En... ¿Casa?
Con segadores rayos de luz se pararon frente la entrada de la que una fue para él un lugar importante, no observaba alguna diferencia notoria en los alrededores; kakushis que se paseaban por la misma dirección quedaron estáticos al ver al supuesto muerto pilar del agua.
—Avísenle al patrón que estamos aquí —habló serio Sanemi.
Caminaron en dirección a donde probablemente los esperaría Oyakata-sama, los que pasaban se sorprendían de la presencia que acompañaba a los pilares, era él. El equipo Kamaboko estaba estupefacto a la orilla del vía, las miradas lo incomodaban pero no era algo que pudiera controlar a decir verdad, ni las ciruelas mirobolano crecientes en sus brazos, llamando más la atención de las personas, viendo algunas espadas desenvainadas.
—Respira, amo lo excéntrico que eres pero creo que a ellos no tanto —le susurra su compañero.
—Entiendo —Se convence a si mismo que debe controlarse, a pesar de caminar bajo el Sol nadie dudaría en atacar a alguien que pudiese ser un demonio, inhala profundamente y lo suelta siendo capaz de disminuir los brotes.
Ponen un pie a la morada del Patrón encontrando al resto de sus compañeros con una expresión de asombro apenas lo ven, las voces ya conocidas de un par de infantes no tan menores ahora se hace presente anunciando la entrada de Oyakata-sama y casi inconscientemente se pone de rodillas para recibirlo. La maldición había avanzado significativamente cubriendo casi completamente su rostro.
—Patrón, he rezado por su salud bienestar todo este tiempo, me alegra que se encuentre bien —dijo presurosa Mitsuri dando una sonrisa victoriosa de ser la primera en saludarlo esta vez
—Gracias Mitsuri, es una dicha estar con ustedes este día dándole la bienvenida a la familia a una persona que creímos se había ido de nuestro lado. ¿Cómo te encuentras Tomioka? — De nuevo todas las miradas se fijaban en su persona.
—Le agradezco que me haya recibido Patrón, es un honor volver a estar frente a su persona —La sonrisa del hombre se hizo más grande al escuchar la voz de su hijo.
—Fue un momento triste cuando ese demonio nos hizo creer que te nos habías adelantado en el camino, ¿Te molestaría decirnos lo sucedido? — Pensó en omitir varias partes de su interacción con la tercera Luna pero era mejor no hacerlo, así los ayudaría en lo que necesitaban.
—Lamento haberles echo pasar todas esas molestias, le juro que iba a hablar con usted antes de irme —se excusó el azabache.
—¿Irte? —Respiro hondo calmando la bola de nervios que era.
—Yo... Pensaba en retirarme tiempo antes de mi desaparición, mi salud empeoró bastante ocasionándome dificultades para utilizar mi aliento, era consiente que en esas condiciones no sería capaz de cumplir mi deber como cazador de demonios por lo que pensé en retirarme pero...— Esa era la parte difícil, una mano en su espalda le transmitió la confianza que necesitaba para afrontar lo que diría.
》De último momento todo se volvió catastrófico y entendí que si mantenía un solo pie en la sede moriría más rápidamente así que me fui sin mirar atrás —era de cobardes su acción pero ¿Estaba mal desear vivir un poco más? —En mi huida me tope con la Tercera Luna Demoniaca, Akaza, tuvimos un enfrentamiento en el que terminé por caer desmayado.
—Ya veo pero...— Interrumpió al Patrón, si iba a morir al menos que fuera mientras el supiera la verdad.
—Sin embargo, mi destino si era morir en el paramo donde me encontraron los Pilares de no haber sido por Akaza yo no me pararía frente a usted este día — Eso terminó por sorprender a los presentes, ¿Un demonio salvando a un cazador?
—¿Qué enfermedad te aquejaba mi hijo? —preguntó con algo de preocupación.
Traga seco, la respuesta es una palabra que se le atora en la garganta.
—Hanahaki — Silencio, el único sonido era el de las hojas de los arboles removiéndose entre las ramas por el viento.
—¿No es esa una leyenda? —cuestionó la chica de trenzas.
