Capítulo 24

Con los primeros rayos del sol en el horizonte, Akiro, Hoshi y Naomi salieron de casa. Naomi en su vieja motocicleta rumbo a la universidad y sus padres al hospital. Hoshi iría a visitar a su hija mayor y Akiro tenía una reunión importante que realizar.

Salieron ignorando el buzón de mensajes de su casa. Eran de los abogados de Jomei a los que Akiro se negaba a tomar llamadas o visitar. El dinero en las cuentas repasa el valor de la deuda, lo había dejado claro la única vez en que se sentó con ellos.

No era necesario congelar los demás bienes, bastaba con permitirle el acceso a sus cuentas para hacer los pagos. Demasiado fácil para Jomei Miyazaki, amante del drama y lo estricto. Deseaba demostrarle a su hijo mayor que poseía el control sobre la situación. Jomei quería ser quien diera la última palabra y asestara el último golpe.

Los planes de Akiro eran otros, el bienestar de su familia y la felicidad de sus hijas primaba sobre él y cualquier cosa. Sus hijas, a quienes su padre no debió mezclar en esta trifulca. Su esposa se acuna a su lado y juntos observan el auto moverse por las calles de Beirut.

—¿Hablaste con él?

—Lo haré en unos minutos —le promete a su esposa —solo deseo confirmar.

—Aún me resulta difícil de creer. —responde lanzando un suspiro.

Akiro no lo pone en duda, desde que recuerda ha visto como maneja su padre las cosas. Todo a su alrededor es un negocio, hasta sus hijos. A ellos los intentó vender en matrimonios arreglados con hijas de empresarios adinerados de la misma escala económica que él.

—Si lo conocieras la mitad que yo, sabrías que es capaz de eso y más.

Decir que tiene problemas económicos y a puertas de quedarse en bancarrota, no es más que un ardid. Ha vendido esa idea a todos sus cercanos y haciendo que todos se congraciaran con él y desearan ayudarle. Jomei es demasiado astuto como para caer en algún mal negocio. No, allí hay otra cosa.

—Aun si la historia es cierta, no deben mezclar a los chicos.

—Sería poco ético de su parte. —sigue su esposa y ambos afirman en medio de un suspiro largo. —quizás sea verdad y si lo quiera.

—Lo dudo.

Su hija está enamorada del hijo de Cahill. Basta ver como brillan sus ojos cuando alguien lo menciona o al llegar el padre del chico. Desconoció los motivos por los cuales lo trató con frialdad el día en que lo vio luego de despertar.

Hasta que Seiji solicitó permiso para conocerla y a ella lo aceptó con rostro angustiado y ojos humedecidos. Por más que lo intentó, no pudo ignorar el rostro de su hija y la tensión entre ambos. No era la Saori de siempre, su hija le sucedía algo y no tardó en averiguarlo.

—De ser verdad que sienten el mínimo afecto, no vamos a intervenir.

Sin embargo, si lo hacen bajo presión o por ayudar no va a permitirlo. ¿Cómo podría? Hace tres décadas su padre intento casarlo a la fuerza con una mujer que no quería. Solo porque la chica era de buena familia y gustaba de él.

Intentó pasar por encima de la relación que tenía con Hoshi. No se lo permitió en ese entonces y no hará ahora, de ninguna manera dejará que intente repetir la historia.

—¿Has pensado en lo que vas a decirle? —Hoshi afirma pasando una mano por su cintura y pegándose a un más a él. —alguno de los dos nos dirá la verdad.

El auto disminuye la velocidad cuando llegan al hospital y solo entonces se separan. Por meses Akiro se enfrentó a su padre y su deseo de casarlo. Quiso hacer de él una transacción más y no se lo permitió. Como pago a su rebeldía al nacer su único hijo varón se lo llevó a Tokio bajo engaños.

Inspira y suelta el aire desechando los recuerdos de su cabeza. En aquel entonces careció del valor para enfrentar a su padre, hoy es distinto. Tomados de la mano y sin hacer contacto visual con nadie, llegan hasta los ascensores. Acompaña a su esposa hasta que el ascensor llega y se aleja solo cuando las puertas se abren.

Quince minutos después, detiene sus pasos frente a los cristales del restaurante y busca en medio de los presentes a su reunión. Está al teléfono con alguien y parece estar recibiendo malas noticias. Cuelga la llamada al verlo entrar y se incorpora para esperarle.

—Buenos días, señor —saluda haciéndole una reverencia —es un honor para mí tenerlo en mi mesa.

—¿Todo bien en casa? —le pregunta al notar rastros de tensión en su rostro y cuerpo. —¿Tu padre y abuelo? —insiste ante su silencio.

