CAPÍTULO 21
JOLVIÁN
—Buenos días. —Abro los ojos al escuchar la voz de Daniel, veo borroso pero sé que está parado a los pies de la cama y que trae algo entre sus manos—. Feliz cumpleaños.
Oh, Dios.
—Despierta, tenemos todo un día planeado.
Me tallo los ojos y puedo darme cuenta que, lo que lleva en sus manos es un pastel con una velita del número veintisiete.
—¿Qué hora es? ¿Cuándo hiciste todo esto?
Noto que la habitación está completamente decorada con globos y hay ramos de flores por todos lados. Esto es de locos, pero no puedo negar que siento una emoción indescriptible.
—Son las nueve, fue una locura, lo sé, me desperté a las seis, pero Adela me ayudó con todo, cuidamos mucho que no te despertaras. Ella casi te canta una canción de cuna.
Deja el pastel en la cómoda y extiende sus brazos para darme el abrazo de cumpleaños, pero yo me abalanzo a él, gritando como una loca.
—Ay, gracias, es todo tan lindo. —Me entran unas ganas de llorar de la emoción y lo beso por toda la cara.
La tía Alicia preparó todo un desayuno. Me siento tan amada y consentida, este día está siendo más maravilloso de lo que promete.
Daniel me dice que me tiene varias sorpresas durante el día y que me prepare para salir. Me cambio el pijama por un vestido playero rojo con flores amarillas y me sujeto el cabello en una media coleta alta. Me pongo unas sandalias y hasta me pongo un collar que Adela dijo haberme fabricado ayer. Está hecho con flores y cuencas, es precioso.
Mientras alisto las cosas que me llevaré, entre mi celular y mis pastillas, admiro la habitación aun sin poder creer que de verdad Daniel hizo todo esto por mí. Huelo las flores, no conozco mucho de tipos ni mucho menos tengo alguna exacta preferida, pero estoy casi segura que son de al menos diez tipos de flores distintos.
Creo que voy a llorar de nuevo.
—No hay margaritas —afirmo, completamente segura de que no veo ninguna.
—A ti no te gustan las margaritas. —Daniel me responde desde la puerta.
Definitivamente voy a llorar de nuevo.
—¿Estás lista? —Se acerca a mí y me toma la cintura desde atrás.
—Sí, ¿ya me vas a decir a dónde vamos?
—Por supuesto que no, pero ya hay que irnos.
Salimos de la casa y nos subimos al auto. Desde arriba me despido de la tía y esta me lanza un beso volátil antes de entrar de vuelta a la casa.
Daniel conduce por caminos que tienen a la vista distintas áreas de la playa, me voy maravillando con todo. Es la primera vez que vengo a esta playa y sin duda ya la amo.
Pasamos por algunos puestos de comida y otros de flotadores y trajes de baño. Luego Daniel se desvía y pronto nos metemos a un estacionamiento que da hacia el mar. Nos bajamos y me indica que estaremos unos minutos ahí antes de continuar.
—Te quiero proponer una cosa muy tonta, pero te juro que es por algo bueno.
Me da un poco de nervios cuando busca algo entre sus pantalones, pero me tranquilizo al ver que son dos hojas.
Por un momento pensé que me pediría matrimonio, qué pendeja.
—Es la segunda hoja de la carta —dice, abriendo una de las hojas. Pero, en lugar de dármela, la rompe. No entiendo nada—. La reescribí y le añadí algunas cosas... es como un borrón y cuenta nueva, ¿quieres leerla?
—Sí. —En realidad tengo miedo otra vez, pero quiero leerla.
Me la entrega y me invita a sentarnos en la arena bajo una palapa que dice haber rentado para estar un rato a solas.
Querida chica de mis sueños...
Me río, sonrojada.
—Qué cursi eres, Daniel Mendoza.
Daniel pone los ojos en blanco y sonríe, luego mira para otro lado, pidiéndome que continúe.
El día que no te vi regresar a la preparatoria, me frustré como no tienes una idea. Mis planes de disculparme se habían ido a la basura y mi carta nunca iba a ser entregada. Los chocolates terminaron en la basura porque se echaron a perder; los abandoné bajo mi cama y por supuesto que se derritieron. Mamá los encontró, me regañó porque pensó que yo nunca quise dártelos, pero le expliqué lo que pasó y hasta me dijo que lo sentía. Me hizo entender que de verdad estuvo muy mal lo que hice y que, si te volvía a ver, debía disculparme, diciéndote que había cambiado, porque ella se haría cargo de que yo no volviera a ser un idiota.
—Sí hizo bien, amor. —Me detengo para susurrárselo, él se ríe junto a mí antes de continuar leyendo.
Hablé con ella ocho años después, por cierto. No podía creer que fueras tú, la chica de mis sueños, la misma chica de la carta. Me dijo que esperaba que ya te hubiera pedido perdón y que tú hayas aceptado mis disculpas, luego se rió, por supuesto que aceptaste, y no solo mis disculpas sino ser mi novia y también dejarme ser el padre del chiquitín, y espero que también me dejes ser el padre de todos los hijos que quieras tener. Mamá se emocionó mucho cuando le dije que me habías dicho que me querías, ¿sabes qué me dijo?
La carta termina ahí, me siento estafada.
—Eso no es justo, ¿qué te dijo?
Daniel se burla de mi curiosidad, pero no me dice nada, mira su teléfono y sonríe.
—Dime qué te dijo, no me dejes con la duda.
