Capítulo 8/ Parte 3: Después de todo, sigo siendo un esclavo

Pasó un tiempo, unos meses en donde el fracaso no se hizo fracaso en la vida de Telma o en la de Fausto. La mujer pensó que así era como debían sentirse los grandes empresarios cada vez que invertían dinero después de un análisis profundo del mercado, obteniendo ganancias que podían gastarse a montones y así obtener la tan preciada serotonina. Faustelm, esa pequeña empresa que no pagaba impuestos, tuvo que contratar los servicios de un contador al requerir de facturas y otras normas burocráticas que se suelen ejercer como un muro para evitar que cualquier persona con buena actitud pueda convertirse en un empresario.

Ya superados dichos obstáculos, la empresa obtuvo una cartera de clientes que incluía a las personas más importantes de la ciudad: empresarios, políticos, figuras de la farándula local y hasta líderes religiosos que aseguraban que sus millones iban con dedicatoria a Dios. Después de exorcizar el famoso Grand Hotel Tijuana, Telma y Fausto pudieron rentar una vivienda en un área conocida como La Cacho, en donde las casas no llegaban a ser tan lujosas como la de Katarzyna, pero sí se diferenciaban del resto de las moradas de la ciudad.

La casa tenía tres plantas, una terraza para hacer carne asada al aire libre, una cochera espaciosa en donde ya eran dos autos los que estaban estacionados y un jardín en donde Fausto trabajaba por las mañanas en sus rosales, que se habían transformado en su nueva pasión. Valerya tenía una habitación para ella sola, inundada de juguetes hasta donde llegaba la vista; desde muñecas hasta un famoso microhornito que llamó su atención en una tienda departamental.

Cierta tarde, Telma fumaba en la terraza mientras leía una revista para empresarios e inversionistas de Baja California, en donde se les advertía de las áreas de riesgo y de oportunidad en el mercado. Ella no sabía nada acerca de ese mundo, pero la revista llamaba poderosamente su atención por la sección de entrevistas. En el segmento casi siempre un millonario explicaba en una entrevista cómo a través de "esfuerzo, dedicación y levantarse muy temprano" había creado un imperio industrial con la misma facilidad con la que Disney compra empresas. Telma anotaba los nombres de los empresarios entrevistados, con la intención de identificar alguna de sus propiedades y embrujarlas, pues se había dado cuenta de que también era posible estafar a empresas enteras al dejar a Valerya suelta en las instalaciones. La nueva modalidad podía ser algo arriesgada, pues lidiar con los peces gordos siempre puede resultar en tragedia si uno no es astuto. Y no era que los millonarios fuesen personas con un coeficiente intelectual más alto que la media, sino que su dinero les permitía contratar a la gente que sí era inteligente. Era por ello que Telma llegó a la conclusión de que ella debía de aparentar ser la persona inteligente a la que los ricos contrataban, y para ello implementó vocabulario confuso y técnico mientras conversaba con sus clientes, llegando siempre muy bien vestida con prendas de marca en su nuevo auto.

Fausto subió las escaleras hacia la terraza usando un mandil rojo que decía "Stay-at-home husband" y sosteniendo una charola con galletas recién horneadas. Acercó algunas de ellas a una mesita que estaba justo al lado del asiento de Telma, quien estaba tomando el sol en la terraza, con todo y gafas oscuras.

—¿Por qué no dejas esa revista un rato?—preguntó el chico.

—Si esta muñeca deja de trabajar, esta bonita casa en la que estás cambiará de cerradura—contestó ella, dejando que el humo del cigarro saliera de entre sus labios—además de que debo idear nuevas formas para que no nos atrapen en esta farsa. ¿Puedes creerlo? Este sistema está tan corrupto que la única forma en que unos simples trabajadores como tú y yo tengamos dinero es a través de la mentira y el engaño.

—Pensé que no te afectaba el mentir, parece que lo estás disfrutando.

—Disfruto el dinero, cariño—sonrió ella, quitándose las gafas—el mentir me hace mal a la larga, pero el trabajar como lo hacía en Phasmatec me enferma mucho más. Por eso quisiera que tuviéramos el dinero suficiente como para emprender otro negocio, uno mucho más legítimo. ¿Qué te gustaría hacer en el futuro? ¿Un restaurante, un hotel?

Fausto se acercó a Telma y acarició el cabello de la mujer con ternura.

—No sin antes verte como directora de cine—dijo él.

Telma renegó un poco sobre la cursilería del muchacho, pero al final aceptó su gesto y le dio un beso suave mientras tomaba una de las galletas para degustarla. Era tal y como la esperaba: crujiente, cálida y dulce. No pudo relajarse para dejar que las chispas de chocolate de la galleta se derritieran en su boca, pues un teléfono celular que se hallaba sobre la mesa comenzó a vibrar de forma interrumpida, como si cientos de mensajes llegaran al dispositivo, uno tras otro en un desfile de texto. Era el teléfono celular que Telma usaba para los asuntos laborales, por lo que lo poco que le quedaba de "actitud de servicio" le hizo tomar el aparato. Sabía que Valerya estaba en su cuarto, por lo que ninguna emergencia paranormal podría estarse suscitando en la ciudad. Para sorpresa de la pareja, más de veinte personas intentaban contratar los servicios de Faustelm con toda urgencia. Los mensajes eran alarmantes, con descripciones de actividad paranormal fuerte, como muebles atacando a los inquilinos de los hogares y gritos que podían ser escuchados hasta por aquellos que no tenían habilidades como médium. Fausto recibió casi al mismo tiempo una llamada de teléfono de su madre, la cual le pidió que sintonizara el canal de las noticias locales. La pareja bajó las escaleras hasta la sala y encendió el televisor para toparse con un escenario de pesadilla.

