Capítulo 25

La llegada de mi madre sin papá me preocupó un poco. Mi madre ha sido esquiva en todas las veces que he querido saber al respecto. El que no demuestre inquietud, ni se note nerviosa, me alivia un poco, pero no del todo.

—¿Has visto a Seiji? —me pregunta rompiendo el silencio.

—Hoy no. —Mi respuesta le hace verme con curiosidad.

—Si deseas hablarle...

—¡No!

Me arrepiento de esa explosiva respuesta mucho antes de darla. Mamá no hace comentarios, me ayuda a acomodar en la cama y empieza a hacer de mi imagen un poco más decorosa.

—Tu padre se irá a Edimburgo luego de tu cirugía —empieza a hablar luego de una larga pausa —el fin de semana.

—Me lo dijo.

—¿Estás nerviosa?

Sus delicadas manos pasan el peine por mi cabello y afirmo en silencio. Aún no me han dado los detalles de la cirugía o el riesgo de la misma. Conozco tan poco de lo que pasará conmigo que siento me están ocultando cosas.

—¿Tendré secuelas, mamá? —pregunto con cautela y las manos en mi cabello se detienen —es decir, —giro mi cabeza para ver su rostro antes de seguir —¿Tendré una vida normal?

—¿Por qué lo dudas?

Que responda con otra pregunta me frustra, pero no hago comentarios. Me relajo al sentir sus manos en mi cabello y me permito no pensar. Una tarea que por momentos me resulta difícil, cuando unos ojos color miel se cruzan en mi mente. Han pasado siete días desde la vez que lo vi y aunque en teoría buscaba esa actitud. No dejaba de doler que se hiciera a un lado sin hacer comentarios ni pedir explicaciones.

—Eres joven y con mucho por delante. —le siento decir —tendrás limitaciones, pero aprenderás a vivir con ellas.

—¿Naomi está con Khan?

—No, en la universidad —puedo sentir la sonrisa en esas palabras y lamento haberla formulado —Se llevan bien, Khan le tiene paciencia y su padre aún más.

—¿Quién no se inclina a los encantos de Naomi? Desde que supo tenía ese poder, hace con nosotros lo que le da la gana —comento divertida y mamá ocupa de nuevo su lugar en la silla.

Se acomoda en ella y empieza a alisar su falta de forma nerviosa. Me dice que lo que está por decirme no es oficial y depende de muchos factores. Junto con mi padre han estado pensando en la posibilidad de abandonar Beirut. Los negocios han disminuido, desde que se supo de la invención de la empresa del abuelo, los clientes han empezado a cancelar proyectos.

—¿Tan mal están las cosas? —pregunto preocupada. —¿Están seguros de que el abuelo tiene que ver?

—Por desgracia —responde segura —Y un matrimonio no solucionará las cosas.

—¿De qué estás...?

—Déjame terminar —me interrumpe y bajo el rostro —lo que está haciendo el abuelo no es nuevo para tu padre y para mí. Estamos acostumbrados y sabemos como manejarlo...

—¡Hablan de cerrar puertas aquí!

—Por cada puerta que nos cierre se abren veinte más —me calma tomando mis manos —la solución no es hacer lo que el abuelo dice cariño. El abuelo siempre querrá más. ¿Estás dispuesta a vivir bajo sus leyes?

Guardo silencio escuchándola decir que quizás yo lo esté, pero no mi esposo. Eso convertirá nuestro matrimonio en un campo de batalla con el abuelo como protagonista.

—¿Y el amor? —me pregunta y bajo el rostro para que no me vea llorar —Las bases de todo matrimonio es el amor.

—Muchos matrimonios nacen así... podemos llegar a querernos

—¿A quién engañas? —toma mi rostro y me obliga a verla. —mi bebé. —susurra.

Su rostro risueño me mira con amor y ternura. Limpia mi rostro humedecido con el dorso de su mano. Se incorpora y me toma entre sus brazos cuando el llanto aumenta.

—Seiji no podrá ocupar un lugar que ya le pertenece alguien más. Puedes mentirles a todos, incluso a ti misma, pero no a tus padres.

Aleja su cuerpo del mio y toma mi rostro entre sus manos. Ni ella ni papá van a permitir que sacrifique mi vida por un capricho del abuelo.

—Si ese corazón estuviera libre, lo pensaríamos —bromea —bueno, no.

Mi padre tiene el control de la situación, nuestra economía no está tan colapsada. Papá es un hombre precavido, acostumbrado a los ataques de su padre.

—Él sabía que esto pasaría y se preparó para ello. —finaliza.

—¿Qué hay con Seiji? Le hice una promesa...

—Tu padre está con él en este instante —me calma.

Dos toques en la puerta nos hacen ver en esa dirección y me congelo con la imagen que empieza a materializarse. Nunca me acostumbro a lo que su presencia ocasiona en mi interior y algo me dice que no lo haré. Khan ingresa a la habitación y saluda a mi madre.

—Lamento la tardanza —se excusa y mamá sonríe —estaba en la estación.

