Capítulo 2
New York
Una semana después
Mi alma rebelde, esa que permanecía dormida, despertó en New York, negándose a seguir las mismas payasadas de siempre. Como era de esperarse, ni a Simón, ni a mis escoltas le agradó la idea. Hasta cierto punto, tenían razón en estar precavidos. Sus temores no eran más grandes que mi decisión. No deseaba seguir mintiendo al público.
—¿Olvidaste cómo era los primeros años? —me recuerda Simón —Si es así, puedo hacerte un resumen.
Simón intenta hacerme entrar en razón, sobre la importancia de no salir por la puerta principal. Al igual que en años pasados, no voy a soportar el bombardeo de preguntas y acabaré por irme a los golpes con algún periodista con comentarios fuera de lugar.
—No soportabas las preguntas personales ¿Pene o vagina? —me recuerda.
—¿Para qué tengo seguridad? Si voy a estar huyendo —le respondo sin tener interés en seguir esa discusión.
Ajusto las correas de mi pantalón, tomo la camiseta con el logo, la banda de los Tomasevic y miro la que está tendida en la cama. No quiero llevar la remera de extinta banda.
—Khan, —mi nombre en sus labios sale como gruñido —te alterabas, olvidabas las letras de las canciones.
—He madurado Simón, dame un poco de fe. —giro hacia él y muestro las dos camisetas.
Señala la de mi banda y afirmo lanzando la antigua a la cama. Una decisión que dará de que hablar el día de mañana, pero que valdrá la pena. No importa por donde salga o como me oculte, siempre habrá un paparazzi cubriendo si huida y seré la comidilla en la crónica amarillista.
—Me rindo—se incorpora del sillón, toma la chaqueta en cuero y la lanza hacia mí —lo has olvidado, necesitas una dosis de realidad y sentido común.
—Ya la tengo y es la razón por la cual no quiero seguir mintiéndole a quienes me dan de comer —instalo la chaqueta y avanzo hacia la salida —eres tú quien ha olvidado quienes pagan nuestros lujos, Simón.
La salida de la suite es con él descargando su frustración por teléfono con los de seguridad. Ingreso al ascensor, cierro los ojos y me centro en lo que importa en este instante. La prueba de sonido, después el concierto.
—La superestrella, ha tenido un momento de introspección y decidió volver mierda dos horas de charla sobre su nuestra seguridad. —cuelga la llamada y me mira de manera fortuita de vez en cuando.
Tengo el pequeño presentimiento que me está ocultando algo o desea decírmelo. Si duda en hablar, es porque no es bueno para mí. Una de las razones por las cuales no le he instado a hablar.
—Tienes quince días libres, en el próximo mes —inicia diciendo.
Afirmo abriendo y abro el ojo izquierdo un instante. Tiene en sus manos la Mac que usa para mi agenda. Me he negado a usar ese tiempo, me he prometido pasarlo en Estambul, con mi padre.
—Iré a Estambul. —le recuerdo —Hall, Samir, Marek y Jamil, necesitan pasar tiempo con los suyos.
—Supuse que dirías eso, por eso he hablado con ellos.
Tiene toda mi atención, pienso abriendo los ojos y cruzando las manos en mi pecho. Mi mejor mecanismo de protección, adquirido desde la época en que insistían en vestirme de niña.
Como también, inflar mejillas y patear todo lo que estuviera a mi paso, eran de mis mejores métodos. Por fortuna para mí y para ella, Melissa Cahill, nunca fue de usar los golpes para ganar una pelea. Sus tácticas eran más suaves, aunque, igual de dolorosas. Amenazarme con hablar con mi padre y ser castigado por él. Debo aclarar que papá nunca me maltrató, ni me veía o hablaba. Para él era como si yo no existiera.
—Espero que lo que vayas a proponerme, sea mejor que pasar tiempo de calidad en casa, con mi padre. —recalco la última frase y sonríe jugando con el bolígrafo en una mano y guardando la Mac en su maletín.