Algunos fantasmas habían abandonado las Islas Coronado y ahora se dirigían a la costa, atacando las casas en las zonas de Playas de Tijuana y Rosarito. Telma redactó un mensaje de advertencia para los inquilinos de las residencias que intentaban contactarlos por mensaje y lo envió a todos los contactos, disculpándose por no poder atender todas las emergencias a la vez. Ella y Fausto llamaron a Valerya y los tres subieron a uno de los autos, dirigiéndose a la zona afectada tan pronto como les fue posible. Mientras más se acercaban a la costa, podían ver a varios conductores manejando bruscamente para huir lo más lejos posible del mar, alertando así de la seriedad del asunto. Esta situación no hizo más que empeorar el de por sí deteriorado tráfico de la ciudad, obligando a Telma a conducir tal y como lo haría un chofer del transporte público: usando las gasolineras como rampas para saltarse el tráfico, subiendo el auto a las banquetas y dando vueltas en U en sitios donde no estaba permitido. De la película Ghostbusters fue que Telma obtuvo la idea de comprar una sirena para el auto, encendiéndola para hacer saber a los demás conductores que se dirigía a toda prisa a su destino.

Fausto observaba en su teléfono celular una transmisión en vivo desde la zona del siniestro, en donde los autos parecían moverse por sí solos y las casas se hallaban atiborradas de espectros que lanzaban objetos desde las ventanas a los transeúntes curiosos que aún no se largaban del sitio. Un barco pesquero fue atacado por los fantasmas también, quienes lo levantaron de la superficie del agua y lo llevaron hasta lo alto de un hotel de lujo, en donde los tripulantes quedaron atrapados un buen rato hasta que alguien fue a salvarlos de la azotea.

Unos policías intentaban regular el terrible tráfico de la ciudad en uno de los cruceros vehiculares más importantes de la costa, y dieron la señal a Telma de que diera media vuelta y no accediera a la zona por su propia seguridad. Ella descendió del auto con la molestia pintada en toda la cara y comenzó a explicar quién era y qué es lo que hacía en el lugar. Uno de los policías le dejó pasar después de reconocer a Fausto desde el auto, a quien ubicaba de rostro por una entrevista en la televisión local. La pareja pudo llegar a la zona costera y una vez allí, entendieron el motivo que había encendido el pánico en la región. A pesar de que los fantasmas se habían ido del sitio y nadie conocía su paradero, los estragos de su visita sorpresa eran visibles en el área. Autos a mitad de la calle, algunos incluso de cabeza sin siquiera mostrar signos de haberse estrellado. Postes de luz derribados y palmeras arrancadas desde la raíz decoraban las aceras, algunas veces cayendo sobre algunas casas y vehículos. Telma decidió recorrer el malecón de la playa a pie, usando algunos instrumentos para detectar difuntos en la zona, tales como un detector de movimiento y un sensor de calor espectral. Fausto observaba en todas direcciones y Valerya percibía algo extraño viniendo de una tienda de autoservicio de color amarillo y rojo que estaba completamente abandonada.

—Por aquí—indicó la fantasma, guiando a la pareja para toparse con un espectro que flotaba solo entre los pasillos de la tienda.

Fausto notó como el fantasma recogía una de las bolsas de frituras que había caído al suelo durante la conmoción, para colocarla de nuevo en uno de los anaqueles. El fantasma recitaba una y otra vez la misma frase, como si deseara no olvidarla. "Primeras entradas, primeras salidas" decía, reordenando la mercancía para colocar los artículos con fecha de caducidad más próxima hasta el frente del anaquel. Telma no podía ver al fantasma, por lo que Valerya se acercó para investigar más de cerca al espectro.

—Déjame solo—pidió el difunto—el líder de tienda va a llegar y aún no cumplo con mis obligaciones.

—Amigo—colocó Valerya su mano sobre el hombro del otro muerto—has fallecido. Ya no hay más trabajo. ¿Es aquí donde trabajabas? ¿Moriste aquí acaso?

El fantasma escuchó la palabra morir y sus ojos se abrieron tanto que eran visibles algunas venas inyectadas de sangre en ellos. Morir, esa era la palabra que mejor describía lo que le había sucedido, pensó. No se había percatado de la verdad por unos segundos, enfrascado en la rutina que había consumido buena parte de su vida.

—Un hombre—explicó el fantasma—yo estaba en la caja registradora, él tomó todo el dinero y después escuché un ruido, como una explosión.

Fausto giró la cabeza un poco para ver lo que había a los pies de la caja registradora, y para su alivio comprobó que el área estaba limpia. Supuso entonces que el fantasma debió de haber trabajado en vida en una tienda similar, y que de su muerte ya habrían pasado quizás algunos años. El chico vio la oportunidad perfecta para poner a prueba su teoría, y regresó al auto a toda prisa para llegar de nuevo a la tienda con una de las botellas de vidrio en donde fingían que los fantasmas quedaban atrapados. El médium llamó la atención de Valerya con un chiflido.

—Oye—movía las manos Fausto para ser visto—dile que se meta a la botella. Estoy seguro de que puedes hacerlo.

