Capítulo 11
Akiro quiso aprovechar el tiempo al lado de su hija para realizarle nuevos estudios. Odiaba admitirlo, pero desconfiaba de la manera en que le fue detectada la enfermedad. El que fuera detectado en la clínica de propiedad de su padre y su insistencia en hacer que su hija fuera a Japón, fueron los principales motivos.
Jomei Miyazaki, su padre y el abuelo de sus hijas, siempre se ha usado métodos poco ortodoxos para hacerlo regresar al redil. Pero, ¿su sangre? Usarlas sería demasiado, hasta para él.
Abre la ventanilla del auto y deja que el aire se cuele en el interior del auto. Recibió el mensaje del hospital indicándole que los exámenes estaban listos y del doctor pidiéndole ir a su encuentro, de preferencia, sin su hija.
Detestaría tener la razón y descubrir que su padre había llegado tan lejos en búsqueda de hacerle volver. Con los sentimientos a flor de piel, cierra los ojos y deja que el aire invada sus pulmones.
Por fortuna, no tuvo que dar mayores detalles, Saori está demasiado emocionada con la restauración como para fijarse en su ausencia.
—Llegamos, señor —la voz del chofer lo saca del trance.
Inspira y espira por varios segundos, le da un vistazo a la zona en la que se encuentra antes de animarse a salir. Desconoce que está por escuchar, pero tiene la certeza que no será bueno. Ni para su hija, ni para nadie.
Cada paso que le acerca al consultorio aumenta la opresión en su pecho. Una mano invisible y poderosa para apretar sus pulmones, impidiéndole respirar. Diez minutos y su cuerpo se comporta como si hubiese caminado millas.
Cuando sus pies se detienen en la última puerta y anuncia su presencia, el pánico se ha apoderado de él. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que ese sentimiento lo invadió, que olvidó lo dañino que puede ser.
—Adelante —le ordena una voz detrás de la puerta. —señor Miyazaki, —saluda el hombre mayor detrás del escritorio al verle entrar y le señala la silla. —por favor.
—¿Cómo está mi hija doctor? —pregunta a quemarropa, ganándose una mirada de sorpresa por parte del anciano.
—Antes tocar ese tema, me gustaría saber un poco más sobre el primer estudio —empieza a decir.
Acomoda los lentes en su nariz, abre el historial clínico de su hija y lee unos segundos antes de fijar su atención en Akiro. Responder a las inquietudes del doctor le cuesta tanto, como respirar, pero lo logra.
Minutos después escucha el detalle de lo hallado en los exámenes. El daño hepático en Saori, no ameritaba riesgo alguno. El alma regresa a su cuerpo y se permite sonreír, sin embargo, el alivio le dura poco.
—Saori debe ser recluida cuanto antes —desajusta la corbata y empuña las manos controlando los deseos de salir de allí.
—¿Qué quiere decir? ¿De qué estamos hablando? —pregunta en un hilo de voz.
—¿Trajo lo que le pedí?
Retira del bolsillo el envase plástico y dejándolos sobre el escritorio, saca un segundo y tercero ubicándolos en una línea perfecta ante el doctor. Se niega a dar un dictamen sin antes tener las pruebas necesarias.
—Lo que estoy por decir es delicado, requiere de su parte procesarlo con cabeza fría —inicia.
—¿Qué está sucediendo? —explota incorporándose de la silla ante la mirada impasible del doctor.
—Los exámenes realizados en Beirut, suponía el riesgo de la enfermedad de Wilson ¿Conoce usted los detalles de esa condición? —cuestiona el doctor.
—Acumulación de cobre en órganos y tejidos. —describe —un trastorno hereditario. Naomi...—se aclara la garganta antes de seguir —mi hija menor, está preparándose para ser donante de su hermana.
Mira los medicamentos dispersos en el escritorio, los toma en sus manos y revisa cada uno. Siente como si le costara explicarse, aquello hablaba de lo delicado de la situación. Lo que escucha de sus labios lo hace sentar de golpe en la silla y cubrir su rostro entre sus manos.
—Soy consciente de lo delicado de la situación —le escucha decir —el hospital en el que están siendo tratadas sus hijas, es de su padre y la persona al frente, un familiar de ustedes.
