Capítulo 15
Narrador
—¿Por qué traerla al mismo lugar en que la enfermaron? —se queja Naomi.
Sus reproches no tienen eco en sus padres, quienes lloran abrazados en un rincón en espera de noticias. Su tío Hiro y más de media docena de médicos están con su hermana, de quien solo sabe que la crisis ha pasado.
Pese al parte positivo, hay algo que no le acaba de gustar. Saori no ha despertado y el tío solo salió a dar la buena noticia, regresando a la habitación. De eso hace más de dos horas y nadie ha vuelto a compadecerse de su agonía.
—¿Por qué la trasladamos aquí? —su voz alcanza un tono más alto logrando llegar a los presentes —En Escocia prometieron sanarla, quizás...
—Naomi —susurra su padre —no es el momento.
Sacude la cabeza y agita las manos al tiempo que se incorpora de la silla. Este lugar no le gusta, lo recuerda como el sitio en que ese hombre quiso dañarlas.
—Hay alguien en medio de estas cuatro paredes que desea vernos muertas —escupe enfadada —y ¿qué hacemos? La traemos aquí.
—¿Ya fuiste por los resultados de tus exámenes? —le interrumpe su madre.
No pasa desapercibido que ha intentado ocultar que su voz se ha quebrado en la última palabra. Verlos a ambos abrazados y llorando oprime una parte en su interior que ocasiona dolor. Es un dolor difícil de describir y controlar.
—No puede ir sola, en cuanto tengamos noticias la acompaño...
—Yo voy con ella —sugiere la tía Keiko, a punto de aceptar la oferta, una voz la detiene.
—Yo la escolto.
Busca al dueño de esa voz y lo encuentra al final del grupo, su cuerpo hasta hace unos segundos, apoyado en la pared, se aleja y avanza hacia ella. Al parecer, sus intentos de anular su presencia, dieron resultados. Ella no desea hablarle, tenerle cerca o hacer cualquier tipo de contacto con ese hombre.
Lo asocia con todo lo que le ha sucedido a Saori. Por más que se esfuerce en darle el beneficio de la duda, no puede.
—Solo si usted lo autorizan. —sigue diciendo viendo a Akiro, quien intercambia miradas con su esposa.
—No es necesario —insiste Keiko en un tono demasiado alto y un tanto chillón.
Luce alterada, manos temblorosas y se aferra con fuerza al móvil que sostiene en una de sus manos como si esperara una noticia. Keiko, es la jefe de recursos humanos dentro de la empresa del abuelo. Ha debido tener mucho estrés por la traición de su hermano, su suicidio y ahora tener que hacerse cargo al hospital en lo que buscan un reemplazo.
Yusei. El recuerdo del hermano de Keiko, le hace reaccionar. ¿Es posible que hiciera todo a espaldas de su hermana? Eran bastante cercanos, y constantemente Keiko viajaba a Beirut o Yusei a Tokio.
¿Es normal que a sus ojos todos luzcan sospechosos? Sus padres, por traer a ese hombre con ellas, por aceptar ese compromiso absurdo, traer a Saori a Beirut. Su tío, por no sospechar de Yusei en ningún momento. ¿No se supone que su salud estaba a cargo de él?
¿Y Keiko? ...
—Iré con él —responde cuando sus pensamientos son un caos y todos esperan por su respuesta.
—No la saques del hospital —ordena su padre y el hombre afirma sin hacer comentarios.
Los siguientes pasos lo hacen en silencio. Naomi con las manos en los bolsillos de su abrigo, y Seiji hablando por móvil con quien parece ser su padre. Habla en voz baja, pero ella logra escuchar toda la conversación, notando el lazo estrecho entre ambos.
Cuelga la llamada, ingresa el móvil en su bolsillo viéndola de vez en cuando. Sus lágrimas se han secado, pero sigue sintiendo la opresión en el pecho y la necesidad de aislarse de todos.
—Jomei embargó las cuentas de tu padre —sus palabras le hacen detener y verle.
Con ambas manos en los bolsillos de su pantalón oscuro, mirada indescifrable y un toque de rebeldía superioridad mientras alza el mentón. Sin parpadear o titubear, le explica los motivos por los cuales están de regreso en Beirut.
Cuando su padre pisó suelo libanés, se hizo muchos compromisos, la mayoría de ellos préstamos para empezar independiente. Mantener la empresa a flote sin socios genera gastos, mismos que a veces no logra solventar.
—Los créditos los mantiene dentro del juego. —le escucha en silencio mientras retira un mechón de cabello con violencia de su rostro. —tu abuelo logró hacerse a esos créditos. —calla un instante y niega —no tengo claro de que forma.
—Supongo que no fue legal.
—Lo dudo —retoma los pasos, esta vez no hay tensión entre ambos. —desconocía lo intrincado de asunto.
Naomi le envía una mirada fortuita y regresa su atención en los baldosines de los pasillos. Al igual que Keiko y su tío, con el traidor de Yusei, no le cree que no estuviera al tanto de lo que sucedía.
—Imagino que te pagan por obedecer y no por hacer preguntas.
Los intentos por seguir caminando los interrumpe una mano en su ante brazo. Alza el rostro solo para encontrarse el de Seiji, bastante molesto por lo que se puede ver.
—¿Qué? ¿No es acaso una verdad?
Niega torciendo los labios en una mueca de disgusto. Naomi sacude sus manos un par de veces en búsqueda de soltarse, pero no logra su objetivo.
—No soy un empleado —responde al fin —mi abuelo y el tuyo, son amigos.
—Trabajas para el abuelo, no es necesario que lo ocultes.