Valerya observó de pies a cabeza al espectro frente a ella. El occiso se notaba aburrido de su propia existencia, pero algo en esa tienda le hizo recordar su vida. Ocho horas de su día transcurrían en un sitio similar, por lo que era natural que el difunto se sintiera como vivo de nuevo, con las mismas preocupaciones mundanas de un empleado de esta clase de tiendas.

—Mi papá dice que te metas a la botella, ¿podrías hacerlo?—preguntó Valerya al fantasma, quien le vio a los ojos con cierta confusión al principio.

El fantasma se encogió de hombros resignado y avanzó hasta la botella, transformándose en una especie de humo blanco que llenó todo el interior del recipiente en unos pocos segundos. Fausto selló la botella y vio a Telma de frente, muy emocionado y con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Funcionó!—gritó el chico—¡Yo tenía razón!

Con la botella a bordo del auto, Telma condujo cerca del malecón mientras Fausto revisaba algunos mensajes que aún llegaban al teléfono laboral, comprobando así que ciertos fantasmas habían dejado atrás a la procesión espectral de las islas. Telma no vaciló y ordenó a Fausto que pidiera a los clientes potenciales sus direcciones, para así visitarlos lo más pronto posible. Ese día, Faustelm obtuvo cinco fantasmas más en la costa de Tijuana y en el área del municipio de Rosarito. El método para atrapar a estos espectros fue prácticamente el mismo y se desenvolvió con la misma naturalidad: Valerya entabló una conversación previa con los fantasmas para determinar si estos eran hostiles, y después les pidió que entraran a las botellas. La facilidad con la cual la pareja pudo capturar a los fantasmas les dejó sopesando un buen rato sobre lo que acababa de ocurrir, más cuando recibieron la paga por atrapar a los fantasmas dejaron de pensar y comenzaron a disfrutar. La pareja terminó en un autocinema de la ciudad, viendo una película que Fausto amaba pero Telma odiaba.

—Qué ridículo se ve Travolta bailando así—se quejó la mujer—además se supone que su personaje es un adolescente y se ve como si tuviese treinta años.

—¡Ya Telma!—le dijo él mientras comía unas cuantas palomitas con caramelo—es una película nada más, no tienes que tomarte todo tan enserio.

—El cine es algo serio, amor—se cruzó de brazos—o por lo menos lo es para mí.

Después de varios minutos teniendo que soportar los comentarios de Telma sobre las actuaciones, o sus burlas durante cada número musical en una escena, regresaron a casa en el auto. Fausto y Valerya comentaban la película, e incluso la fantasma regresó cantando una de las canciones que por sus cualidades pegadizas no podía abandonar la mente de la difunta.

Telma se quedó despierta hasta tarde haciendo las cuentas necesarias sobre el dinero que habían obtenido ese día, informándose en las noticias sobre el incidente. No hubo víctimas mortales y las autoridades afirmaban estar investigando el fenómeno a profundidad, gastando un poco de ese dinero obtenido mediante impuestos en investigaciones paranormales en donde incluso el ejército estaría involucrado. Mientras Telma tabulaba las ganancias para agilizar el trabajo de su contador, dejaba que un video en internet se reprodujera en su teléfono, narrándole las noticias tal y como habían ocurrido. La superficie de ataque de los fantasmas se extendía desde Playas de Tijuana hasta Rosarito, concentrándose en cinco puntos pequeños: El malecón de Tijuana, Costa de Oro, Punta Bandera, San Antonio del Mar y las primeras calles de Rosarito que se hallaban cercanas a unas instalaciones petroleras. Muchas de las actividades que los fantasmas habían realizado parecieron ser bastante simples, tales como cargar objetos pesados, aterrar a la población y destruir estructuras.

La mujer tomaba notas en un procesador de texto en su computadora portátil, con la luz de la pantalla como lo único que iluminaba esa habitación. Sintió entonces una presencia extraña en la habitación, y al alzar la vista pudo observar una sábana blanca cubriendo una figura humana, flotando a unos metros de distancia de ella. La figura espectral sostenía un pequeño pizarrón blanco y un plumón de color negro, con el cual se había escrito sobre la superficie lisa un mensaje. El texto leía "¿Estás bien, mamá?".

Telma aún no estaba acostumbrada a que Valerya le llamase de esa forma, pues jamás se había visto a sí misma como madre. Que la fantasma usara esa palabra para referirse a ella le provocaba sentimientos de ternura, pero al pensar que la difunta le observaba como a una auténtica madre, entonces ciertos miedos se afianzaban a la mente de la mujer. Temía por decepcionar a la difunta, y sobre todo, por dejarle sola una vez muriera. Nada garantizaba que al morir Telma, su alma quedara atrapada en este mundo como un fantasma. Eso no funcionaba nunca, y a pesar de varios experimentos, nada se había logrado en concreto. Recordó sus años en la universidad, cuando un profesor les contó una anécdota sobre un científico que entregó su vida misma a la investigación paranormal. El hombre se suicidó no sin antes dejar instrucciones para contactarlo en el más allá, como si el hombre de ciencia no fuese más que otro ser humano explorando un territorio nuevo. Jamás se le pudo contactar y su vida terminó de esa forma tan tragicómica, transformándose su vida en una historia sobre el respeto por el mundo de lo paranormal.

