Capítulo 21
Incómodo, así me sentí en los veinte minutos que duré en la habitación con Saori. En cuanto a ella, pese a su estado delicado y su palidez, ella estaba feliz, lucida dentro de lo que se esperaba. Pero, no soltaba la mano del tal Seiji. Se aferraba a ella como si fuera un puerto seguro, un salvavidas en medio de un océano turbulento.
Me brindó un par de miradas, todas ellas frías y carente de emoción. No sucedía lo mismo con su acompañante, a quien le sonreía y se dejaba consentir. Estaba sobrando en la habitación, me lo estaban haciendo saber de una forma sutil.
Una vez pasó la etapa de la sorpresa por verme en la habitación y tras la llegada de su familia, el ambiente fue aún peor. Sus padres y hermana hicieron lo posible para mantenerme cómodo y mezclarme en la conversación, fracasaron en cada uno de sus intentos.
Y lo peor aún no llegaba, en medio de la plática familiar me enteré de que no llegar a la cita en New York, no tuvo que ver su enfermedad. Mucho antes de complicarse, ella ya había tomado la decisión de no viajar.
Su padre fue el encargado de dar los detalles sobre mi permanencia en el hospital. En ese lugar estaba recluida mi madre, quien había sufrido un ataque que estaban investigando. Saori no se mostró sorprendida o apenada, permaneció con ese aire de indiferencia y entendí que era hora de partir.
Y si pensé que ella iba a detenerme, estaba equivocado. Me dio las gracias por la visita y ofreció sus buenos deseos para que mamá se mejorara y pudiera retomar mi vida. Una forma delicada de decir, no regreses.
Asi lo vi.
Su hermana menor se ofreció a acompañarme hasta los ascensores y se resistió a quedarse cuando le dije que no era necesario. Cinco minutos tardamos en llegar a la caja metálica y ella logró sacarme un par de sonrisas. No hizo comentarios sobre lo que acaba de suceder y de hacerlo ¿Qué diría? Ninguno de ellos parecía entender lo que sucedida.
Regresé al lado de mis padres, me las arreglé para no demostrar mi turbación. Mi padre tenía suficiente con mi madre y sus negocios, Asaf y Kurn habían retomado el ritmo de trabajo, Simón estaba compartiendo en familia. Por primera vez en mucho tiempo me sentí solo, como en la época en que mi madre me disfrazaba de niña.
Sin saber los motivos por los cuales esta decepción dolía más de lo que recordaba, tomé la botella del bar, una copa y subí a mi habitación. Papá se había ido a dormir tras constatar que mamá estaba bien. Contratamos a una enfermera particular que se encargaba del cuidado de ella en las noches. Fue la única opción que nos permitió la nueva gerente del hospital.
Me sirvo un vaso generoso de licor, dejo la botella en la mesita de noche y me dirijo a la terraza de mi antigua habitación. El cielo cargado de estrellas y la luna despejada en otros tiempos servirían de musa para alguna canción.
En estos momentos lo que saldría estaría plagado de dolor y despecho. Dentro de las promesas que hice estaban el de no perpetuar recuerdos dolorosos en mis canciones. Saboreando el licor, con la luna y estrellas de fondo, tomo el móvil y empiezo a leer los contactos. Contaba con una agenda de más de dos mil personas, no dudaba que muchas de ellas tuvieran un tiempo para una copa o platicar. No era lo que buscaba.
Dentro de mi lectura de nombres una llamada ingreso y me quedé viendo el nombre en la pantalla. Cierta vez escuché que un verdadero amigo es quien saca el tiempo para verte cuando los demás no tienen tiempo.
El nombre en la pantalla, llamando Halls, estuvo hasta que la llamada se colgó, segundos después volvió a aparecer en la pantalla. Eran las tres de la mañana, él debería estar dormido, abrazado a su esposa con las gemelas a cada lado. No llamando a un desgraciado que le dio la espalda y no pudo sostenerlo en el grupo.
—Khan. ¿Cómo estás?
Su primera pregunta es dirigida a mi bienestar, eso no hace más que aumentar el sentimiento de culpa. Nunca creí en la historia que recibiera sobornos de mujeres para ingresar al camerino o a la suite en que estábamos alojados. Pero, no hice nada por defenderlo.
—He tenido mejores días.