—Todo está bien —responde tras sentarse después que Akiro lo hace —demasiado bien diría yo.

—Son buenas noticias —Seiji afirma — ¿Por qué no te ves como si lo fueran?

Le narra que, la nueva gerencia en colaboración con la doctora Keiko han hallado al culpable del ataque a la señora Melissa Cahill. Fue entregado a las autoridades y rinde las declaraciones respectivas desde hace varias horas.

—Siguen siendo buenas noticias...

—El hombre confesó y dio detalles precisos —duda en seguir y suspira.

—¿Pero?

—Los motivos para hacerlo—confiesa.

Sin conexión con los Cahill, es un empleado de vigilancia, sin acceso al área del ataque. Sobre como llegó a esa zona sin ser visto, asegura que le ayudó el caos que representaba la llegada de Saori. Lo más descabellado es la razón por la cual lo hizo.

—Fue la última orden de Yusei, le pagó tan bien que no necesito los motivos.

El tormento que observa en el rostro no parece ser por esa captura. Algo más lo inquieta y no sabe como hacer que se abra a él.

—Déjalo en manos de las autoridades o los Cahill—aconseja —en unos días llegará un personal de Estambul para hacerse cargo de eso y del traslado de la familia a casa.

Ambos toman la carta y el mesero se acerca. Los siguientes minutos son de ambos haciendo su pedido y de un Seiji cada vez más inquieto.

—Papá me ha comentado que tiene planes de mudarse a Estambul —empieza a decir una vez quedan solos —con toda la familia.

Los proyectos en Beirut han disminuido y empieza a sospechar, es obra de su padre. El de Estambul es ambicioso y de darse serían años lo que tendría que estar en ese país. Akiro le disgusta la idea de estar lejos de los suyos y por eso ha pensado en llevárselas. Un territorio en el que le han prometido su padre no posee el control y sus hijas pueden ser libres.

—Aún no hemos hablado con las chicas, estamos esperando en tener noticias positivas —confiesa —si tu preocupación es por Saori son planes a largo plazo. Es posible que ya estén casados y estén radicados en Japón.

Seiji afirma sin emoción alguna, recibe el pedido del mesero y observa su desayuno por largo tiempo. Se siente conmovido por el interés en ayudarle, pero no es necesario que se sacrifiquen de esa forma.

—¿Te dijo tu padre algo más? —le pregunta tomando un trozo de su desayuno sin verle. —la decepción hace parte del diario vivir cuando vives cerca de Jomei. Ser usado también.

Jomei posee la facultad de embaucarte, hacer que realices lo que él desea y que sientas fue tu idea. Una vez se retira el velo del encanto y muestra sus cartas, descubres lo sucio que puede llegar a ser.

—Y que tu jugada era mejor —continúa —te agradezco que desees ayudarme, pero te aseguro que no es necesario. El precio de la libertad y felicidad tuya y de mi hija, no puede estar por encima de mi economía.

—Señor...

Deja los cubiertos a un lado y alza una mano para hacerlo callar. Se toma el tiempo de limpiar su boca dándole tiempo a Seiji de controlar sus emociones.

—Desconozco que te dijo o como lo hizo—suspira sosteniendo la mirada del chico —lo que sí sé es que, puedo manejarlo.

—El matrimonio entre ambas familias le ayudaría a calmar las cosas —sugiere.

—No es tan fácil, hijo. —le dice tomando los cubiertos —la relación con mi padre está en un punto muerto. Un matrimonio entre ustedes puede calmarlo a él, no a mí.

—Lamento que así sea —responde retomando su plato.

—¿Te has enamorado, muchacho?

—¿Disculpe? —pregunta removiéndose incómodo en la silla.

—Que, si te gusta alguna chica —se explica mejor y el gesto confundido en su rostro sigue —ya sabes, corazón latir, manos sudadas, pasas del enojo a la risa con solo verla —enumera viendo el rostro del chico sorprenderse. —te enojas si no te habla y quieres matar a quien ella le sonría. Tu mundo gira en torno a ella, deseas verla y hablarle en todo momento. Protegerla y cuidarla, esas cosas —finaliza.

El chico se queda en silencio por varios minutos. La mirada que le lanza a su plato está cargada de sorpresa, sus movimientos son lentos y hasta torpes. Nada típico en él, que suele tener en control de su entorno. Su abuelo y padre han hecho un excelente trabajo, deben sentirse orgullosos de lo que es.

—Yo... no...—tartamudea, lo que ocasiona el humor de Akiro mejore.

—No puedes hablar de matrimonio sin haberlo vivido. Te saltarías la mejor etapa de todo ser humano —aconseja con humor.

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