¿Valerya desaparecería algún día? ¿Descansaría en paz? Muchas eran las dudas que azotaban el proceso de pensamiento de Telma, agobiándole en ocasiones. Optó por tomar la actitud más maternal que pudiera hacia la difunta, imaginando su rostro rollizo con una sonrisa amplia y ojos brillantes. Cada vez que Telma usaba las gotas para los ojos que le permitían ver a Valerya, comprendía el significado de la frase "vida después de la muerte". Muchos niños cuyos corazones latían no se veían tan vivos como lo estaba ella, tan aferrada a la vida. Telma imaginó el rostro debajo de la sábana y abrió sus brazos, como una clara invitación a un abrazo. Valerya se abalanzó sobre ella, pudiendo sentir la viva como le abrazaba una fuerza invisible y sin temperatura alguna.

—Estoy bien, pequeña—contestó Telma, acariciando la superficie de la sábana blanca—estoy haciendo cosas del negocio, sólo eso. Por cierto, quisiera preguntarte algo. ¿Tienes tiempo para una psicofonía?

Valerya accedió, y usando una aplicación de su teléfono celular, Telma fue capaz de entablar una conversación por turnos con la fantasma. Ella hacía una pregunta, la aplicación después grababa el sonido de lo que parecía ser el silencio hasta que Valerya daba alguna clase de señal de que había terminado de hablar, en este caso golpeando ligeramente la mesa con el plumón. Después Telma ordenaba a la aplicación interpretar el audio, colocándolo al revés y de esa forma podía escucharse la voz tenue y algo apagada de la occisa.

—Mencionaste que viste a un hombre que se llevaba a los fantasmas de Phasmatec, el que rompió tu walkman—empezó Telma el interrogatorio—¿qué sabes de él?

—Me invitó a ir con él a las islas, pero yo no accedí. No recuerdo muy bien si dijo algo más, pero me dijo que podía unirme a su causa si es que me arrepentía de no seguirlo.

—¿Causa? ¿A qué se refería con eso?

—No lo sé, pero parecía que seguía las mismas ideas que mucha gente en el país en el que viví. Si tuviera que describirlo, el hombre parecía dispuesto a cambiarlo todo, quizás hasta el mundo entero.

Telma se quedó acompañada de Valerya durante la noche. La fantasma se acurrucó sobre el regazo de ella y un sillón que había movido para estar cerca de ella. Los muertos no necesitaban dormir, pero podían suspender su consciencia a voluntad, logrando así lo más parecido al sueño. Telma podía sentir su párpado inferior temblar bajo el ojo derecho, un tic que había quedado de sus días en Phasmatec y que le era imposible controlar en ocasiones. Ella era quien ahora se exigía de más a sí misma, explotando todo su potencial por mano propia. Era su propia jefa y como autoridad era mucho más exigente de lo que era con las personas que estaban bajo su mando en el departamento de calidad.

Su mente era incapaz de mantenerse tranquila y la sensación de sueño no llegó, incluso sin la necesidad de tomar una buena taza de café. Viendo los resultados de lo logrado en la zona de la costa, supo que podía sacar algo de provecho de los fantasmas que había atrapado en botellas. Los difuntos en cuestión estaban aglomerados en una habitación de la casa, colocadas las botellas de cristal dentro de un refrigerador pequeño, ya que Fausto insistió que los espectros son menos activos en climas fríos.

Telma salió del cuarto, intentando no perturbar a Valerya y fue hasta donde estaban las botellas de vidrio selladas con los fantasmas en el interior. Las revisó, dando rienda suelta a su plan. Ya podía visualizar bien la forma en la que podría usar esos mismos fantasmas para poder ganar dinero. Ya en la mente de Telma, Faustelm era una empresa que operaba de forma excepcional en la ciudad, siendo líder en el estado. Tenía ya varios fantasmas bajo el control de Valerya, por lo que podían embrujarse varias casas a la vez y tener así más casos a resolver. Incluso, si uno de los fantasmas llegaba a desarrollar el mismo nivel de voluntad que Valerya, podrían expandirse las operaciones de la empresa a varias zonas. Telma ya se había decidido: tan pronto como saliera el sol, ella y Valerya llevarían a cabo una serie de experimentos que requerían la ayuda constante de Fausto.

El día no pudo haber sido más prolífico para la pareja y la fantasma, quienes descubrieron un montón de cosas por medio de sus pruebas con los espectros atrapados el día anterior. Valerya podía controlar más de un fantasma a la vez, dando órdenes verbales para que ellos obedecieran cada uno de los comandos. Cuando los espectros sin voluntad alguna escuchaban las palabras de la fantasma, sus miradas cambiaban y parecían tener algo de brillo. Podría decirse que parecía que todos los difuntos compartían los mismos ideales que ella, siguiendo cada instrucción al dedillo y sin rechistar. Telma pensaba que no se había visto obediencia así ni siquiera en los ejércitos del mundo en varios años, pues como si se tratase de robots sin mente propia los muertos aparentaban incluso estar orgullosos de seguir a la chica que con una sonrisa les mostraba el camino. Sí, eso es lo que debía de estar pasando, pensó Telma. Ellos eran almas sin un propósito y necesitaban de una dirección hacia la cual andar, pues habían perdido el rumbo hacia el más allá.

