Capítulo 10
—¿Te falta mucho? —pregunto desesperada viendo el reloj por enésima vez.
Sobre el escritorio papá tiene los planos de la zona a restaurar. Tal como en las otras ocasiones, no me ha escuchado. Toda su atención la tiene el plano ante él. Me recogió en el aeropuerto y fuimos al castillo, estuve todo el día a su lado viéndolo trabajar. Me había prometido que la noche seria de los dos, pero antes debía asegurarse que todo estuviera controlado hasta el lunes.
—¿Por qué no das una vuelta por los alrededores? —sugiere.
—¿Y perderme? —pregunto preocupada —no conozco a nadie aquí. —gruño.
—No podemos irnos sin saludar a los Doyle, es descortés —aleja su rostro de los planos, acomoda los lentes y me observa con rostro severo.
—No quiero estar aquí —insisto golpeando el tacón en el suelo y me inclino para que solo él me escuche —este sitio es tenebroso, no me gusta.
—Una hora, bella. —me ruega regresando la mirada a su labor —en una hora estaré disponible. Compartiremos con los Doyle esta noche y te prometo todo el fin de semana a ti. —concluye.
—La invitación fue solo por cortesía —insisto —todos aquí son familia, nos sentiremos mal.
La excusa fue la fiesta de los Doyle y ver como ejecutaba su proyecto. Ambas cosas resultaban atractivas, no tanto como papá, me bastó verle para darme cuenta de cuanto los había extrañado. El sitio era mágico, sus ocupantes educados. El trato del dueño del lugar, que todos llamaban "Custodio" fue cortés, me instó a explorar su casa y hasta me ofreció a uno de los suyos como guía.
—Pensarás distinto en cuanto veas el grupo.
—Ningún grupo es más importante que pasar tiempo de calidad contigo —me mira de reojo y niega en silencio.
—Has estado seis meses por fuera, de los cuales solo me has brindado cinco llamadas de diez minutos —explica y bajo el rostro —me gustaría pensar que soy tu prioridad, pero no soy tan iluso.
—Conoces los motivos.
—Alguna vez tuve tu edad, cielo —suspira dejando los lentes en el escritorio y estira su espalda antes de seguir —te entiendo más que nadie.
—¿Entonces?
—Trabajo para ellos, me han invitado, por la razón que sea —me explica —resultaría de mala educación no asistir, aunque sea un par de minutos.
Me ha dicho que no ha sido posible coincidir con el abuelo. Las veces que ha ido a Japón, no está disponible. Sospecha que el abuelo se ha negado a verle, se siente ofendido por no ser obedecido en sus planes de que siga el tratamiento en Japón.
—Has pasado la hora laboral, necesitas distraerte...
—Y yo acabar esto —señala el plano con una sonrisa —regresar a Beirut y hacerme cargo a mi familia.
Guardo silencio viéndolo sonreír y hacerme un guiño, segundos después se abstrae en su labor. No puedo criticarlo por lo que hace, cuando soy igual o peor. Me incorporo de la silla, tomo mi bolsa de manos y avanzo a la salida viendo como me lanza una sonrisa fortuita.
—Una hora —le advierto golpeando mi muñeca —no te daré un minuto más.
—Si señora. —responde solemne lanzándome besos desde donde está. —no tenemos permitido explorar dentro del castillo.
—¿Cualquier sitio por fuera? —sugiero y afirma apuntando su dedo acusador hacia mí.
—No te alejes de la multitud —hace círculos con sus dedos en el aire antes de seguir —el Doyle-Turner está rodeado de bosque y podrías perderte.
—Estaré en el puente —prometo dando un paso por fuera del campamento —te esperaré allí —insisto y sonríe. —te quiero.
—Es una lástima que tu sentimiento sea tan vano, el mío es más intenso. —me quedo en pie sosteniendo la cortina que divide la tienda y me sonríe —Tu madre y yo te amamos.
La sonrisa me acompaña en todo el viaje rumbo al puente. La fiesta se realizará del otro lado del castillo, para evitar que crucen a la zona en remodelación, han encerrado la zona con tela blanca.
Me quedo en pie en mitad de camino observando la llegada de los invitados. El decorado del otro lado es blanco, desde las flores, hasta lámparas de aceite sobre elegantes torres, dispuestos en las zonas más oscuras.
