueron expuestas —responde luego de pausa —y nada me garantiza que la cuenta vuelva a la página o que elimine esa asquerosidad.
—Yo se lo garantizo —habla seguro —le di la opción del harakiri, si no lo aceptan yo le ofrezco mi ayuda —le sonríe viéndole por encima del hombro y regresa a la pantalla —al final de todo esto, tendremos los rostros...
—Aún no sé si debo agradecerte o reprenderme por hacer trato. ¡Es un error! —le confiesa —sigo sintiéndome como si estuviera prostituyendo a mi hija y me odio por ello.
—Puede parecer difícil al principio, pero todo es difícil al principio. —responde lanzando un suspiro —No voy a defraudarlo, ni a los míos. Tiene usted mi palabra que actuaré según mis principios.
—¿Qué principios Seiji? ¡Golpeaste a un hombre indefenso! —habla fuera de sí. —¡Tu padre estaría avergonzado si lo supiera!
—Y estoy dispuesto a pagar mi error. —promete.
—Espero no arrepentirme muchacho — niega —y que cumplas tu palabra de no insistir si ella no quiere nada contigo.
—Lo Juro —le dice alzando su mano derecha. —le pido guardar el secreto de lo que ha sucedido esta sala.
—Esto es un maldito error...
Sonríe viéndolo alejarse entre quejas por hacer tratos con quien resuelve todo a los golpes como las bestias. Una vez solo regresa a la pantalla y su sonrisa se esfuma.
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