Capítulo 12

Mis intentos por concentrarme en hallar las notas correctas son interrumpidos por mis pensamientos. Hace un poco menos de un año, la protagonista era Maissa, una mujer prohibida. Hoy, sigue siendo una mujer, quiero pensar que ella es diferente.

—¿Qué harás en los dos meses de vacaciones? —pregunta Simón.

"Si lo es ¿Por qué lleva tres meses sin aparecer?", me susurra mi mente y mi lado razonable le da la razón.

—Visitaré a mamá y luego iré con papá.

La gira de conciertos llegó a su fin hace dos días, cuatro ciudades y en ninguna hubo noticias de Saori. ¿La metería en problemas con su padre en Edimburgo? Es posible que fuera un poco atrevido con besarla de esa manera, pero me ganó la emoción por vela allí.

—Al volver te espera la grabación del próximo álbum. ¿Alguna idea que desees compartir?

—Nada por el momento.

Su comportamiento cambió al estar con su padre, se tornó fría y ajena a mi presencia. Intenté acercarme, hablar con ella y saber si estaba en problemas. Estaba dispuesto a presentar excusas, hacerme culpable y afrontar mi falta.

—Algo de Blues sería novedoso. —Mis pensamientos caen a mis pies y enfrento a Simón.

—¿Qué?

No necesito que me repita, estoy seguro de haber escuchado bien. Deseo saber si tiene los huevos bien puestos para repetir tamaña estupidez. Algo debe haber divertido en mi rostro, porque sonríe inclinando su cuerpo en el sillón.

—Quería saber si estabas aquí. —sonríe al verme rodar los ojos —la idea no es mala.

—Es pésima —corrijo viendo como su sonrisa aumenta.

—¿Por qué simplemente no la llamas? —se anima a decir y suspiro.

—No tengo su número.

—¿Qué hay de las veces que te llamó o tú lo hiciste? —pregunta incrédula.

—Cambiaba de número en cada país. —su dorso se estira en el sillón e inclina hacia mí —descartables.

—¿Apellidos, dirección de residencia, ciudad donde vive? —enumera interrogante y niego a cada una.

Simón me observa perplejo y con un atisbo de incredulidad. He llamado a todos los números desde donde me había llamado en cada país, todos se van directo a buzón.

—Fue tajante en no dar detalles de su vida —confieso soltando la guitarra y rindiéndome. —La única regla que había entre los dos, era no hacer preguntas sobre nuestra vida privada.

—¿No te dio curiosidad? Noto algo turbio en ese comportamiento —empieza a decir avanzando hacia el minibar —la describes como alguien que huye de algo o alguien.

Simón va más allá, diciendo en medio de bromas y mientras se sirve una copa que Saori tenía el comportamiento que yo debería emplear. A su juicio Saori fue una niña rica cumpliendo un capricho, pasada la novedad regresó a casa o se fue en búsqueda de algún otro antojo.

—Nunca fue ostentosa —la defiendo recibiendo la copa que me brinda.

—Se hospedaba en los mismos hoteles que la banda —me recuerda —algunas veces en la misma Suite. Su vestuario no era sencillo, su comportamiento, educado y distinguido.

Nunca la trató lo suficiente para levantar juicios y asegura no tener moral para juzgarla en caso de que sus sospechas sean ciertas. Sin embargo, me pide tomar las cosas con mesura y no gastar energías en pensamientos innecesarios.

—Lo que viviste con ella, hace parte de tu carrera —golpea la copa con la mía y suspira —existirán muchas Saori en tu vida, ya te irás acostumbrando.

Entendiendo que tiene razón, pues si ella deseara que la buscara, me hubiera dado su número personal o hablado de su vida, guardo silencio. Es lo último que dice antes de acabar su bebida, lo que me deja un sabor amargo en la garganta.

—Ella pudo ser una mujer comprometida o próxima a casarse —deja la copa en el minibar y lo siguiente lo dice rumbo a la salida —de ser así, fuiste su despedida de soltera —alza el dedo índice que mueve en el aire sin detenerse —espero lo supieras aprovechar.

Con la cabeza vuelta un nudo de pensamientos contradictorios, avanzo al bar y me sirvo una segunda copa. Si está comprometida, su conducta evasiva, cuando me ofrecí a saludar a su padre, se entiende. Incluso, el comportamiento que siguió durante la ceremonia.

—¡Su padre! —hablo en voz alta.

Me dijeron que trabaja en el Doyle-Turner, era el encargado de la restauración de una zona poco transitada del castillo. Al subirse Maissa al escenario, le dije una mentira a medias. La chica asiática, en medio del público, me resultaba atractiva y quería saber si su acompañante era su pareja.

Sabía que era su padre, porque ella así lo había señalado, no obstante, el hombre no se le notaban los años. Físicamente, podría aparentar la edad del mayor de los hijos de los Doyle, aquel que llamaban el custodio. Sin embargo, si era el padre de Saori, su edad tendría que ser entre los cincuenta o sesenta.