¿Cómo pueden vivir en un sitio con tantas leyendas? Según sus historias, estos jardines han sido testigos de sangre, sudor, lágrimas y lucha. Alguien sensible no podría vivir en sus murallas, no sabiendo toda la sangre que ha corrido por ellas.
Una laguna de un diámetro considerable se vislumbra a unos cincuenta metros. La atraviesa un puente en piedra, iluminado por luces, eléctricas, para mi infortunio. Mientras avanzo hacia ese cuadro que parece repleto de magia, me la imagino hace siglos atrás, cuando no había luz eléctrica.
Lo mágico que debió verse con la iluminación de la luna o los candiles. Detengo mis pasos en mitad de la edificación, apoyo mis manos en las murallas y observo los gansos nadando en sus aguas.
—Desde que vi este sitio supe que le hacía falta algo.
No es posible que mi mente, esté jugando sucio. Ya no le basta con tenerlo en mis sueños y recuerdos, ahora me hace escuchar su voz.
—Haces cualquier ambiente, perfecto.
Giro mi cuerpo lentamente hacia la voz y lo encuentro en los inicios del puente. Es la primera vez que lo veo vestir elegante, su esmoquin se ajusta a su esbelta figura, lleva en sus manos la pajarita con la que juega mientras se acerca.
La mano libre la trae oculta en su espalda, sonríe ante mi rostro perplejo. No es solo por verlo en un lugar, en el último lugar que imaginé, era su atuendo, su cabello recogido y no suelto. Todo él se notaba diferente ¿Por qué?
—El destino quiere decirnos algo —me dice al llegar a mí. —desde que te vi esta mañana, me he preguntado que es.
Saca la mano que ha mantenido oculta en su espalda y me muestra una margarita amarilla. Toma un mechón de mi cabello, lo deja detrás de mi oreja, acto seguido instala la flor en mi cabello.
—¿Qué haces aquí? —alcanzo a preguntar.
—Te espío. —responde sonriente. —¿No es obvio?
—No aquí. —apunto el sitio en donde está —aquí.
Hago un círculo señalando todo el lugar y su sonrisa se amplía al tiempo que empieza a cercarse y yo a retroceder. Mi corazón late tan fuerte y con tanta prisa que llego a sentirlo en mi garganta.
—Le pedí un deseo a una estrella fugaz.
Las murallas del puente detienen mi avance y Khan elimina distancia. Apoya sus brazos a cada lado de mi cuerpo e inclina su dorso hacia mí. Lo siguiente lo dice tan cerca, que puedo sentir su aliento a menta y hasta saborearla.
Mi garganta se seca por su cercanía y mi piel despide un fuego intenso que jamás había percibido.
—Deseaba una noche especial con un ángel para exorcizar mis demonios. Y me te trajo a ti.
—¿No estás muy grande para creer en esas cosas? —pregunto nerviosa humedeciendo mis labios.
—Nunca se es demasiado grande para soñar. —susurra.
Cierro los ojos cuando sus nudillos acarician mi mejilla. Un choque de calor y frialdad recorre todo mi cuerpo. Mi piel arde al contacto con sus dedos y aún más cuando sus labios encuentran los míos.
—Eres mi ángel Saori, sin saberlo ni proponértelo me has salvado.
Me veo envuelta en una mezcla de emociones nuevas en sus brazos. El aire entre los dos se esfuma, por un instante pierdo la noción del tiempo, ignoro los temores y desisto de negar.
En este instante y en sus brazos, decido solo sentir. Cubre mi rostro con sus manos y mordiendo mi labio inferior segundos antes de alejarse, dejando un vacío en mis entrañas y la sensación de inconformidad en todo mi cuerpo.
Sus pupilas están dilatas, su mirada es más intensa y su cuerpo se pega a mí como si fuera una segunda piel. Y está bien, me siento cómoda con su proximidad. Mi cuerpo se amolda al suyo como si fueran dos piezas de un rompecabezas, formando un solo ser.
—¡No me mires así! —se queja apoyando la cabeza sobre la mía —o me olvidaré donde estoy y el respeto que le debo a sus ocupantes. —deja un beso fugaz en mis labios antes de alejar su rostro del mío. —Dime a quién debo agradecer por tu presencia.
—A mi padre —respondo—trabaja en la restauración de partes del castillo — continúo viéndolo afirmar —¿Qué hay de ti?
