CAPÍTULO 19

JOVIÁN

Camila se despide de mí, diciéndome que me ve en dos semanas. Que me divierta mucho, que me quiere y que le diga a Daniel que, si no me cuida, se las verá con ella a nuestro regreso.

—Prometido, no hagas macabros planes en tu viaje, ¿sí? —Se despide Daniel con un gesto con la mano y me abraza desde atrás. Camila le saca la lengua y después vuelve a entrar a la tienda para terminar de cerrarla—. Ya está todo listo. Nos iremos en la mañana.

—Genial —Me giro y le doy un corto beso antes de subirme al auto—. ¿Hiciste la cena?

—Te hice ensalada de pollo.

—Excelente, hay que ir a casa.

En casa, terminamos de empacar lo que nos falta. Daniel por fin me revela que iremos a la playa porque aún hace algo de calor y además tiene una tía por allá y nos dejará quedarnos el tiempo que queramos, incluso me dijo que muere por conocerme, y prometo que yo también.

—Buenas noches, mi chula. —Besa mi vientre después—. Buenas noches, chiquitín... ¿Cómo te has sentido? ¿Se ha movido?

—Mucho. —Pongo los ojos en blanco, riéndome. Mi hijo sí que se mueve—. A veces duele un poco, ya siento que la voy a sufrir cuando esté en los últimos meses.

—Ya quedan menos de cuatro meses para conocerlo.

Su emoción hace que me sienta más que feliz, ilusionada por todo lo que está pasando últimamente.

Es increíble y atemorizante todo lo que siento, todo lo que Daniel me hace sentir, en realidad. Es tan ligero, pero esa ligereza me gusta, porque no piensa tanto en lo que quiere, no le echa cabeza a las posibilidades de que todo pueda salir mal como yo suelo hacerlo.

No puedo creer que hace casi cinco meses, me había dormido llorando porque Francisco me dejó, porque iba a criar a mi hijo sola y porque creía amarlo tanto que no sabía cómo iba a seguir sin él. Recuerdo que quise reclamarle a Diana por ser una mala amiga por haberme robado a mi novio, y también cómo Sandra me detuvo muchas veces, diciéndome que sanaría y que no valía la pena desgastarme en personas como ellos.

Cuando anunciaron que se habían casado y que tendrían una niña, recuerdo haber tocado fondo y tomado la alocada decisión de vender todas las cosas que Francisco me había regalado, meterme a la página de casas en venta y hacer todo lo posible por salir de mi departamento y de Empalme sin que nadie se diera cuenta. Creo que es lo más impulsivo que he hecho en mi vida... eso, y permitirle a mi corazón enamorase de Daniel tan pronto.

—¿Sabes qué recordé anoche?

Daniel sube todas nuestras cosas en la parte de atrás del auto. Estamos a punto de irnos.

Lo miro para que me diga de lo que habla.

—Cumplimos un mes de novios el sábado pasado y tu cumpleaños es el próximo domingo.

Ya estoy en el asiento de copiloto cuando lo escucho.

—¿Cómo sabes eso?

—Te pedí que fueras mi novia el primero de octubre, mi chula, recién ayer recordé, lo siento.

Se sube y me da un beso en la mejilla y una pequeña caja de regalo. Son unos aretes, un collar y un anillo, todos en forma de corazón.

—Oh, gracias, pero hablaba de...

—Cuando estábamos en primero de prepa, tu mamá te llevó un pastel el ocho de noviembre a la hora de la clase del profe Raúl, me acuerdo de ese día porque el viejo me mandó con nuestro tutor a entregarle un reporte de comportamiento, y pasé el camino entero leyendo la fecha. Además, me diste un pedazo con una flor de crema pastelera porque te la pedí, te dije que guardaría el secreto para que los demás no se murieran de envidia, y te reíste.

No puedo creer que recuerde ese día, para mí fue uno de los únicos momentos en la prepa en los que pude decir que adoraba ese lugar, Janneth aún no entraba a nuestro curso y yo tenía al menos dos personas que pude considerar amigos, luego dejaron de ir en el semestre siguiente y me quedé sola.

Daniel nota que me pongo a llorar y me abraza un momento antes de arrancar. No es por tristeza ni por algo malo, y él lo sabe, solo me dio sentimiento pensar que alguna vez me notó sin malicia ni con ganas de molestarme por todas las mentiras que le dijo la desgraciada de Janneth.

Eso me recuerda que no he leído la segunda hoja de la carta que me hizo Daniel. Lo haré al regreso, quizás entienda más cosas.