—Mi trabajo en la compañía no es ser el perro fiel de Jomei y ni lacayo de tu padre. —continúa —Esto lo hago por ayudarlos...
—No te creo...
—¿Crees que me importa? —la pregunta es tan seca y en un tono tan despectivo que le cuesta sostener su mirada —estoy haciendo mi mejor esfuerzo para ayudar a Jomei y a tu padre ¿Qué hay de ustedes? ¿Qué han hecho todo este tiempo?
—No estamos tan desesperadas por casarnos con cerdos como tú. —en esta ocasión logra liberarse, pero no va muy lejos, quedando presa entre la pared y el cuerpo de Seiji.
—Son ustedes las que deberían rogarme a mí para no llegar a la ruina.
Los golpes que le lanza a su pecho causan en él solo risas, ocasionando que la rabia en su interior suba.
—Mi padre logrará pagar la deuda, en cuanto retome el ritmo.
Saori va a despertar, es optimista en eso y en que ella aún puede ser donante. Su vista empieza a nublarse y parpadea intentando que su oponente la vea llorar. En algún momento la presión sobre ella sede y el chico le abraza.
—Esto no tiene que ver con tu padre, no como piensas —le susurra acariciando su cabello.
Su abuelo ha realizado un par de movimientos que le han desestabilizado. No está en la ruina, pero lo estarán en unos años si sus acciones siguen bajando en el mercado. Asi nació la idea de casarse.
—Todo lo que necesita es una alianza con una empresa sólida.
Un matrimonio con él logrará calmar las turbulentas aguas y llevará a Jomei de nuevo al sitio que acostumbra.
—¿Por qué un matrimonio? ¿Por qué no una sociedad? ¿Qué tenemos que ver nosotras? —se aleja de él y limpia el llanto con violencia —ese bastardo la dañó, intentó hacer lo mismo conmigo... y nadie parece importarle por qué lo hizo.
—Tu abuelo cambió el testamento, dejará todo en manos de Akiro y sus hijas —aquellas palabras le hacen verle incrédula.
—¿Qué te has fumado? El anciano nos odia.
—Al parecer, no lo suficiente —responde instándole a seguir —Hiro y Keiko lo saben y lo aceptaron sin problemas. Evidentemente, Yusei no pensaba lo mismo.
El más afectado por la traición de Yusei, es Hiro, cuya amistad entre ambos data de tiempo antes de ser pareja con su hermana. Según ha escuchado, fue gracias a esa amistad que Keiko y el tío Hiro empezaron a salir.
—Un año de salidas ocasionales y tres de compromiso —continúa diciendo con Naomi inversa en sus pensamientos y locas teorías —nadie se explica como logró casarlo, todos saben el poco interés que tenía Hiro por el matrimonio o los hijos.
—¿Existe el amor, sabes? —no puede evitar responder de manera sarcástica y el hombre se alza de hombros indiferentes —no todo es negocio.
—El amor te hace débil, estúpido y te limita —señala su sien antes de seguir con una sonrisa en los labios —o dime ¿Dónde está el amor de tu hermana en estos momentos?
—Desconoce que ella está enferma, Saori nunca quiso entrar en detalles...
—Estaría aquí con ella de saberlo ¿Por amor o lástima? —Naomi niega sin saber qué responder.
Han llegado al sitio acordado, solicita ver a la doctora y le dicen que sin cita previa no puede verla. Ambos insisten en que es importante, vienen por la entrega de unos exámenes.
—Esperen un momento. —la mujer rodea el escritorio y se aleja.
El silencio que sigue es tenso, su acompañante no le insta a responder lo que le agradece. Conoce tan poco de la relación entre su hermana y el tal Khan, que no quiere arriesgarse a dar una opinión errónea.
—¿No va a responder?
—Solo ellos tienen una respuesta. —responde al fin.
—No importa el motivo, si de verdad ese amor del que tanto hablas existiera entre ellos, haría lo que fuera por buscarla o saber de ella.
El poco sentido común que le queda lo emplea en guardar silencio, entendiendo que la respuesta puede meter a su familia y hermana en problemas. Si le dice que no hay nada entre ellos, le atacará con que besó a un desconocido y manchó el apellido.
—Naomi Miyazaki Ikeda —una doctora anuncia su nombre y ambos se dirigen a ella. —¿En qué puedo ayudarles? —sonríe cuando la reconoce y estrecha su mano —me acabo de enterar lo sucedido a tu hermana. ¿Vienes por los resultados?
—Por favor —le pide.
—En unos minutos mi asistente se los imprime —responde cortes la mujer —pueden esperar allí —señala un sitio detrás de ellos. —lamento no recibirlos, tengo la agenda apretada, pero el señor Hiro, conoce al detalle tu situación.
Antes que pueda responder el pasillo es invadido por pasos acelerados. Una mujer es llevada en una camilla por doctores y enfermeras. Sus muñecas están cubiertas por trozos de tela, tiene el rostro grisáceo, labios blancos y su rostro lo cubre una larga cabellera oscura.
Jamás ha visto el rostro de la muerte en un ser humano como lo veía en esa mujer. Sus intentos de ser discreta lo anulan ver sus labios entreabiertos y la agonía en ellos. Detrás de la camilla, un hombre mayor y otro más joven intentan seguirle el ritmo.
Su corazón da un sobresalto, bien sea de pánico o alivio al captar quién es la figura joven. Inmerso en una discusión por teléfono, en un idioma que no reconoce, Khan Cahill pasa por su lado. La maldición que escucha detrás de ella, le dice que su acompañante le ha reconocido.
Naomi no sabe si reír o llorar, si la presencia de Khan en el mismo hospital en que está su hermana traerá alegrías o tristezas.
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