Fausto llegó a comentar que los fantasmas que seguían a ciegas a Valerya debían de ser iguales a los millones de militares que se lanzaron a la muerte durante las dos grandes guerras del siglo pasado. Telma sintió algo de miedo por primera vez respecto al mundo paranormal: si los fantasmas que habían huido a las islas eran iguales de fieles a su líder, entonces no habría nada que podría hacerse al respecto. Trató de pensar en todo lo malo que podría ocurrir en caso de que los fantasmas se adentraran más allá de la costa, causando destrozos. Se preocupó por su hogar, el cual tan caro salía al momento de pagar la renta, y pensó en su auto, el cual si era volcado no podría pagar de nuevo. El dinero que ganaba no era mucho, pero sí lo suficiente para guardar las apariencias. Si la familia de Fausto recibía en su propiedad el embiste de los fantasmas, también les sería difícil recuperarse. No era lo mismo que los espectros causaran destrozos en las zonas más ricas, cercanas a la costa, que verles atacar las colonias de clase obrera.

—Hay que aprender mucho más—dijo Telma mientras observaba a Valerya ordenar a los fantasmas que se parasen en un pie y que cantaran una canción en ruso.

La ciudad de Tijuana vio seis casos paranormales al mismo tiempo en seis propiedades cercanas a la costa, pero lo que nadie sabía era que los fantasmas ahora estaban domesticados. No causaron daños importantes y más que nada se limitaban a romper la tranquilidad en los hogares adinerados en los que se habían colado. Faustelm fue convocado y en un dos por tres lograron capturar a los espectros, cobrando el dinero y despidiéndose como quien ha hecho algo tan sencillo como cambiar un foco.

En uno de los casos, los afectados decidieron llamar primero a otro médium antes que a Faustelm, y quedó demostrado que los fantasmas no eran normales una vez la persona llegó a ver la residencia. La médium que fue contratada antes que Fausto y Telma era una mujer algo exótica y excéntrica, quizás porque en su juventud se había desarrollado como sacerdotisa satánica y había incubado en su vientre a un hijo de Satanás. Estaba siempre maquillada como la mismísima Cleopatra; con sombras azules y un delineado grueso y oscuro que le daba un aspecto alargado a los ojos. Su piel morena se hallaba aún lisa y sin arrugas a pesar de que la mujer ya estaba dejando atrás la década número cuatro de su vida, dándole una apariencia juvenil y fresca. Iba casi siempre vestida con un largo vestido morado y un chal con grecas bordadas a mano, así como alhajas pesadas de oro y jade. Era la encarnación de todos los estereotipos de una bruja mexicana, reunidos en una sola persona.

Su nombre era Nereida Vega y era más conocida como maestra de hechicería que por sus habilidades como médium. Fue miembro fundadora del Colegio Paranormal de la Frontera y publicó en varias revistas locales especializadas en brujería. Sus estudios eran equiparables a una maestría y su tesis titulada "Propuesta para establecer un sistema de clasificación de instrumental de tarot en un colegio de ocultismo de acuerdo con los lineamientos de la norma ISO 9001:2015" fue defendida sin problema alguno. Para cuando Fausto y Telma comenzaron a trabajar capturando fantasmas a lo largo de Tijuana, Nereida ocupaba el puesto de directora de la Facultad de Hechicería en la Universidad Autónoma de Baja California y había creado una buena reputación como ponente en los congresos de la Sociedad de Estudios Psíquicos de San Pedro.

Por obvias razones, Nereida Vega no era una persona fácil de engañar, por lo que cuando fue llamada para encargarse de un problema con fantasmas en una casa muy lujosa, se percató de ciertas inconsistencias en el actuar del espectro. Parecía no actuar asustado ante la sal y se resistía a comunicarse ante ouijas ritualizadas. Además no emitía voz alguna durante las sesiones de psicofonía, ignorando por completo las ofertas de Nereida para ayudarle a buscar el descanso eterno. Jamás en su vida había experimentado el rechazo de un espectro tras haber intentado el diálogo con él, por lo que supuso que algo era diferente con él. Primero pensó que se trataba de un fantasma que le era fiel a los demás difuntos que habían aterrorizado la costa, pero Nereida llegó a otra conclusión cuando comenzó a contactar a los "clientes satisfechos" de Faustelm.

No le fue difícil, pues la misma página de internet de la empresa colocaba los nombres de los clientes y sus testimonios, por lo que Nereida pudo localizarlos tarde o temprano. Después regresó a la casa en donde se hallaba el fantasma rebelde que no gustaba de la ouija y lo atrapó siguiendo un método mucho más complicado que aquel que utilizaban Fausto y Telma. Con agua bendita, una especie de trampa para espectros y mucha sal fue que orilló al fantasma a caer en una caja cúbica con un dispositivo de succión integrado en la parte superior, por donde los fantasmas eran aspirados y caían como si fuesen mosquitos en una trampa de agua con azúcar y levadura. Con los testimonios y el fantasma en sus manos, se retiró a estudiarlo con más detenimiento a un municipio llamado Tecate, en donde ella vivía con su hija.

Tecate era un sitio pequeño y en donde el centro de la ciudad no tenía edificios de más de dos pisos de altura. En el centro se hallaba un pequeño parque como en los pueblos pequeños del sur de México, con un kiosco en el medio y bancas metálicas pintadas de color blanco. Alrededor de ese punto diminuto que intentaba hacerse pasar por una ciudad, podían encontrarse muchos ranchos pequeños con actividades diversas, entre las cuales casi siempre estaba la ganadería. Sin embargo, muchos terrenos rurales recibían usos que diferían bastante de lo acostumbrado, y entre ellos estaba el Rancho La Bruja. El sitio constaba de un edificio principal construido en madera, que fungía como casa para Nereida, su hija y los trabajadores del rancho. Justo al lado de la construcción estaban los establos para caballos, los corrales para gallinas y el sitio en donde descansaban un par de vacas. Los animales podrían apenas alimentar a una familia, haciendo evidente que la ganadería no era el punto fuerte de la propiedad. Tampoco lo era el turismo, pues llegar al interior del rancho no era evidente para el turista que no conoce los caminos. Había que tomar una desviación de la carretera principal y seguir un camino de terracería que no estaba marcado con ningún tipo de letrero, siendo conocido sólo por aquellos que recibieran instrucciones previas sobre la ubicación del sitio.