"—Ni se te ocurra fijar tus ojos en ella —me había advertido. —Es su padre, es el encargado de unas restauraciones en el castillo."

Siguiendo la lógica de aquel recuerdo, si el hombre es su padre, comparten el mismo apellido. Hay una enorme posibilidad de que, en la página de los Doyle, encuentre algo al respecto. Tomo la botella de vino, la copa y me dirijo a la laptop que he dejado en mitad de la cama.

La página de la familia Doyle, suelen anunciar novedades de la familia, tales como: compromisos, matrimonios y nuevos integrantes (Hijos o esposas). No todo es color de rosa, leo un par de notas oscuras sobre ataques a unos de ellos o en sus sedes.

—¡Aquí estás!

Arrojo la copa a la pared, sonriendo triunfante al hallar la nota que deseo. Le doy un sorbo largo a la botella leyendo el nombre de la firma que ha ganado la licitación y el nombre de quien lo representa.

—Akiro Miyazaki Nakano, —leo en la página y me dirijo al buscador con ese nombre.

Cincuenta y dos años, casado desde hace más de dos décadas con Hoshi Ikeda, con dos hijas, Saori y Naomi Miyazaki. Es hijo del millonario Japonés Jomei Miyazaki, también arquitecto. Un octogenario que amasó su fortuna gracias a su audacia y destreza en la finca raíz.

A través de mi lectura, me encuentro con la sorpresa que el hospital en que está mi madre es de su propiedad. Akiro, es el mayor dentro de dos hermanos, que quedaron huérfanos cuando ambos eran menores de edad. Y había más.

No se había mayores detalles sobre los motivos, pero padre e hijo se distanciaron hace dieciséis años. Mudándose a Beirut, en donde ha logrado hacerse a un nombre a base de esfuerzos.

"Una rivalidad que se estima llegó a su fin con el anuncio del compromiso entre la mayor de sus nietas y el hijo del también millonario..."

Mi corazón da un vuelco con cada línea leída, se acelera y detiene de forma abrupta en cada crónica hallada. Me convierto en masoquista e insaciable en lo que respecta a Saori y su familia. Descubrir que he sido usado, desempolvan sentimientos que pensé enterados.

Debí intuirlo, alguien tan perfecto no podría ser real y Simón tenía razón. El lujo que desbordaba su vestimenta, hoteles y los viajes. Llegué a cuestionarme sobre el cómo sabía el sitio en donde me alojaría o de donde salía el dinero. ¿Cuál había sido su respuesta? "Es mi regalo de cumpleaños"

¿Por qué en esta ocasión es diferente el dolor? Siento algo arder en mi interior, mi corazón es como una tetera a punto de soltar el aire. Hiperventilo al levantarme de la cama, observo a mi alrededor con otros ojos.

¿Qué cojones algo en una habitación de hotel y solo? "Las esperas a ella y te cuidas de no apagar el móvil, ante el riesgo que llame y lo encuentre apagado."

¿Por qué importa y duele un engaño si nunca llegamos a profundizar? "Mezclaste tus sentimientos, te engañaron y usaron otra vez."

Siento el peso en mis manos y al buscar una explicación, me encuentro con la botella de vino a medio terminar. La botella se convierte en la traición, quema como en mis manos, como lo hace el recuerdo de ella.

Hastiado la lanzo hacia la pared en donde se estalla en pedazos. En segundos el líquido rojo se esparce en el suelo y se mezclan con los cristales rotos. Mi furia está lejos de acabar, ignoro el sonido del timbre y sigo destruyendo todo a mi paso.

Debería odiarla por usarme, por fingir, por hacerme sentir especial. Apoyo mis manos en la TV, tiro de ella con fuerza y lo lanzo al suelo. Las botellas del bar, las copas, las partituras de mis canciones, etc.

Al detenerme mi habitación es lo más parecido a un campo de batalla y el ruido del timbre es cada vez más ensordecedor. Sin importar que estoy descanso, avanzo por sobre los cristales rotos. Necesito ese dolor para sentir que sigo vivo, que no he muerto y que ella no me ha vencido. Con ese pensamiento abro la puerta y observo a la mujer detrás de ella.

—Simón me dijo que aún estabas... ¡Oh por Dios! Estás herido ¿Qué te sucedió?

Alejo mis manos de la puerta y regreso al interior de la suite, con ella bombardeándome con preguntas.

—En algún lugar de esa destrucción hay un botiquín...

—¡Déjame solo!

—Deliras, si piensas que voy a obedecerte —con diestros saltos, Agatha evade cada uno de los obstáculos y llega hasta el baño. —ninguno que se diga amigos, lo haría.


¿Por qué no? Si Ella estaba varios pasos por encima de ese título y no le importó dejarme untado en la mierda ¿Por qué Agatha no puede hacer lo mismo?

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