En su cuello y rostro aún tiene marcas de los golpes recibidos. Todo lo que se sobre él, es gracias a mi hermana que no cesa de parlotear sobre él y su reciente amistad

—¿Hay noticias de los salvajes que te atacaron?

Niega en silencio y su mirada recae sobre la mía. Las noticias son sobre lo sucedido a su madre. Al parecer, la policía ha dado con la persona que le entregó la daga con la que se hizo daño.

—Espero que se haga justicia —la voz de mamá está llena de enojo.

—Yo también —se detiene en mitad de la habitación y nos mira a ambas. —¿Qué era eso tan importante de lo que quería hablarme?

Su comportamiento es de alguien que no está feliz de estar allí. Una actitud que yo ocasioné y que hoy me pesa. Mamá sonríe alejándose de mí y tomando la bolsa de manos. Ambos la vemos sorprendidos y ella sonríe.

—Es su historia y ustedes deciden como vivirla, nadie más —nos dice —tienen mucho que decirse —me señala al llegar a la puerta desde donde me envía besos —te amo.

Con estas dos palabras cierra la puerta y nos deja a ambos viendo en esa dirección en silencio. Admiro su vista de perfil viendo la puerta cerrada y puedo sentir la duda cruzar por su rostro.

—¿Eres feliz con Seiji, Saori?

Gira su cuerpo lentamente hacia mí y me observa en silencio. El día de hoy viste de negro, chaqueta en cuero, camiseta, botas, etc. Su cabello lo cae suelto sobre sus hombros y la única muestra de color es una correa en cuero roja que cuelga en su muñeca.

—¿Lo eres? —insiste. —no puedo ir en contra de eso.

—El abuelo congeló los bienes de mi padre y está dispuesto a liberarlo —respondo al fin —solo tiene una condición.

—La imagino —responde sonriente —le advirtió a mi padre no intervenir o ayudar a tu padre —la confesión la dice en medio de risas —a mi padre nadie le dice que hacer y tu abuelo lo odia por eso.

—Por eso me alejé.

Avanza hasta la silla, que para mi desgracia aleja de la cama antes de sentarse. Cruza sus largas piernas, ingresa las manos en los bolsillos de su chaqueta y me observa a través de sus largas pestañas.

—La decisión de alejarte fue antes de que tu abuelo y mi padre se conocieran. Lo hiciste cuando decidiste no viajar a New York y no dar una explicación...

—Te llamé... —me defiendo —y siempre contestaba una mujer.

—No te estoy pidiendo una explicación. Me basta con saber que no querías seguir—enojo cruza por su rostro y la indignación por la mía.

—¡La chica del teclado! —insisto —ella tomaba los recados, no sin antes mofarse de mí.

—¡¿De qué estás hablando?!

—Entendí que no era prioridad en tu vida. —sigo, ignorando sus protestas. —ella me hizo ver lo estúpida que me veía persiguiendo a una ilusión. Me hizo sentir estúpida por amar a quien no conozco en todas las veces que te llamé para explicarte por qué no había llegado.

—Nunca me dijo nada —susurra —si lo que dices es cierto...

—¡Es cierto!

Se incorpora de la silla y pasa las manos por su rostro, camina de un lado a otro mostrándose desesperado. No me quedo en palabras y le pido sacar de la mesita de noche el móvil. Le muestro todas las llamadas que hice desde mi número y la observa en silencio.

—Ella sabía que te esperaba y que llamaba a todos los números desde donde me habías llamado.

Lo que dice no es una explicación, él parece estar poniendo en orden sus ideas. Ella nunca le caí bien, nunca lo ocultó. Imaginé que él le había dado bases o que había alguna relación más allá del plano laboral. Se detiene al escucharme decir aquello, me mira por encima del hombro y pregunta.

—¿Qué te hizo pensar eso?

—Ingresaba a tu suite a altas horas de la madrugada y cuando todos dormían. —recuerdo. —a veces lo hacía cuanto tú no estabas o minutos antes de tu hacerlo. Sola, acompañada por otra mujer.

En este entonces pensaba que eran comportamientos propios de la banda. Es decir, ella era una mujer hermosa y Khan el cantante estrella. Entre los dos no había nada y aunque me decepcionaba su proceder, lo respetaba.

—Esto es una locura —habla tomando la silla y acercándola a la cama.

—No tengo como probarlo...

—Tengo la mejor de las pruebas, tu palabra. —me interrumpe tomando mis manos.

Inclina su rostro hasta llegar al mío y apoya su frente sobre la mía. Cierro los ojos cuando entrelaza sus manos y deja un beso fugaz en mis labios.

—No eres la única que se enamoró de un imposible. Seré tu esclavo, tu futuro... Tú —guarda silencio y se aleja un instante solo para verle sonreír —Saori Miyazaki ¿Es demasiado tarde para pedirte ser mi novia?

—Nunca es tarde— y afirma sonriente.

—Aclaré todo esto —me promete —después, por ahora —susurra regresando su rostro al mío —existen dos mujeres que proteger...

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