Un último baile
El silencio sepulcral se cernía sobre ti, como un manto opresor, mientras tus ojos se aferraban a la hoja en blanco. El aliento escapándose de los confines de tu boca en forma de un suspiro. El sol cálido de la tarde se filtraba por la ventana, un rayo solitario bañando tu sombrío lado de la habitación; dedos agiles, fuertes permanecieron sobre las teclas de la máquina de escribir, sin embargo, las palabras no parecían fluir. En la mesa, hay hojas arrugadas que contienen ideas no desarrolladas y borradores de pensamientos
Algo que habías disfrutado toda tu vida era un dolor punzante, un tormento para la mente, que la acompañaba como un viejo amigo. Quizá no había una explicación sofisticada ni un soliloquio perfecto para describirlo. Sin embargo, la página en blanco seguía siendo un espejo de su frustración, reflejando no solo su incapacidad para plasmar sus pensamientos, sino también el abismo de soledad que a menudo sentía.
Afuera del dormitorio, los ecos de risas lejanas te recuerdan lo que alguna vez tuviste, pero que ahora parecía un vacío imposible de llenar. Tu mente inquieta volvía siempre a ella, como una melodía que no podía quitarte de la cabeza. El sonido mecánico de las teclas te trae de regreso, el nombre "Enid" había sido escrito sin percatarse, como un acto inconsciente, frunces el ceño, un acedo sabor inunda tu boca cuando nefastas memorias vuelven a ti, como fantasmas corriendo en el laberinto de tu mente, a ojos azules llenos de lágrimas a tu propia voz destilando veneno, el hacha de guerra cortando el lazo entre ustedes. Una decisión que ahora parecía tan absurda como ineludible.
La bruja del remordimiento había extendido sus garras sobre tu negro corazón, y cada día que pasaba la herida se hacía más profunda, se infectaba.
Si esa noche no hubiera termina así, hoy sería diferente. Enid seguiría rondando en la habitación, con una charla efusiva sobre cómo espera que sea la noche de hoy, los accesorios, y te habría preguntado: "¿Lista para el Rave'N, babycakes?", antes de arrastrarte a Jericó a un viaje de compras. Podría haber sido una experiencia infernal, tortuosa, pero matarías solo para preservar la sonrisa en el rostro de Enid. Ahora, no hay nadie en la habitación, ni Thing ni Enid, y tú...
Esta noche, asistirás a tu muerte segura. A bailar un último baile con Enid Sinclair.
Una luna desvanecida, con solitarias estrellas salpicando el firmamento, busca luminar con su tenue luz la inmensidad de una noche oscura. El Rave'N de este año es igual como el de años anteriores, ¿el tema? Preservación de la vida silvestre, había plantas y musgo artificial, aroma tenue a hierbas frescas, con todos trayendo algo que identifique a una especie en peligro de extinción. El comité hizo un trabajo decente, admites para ti misma.
No entendías por qué te habías dignado a darle merito a este insípido ritual adolescente, y mucho menos siendo participe de él, ni por qué seguías... allí. De pie, en un solitario rincón, como la solitaria araña que observa a sus presas en su tela. La sala estaba llena de gente, la música resonaba de forma estridente, acompañada de gritos eufóricos de los estudiantes de Nevermore, sin embargo, para ti no era más que ruido de fondo.
La noche estaba fría, el aire parecía cortar como un cuchillo. Tus ojos oscuros se pasean de un lado a otro, cada rayo de luz estroboscópica iluminaba fugazmente los rostros de tus llamados compañeros de estudios, distorsionando sonrisas en muecas grotescas, puedes ver sus familiares caras, sus labios moviéndose, como si te estuviesen diciendo algo pero ninguna voz llegara a ti, en realidad, no escuchas nada, solo un incesante zumbido en tus oídos mientras el ritmo pulsante de la música parecía latir en sincronía con el dolor en su corazón, lento y deliberado.
Un grupo pequeño, pero ruidoso, los mismos amigos de siempre: Barclay, los gemelos, Petropolus con su mirada perdida... y mirando más allá, conversando con él, la ves a ella.
Tu garganta pasa saliva al momento en que te percatas de su presencia, las palabras enmudecieron al ver a Enid Sinclair abrirse paso a través de la multitud con una sonrisa radiante. La verdadera razón por la que asistes hoy. Su magnífico y bien cuidado cabello rubio, con notas pasteles que la hacen destacar. Sus ojos azules enfermizamente brillantes. Sus labios carnosos dibujados en esa sonrisa. Sientes un nudo en el estómago y tu corazón, permanentemente negro, casi cobró vida en tu pecho.
Como una ligera y colorida mariposa, la ves reír, bailar y disfrutar, completamente ajena al dolor que su sola presencia infligía en tu maltrecha alma, ¡qué desdicha para ti, Wednesday Addams! Cada risa de Enid era una puñalada, cada mirada que no te dirigía, una tortura. Habrías disfrutado de tal tormento, no obstante, la honda llega en ti, la supurante herida sin curar, no se siente correcta, no se siente placentera, ¿qué deleite hay en el dolor de un desamor? Intentas mantenerte firme, aferrándote a la frialdad que siempre te había definido: ojos que no ven, alma que no duele. Pero esta noche, esa máscara parecía desmoronarse. Sabías, perfectamente, que el arrepentimiento no te devolvería a Enid, ni cambiaría el pasado, ni borraría tu cruel rechazo, tu negativa.