Me confiesa en medio de risas que no ha podido sacarme de la cabeza desde el día de ayer. Por uno y otro motivo no había podido llamarme, siempre que sacaba el móvil alguien llamaba o se presentaba algún conflicto entre sus hijas.
—Acabo de salir de un toque y me dije ¡Es ahora o nunca! Espero no haberte despertado o dañado algún plan.
Su risa se mezcla con el ruido de voces, música country, carcajadas y una que otra risa femenina. El sonido propio de un bar en horas pico. Antes de tocar en la banda, Halls trabaja tocando en clubes para diversas bandas. Gracias a un amigo supo que buscaban a un tecladista e hizo casting. Lo demás lo logró gracias a su chispa y el buen manejo del instrumento.
—Morfeo, Iquelo y Fantaso, me han abandonado. —mi confesión hace que su risa se detenga y el silencio reina —me han dejado lidiar con mis pensamientos, destructivos en estos días.
—¿Qué sucede?
Lo escucho pedir disculpas y el ruido de la música empieza a opacarse, dándole espacio a las bocinas de los coches. Sin tener claro por donde iniciar, le doy un trago largo a la bebida mientras busco las palabras adecuadas.
—Es sobre el incidente de mi madre...
—¿Qué incidente? —me interrumpe —¿De qué estás hablando?
—Pensé que Agatha o los chicos te mantenían al tanto.
—No habló con esa perra, —su exabrupto me hace reír al punto de tener que dejar la bebida a un lado —tampoco con el bastardo de su amante desde que me envío a casa sin pago y con el estigma de traición.
—Debe existir un error, tu reintegro está programado para el nuevo álbum —suelta una maldición seguida de otra —pediste un tiempo en familia —sigo diciendo.
—¡Me despidió! —increpa —bajo el pretexto de usar tu imagen para obtener...—suspira —eso no importa, ¿Qué le sucedió a tu madre?
Sus palabras me hacen entender que hay una enorme diferencia entre quien te busca cuando el tiempo le sobra y el que hace el momento. Que haga a un lado su problema y se centra en los míos, me dice de su calidad humana.
Le narro todo, lo sucedido con mi madre y su ataque, que insista en una tal Isis y el riesgo que nos impide sacarla del hospital. Hace un par de preguntas, la gran mayoría no sé cómo responder.
"¿Isis es mujer u hombre? ¿Es real para ella o una figura retorica? ¿Posee tu madre conocimiento en deidades egipcias?"
Tras confesar que no lo había visto desde ese punto, me pregunta si constaté por mi cuenta sobre las cámaras. Me encuentro con la realidad que no he tomado en cuenta muchas cosas. Papá tuvo razón en molestarse, no le he dado a mi madre el puesto que merece.
Le doy los detalles de Saori a quien recuerda como la chica que tuvo que perseguir por varias calles para pedirle el número de teléfono. Se sorprende que hubiéramos llegado tan lejos, imaginó que era cuestión de desfogar pasiones y liberar las ganas.
—¿Quieres un consejo sano? —pregunta una vez me ha escuchado.
—Me encantaría y de preferencia, sincero...
—Ahí te va. Se una elección, no una acción obligada—se escucha despedirse y el ruido de las puertas de un auto —Nunca fuerces a alguien a escogerte, ni a quedarse. Si ella piensa que ese hombre es mejor que tú ... ¡Adelante! No la detengas, ni presiones.
Asegura que la vida es muy corta para malgastar energías en alguien que no nos quiere. Los sentimientos deben florecer de manera natural, el corazón siempre escoge el sitio al que pertenece. Si es el mío, ella lo sabrá.
—¿Va a doler? —se pregunta —¡Por supuesto! Pero recuerda que la forma en que manejes ese dolor te permitirá crecer o estancarte.
Lo que sigo escuchando no solo ayuda a calmar mi angustia, también a tomar su consejo. Empezamos hablando del corazón y acabamos en una disputa divertida en que canciones serían las mejores. Me pidió no enfrentar a Simón o decirle que había hablado conmigo. No deseaba parecer que había dado quejas.
—Pero regresarás —le digo y responde con una carcajada —¿Vas a renunciar?
—¿Y dejarle el camino libre a esa perra? ¡Jamás! —responde al fin —nos vemos pronto.
—Gracias por la plática...
—Que el miedo a la soledad no te haga escoger por necesidad. Buenas madrugadas Khan. —con esto última cuelga la llamada.