Nereida había fungido como sacerdotisa satánica en una orden de monjas conocida como Las Flores de Satán, pero después de varios años al servicio de la vida secular decidió retirarse para estar alejada de todo. Sin embargo, tener el conocimiento sobre hechicería y alquimia y no compartirlo con la gente era considerado un desperdicio por Nereida, así que terminó por idear una forma de mantener aquel rancho en pie sin necesidad de trabajo duro. Recordó sus tiempos de juventud en el pueblo de Catemaco en el estado de Veracruz, en donde al interior de la selva aprendió todo lo necesario sobre brujería de una extraña mujer que vivía como ermitaña. Nereida sabía que eran ya otros tiempos y que las brujas que vivían alejadas de la civilización eran ya cosa del pasado, pero que seguían capturando la imaginación de la sociedad, como si esas brujas fuesen criaturas mitológicas que sólo los aventureros han llegado a ver. Por lo tanto, si existía la demanda de brujas que vivían en el monte y que enseñaban lo que sabían a quienes fuesen capaces de seguirles el ritmo, entonces debía de haber alguien quien ofertara esa experiencia al mercado. Nereida entonces acogía en su propiedad a mujeres jóvenes que buscaban transformarse en brujas, sometiéndolas a entrenamientos que abusaban del aura mística que emanaba la ex sacerdotisa, a quien las aprendizas debían de llamar Madame Nereida.

Nereida llegó al rancho con la caja atrapa espectros y llamó a algunas de sus aprendizas para que juntas analizaran al ánima en pena, llegando a la conclusión de que alguien había aleccionado al fantasma. Sin tantos rodeos, Madame Nereida tomó su teléfono y se alejó de sus aprendizas, para que no le viesen usar tecnología y se rompiera ese encanto místico y rural por el cual pagaban una cuota mensual para aprender de ella. Nereida tomó una pluma y un papel y caminó hasta que se ocultó entre unos viejos camiones que ya ni siquiera poseían un motor y cuyo metal era completamente rojo por el óxido, y hablando en voz baja llamó por celular a los servicios de Faustelm.

—¿Hablo con la persona encargada de este negocio?—preguntó Nereida, recargando su teléfono entre su oreja y su hombro, pues no disponía de ningún manos libres para usar.

—Así es—no pudo responder Telma con más orgullo a la pregunta—¿qué clase de servicio necesita?

—¿Qué tal está tu reputación?—Nereida recargó una de las hojas de papel sobre el metal de uno de los camiones y con los ojos cerrados, dejó que su mano libre usara la pluma para escribir algunos datos sobre la persona que estaba del otro lado—Telma Sánchez Verdugo, signo Aries con ascendente en Tauro.

Telma guardó silencio durante unos segundos, preguntándose si la persona que estaba del otro lado de la línea tenía la educación necesaria como para averiguar más información con métodos psíquicos.

—¿Qué es lo que quieres bruja?—la voz de Telma era la de alguien molesto que intenta intimidar con un semblante autoritario.

—Oh, no es nada, querida. Sólo tengo una pregunta para ti el día de hoy. ¿Será acaso que has perdido uno de tus fantasmas? Uno que dejaste ir a una propiedad y que ahora mismo no puedes encontrar, a eso me refiero. No tienes que fingir que no sabes de lo que hablo, cariño. Has estado engañando a la gente, ¿no es así? La voluntad de un solo fantasma es tan fuerte como para manipular a sus semejantes, eso es lo que he aprendido de ti. Verás, soy satánica por religión así que no te denunciaré por fraude. En vez de eso, quiero que escuches una propuesta de negocios.

Telma pasó algo de saliva antes de responder.

—¿Qué es lo que quieres negociar?

—No soy la única persona preparada en el área que puede desmentir tus prácticas poco éticas, así que quizás desees el respaldo de una autoridad académica respetada, y esa persona soy yo. Me gustaría discutir esto contigo en persona, así que dime un sitio en el que te sientas segura y en donde podamos discutir este asunto a solas.

—Llevaré conmigo a quien también es propietario de esta empresa, debe saber lo que está ocurriendo.

—Es alguien de signo Cáncer, ¿verdad? Un hombre, por lo que puedo sentir. Creo que estás enamorada de esta persona, y ese amor es correspondido. No hay problema alguno en llevar a esta persona contigo. Yo iré sola para que puedas estar tranquila.

El sitio seleccionado para la reunión fue un restaurante donde se servía churrasco argentino, una de las comidas favoritas de Telma. Solía estar bien vigilado, con cámaras dentro del recinto y mucha gente alrededor, por lo que se sentía segura. Además, Nereida había revelado su identidad a Telma en un mensaje, enlazando un mensaje a una página web de la universidad, en donde estaba toda la información profesional de Nereida. Fausto no se mostraba nervioso durante el trayecto, pues Telma no le había contado que estaban siendo extorsionados de cierta forma, así que el muchacho estaba algo entusiasmado de conocer a alguien tan profesional como Nereida.