Solo te quedaba enfrentar el presente, por doloroso que fuera. Y esta noche, eso significaba observar a Enid desde la distancia, mientras tu propio corazón se rompía un poco más con cada latido.
Recordarás eternamente tus propias palabras, tan desalmadas y definitivas. Palabras que no solo habían herido a Enid, sino que la habían condenado a ti misma a esta prisión de culpa y arrepentimiento.
Simple y llano. Es tu culpa. Fue tu decisión, aferrarte a alejarla de ti, porque está en tu naturaleza, como el cuento del escorpión y la rana. Esto empieza a perder sentido, ¿por qué sigues aquí? Observas cómo Enid se movía entre la multitud sin dedicarte una sola mirada, su forma de superarlo es cortarte por completo, fuera de la vista, fuera de la mente. El salón de baile estaba lleno de alegría y risas, pero para ti, todo parecía suceder a cámara lenta. Las luces brillaban, la música retumbaba, pero sus ojos solo seguían a Enid.
Enid pasó cerca de ti, ignorándote, como si no existieras pese a que aun comparten habitación, pese a que aun rondan por los mismos pasillos, pese a que ella cavó un hueco en tu pecho, se llevó un trozo de ti y dejó una marca imborrable. Fue en ese momento, cuando sientes que la distancia entre ustedes se volvía insostenible, que tus emociones reprimidas explotaron. Pero una torpe gorgona se interpone en tu camino, te empujó accidentalmente en medio de la multitud, y en un instante de torbellino y confusión, te encontraste girando y chocando directamente con ella. Sus cuerpos se golpearon, y en el caos, se encontraron frente a frente, cara a cara. Lo más cerca que han estado en las últimas semanas.
En lugar de apartarse, ambas se quedaron quietas, el vals continuando a su alrededor. Los ojos de Enid, que una vez brillaron con efusividad y cariño, ahora estaban fríos y distantes. Pero, sorprendentemente, no se apartó. La tensión entre ustedes era palpable, y los sentimientos reprimidos burbujeaban a la superficie mientras el vals continuaba. Ella retrocede, parece a punto de irse, pero...
—Espera un segundo, Enid —graznas como un cuervo herido, agarrándola del brazo, tus dedos fríos aferrándose a la piel cálida de Enid.
Esta parecía la trama de una historia de amor terriblemente trágica, producto de una mente torturada. Podrías compararte a los relatos más oscuros y desgarradores que han escrito aquellos autores de romance, de tragedia, de crueles cursilerías, pero no te rebajarías a compararte a ti misma con esos personajes ficticios, con los protagonistas que logran amar a su ser querido, que confiesan lo que callan, que hablan las rumiaciones en sus mentes.
Ella se detiene, no te aparta como pensarías inicialmente, se queda quieta y, por un instante, por un pequeño atisbo de esperanza, crees que tienes oportunidad.
— ¿Qué quieres ahora, Wednesday?
Pero la esperanza muere cuando su voz, goteando de algo frío, de un sentir que jamás pensaste ver en ella, llega a tus oídos. La falta de calidez en su tono era un puñal en tu pecho vacío, una herida que se profundizaba con cada palabra no dicha. Sus ojos azules, que alguna vez brillaron de esa efusividad, de ese cariño puro y sin destilar, ahora te miraban con apatía. El escozor de una herida sin curar se manifestó, fue como una punzada inesperada proveniente de tu pecho, de tu corazón roto. Tantos pensamientos se arremolinan en tu cerebro, tantos escenarios reales y fantásticos jugándote un mal rato.
—Quiero hablar —respondes, sin embargo, tu voz apenas alcanza un murmullo, sintiendo cómo el peso de tus palabras no dichas te lastraba.
—Hablar —Su voz, tan gélida y lejana a la vez, resuena en tus oídos como una voz del infierno-. ¿Hablar? ¿Después de todo este tiempo? ¿Después de fingir que nada pasó? ¿Ahora quieres hablar?
De un momento a otro hace frío... mucho frío... tanto frío. Te quedas inerte ahí, con los ojos entreabiertos, intentando imitar una expresión que disimule el golpe que te acaba de asestar tu querida compañera de habitación; el mareo vuelve a hacerse presente, algo se hunde en ti, como si algo pesado cual plomo se estuviera asentando en tu estómago. Fue un golpe que te dejó sin sentido
—Me disculpo ante ti —hablas en un tono alto, con un nudo en la garganta—. No supe cómo...
—No supiste cómo —Enid te vuelve interrumpir bruscamente, sus dientes apretados a tal punto que temes se desgaste el esmalte dental—. Claro, siempre tienes una excusa, ¿verdad? Siempre es más fácil para ti esconderte.