—Todo depende de ti. —acomoda los lentes, se aclara la garganta y al volver a verme ya no hay rastros de diversión. —Hay una oferta para tocar en Edimburgo...
—¡No! —le interrumpo, soltando mis manos y alejando mi cuerpo de la pared.
Mi actitud beligerante le hace erguirse y tensar su mandíbula. Si alguna vez Simón desea irse a los golpes conmigo, me daría una paliza. Es más alto y corpulento que yo y casi toda la banda en general.
—Ni siquiera te he dicho el sitio.
No es necesario que lo haga, apostaría mi voz a que es en el Doyle-Turner. Mi buzón de mensajes está repleto de muchos de la asistente del custodio. El hombre insiste en agendar una reunión conmigo.
Día, sitio, hora y lugar a convenir. Desea tener un detalle con Maissa, recurre a lo que llama "Una vieja amistad". La chica está en un ambiente distinto, no duda de que se sienta en familia. Pero, quiere aliviar tensión entre ella y yo.
—Te llamó la asistente de Gino Doyle ¿Me equivoco?
—El mismo —me aclara y bufo —¿Por qué no? Es un acto de madurez que debes...
—No te metas —mi dedo apunta a su pecho —no es tu pleito, Simón.
Presiona detener el ascensor, el ruido sordo y movimiento brusco causan alarmas en él. Lo que sigue lo he escuchado en varias ocasiones, que lo diga él, jode. Dentro de las cláusulas de su contrato, mi padre anexo dos. No hablar sobre mi pasado, ni sobre nuestra sociedad con Kurn Tomasevic.
—Tu padre es socio del padre de esa chica, este lugar —abre los brazos mostrándome la caja metálica de una manera teatral —es gracias a él que puedes darte este lujo. Kurn Tomasevic, creyó en ti, por eso apostó a tu carrera.
—Me pagó para que me alejara de su hija, a ti para que me sacaras de Estambul. —corrijo y no puedo evitar el dolor que causa decirlo en voz alta —Eres tú quien está perdiendo el norte, Simón y empiezas a olvidar las cláusulas de tu contratación.
Simón apoya su cuerpo en la pared, acomoda su corbata de forma nerviosa y baja el rostro. En los segundos que siguen, él no dice nada y yo controlo mi respiración. No me esperaba una discusión a minutos de enfrentar a la prensa.
—Tienes razón —dice al fin —Me pidió convencerte. Tienes contacto con sus hermanos, incluso has tocado con ellos. Con ella —niega confundido —No quise tocar un tema sensible...
—Puedo soportarlo —paso una de mis manos por la nariz varias veces antes de seguir —lo que no soporto, es que—le acusó, hastiado —sabiendo la verdad, insistas.
Doy un paso hacia los botones y el ascensor retoma su marcha. Algún día debo enfrentar mi pasado y a ella. Por el momento, me siento tranquilo estando a millas de su felicidad. Me basta con saber que es amada, logró superar sus miedos y es una mujer realizada.
****
—Otra vez —les pido a los chicos —no estoy en mi mejor momento —me excuso.
—¿Qué le hiciste al bebé? —bromea Samir viendo a Simón en la parte izquierda con la Mac en las manos y fingiendo no ha escuchado lo fatal que salen mis versos.
—Dejémoslo —les pido y todos afirman —de nuevo.
¿Me has pensado?
He hecho esa pregunta miles de veces
Cuando escucho nuestras canciones o banda preferida
Cuando el frío invade mis huesos
—¡Maldición! —lanzo el micrófono al suelo molesto cuando mi voz sale más aguda.
Los chicos detienen sus instrumentos, pero solo Marek sigue golpeando la batería. Simón no pudo encontrar un mejor día para fastidiar mi existencia.
—Somos artistas —Marek, golpea la baqueta antes de seguir — por ende, sensibles.
—Hay que calmarlo —sigue Samir y señala a Jamil —Cuéntale una historia.
—Nosotros haremos la prueba de sonido —sugiere Jamil y señala el público —tú serás nuestro espectador. —me muestra su mejor sonrisa detrás del bajo. —te gustará mi historia.