Daniel me dice que serán dos horas y que su tía nos está preparando la comida para cuando lleguemos. La mitad del camino la paso dormida, anoche nos dormimos muy tarde y esta mañana nos despertamos a las siete para los últimos detalles. El poco frío que tenía, a medida que nos vamos acercando a nuestro destino, se va esfumando. El clima no es muy caluroso, pero me quito el suéter cuando comienzo a divisar el agua del mar y algunas palmeras que se mueven con el aire.

—Ya llegamos, es aquí.

La casa está exactamente a la orilla de la playa, con toda la hermosa vista al mar. Es blanca y de dos pisos, ¿todos en su familia serán ricos? Caray, quién quisiera.

Daniel baja primero y después me ayuda a mí, noto que en la puerta ya nos espera una señora junto a una adolescente. Deben ser la tía Alicia y su hija.

—Hola, mi niño guapo. —La señora saluda a Daniel con un abrazo.

—Tía Licha, ¿cómo está? Es un gusto verla. Mire, le presento a Jolvián, mi novia.

—Pero si eres muy linda. —La señora me abraza a mí mientras la chica abraza a Daniel y parece susurrarle algo al oído—. Miren esa pancita, ¿ya eligieron nombre del peque? Ya tienes unos cinco o seis meses, qué emoción me da tener otro miembro de la familia.

Sé que Daniel le contó también del bebé y me dijo que su tía se había puesto feliz, pero verla con mis propios ojos, me emociona aún más que acepte a mi bebé. Me recuerda a la emoción que me mostró la madre de Daniel cuando este le dijo que mi hijo llevaría el apellido Mendoza.

—Mucho gusto, soy Adela. —Se dirige la chica a mí, abrazándome más fuerte y contenta que a Daniel. Se acerca a mi oído—. Te puedo contar cosas vergonzosas de Daniel, tú solo avisa.

—Lo tendré en cuenta. —Me río, esta chica ya me cae muy bien.

La tía nos ofrece una habitación que, según sus palabras, previamente nos preparó. La acogida que nos están dando me resulta tan linda que ni siquiera puedo creerlo, Adela y la tía son tan amables.

Adela y yo nos vamos un rato a la playa después de comer... más bien ella me arrastra para mostrarme la vista y hablar un poco. Daniel y la tía se quedan lavando los trastes.

Me siento en la arena y Adela lo hace a mi lado.

—Eres la primera chica que Daniel trae acá.

Se me sale una risa burlona.

—No tienes que mentir para hacerme sentir bien, Adela, está bien, no me molesta eso. Han sido muy amables conmigo, eso me preocupaba solamente.

—Nah, hablo en serio. Obviamente no voy a mentir diciendo que no hemos conocido a sus novias, lo que pasa es que de verdad es la primera vez que se queda con nosotros teniendo novia, Alexa era una perra.

—Adela. —La reprendo, avergonzada. No está bien que me diga eso.

—No, es verdad, Jol, a mamá no le agradaba, era muy hipócrita, la conocimos en una fiesta familiar. Tío Manuel era un bobo que no dejaba de idolatrarla y presumirla como la novia de su hijo, ¿no te parece eso raro? No le digas a Daniel, pero pensábamos que ellos se traían algo.

Lo mismo pensé yo cuando Daniel me contó lo que había pasado, pero no se lo digo.

—Pero luego supimos que no fue así, solo era que para tío Manuel era la novia perfecta para Daniel, su hijo menor, pero, mira qué perfecta, lo dejó a días de la boda... perdón si te hablo de eso, pero me emociona ver a mi primo tan feliz, se ve tan diferente a cuando estaba con Alexa, no sabía que el wey tenía tantos dientes.

Me sonroja que lo diga. No sé si sea del todo verdad, pero al menos me agrada la idea de saber que puedo hacer tan feliz a Daniel como él me hace a mí.

—Yo también me iba a casar antes de volver a ver a Daniel —le cuento—. Supongo que era de esas mentadas coincidencias del destino.

—Daniel es tu destino. —Se ríe, pero de algún modo sé que no se está burlando de mí—. Aunque me llama más la atención que hayas dicho "volver a ver a Daniel". ¿De dónde se conocen?

—¿Qué le andas diciendo de mí a Jolvián, Adela? Ahí de ti que le estés contando mis vergüenzas.

—Desgraciadamente llegaste en el momento exacto en el que me iba a contar tus oscuros secretos, Daniel, arruinaste el momento. —Le saco la lengua y luego dejo que se siente en medio de Adela y de mí—. Es broma, ¿qué tal quedaron los trastes?

—Tan limpios como los dejo en casa.

—Qué mandilón sonó eso, Daniel, por Dios, nunca te había escuchado hablar así.

Me río a la par de Adela mientras Daniel intenta no reclamar, ¿qué va a apelar? Adela por supuesto que tiene toda la razón.

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