Lunes
Me levanto temprano. La meta ya está clara en mi mente, salir a correr y en lo posible no morir en el intento. Ingiero cuatro tostadas y tres mates con edulcorante a modo de desayuno. "¡Sacrilegio!" gritaría mi abuela si me viera. Juro que hasta puedo escuchar su voz en mis pensamientos "Nena, el mate nunca con edulcorante". Como buena renegada me gusta poner a prueba las tradiciones de vez en cuando, más si estoy a dieta.
Investigo un poco dentro de mi placard y me doy cuenta de que está desprovisto de atuendos adecuados para hacer ejercicio. Las opciones más viables son una remera floreada y una camiseta de fútbol de la selección argentina, olvidada allí desde el último mundial. Analizo detenidamente la remera que alguien tuvo la deferencia de traerme de algún viaje. Es tres talles más grandes de lo que debería, tiene flores gigantes de colores fluo variados y como si fuera poco una frase en medio se destaca "I love Miami". Elijo la camiseta celeste y blanca, si vamos a ser ridículos por lo menos que sea con amor a mi patria. Completo el atuendo con unas calzas negras, que son mi comodín para casi toda ocasión y unas zapatillas que datan de 1998, pero que están en perfecto estado por falta de uso. Me miro al espejo. Me falta la vuvuzela y el gorro de arlequín y estoy lista para ir a la cancha a ver el partido del domingo. No me queda otra opción que resignarme, es lo que hay al menos por hoy.
A las nueve de la mañana ya estoy parada en la plaza más cercana a mi domicilio, dispuesta a correr como el viento, o como una brisa, o al menos como un breve suspiro. Este lugar me trae innumerables recuerdos, fue escenario de juegos en mi infancia y de algún que otro beso en mi adolescencia. Una de la plazas más bonitas de la ciudad de Rosario a mi humilde modo de ver, aunque quizás el lazo emocional altere un poco mi juicio. El exquisito paisaje que se ve bañado por los rayos solares matutinos parece haber escapado de algún maravilloso poema. Mi momento "Alfonsina Storni" pienso y también reflexiono en la estúpida necesidad de ponerle nombre a los momentos.
Empiezo a trotar para vencer por fin la inercia y las ganas de estar zambullida en el sillón de mi living, y descubro asombrada que no está tan mal. Corro un par de vueltas y decido tomar un descanso, motivada por la falta de aire. Mi vista recorre el lugar en busca de algún buen samaritano que haya tenido la delicadeza de traer un tubo de oxígeno, para casos como el mío. Estoy a punto de pedir auxilio, cuando una visión interrumpe este intenso momento de autocompasión. Digo visión porque de ningún modo lo que veo puede ser real. A mi lado pasa trotando una mujer hermosa, rubia, prolija, el cabello recogido en una cola perfectamente controlada, y lo más importante ni una gota de sudor recorre su esbelto cuerpo. Me dedica una breve sonrisa y sigue su rumbo. Intento con desesperación decodificar este gesto y resuelvo que puede significar: "que bueno que viniste gordita, te está haciendo falta" "por más que lo intentes nunca vas a llegar a ser como yo" o un simple modo amistoso de bienvenida. En cualquiera de los casos decido que me cae mal e intento desacomodar su perfecto cabello sólo con la fuerza de mi mente, comprobando por cuarta vez este mes que no poseo poderes de telequinesis.
Acto seguido, mientras intento respirar con normalidad, me conmociono por la bajeza de mis pensamientos. Si de algo sirve hacer terapia, es que te otorga un cierto poder de autoconocimiento y saltan a la luz rápidamente algunas conductas de las cuales no estar muy orgullosa.
Una palabra resalta como luces de neón en mi imaginación "envidia" ¿Será que quiero agregar alguna figurita al álbum de emociones tóxicas que suelo experimentar? Tengo bien sabido que ya poseo unas cuantas, ansiedad, angustia, culpa, vergüenza. Pero no, indago un poco más en mis sentimientos y llego a la conclusión que no es eso. En todo caso es ira, es la bronca que me provoca que toda esta situación que a mi me resulta tan complicada, para ella sea una verdadera pavada. Es la misma ira que experimento al ver ciertos videos de manualidades. La conductora dice "Es muy fácil, corte aquí, rellene, suba el extremo derecho y listo". Pues bien, una corta allí, rellena, sube el extremo derecho, ¿o era el izquierdo? y listo. Resultado: tu bailarina parece un avestruz arrollado por un tren. Frustración, ahí está, de eso estamos hablando. Quizás y sólo quizás no tenga pasta de corredora.
Mientras sigo parada todavía pensativa, la rubia vuelve a pasar y roza apenas mi hombro. Creo escuchar algún balbuceo a modo de disculpa pero no estoy segura de esto último por lo que decido lanzar una declaración al aire.
-Rubia, esto es la guerra.
Aguardo unos segundos para comprobar que la chica no llegó a escuchar mis palabras y camino hasta mi casa con una determinación nunca antes vista en mi.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top