—¿Has leído que fui baterista de un grupo en Estambul? —busco en mi cabeza esa historia y afirmo.
—Los Tomasevic —recuerdo y chasqueo los dedos al entenderlo —una de ellos está casada con uno de aquí —chasquea la lengua y me lanza un guiño.
—¿Me presentarás a tu padre?
Una pregunta inocente, pero él de inocente no tiene nada, por lo que entorno los ojos viéndolo con sospecha.
—¿Conoceré al tuyo? —replico de vuelta viendo a lo lejos una figura conocida cruzar el jardín.
—No está aquí —sonríe inocente —pero el tuyo si...
Hasta el momento mi padre me cree oculta en algún lugar de Norteamérica, en donde me estoy tratando para la cirugía. En sus registros, hice un par de viajes antes de radicarme en un solo lugar por cuestiones de salud.
—Debo irme —le digo saliendo de sus brazos y empezando a salir de las sombras
—¿Por qué no Saori? —me detengo a pocos pasos e inspiro fuerte antes de responder.
—¿Te veré en América? —mi padre se ha detenido en lo que parece una llamada.
—Sabes que sí...
—Entonces, es mejor que no conozcas a papá —interrumpo. —Dejaría de ser un sueño y se convertiría en pesadilla, para los dos.
—Saori...
No me detengo y salgo del todo de las sombras a toda prisa. No soy capaz de mirar atrás, el temor de que lo descubra se apodera de mí. Si descubre que le mentí, no solo me hará regresar a casa, quizás hasta acepte la oferta del abuelo de vivir en Tokio.
—Aquí estás —me dice al verme llegar —¿Lista? —afirmo pegándome a él y dirigiendo nuestros pasos en sentido contrario del puente —te tengo una sorpresa, cuando la veas, vas a querer quedarte.
—Me debes una cena... —me brinda una sonrisa y se detiene abriendo sus brazos —está no. Una privada.
—Damas y caballeros, su atención, por favor —empieza a decir una voz y ambos giramos hacia el escenario —es un honor para nosotros tenerlos aquí, sé lo complicado que es su agenda y que muchos de ustedes, tienen que viajar en unas horas.
Un hombre rubio es quien abre la gala y gasta bromas a los asistentes. Sonríen cuando les advierte que ha dejado algodones en las mesas, en caso de no soportar el ruido. Señala a los músicos detrás antes de seguir. Mi rostro recae en Khan, que avanza al escenario, con la pajarita puesta.
—Tu último deseo en la lista era conocerle —me dice mi padre en mi oído al tiempo que me abraza —no es lo mismo en un concierto que en una fiesta privada.
Me cuesta alejar la mirada de Khan, que mira en mi dirección y sonrío viendo el rostro emocionado de papá. ¿Estoy haciendo mal en mentirle? Pienso correspondiendo su abrazo y viéndolo a él ocupar el puesto detrás de la batería.
Tengo tan poco tiempo que no debería pensar en culpa.
Khan, apoya una mano en sus labios y lanza un beso en mi dirección. La mesa de al lado la ocupa una de las parejas Doyle. Isabella y Gadien, el hombre se nota incómodo por el gesto, mientras a su esposa parece disfrutarlo.
—Hay más de diez mujeres a mi alrededor ¿Qué te hace pensar que es a mí? —su esposo bufo y todos, incluidos mi padre, sonríen.
—Te he visto animarle...
Yo sigo deleitándose con él y la manera que tiene de gastarse bromas con los dos hombres que le acompañan. De vez en cuando mira en mi dirección, sonríe, inclina la cabeza y regresa la atención al grupo.
—Era la vocalista —escucho a la chica decir en la mesa continua.
—Admiro a Gianni, tener que soportar, ver al ex de tu mujer, abrazarla y verla de esa manera... TE amo cariño, pero ni muerto te acercas a Jobs.
La sonrisa muere en mis labios y me aprovecho los brazos de mi padre para controlar el temblor en mi cuerpo. Una mujer sube al escenario y se acerca a los tres, en adelante, actúa como indiferente. Centrando toda su atención en la chica y sonriéndole en todo momento.
De pronto, todas las canciones de su autoría tienen sentido. Mi padre cubre mi cuerpo con su saco y me abraza. Ojalá el temblor en mi cuerpo fuera producto del clima y se opacara con calor.
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