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Actualmente los jóvenes son totalmente torpes, considerando que se preocupan más por sus celulares y por las redes sociales que por los que tienen a su alrededor, su familia.

Mis pensamientos a lo que he escuchado por mis amigos, (Que son muy pocos), parecen de una anciana, aunque claramente yo no lo sea.

Solo trato de mantener viva muchas tradiciones que vienen de generación en generación, que claramente ya no nos dan importancia.

Un ejemplo es llegar virgen al altar, ahora poder lograrlo es casi un reto, ya que tienes una guerra a muerte con tus hormonas que se ponen locas al ver a un chico bastante atractivo.

Un ruido intolerante para mis oídos me hacen regresar al siglo XXI.
El maestro de geometría había golpeado mi mesabanco fuertemente, haciendo sonar un ruido para nada melodioso.

Señorita Cooper. ¿Acaso usted viajo a la luna en mi clase?.

Me acomodo en mi asiento mientras escuchaba como mis compañeros trataban de ocultar su risa.

Para nada, señor. Perdón por no prestar atención. —Respondo arrepentida por ignorar su clase.

Este se aleja para así seguir impartiendo la clase, una clase en la que nadie prestaba atención, incluyéndome.

Al salir del instituto alguien toca mi hombro haciéndome girar sobre mis talones para observar quien era.

Charlie.—Observo a Jessi, que me dedicaba una amplia sonrisa. Ella tenía en sus manos una invitación.

Jessi era una amiga, no tan cercana pero compartíamos ciertos gustos y creo que eso era bueno.

Hola, Jessi. ¿Qué es eso?.—Señalo la invitación que estaba por ser entregada.

Sólo es una invitación ya que mis padres harán una fiesta en honor a los 26 años de aniversario del periódico Baker.—Menciona felizmente.

Solamente le devuelvo la sonrisa, mientras tomo la invitación que se me ofrecía.

Es un honor, Jessi. Pero no tengo permitido salir a fiestas, además tengo que atender la farmacia hoy.—Respondo mientra hago una mueca y tomo una bocanada de aire.

Ella asiente y me sonríe.

Por supuesto. Hasta el lunes, Charlie. —Se despide para así dirigirse a su auto para así conducir hacia su casa.

Solamente sigo mi caminata hacia mi hogar que se encontraba a 20 minutos del instituto en donde estudiaba.

***
Me encontraba parada en el balcón de mi habitación, observaba como el cielo tenía una tonalidad morada, como las hojas de los árboles caían informando que el otoño estaba por tocar la puerta.

Siempre trataba de mantenerme dichosa por poder disfrutar de las pequeñas cosas bellas que se nos brindababa, cosas que muchos no valoramos.

Charlotte. Estamos por irnos, cámbiate para dejarte en la farmacia.—Me giro para ver a mi madre recargada en el marco de la puerta.

Solamente le sonrío y asiento.

Claro, mamá. En unos minutos bajo.

Rápidamente camino a mi armario, un uniforme conformado por un pantalón y camisa color azul y de tela lisa, este continúa un gafete que mostraba mi nombre.

09:30 Pm marcaban las manecillas del reloj que se encontraba en la farmacia.

Un aburrimiento voraz me consumía, trataba de mantenerme despierta, y no por la farmacia sino por mí ya que pudiese entrar un matón y asesinarme.

La campanilla que informaba cuando alguien entraba se hizo sonar.

Pasos solitarios provocados por el choque entre la suela de un par de mocasines y el duro suelo blanco, se hicieron presentes en la tienda, haciendo eco en mi cabeza.

Mi mirada fue directo a aquellos elegantes y totalmente vintage mocasines marrones, para después subir lentamente por su par de piernas, las cuales eran cubiertas por unos pantalones negros que combinaban con la chaqueta de cuero que el castaño chico, vestía.

Pero no fue por la elegancia de su vestir o la estructural figura que este poseía, sino que cuando mi mirada se cruzó con el par de brillantes ojos azulados, pude sentir el llamado "temblor de piernas".

Su mirada tan profunda, me invadió hasta el más recóndito centímetro de mi. Y su delicioso aroma de colonia a hombre acariciaba la punta de mi nariz.

Un embriagador y totalmente afrodisíaco aroma que cualquier mujer podría gozar.

Algunos cabellos rebeldes teñidos con un castaño oscuro, caían por la frente del chico, dándole a éste un toque mayor de masculinidad.

Su mandíbula huesuda se torció firmemente y sin más, hable.

Farmacia Cooper. ¿En que puedo ayudarle?.—Pregunte mientras le dedico una sonrisa, que parecia más una mueca.

Estaba apunto de caerme, y no por la belleza del chico, sino por el sueño que me consumía a gritos.

Buenas noches. Disculpe señorita, ¿Venden Condones? ---preguntó sin algún tipo de incomodidad, mostrando lo acostumbrado que estaba a esto.

Y así toda la belleza que tenía el chico se esfuma, le calculaba unos 17 o 18 años y a pesar de ser tan pequeño ya andaba con la hormonas alborotadas. Que desperdicio.

Ehm. Por supuesto. ¿Lo quiere normal o con sabor?.—Pregunto mientras mis mejillas se tornaban rojas, jamás había vendido un condon, y eso me ponía jodidamente incomoda.

Me da uno de fresa y un lubricante, por favor.—Saca su billetera.

Me acerco al mueble en donde se encontraba todo lo relacionado con esas cosas, y entrecerrando los ojos (gracias a la vergüenza que estaba viviendo) tomo un preservativo y un lubricante. ¿Qué rayos es un lubricante?

Aquí está. menciono resbalando la cajetilla de condones por el vidrio del mostrador.

Aún con los nervios poniéndome los pelos de punta, coloqué la respectiva compra del chico en una bolsa blanca con el nombre del lugar en ella.

Serían...

120 —interrumpió con una mirada arrogante.— Conozco lo que compro.  —habló respondiendo a mi interrogatoria.

Su mirada azulada, acompañada de su singular sonrisa de perlas, desapareció entre las puertas cristalinas de la farmacia, no sin antes dejar el dinero sobre el mostrador y despedirse con un gracias.

Chico atractivo, chico que compra condones en la noche, esto me huele a un total BadBoy.


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