*****
—Haré un par de llamadas, luego buscaré a los Miyazaki—me dice mi padre en la recepción del hospital —¿Puedes quedarte con tu madre?
—¡Por supuesto! Tomate el tiempo que necesites —le calmo palmeando sus hombros —yo me encargo de mamá.
—¿Seguro? —duda un instante —si deseas subir primero a ver a la chica...
—Lo hice ayer. —le recuerdo haciéndole un guiño gesto que observa con sospecha —ve tranquilo —le calmo —recuerda que debes preguntar en qué tiempo podemos partir.
No espero respuestas ni le permito razonar sobre mi comportamiento. Si me quedo unos minutos más acabará sacándome la verdad como solo él sabe hacerlo. Ingreso al ascensor y lo último que veo es a él con el móvil en manos pendiente a mis movimientos entre sorprendido y preocupado.
Los consejos siguen retumbando en mi cabeza ¿Qué se puede hacer cuando alguien no te quiere? No hay mucho que pensar. Lo correcto es hacerte a un lado y no esperar un milagro.
En el tercer piso el ascensor se detiene y me hago a un costado para darle espacio al grupo que ingresa, dentro de ellos se encuentra el tal Seiji y Naomi. El primero mueve la cabeza en señal de saludo mientras la chica me sonríe alzando una mano.
—Buenos días —saluda ella —¿Vas con Saori? —la tensión en el cuerpo de su acompañante se nota en la mano que sostiene el móvil.
—Estaré con mi madre, quizás más tarde —respondo percibiendo como los nudillos del hombre se tornan blancos y al buscar su rostro, noto solo odio en ellos.
—¿Te molesta si te invito a un café? —pregunta cuando los demás ocupantes se bajan en el cuarto piso y solo estamos los tres.
La mano del tal Seiji, que hasta hace unos segundos estaba en unos de los barrotes metálicos del ascensor, se desplazan al brazo de la chica, acerca su rostro a ella y le pregunta en japonés.
"—¿Qué crees que haces?", ella logra sostener su mirada e incluso sonreírle de manera inocente. "—¿No es obvio? Tengo una atención con la persona que ayudará a Saori"
Sin demostrar que entiendo la disputa permanezco en silencio. Sacude sus manos y logra alejarse de él, no sin antes obsequiarle la mejor de las sonrisas.
—¿Qué me dices si reemplazamos ese café por un almuerzo? —respondo al verla llegar a mi lado y sonreír —bajo la autorización de tus padres o la asistencia de un adulto —le aclaro regresando la mirada a su acompañante.
Quien debo decir no se ve feliz porque lo han dejado solo.
—Soy mayor de edad —responde orgullosa alzando el mentón —tengo diecinueve años.
—En ese caso ... ¿Qué nos detiene? —le respondo correspondiendo a su sonrisa y lanzándole una última mirada al chico. —¿Me prestas tu celular?
Afirma sacándolo de un bolso de manos, lo desbloquea y me lo entrega. Dígito mi número, le doy llamar y el móvil vibra en mi bolsillo.
—Listo —le digo devolviéndole el móvil —En cuanto mi padre me reemplace quedamos ¿Te parece?
Afirma ingresando el móvil en su bolsa y sonriente. El ruido de las puertas abrirse anuncian que he llegado a mi piso y me despido de los dos inclinando mi cabeza.
Antes de las puertas se cierran del todo, noto como el hombre rompe el espacio que los separa y se acerca a ella, que por su parte lo enfrenta mentón en alto y manos empuñadas.
—Espero tengas las uñas largas y dientes afilados —susurro dando media vuelta y avanzando a la habitación de mamá.
Le encuentro despierta, con las manos en su vientre y contemplando el techo de la habitación. Baja el rostro al verme llegar y sonríe regresando la atención a algún punto sobre su cabeza.
—¿Cómo estás, mamá?
—Bien. —responde tocando sus dedos entre sí —¿Cuándo me presentarás a la chica?
—¿Qué chica? —le pregunto acercando la silla a la cama.
—La de la foto —responde alzando su dedo en el aire como si estuviera contando —la que besabas...
—¿Te la mostró papá? —quiero saber sorprendido.
—Isis lo hizo, se enfadó... me dijo que no nos quiere aquí.— las siguientes preguntas no las respondió y se retrajo contando cosas en el aire.
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