Prólogo
Para el Padre Isaías Cruz, hombre de estatura baja y algo regordete pero fuerte, casi siempre había trabajo, desde hace bastante tiempo algunos entrometidos le aumentaron la carga de tareas por hacer, y su empleo digamos que era uno muy particular, cazar aquellas criaturas más allá de nuestra comprensión.
—Oye Isaías ¿me podrías hacer un favor? —preguntó un hombre con uniforme policiaco, algo robusto y alto, con canas adornando su cabeza.
—¿Qué tipo de favor Marcos? Recuerda, desde que hubo esa cosa de rebelión de los dioses y que crisis universales, mi trabajo se disparó hacia las nubes por lo que ando ocupado, y eso que estos cuates ya tienen quienes los defiendan —respondía el Padre con un tono que variaba entre la alegría, el cansancio y la desesperación.
—Ay compadre, pues te voy a quedar mal, lo que te vengo casi a implorar es que me acompañes a patrullar las zonas aledañas al cerro del Ojo de Perro —contestó el oficial con cierto desencanto por la anterior respuesta de su amigo.
—¿Y qué quieres que haga por esos lugares? Yo no puedo hacer tu trabajo Marquitos —preguntó con sarcasmo y cierta actitud grosera el sacerdote.
—No sólo es eso, sino que desde que vigilo la zona en el turno de la noche algo extraño me sucede, entre los arboles veo la silueta de una gárgola que sobrevuela el pico del Ojo de Perro —arguyó con cierto temor el policía.
—De seguro tú ves un murciélago pero ya que, pasa por mi cuando empiece tu turno y te ayudo a capturar al monstruo —decía entre risas Isaías.
A las 8:00 PM frente a la casa del religioso una patrulla se detuvo, de ella bajó Marcos e invitó a entrar al vehículo a su peculiar invitado, y así partieron rumbo al encuentro con lo que el efectivo de la ley creía que era una gárgola.
Las horas pasaban, el reloj digital del auto pasaba lentamente, ambos individuos se aburrían, al final los dos pensaron que no sucedería nada y que sólo habrían perdido su tiempo, eso hasta que la pantalla del dispositivo mostró la 1:00 AM.
El silencio que reinaba sobre el lugar se rompió con un gran estruendo, era un transformador que había explotado, los hombres bajaron del carro y se dispusieron a saber quién había dañado el artefacto eléctrico, tan sólo unos pasos más, en un poste colocado en una esquina de la calle, estaba posado un ser alado, con cuernos que se notaban mucho, de aspecto baboso y grisáceo. Ciertamente era una imagen que resultaba asquerosa para Marcos, pero el Padre ni se inmutaba.
—¿Rezo o plomo? tú decides vástago del mal —enunciaba con cierta frialdad el sacerdote.
—Cómo tú gustes, creación bastarda —dijo la criatura con una voz profunda que se escuchaba como un eco.
Cruz desenfundó una pistola Colt de las que cargaban aquellos forajidos del Viejo Oeste y procedió a disparar un tipo especial de proyectil, la munición estaba hecha con pequeñas cantidades de plata y en su relieve había lenguaje sanscrito que resguardaba diversos símbolos para ahuyentar todo tipo de bestias.
Los disparos volaban por todo el lugar, algunos impactaban contra ventanas y otros tantos contra el poco alumbrado del lugar, sin embargo ninguno impactaba contra el demonio, éste último se acercó a su rival para arañar su rostro dejando una cicatriz bastante profunda.
—No quería utilizar mi técnica especial contra ti, pero veo que no me dejas opción maldito demonio —respondió el Padre con una voz que expresaba enojo.
El religioso alzó su arma una vez más, el cañón empezó a desprender unas extrañas chispas, apretó el gatillo y con una velocidad increíble, una sola bala atravesó el pecho del ser, revelando una viscosa sangre negra que se derramaba por el asfalto, a su vez la piel de la bestia se quemaba y desprendía un olor a azufre.
—No puede ser, tú eres de esos peleadores que controlan su energía vital ¿no? —cuestionó el agonizante demonio.
—Sí, pero tan sólo lo llamo la gracia del señor —bromeaba el hombre de dios, sin embargo el ser de las tinieblas no le escuchó, él ya había pasado a una supuesta mejor vida.
El policía quedó atónito, el Padre tan sólo se limitó a llevarlo de nuevo a la patrulla y regresar a su casa para recuperar fuerzas, sin embargo, algo le seguía por detrás y una respiración profunda desataba la preocupación.
—Fue divertido que Isaías Cruz jugara con mis creaciones, pensé que te mataría mi demonio pero resultó que tenías un as bajo la manga, por lo que al parecer tan sólo me limitaré a decirte que salgas del juego de la cacería paranormal y no interrumpas mis negocios, que conste que yo Afisteo, siempre aviso —advirtió un hombre vestido con traje, cargaba una pistola Glock justo en su cadera, la mirada de él era fulminante y su voz parecía tranquila pero amenazante.
El nombre de Afisteo resultaba conocido en la esfera de lo paranormal, y desde que en la Primera Crisis Universal, un conflicto donde diversos mundos alternos chocaron entre sí por culpa de la rebelión de un semidiós, el imperio basado en el tráfico de restos de monstruos de ese hombre creció, su mercado se había expandido más allá de la tierra e incluso se atrevió a desafiar a aquéllos héroes que salvaron las realidades.
—Marcos, creo que me daré unas vacaciones —dijo con cierto temor Cruz, tragando su orgullo junto a su saliva que pasaban por su garganta reseca por el impacto de la noticia.
Y aun así, hay quienes creen que salir a cazar monstruos, fantasmas, demonios y otros seres es un trabajo simple, pues bueno, lo sería si no fuera por Afisteo...
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