—Qué bueno que alguien como ella quiera trabajar en Faustelm—sonreía ingenuo el chico—podría aprender mucho de ella.

Telma no confiaba demasiado en la mujer, así que había pedido a Valerya que le ayudase en caso de peligro. Mientras el auto de la pareja avanzaba por la ciudad en dirección al restaurante, por encima de ellos flotaban todos los fantasmas que habían capturado, siendo comandados por la difunta soviética, quien sentía como si fuese el guardaespaldas de la pareja. Telma se mostró algo ansiosa una vez ambos entraron al restaurante, sentándose en una mesa cercana a la ventana que daba al estacionamiento, con la esperanza de identificar el auto de Nereida y comprobar que sólo ella estaba siendo parte del encuentro. La mujer no podía permitirse exponer a Fausto al peligro, pues ya había imaginado una serie casi infinita de diferentes delitos que podían ser de lo más común en la ciudad de Tijuana, tales como el secuestro.

Después de unos minutos, una camioneta todo terreno aparcó cerca de la entrada del estacionamiento y del asiento del conductor bajó la bruja con un huipil morado con flores bordadas, observando en todas direcciones para ubicar la entrada del restaurante. Caminó hasta la puerta, la abrió y ubicó de inmediato a Telma, a quien había visto en una serie de entrevistas para la televisión. Con toda seguridad dirigió sus pasos hacia la pareja y con una sonrisa extendió la mano hacia ambos para saludarles de la forma más cordial que conocía. Fausto se puso de pie para no aparentar ser grosero y Telma fingió su mejor sonrisa para ocultar su nerviosismo. Durante toda la conversación no fue necesario que Valerya o los fantasmas hicieran acto de presencia, pues Nereida estaba allí para verdaderamente hablar sobre negocios. Exigió un porcentaje de la compañía a cambio de invertir su dinero en Faustelm, usando sus influencias para conectarles con más clientes. Telma no entendía si aquella mujer estaba accediendo a entrar a la farsa de Faustelm o si genuinamente estaba buscando crear una agencia de asuntos paranormales totalmente legal.

—Bueno, querida—sonreía la bruja—estamos en un mundo donde parece ser que aquel que se rige por la moral nunca gana. ¿No te parece que es así?

Nereida tomó la mano de Telma y examinó la palma de la mujer, con una mirada curiosa que se asemejaba a la de un estudiante escudriñando un libro interesante.

—Ya veo—exclamó Nereida—puedo ver que eres una persona aguerrida para los negocios. Hay algo que odias bastante y no lo puedes ocultar. Es el sentimiento de ser un subordinado más, el de ser un engrane más en el sistema. ¿Me equivoco acaso? Trabajar para alguien más es terrible, lo sé, tampoco es algo que yo soporte. Pero una persona como tú, que ha dejado atrás la comodidad de un empleo fijo para lanzarse a la incertidumbre del emprendedurismo, eso es algo de admirar. ¿O no?

Telma y Fausto se vieron las caras, sin entender el punto que intentaba hacer Nereida. Una mesera tomó la orden de la bruja y cuando la mujer se fue, la extravagante bruja se inclinó hacia ellos para hablar en un tono de voz mucho más bajo, como si susurrara por el miedo a ser escuchada por los demás.

—Telma, dime—exclamó Nereida—¿crees que mereces el dinero que tienes?

—Por supuesto–rechinó los dientes la aludida—usted no sabe por todo lo que he pasado para estar aquí. Abandoné mi salud y mi persona por una compañía que ni siquiera era mía y al final me di cuenta de que siempre fui desechable. Pero así es como le ocurre a todo el mundo, ¿no es así? Alguien que trabaja tanto merece mucho, pero al mundo laboral eso no le importa.

—Yo también creo que merezco bastante—susurró Nereida—y es por eso que vengo a participar en tu empresa. Después de todo, el mundo de los negocios nunca es de quien juega limpio. El que está sentado sobre una pila de billetes está también sentado sobre pilas de cadáveres, de sufrimiento humano y egoísmo. Empresas que cometen atrocidades de las cuales jamás se habla, porque tienen el dinero suficiente para comprar la verdad. Pero tú no estás dañando a nadie más que al que tiene dinero, al que una pequeña estafa no le destrozará la vida. El dinero que gastan en contratar tus servicios seguramente se hubiese ido en un yate, un viaje a Europa, o quizás en drogas. A esa gente no le hace falta nada y es por eso que robarles jamás ha sido una cuestión escandalosa. Piénsalo de esta forma: alguna de las personas a las que has estafado podría ser un inversionista de la compañía que te maltrató. Esta persona gozó por años del dinero que jamás viste, esta persona se paseó por el mundo con tu dinero mientras tú estabas encerrada, alejada de la luz del sol y envuelta en tu propio estrés. Al final, lo único que te llevabas a diario a casa del trabajo eran dosis altas de cortisol en el cerebro. ¿Y eso era justo? Si vamos a fundar una compañía sobre una pila de cadáveres, que sean cadáveres que nos apoyan. Quisiera conocer a su fantasma, si no les molesta. Sé que lo han traído, puedo sentirlo.