—Por lo que cuenta Tomioka me temó que no —Oyakata se volteó para indicarle al joven proseguir.
—No se mucho más, lo que tengo claro es que la sangre que me proporcionó Akaza me salvó de la enfermedad y de una u otra forma se... —Buscaba las palabras correctas para darse a entender.
—Si me permite continuar —prosiguió Kocho —Parece ser que las flores se trasladaron a la capa dermis de la piel. Es capaz de hacer crecer distintos tipos y a un largo que todavía no tenemos claro pero siguen adheridas al cuerpo de Tomioka. A excepción de una —con una señal el azabache deslizó lentamente su haori por sus hombros dejando libre y a vista de todos el pecho que albergaba la preciosa flor azul.
La expresión del de haori de llamas bicolor cambió completamente por una mezcla de horror y sorpresa, puede que su capacidad de vista fuera nula pero si que tenía buen olfato como para reconocer ese particular olor.
—Giyuu... La flor en tu pecho es...
—Un Lirio azul, efectivamente —confirmó con la mirada gacha.
—Ya veo... Pilares, escuchen bien, Tomioka Giyuu no debe caer en manos de Kibutsuji. Es de suma prioridad que su persona no sea expuesta a los demonios; lo que Muzan quiere es conquistar el Sol y esa flor puede ser la clave para ello —clamó firme el líder, si el enemigo se llevará al joven quien sabe lo que les depararía el futuro.
—Entendido señor —La reunión prosiguió pero sin la verdadera atención del ex Pilar del agua; solo podía pensar en Akaza, deseaba verlo siendo sincero, lo asesinarian si se enteraran de su afección por el demonio.
Cuando la sesión se levantó Giyuu tenía pensado ir a su finca siendo detenido por Kocho argumentando que necesitaba revisar las heridas en su cuerpo, acepta para no molestar más a la mujer; dentro de la Finca Mariposa y en medio de la revisión se escuchan gritos provenientes de la entrada que tarda en reconocer. La puerta se azota dejando ver al mayor de los hermanos que salvó hace cuánto ¿Cuatro años? Ha crecido bastante, aun permanece fresca en su mente la memoria del jovencito de quince años.
—¿¡Giyuu-san!? ¿¡De verdad es usted!?b—dice con lágrimas brotando en sus ojos, Aoi aparece por detrás disculpándose con la médico por no haberlo podido detener.
—Hola Tanjiro —Le saluda con una pequeña sonrisa, el menor no espera a nada y se lanza a abrazarlo, no creyó que alguien lo extrañaría tanto. Da suaves caricias a la cabeza del chico esperando a que terminé de llorar.
[•]
—No creí que lo volvería a ver Tomioka-san, me sentí muy mal cuando dijeron que había muerto. Todos asistieron a la ceremonia de despedida, hasta Obanai —Tras el incidente de la finca y unos regaños por parte de Shinobu Tanjiro le invitó a comer al pueblo. Agradece ver de nuevo a quien alguna vez fue su aprendiz pero una parte de él lo molesta recordándole que es por ese mismo niño que resurgieron las flores en su cuerpo —¿Tomioka-san me esta escuchando?
—¿Eh? Perdón, me quede pensando en algo ¿Qué decías?
—Que ya llegamos al restaurante, yo invitó —Pasaron a sentarse en una de las tantas mesas del lugar iniciando una charla amena dirigida mayormente por el chico de cabellos burdeos.
—¿Cómo va tu entrenamiento de tsuguko de Rengoku? —El menor se atragantó por la repentina pregunta pero sobre todo por el olor que desprendía el azabache frente a él, detectaba una pizca de enojo y rencor que no fue demostrada por el mayor.
—Yo... Ha ido bien, he logrado controlar mejor el aliento de la danza de fuego gracias Kyojuro —El que el menor llamará a Rengoku por su nombre causó un dolor en su pecho por las malas memorias que cargaba. La conversación siguió pero la mente de Giyuu solo divago en como sería estar a lado de Akaza.