Algo arde, quema, lastima, sus palabras te atravesaban como cuchillos, delante de tus ojos bailaban aquellos momentos que pasaste junto a ella, cuántas veces ocultaste tus verdaderos sentimientos, cuantas excusas dijiste. Querías defenderse, pero sabía que Enid tenía razón.
—Si me quieres, si de verdad sentías por mí algo, entonces... ¿Por qué, Wednesday? —preguntó Enid, al borde de las lágrimas, de desvanecerse en ese horroroso llanto que Wednesday conocía tan bien—. ¿Por qué simplemente me alejaste?
Silencio. Sientes un nudo amazacotado y frío crearse en tu estómago, la desagradable sensación de una sustancia viscosa bajando por tu esófago te hizo contener las arcadas que subieron por tu garganta. Hay una extraña sensación de aburrimiento mezclándose con este inexplicable dolor que se cala en ti inesperadamente. Frustración. Desesperación. Resentimiento inquebrantable, tanto físico como emocional.
—Tenía miedo... —admite Wednesday, intentando encontrar las palabras adecuadas. Se aclara la garganta y continuó en un tono alto y tenso, con la maraña de sentimientos escapándose por el agujero que acababa de hacer. El insano temor que está corroyendo sus huesos, su alma y aquella masa rojiza palpitante que llama corazón—. Yo...
Enid la interrumpió de nuevo, esta vez con una voz aún más fría—. Yo también sentía miedo, Weds, tenía mucho miedo de decirte cómo me sentía, pensé en todo, hice que fuera lo más cómodo para las dos, creí que estábamos en el mismo lugar, que sentías lo mismo. Pero nunca piensas en cómo me hiciste sentir a mí.
Intentas acercarte, pero Enid dio un paso atrás, su mirada llena de desprecio.
—Me estás matando lentamente, Weds —La voz de Enid se quebraba con el dolor, con el cariño que todavía guarda en ella—. ¿Es eso lo que querías? ¿Verme sufrir?
"No, mi sol, has envenenado mi alma con tu calidez", quisiste decirle, pero sabías que de nada serviría.
—Permíteme otra oportunidad, puedo asegurarte que no lo arruinaré esta vez.
La ves tambalearse, vacila por un instante. Lo ves. Ves el destello de perdón en sus ojos, cuánto quería ceder y permitirte entrar en su espacio. Pero también la vez encontrar nuevamente su determinación, la ferocidad de la loba por protegerse a sí misma.
—No puedo, no puedo hacerlo de nuevo, no puedo seguir llorando por ti —dijo Enid, sus ojos azules reflejando una indiferencia que Wednesday nunca había visto en ella—, no lo haré, Wednesday. Mi rímel es demasiado caro, y estoy demasiado cansada.
—No quiero que esto termine así —musitas, tu voz temblando como un hilo de seda desgastada. ¿A dónde se fue la Wednesday Addams tan orgullosa, insensible, incapaz de sentir?
Cada palabra era un intento desesperado de aferrarte a algo que se desvanecía entre tus dedos, como el humo de un fuego que se extingue. Enid te miró con una mezcla de compasión y sufrimiento. No te agrada la sensación de larvas subiendo por tu piel, los rastros que te dejan, invisibles marcas.
— ¿Y qué quieres que haga? ¿Que cierre los ojos y olvide todo el dolor que has causado? ¿Que ignore las noches en las que lloré por ti, en las que me sentí invisible?
La rabia y la tristeza se entrelazaban en el interior de, convirtiéndose en un torbellino que amenazaba con desbordarse—. No puedo cambiar el pasado. Pero estoy aquí, ahora. Quiero... quiero ser diferente.
— ¿Ser diferente? —su voz se escuchó por encima de los latidos de tu corazón—. ¿Y cómo puedo creer en tus palabras, Wednesday? ¿Cómo puedo confiar en que esta vez no te alejarás?
El silencio se adueñó de la escena, cada segundo una eternidad que marcaba la distancia entre Enid y tú. La punzada de la culpa se clava más profundo en tu piel, el peso de sus decisiones pasadas aplastándote con la fuerza de mil tormentas.
—Si pudiera, borraría cada momento que te lastimé. Haría lo que sea para demostrarte que eres lo más importante en mi vida —confiesas, tus ojos oscuros reflejando una vulnerabilidad que rara vez mostrabas.
—Wednesday —El nombre salió de los labios de Enid con un tono de despedida. Tus manos temblorosas no quieren soltar las suyas, porque sabes que la perderás. Te aferras desesperada, anhelante, pero sabes que perdiste esta lucha—. Por favor, ya no más, no intentes buscarme, no intentes hablarme. No hay nada más que decir.
Ya no sirve correr, la tristeza y el desconsuelo te han alcanzado y no podría deshacerse de ellas, sacudirlas, no importaba lo mucho que tu alma te lo suplicara o lo mucho que te arrepintieras de todos y cada uno de sus errores.
au revoir mon amour.
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