Nereida giró la mirada hacia la ventana, observando que Valerya se ocultaba tras unos arbustos en el estacionamiento. Fausto supo que la bruja podía ver al fantasma con tan sólo seguir las pupilas de Nereida, por lo que el chico hizo un gesto a la fantasma para que entrara al restaurante. La fantasma flotó hasta dar con la ventana y la atravesó. Se sentó justo al lado de Nereida, observándola de pies a cabeza. La bruja se mostraba entusiasmada y sin pedir permiso tomó entre sus manos una de las trenzas de la fantasma, examinándola mientras dejaba que la energía de la difunta le contara una historia, algo triste que había ocurrido en el pasado, hace muchos años.

—¿Cuál es tu nombre, pequeña?—preguntó la bruja.

—Valerya.

—Tranquila, hija. Fausto y Telma son amigos míos, somos compañeros de negocios ahora. ¿No es así?

Telma asintió, haciéndole saber a su fantasma que las cosas estaban bien.

—Ya verás, Telma—dijo Nereida—en seis meses estaremos tan consolidados como empresa que nadie sospechara nada. Puedo conseguir más fantasmas para expandir nuestra zona de operaciones. Oficinas físicas para que la gente vaya a buscarlos, empleados suyos. Podemos lograr todo eso y entonces habrás dado la vuelta a la moneda. Ya no serás un esclavo más, Telma. Puedes ser reina.

¿Tenía Telma razones para creer en Nereida? No era más que una extraña aún, una persona muy excéntrica que había aparecido de la nada misma para aprovecharse de la situación de Faustelm. Aun cuando hablaba sobre buenas intenciones, Telma sabía que de no obedecer a la bruja, algo malo sucedería. Ya fuese denunciando sus falsedades y métodos poco morales, Faustelm quería si la bruja no era parte de la máquina de hacer dinero sobre la cual Fausto y Telma estaban sentados. Y fue precisamente el tema del dinero, y las cantidades propuestas por Nereida como inversión inicial que convencieron a Telma de dejarle entrar. El dinero la convenció de que la bruja hablaba como alguien que creía en lo que estaba diciendo, y que cada vez que le veía a los ojos podía notar como la verdad fluía a través de ellos. Su desdén por la clase social más alta no era fácil de fingir, Nereida le pareció entonces alguien que había experimentado lo mismo que ella en el pasado.

Nereida no mentía. Seis meses después de que empezara a invertir en la empresa, las cosas comenzaron a cambiar. Para empezar, existían dos oficinas ubicadas en las zonas más ricas de la ciudad, en donde recibían muchas visitas de clientes potenciales. Se compraron espacios publicitarios en anuncios espectaculares y en televisión, así como se contrató a un community manager para que administrara algunas redes sociales de Faustelm. Se contrataron médiums novatos y recién egresados de la universidad, a quienes se les pagaba una miseria por atender casos menores de fantasmas. Nereida sabía que si los fantasmas no atacaban las casas de los pobres y de la clase media también, el modo de operación de la empresa sería descubierto. Los novatos iban entonces a casas más pequeñas y humildes y por una módica cantidad, desalojaban a los fantasmas. Los novatos creían que en verdad los fantasmas les estaban obedeciendo, cuando en realidad sólo seguían órdenes de Valerya a la distancia.

También se contrató a una asistente personal para Telma, quien llevaba la agenda tan apretada de la mujer, concertando contratos con los peces grandes de la ciudad. El nombre de esta asistente era Eunice, y después de unos meses trabajando para Faustelm, se le entregó también la contabilidad y otros varios asuntos, exprimiendo a la pobre mujer en su horario laboral de nueve de la mañana a ocho de la noche. Cada segundo en el día laboral de Eunice era aprovechado al límite, causando en la joven asistente una serie de efectos secundarios muy parecidos a los ataques de ansiedad y estrés que Telma había experimentado. Fausto era quien de vez en cuando se ofrecía a ayudar a Eunice con el papeleo, y cuando no podía hacer nada para aminorar la carga de la asistente le llevaba comida y postres que él mismo hacía. Fausto contempló en un corto periodo de tiempo la transformación de Telma, avanzando desde el mundo de los esclavos hacia el mundo de los reyes.

—¿No crees que le estás dando demasiado trabajo a Eunice?—preguntó Fausto a su mujer cuando estaban haciendo una visita a un casino, probando algo de suerte en las máquinas de monedas.

—Aprendí algo de Phasmatec, cariño—nunca debes de quedarte mucho tiempo en un trabajo que odias o terminará por consumirte. Creo que es una lección que todos deben de aprender.

—¿Qué es lo que intentas decir?

—Si ella es inteligente, renunciará y habrá aprendido la lección. Y de Phasmatec también aprendí que todos somos remplazables. Cuando ella se vaya del puesto, encontraremos a alguien más y esta persona se quedara con nosotros hasta que también aprenda la lección. ¿En verdad crees que un tercio de la vida de Eunice se irá en ser nuestra asistente? ¿Consideras eso justo? ¿Crees que ella no merece lo que tú y yo tenemos? Sin embargo, no hay forma de que alguien como yo, como tú o ella rompamos con el sistema que nos explota. La única forma de aprender a ser libre es haber sufrido lo suficiente como para no querer pasar un día más como esclavo. Pienso que cada día el ser humano trabaja más y tiene cada vez menos tiempo libre. Algún día todo este sistema podría reventar y entonces nos quedaremos sin nada. Pero no será hoy, ni mañana, y creo que tampoco en mi tiempo de vida. Así que si no puedo hacer el cambio, no debería de intentar forzar nada. Así es como siempre ha sido, y así siempre será. 

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