—Te diré lo que me dijo después, si es que me sigues amando hasta ese día, por supuesto. Pero ahora hay que irnos. Llegaremos tarde a tu sorpresa.
—¿Estás bromeando? —Me cruzo de brazos cuando él se levanta, tendiéndome la mano para irnos.
—En realidad te traje para distraerte de tu verdadera sorpresa. —Le tomo la mano y me ayuda a levantarme—. Y hay que irnos rápido, porque no renté la palapa tampoco, el dueño querrá su dinero.
—¡Daniel! —El desgraciado sale corriendo, pero se devuelve y nos vamos juntos al auto.
Regresamos a la casa, los nervios vuelven a estar a flor de piel, no sé qué tiene en mente, pero estoy emocionada y preocupada a partes iguales.
—Te voy a cubrir los ojos.
Lo acepto porque incluso me tiemblan las piernas. Daniel cubre mis ojos con sus manos y me guía. Abre la puerta y juntos entramos.
—¡Feliz cumpleaños, tía Jol!
La voz de Erica rompe la sorpresa y Daniel junto con más voces le dicen que debía esperar. Daniel me descubre y entonces veo que no solo están Camila y Eric con sus hijos, sino también Fernanda y su esposo con la niña, los padres de Daniel y los míos, incluso mis hermanas con sus parejas, todos gritan feliz cumpleaños y pronto estoy en una ola de abrazos. Analizo lo que está pasando hasta que la mamá de Daniel me da un regalo.
—Están todos aquí —digo, sorprendida.
Todos se ríen de mi incredulidad. Sandra es la que me explica que Daniel lleva tiempo planeando esto, que incluso la semana pasada estaban ella y Estrella en Magdalena ayudándole con los preparativos. Eric asegura que hasta los traía medio presionados a todos para que todo saliera perfecto.
—A la próxima no hay que decirle a Erica —dice Camila, riendo.
La comida la pasamos entre risas y abriendo algunos regalos que me trajeron todos. Tía Alicia habla con el señor Manuel afuera en algún punto de la celebración y Daniel me cuenta que estaban peleados y que seguro se estaban arreglando. Mamá me cuenta algunas cosas de Empalme que han pasado con la familia cercana y de repente hablamos de que Daniel es un carpintero muy bueno. Los temas nunca se terminan, es el mejor cumpleaños que he tenido hasta ahora.
La tarde nos encuentra despidiéndonos y prometiendo llamarnos, mi familia es la primera en emprender camino, de ahí le siguen Eric y Camila. Los padres de Daniel aún se quedan un rato más.
—De nuevo muchas gracias —digo a Caro—. Hicieron de mi cumpleaños un día excelente.
—Agradécele a Daniel que se esmeró por todo, hasta ayudó a Manuel con unas cosas de trabajo para que tuviera este día libre.
Un par de minutos más, por fin se despiden y ambos se van. Yo aún no me creo que en verdad vinieron todos por mi cumpleaños.
—¿Nos vamos a la cama o aún nos quedamos otro rato aquí? —pregunta Daniel.
Asiento, sonriendo todavía. La tía Alicia y Adela hace rato que se fueron a ver el atardecer.
—Gracias por todo esto, Daniel.
—Mereces muchas cosas más, mi chula.
Nos sentamos en el sofá, abrazados. Esto es único. El año pasado no fue de mis mejores cumpleaños pero este lo recompensa todo.
—Papá me dijo que tenía otro regalo para ti, pero que mejor te preguntara yo si aceptarías algo así.
—¿Qué fue? —Me río al tiempo en el que tomo mi vaso con jugo de la mesa, aunque eso me confunde un poco, ¿qué podría ser como para que le diera pena decírmelo a mí él mismo?
—Me dijo que, si tú querías, por supuesto, aceptar que él pague la colegiatura para que vuelvas a la universidad.
Escupo el jugo y comienzo a toser. Daniel palmea despacio mi espalda para calmarme. No puede estar hablando en serio.
—Aseguró que aceptará tu respuesta, aunque me dijo que podría conseguirte una beca si no quieres aceptar, y que también podría hacerte una carta de recomendación.
Me va a dar algo.
—Dios mío, ¿cómo puede ofrecer eso a la ligera? No, ya sé de dónde sacaste lo ligero, ¡son iguales!
Se ríe de mí el desgraciado.
—¿Qué piensas de eso? —Le pregunto, como pidiendo su aprobación, a lo que él me ve extrañado.
—Chula, aquí puedo decirte que es una buena oferta, ambas, si es que quieres ir a la universidad, pero la decisión es totalmente tuya, no me tienes que pedir permiso, para nada en realidad, ¿qué piensas tú?
No puedo negar que es mi sueño volver a la universidad, pero esto es demasiado para mí. Aunque, por otro lado...
—El bebé no es impedimento tampoco si eso es lo que piensa, para es tendrá a su papá que lo va a cuidar mientras mamá vaya a aprender a ser una abogada.
En serio esto es una locura.
—También podrías esperar hasta que esté un poco grande, papá dijo que la oferta estará ahí hasta que tú decidas aceptarla definitivamente. Puedes tomarte tu tiempo, Jolvián, nadie te va a presionar, solo piénsalo, ¿sí?
Me quedo un segundo imaginando todo eso y resulta ser un escenario tentador y espectacular, sin embargo, el miedo se incrusta de nuevo en mí. Daniel nota todas y cada una de mis preocupaciones, pero, para no quemarme la cabeza, me dice que no piense en eso en un tiempo, que solo me enfoque en la llegada del bebé y, hasta ese entonces, volvamos a hablar del tema.
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