No se sentirá ofendido si busco una segunda opción, incluso, recomienda que lo haga. Sin embargo, teme que no hay dudas y los exámenes solo serían para confirmarlo, hallar la magnitud del daño y poder combatirlo.
Han encontrado riesgos de envenenamiento en Saori y todo señalaba al medicamento que estaba ingiriendo. Su hija dio detalles de lo que era su vida e ingesta de comida. No hay nada distinto en su comportamiento o anormal, salvo esas pastillas.
—Lo que estoy a punto de decirle, señor Miyazaki no lo hago como doctor, sino como padre —el tono de voz conciliador le hace levantar el rostro —busque la manera que su hija menor asista a estos mismos estudios.
—Me gustaría traerla con usted —logra decir.
—Sería un honor para nosotros asistirlas, solo recuerde que la denuncia debe hacerla en su lugar de origen.
Existía un solo lugar en que acudir y exigir respuestas. Al salir del consultorio tiene claro lo que desea. Llama a su asistente en Beirut y le pide hacer una reservación para un viaje a Tokio.
Le solicita hacer un segundo para traer a su esposa e hija. A ellas, le dice que tiene que hacer un viaje y no desea dejar a Saori sola en un sitio desconocido. Prometiéndoles, al regresar, pasar un tiempo juntos en familia.
******
Avanza por los pasillos de la empresa familiar, sintiendo las todas las miradas puestas en él y recordando la última vez que visitó sus instalaciones. Al igual que en aquel entonces, solo frustración, dolor y odio invadían su sistema. La similitud entre aquella época y esta, incrementa su sufrimiento y le dan las fuerzas necesarias para seguir.
—Señor Akiro, es un honor.
La asistente se levanta e inclina su cuerpo al verle llegar, pero no se detiene. Elimina la distancia que le separa entre el pasillo y la oficina de su padre, quien no está solo. Su hermano y la esposa de este, se incorporan al verle llegar, mientras su padre se limita a verle con rostro rígido.
—¿Qué hay de la promesa de no pisar este lugar? —pregunta al verle —espero que tu llegada sea para dar una fecha al compromiso.
El bienestar de los suyos pesa más que las promesas. No hay nada que importe más en este instante que su esposa y dos hijas. Se ha visto obligado a faltar a su palabra, pero se ha prometido durar allí lo mínimo posible.
—Akiro.
—¿Cómo estás?
Ignora los saludos de su hermano y cuñada. Avanza hasta al escritorio y lanza sobre él los resultados de los exámenes de su hija y el borrador de la demanda. Akiro Miyazaki demanda al dueño del hospital Miyao Center en Beirut, por el daño ocasionado a la salud de su hija Saori.
—Está de más decir, la demanda no es monetaria —aclara al verle leer el documento y tensarse con cada hoja observada.
Deseando solo dos exigencias, una orden de restricción y no agresión en contra de su dueño a su familia y que el o los culpables paguen por el daño. Enfrentarse a Jomei Miyazaki o que pague por sus acciones es un sueño imposible. La última vez que lo intentó obtuvo resultados devastadores. Sin embargo, vale la pena intentarlo.
Su padre no acaba de leer lo que le ha entregado, lo cierra y golpea los documentos mientras lo observa enojado. Hiro y su cuñada, se mantienen en silencio y a la expectativa. No es la primera vez que los ven enfrentarse, tristemente no será la última.
—¿De qué se trata todo esto?
—Es obvio —responde indiferente —descubrí que no tienes límites, ni moral para juzgarme.
—Akiro...—advierte su hermano menor —Esta no es la forma de solucionar el conflicto. — en respuesta alza la palma de la mano hacia él, sin verle.
—Después hablamos tú y yo. —señala —por el momento, el gran Jomei tiene toda mi atención.
—Tu hija se pasea por seis ciudades de la mano de un canalla—escupe de mal humor.
—Mi hija ha estado en América tratándose de una enfermedad que no existe —le defiende —esa que ustedes se han inventado para hacerme volver ¿A qué precio? —acusa —¿Cómo es posible que juegues con la salud de tu nieta?