[•]
Mirarse al espejo tras tanto era una sensación rara: su cabello alcanzaba casi hasta su cintura, su piel pálida como la nieve asomaba puntos de colores que reconoció como brotes de los que necesitaría deshacerse luego y que decir de lo delgado que se veía. Lo que más gustaba de la imagen era el broche que decoraba su cabeza con delicadeza, le recordaba a su amor. Unos toques sonaron en la puerta sacándolo de su ensoñación viendo en la puerta a la Pilar del Amor que lo invitaba a beber con ella y los demás de rango Kinoe a lo que aceptó encontrándose en un restaurante al que solían acudir después de las reuniones con el Patrón.
—Nos sorprendió mucho verte vivo Tomioka-san pero estamos muy felices, hasta Obanai se alegra —Dio una mirada al otro, a su parecer era todo lo contario.
La charla era larga, risas, burlas, historias, entre varias cosas; el sonido de las voces, los cubiertos de la cocina chocar contra las ollas llenas de comida, la gente comiendo todo le estaba estresando. Si de por si no era muy sociable antes ahora que pasó dos años solo con Akaza menos, lo único que lo relajaba era el Sake que adormecía sus sentidos como cuando estaba en el coma. Ya se hallaba ebrio, eso no se dudaba, el sonrojo en sus mejillas le delataba.
—No extrañaba esto jajaja — sus palabras se arrastraban al hablar, no notando las miradas sobre él —soy muy malo con la gente, ¿Raro no? Creo que puedo estar con un demonio pero no con mis compañeros jijiji —Su risita era apenas audible
—Tomioka-san, has bebido mucho por hoy —Kocho trato de quitarle la copa para evitar que dijera algo de lo que podría arrepentirse luego.
— No he bebido en años Shinobu... Años, eso es mucho tiempo —Tomó otro sorbo de la bebida alcohólica —Pasar tanto con alguien te hace...Extrañarla, supongo —se recargo sobre la mesa y con los brazos cruzados tratando de quedarse dormido ante las miradas de sus compañeros.
—Este imbécil quiere morirse, sin duda —escupió Sanemi.
—A veces —respondió con simpleza —¿Kocho, me puedo ir? —La mujer negó derrotada.
—No solo Tomioka-san, alguien tiene que llevarte —Al instante el Pilar de las Llamas se levantó de su asiento.
—Yo lo llevó —se ofreció con entusiasmo —, antes de que diga algo más —Se miraron entre ellos y aceptaron, aun tenían mucho que disfrutar.
El rubio lo cargo estilo nupcial y salió del bar, en el camino pensó que lo mejor sería dejarlo en su antigua Finca para que se fuera acostumbrando de nuevo al lugar. Por su parte, Tomioka observaba la Luna con sus ojos emtrecerrados, para él Rengoku se veía guapo así pero rápido se quitó la idea de la cabeza.
—Tiene pareja, recuerda —se recriminó en su mente.
Al arribar al hogar Rengoku se encargó de buscar futones para que durmiese cómodo, regresó con algunos en buen estado, agradecía a las personas que limpiaron el lugar. Acostó al azabache en uno de ellos, era demasiado ligero lo cuál denotaba su poca alimentación en todo este tiempo, se sorprendía que siguiese vivo a decir verdad.
—Lo extraño —El rubio se giró para dónde se encontraba el azabache, acurrucado entre las cobijas —, a Akaza. Siempre me hablaba y decía cosas lindas —Por alguna razón escucharlo decir esas cosas del demonio le causaba conflicto, quizás por el hecho de ya haberse enfrentado a él.
—Estás mejor aquí —acarició sus cabellos con suavidad, al sentir los cariños se quedo dormido pero no antes sin decir algo.
—Quédate —Verlo tan tranquilo después de tantas cosas por las que pasaron hacía que su corazón latiera con fuerza.
Aun recordaba al gentil cazador de aquellos días, quien le regaló la oportunidad de expresarse en forma de una máscara. Se acostó a su lado son dejar de sostener su mano entre la suya, eso para hacerle sentir que no se iría.
—Akaza —murmuró entre sueños, cosa que hizo al hombre fruncir su ceño. Al final lo dejó pasar y simplemente durmió.
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