—Lo dudo. —respondo lanzándome al vacío en las graderías —te dejaré intentarlo.
—¿Me siguen? —le escucho preguntar a los demás —hoy nacerá una estrella de rock real.
—Se vale soñar —canturrea Marek girando las baquetas en el aire —¿Puede ser el inicio del coro?
—Samir, sigue esta nota —le pide Jamil —¿La tienes?
Alza el dedo pulgar en respuesta y me siento en una de las sillas frente a ellos. Inicia su verborrea diciendo que todo empezó a las cuatro de la mañana en la azotea de un hotel. Él solo quería fumar un porro, aliviar el estrés que le producía siete meses sin ver a su Katia.
—Cazaba una estrella fugaz, la capturaría para pedir mi deseo...
—Aquí tienes una —bromeo abriendo los brazos y todos sonríen —es la mejor prueba de sonido.
—¿Qué tal suena?
—¿Desde aquí? —le pregunto a Jamil quien afirma —nada mal.
—¿Dónde quedé? —parece preguntarse así mismo —Así sí, en la azotea. Dos voces en la oscuridad, una pareja. Enamorados, con mejor suerte que yo. Me mantuve oculto.
—De mirón —sigue Samir y todos reímos.
—Discutían, sobre planes oscuros. Oscuros como esa noche, como mi alma sin Katia. —sigue diciendo.
La música relaja mis músculos, como suele hacerlo el escenario y le agradezco el gesto con una sonrisa. La historia, como tal, no es buena, ni mala. Yo la definiría, interesante, sacada quizás de su estado drogado.
La pareja hablaba sobre mentir en unos exámenes. Necesitaban que a una familia se le dijeran que sus bebés estaban enfermos, próximos a morir. La mujer intentaba convencer al hombre de ayudarle. Él era el encargado de hacer esos exámenes, se había arriesgado a mentir en uno.
—Desde Adán y Eva, son nuestra perdición —comenta Marek.
No hay nadie en la sala que no le dé la razón, todos están pendiente a la historia, hasta Simón. A mí me basta la música para sentirme pleno. Necesitaban que los bebés estuvieran enfermos, de otra manera ¿Cómo le daría la medicina infernal? Esa que destruiría su vida. Como lo estaba su alma.
—Maldije, no prestar atención a los nombres —sonríe —lo poco que recuerdo es que eran japoneses.
—Toyota, Nissan, honda. —Samir lanza los nombres al compás del bajo, logrando por primera vez ritmo en la narrativa de Jamil —Lexus, Suzuki, Mitsubishi —finaliza presionando con fuerza su dedo pulgar en el teclado.
—Vegeta, Goku, gohan —sigue Marek y en ese punto mi risa no puede ser discreta —¿Bulma?
—Ese porro estaba alterado, de pésima calidad. —aplaudo, porque al final han logrado lo que quería —¿Origen de esa revelación? —me animo a preguntar a Jamil.
—Beirut —responde ya serio —y no fue invención. Lo que escuché fue real. —el comentario lo dice en un tono de preocupación —no recuerdo el nombre de esa malnacida, pero si la tengo cerca, la reconocería.
Nos miramos entres sí preocupados, Simón le resta importancia haciéndome señas de que suba al escenario. Jamil se abstrae limpiando a su bebé y aprovecho para acercarme a Samir. Suele ser su compañero en la azotea.
—¿Es cierto lo que dijo?
—Él dice que es verdad —confiesa encogiéndose de hombros —hablaban de una herencia y como dos bebés serían las únicas herederas.
Dos hermanos y solo uno tiene hijos, el otro no está interesado. La que planeaba todo era la esposa de este último. Samir no puede asegurar si es o no verdad, lo que sí es que su compañero se ve perturbado desde ese día.
—Tiene un par de gemelos. —me recuerda y afirmo.
A no ser que diga lo contrario,
las letras de las canciones son parte de la ficción de esta historia.
Espero entiendan que sé de músicas, lo mismo que de paciencia.
Mil gracias por tanto cariño, nos vemos pronto.
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