—Saori, enloda mi apellido y deshora a esta familia —describe —¿Y qué haces? —golpea con el dedo índice la demanda —le cubres las faltas manchando mi imagen.
Desconoce de que habla, como en la mayoría de las veces en que se enfrentan. De joven, pensaba que ambos hablaban en lenguas diferentes, ante la imposibilidad de entenderse o llevarse bien.
Y no era que no intentara, siempre hizo hasta lo imposible para llevar una sana armonía. Fracasando en cada intento. La libertad de sus acciones y espontaneidad de los mismos, era motivo de pleitos.
Su madre solía decir que la culpa estaba en lo parecido de su comportamiento. Comentaba, entre otras cosas, que a su esposo se le olvidaba sus enfrentamientos con su padre y repetía los mismos patrones con Akiro.
—En cuanto tenga los resultados del laboratorio, tendrás en la mesa la demanda oficial —explica ignorando la defensa de su padre y mira a su cuñada —habrá una en contra de tu hermano.
—¿Qué sucede? —desea saber Hiro y señala los documentos como respuestas.
—Tu hermano me acusa de envenenar a su hija —señala lanzando el documento—Si esto es un truco para librar a tu hija de ese matrimonio o que acepte la relación con ese bandido...
—Mi hija no va a casarse con ningún hombre que tenga lazos contigo. —sentencia en calma —manchar su virtud no te hace menos miserable.
Que sonría luego de escuchar sus palabras, no le molesta tanto como las acusaciones en contra de su hija. Con Hiro leyendo los documentos y su cuñada, viéndolos a todos con preocupación.
—Según ese documento está al borde de la muerte, pero dime —extrae de las gavetas algo que lanza en el escritorio —¿Ves algo así en esta imagen?
Observa la fotografía sin hacer comentarios. Fue tomada en el Doyle-Turner, sobre el puente que rodea el lago de la propiedad. La imagen de su hija besando de forma apasionada al músico le deja sin argumentos.
—Déjanos solos —le pide su hermano a Keiko que obedece sin hacer comentarios. —Lo mejor es calmarnos —ruega una vez quedan solos.
—¡Felicitaciones! Siempre quisiste que tus hijas tuvieran una educación occidental —señala la foto y luego a él —no hay nada más occidental que perseguir a un bastardo sin dignidad y luego cubrir la falta manchando a los tuyos.
—Tú no vas a enseñarme como ser un buen padre. —logra decir cuando encuentra voz.
—Si lo que dice esos exámenes son ciertos.
—¡Por supuesto que lo es!
—¡Es falso!
Gritan los dos al tiempo.
—¿Quién pidió esos exámenes? Luego insististe en repetirlos y una vez lograste que ese infeliz mintiera, solicitaste que ella viajara a tu lado. —apunta ya enfadado —a casarla —escupe con la furia cada vez más grande —para ti era más importante cerrar un negocio que tu sangre.
—Ella estuvo todo el tiempo por fuera, con este hombre —señala al rockero antes de seguir — ¿me acusas a mí? —señala.
—Esto no es tan relevante —le recuerda su hermano tomando la fotografía y girándola —esto si lo es —apunta a los documentos —alguien quiso dañar a las niñas ¿Por qué y para qué?
—Fue ese muerto de hambre —acusa su padre.
—Si lo que dices es cierto —suspira y da un paso atrás —¿Por qué insistir Naomi se preparaba para donar a su hermana? —les recuerda —si los medicamentos de mi hija están también contaminados, ¿A quién vas a culpar? Espero que le pagues lo suficiente a Yusei para que se inculpe.
Sin decir otra cosa da media vuelta saliendo de la oficina. El viaje de descenso es amargo, por más que lo intenta no logra sacarse de la cabeza la imagen de su hija besando a ese hombre. Su hija le ha mentido y la pregunta que ronda en su cabeza es tan intensa como las ganas de buscar a ese bastardo y molerlo a golpes ¿En qué otra cosa le ha mentido?
—Akiro...
—Ahora no hermano —avanza al parqueadero, pero el cuerpo de su hermano le impide abrir las puertas del auto.
—Acaba de llamar de Beirut, Yusei se ha suicidado...
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