CAPÍTULO 16

DANIEL

Salgo del baño, avergonzado de lo que acabo de hacer. Por Dios.

Jolvián ya está completamente dormida cuando salgo, pero, en lugar de acostarme a su lado, prefiero irme de la habitación, al menos hasta calmarme.

Los diez minutos en el baño no me sirvieron de nada. Ah, pero solo a mí se me ocurre querer avisarle al chiquitín mis planes. Qué pendejo soy.

La habitación del bebé es mi primera opción, creo que, como distracción, me pondré a terminar algunas cosas que faltan. La cuna está donde ya se decidió, los demás muebles están amontonados así que me pongo a poner cada cosa en su lugar mientras recuerdo la conversación con mi papá.

Cuando lo vi en el taller, me congelé un poco. La mueca en su rostro antes de entrar me abrumó más todavía.

Lo invité a sentarse en una de las sillas que había hecho en esta semana y lo primero que hizo fue observarla con detalle. Sin preocuparme demasiado, me senté frente a él.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, con cautela, la voz me medio temblaba—. ¿Y mamá?

—Le falta pintura —dijo, ignorando mis preguntas. Estaba revisando una de las patas de la silla, señalándome una parte fuera de color—. Aquí y en esta pata también. Espera...

Me reí en lugar de molestarme. Papá tenía una mueca de asco.

—Es intencional que se vea así. —aseguré, orgulloso—. Si les pones más atención, verás que son olas, están talladas finamente.

Él miró con más detalle los dibujos y se sorprendió. Me sentí expuesto un momento, pero me sentí más orgulloso de su reacción cuando habló.

—¿Esto lo hiciste tú? —asentí y, más que emocionado, me levanté de la silla, yendo hasta donde se encuentra el mostrador. Abrí un par de cajones y, cuando encontré lo que buscaba, volví con papá.

—Estas son otras que hice y planeo hacer. —Le mostré la libreta llena de diseños, señalándole unas sillas, y no solo eso, sino también los muchos otros muebles que también estaban en el local y hasta los que ya había vendido—. Le hice este a mamá.

Pasé varias hojas, con las manos temblándome, y al final le enseñé el comedor de seis sillas.

—Está por allá, ya lo hice hace meses, pero, para que ningún cliente lo vea, está almacenado, de hecho hasta está envuelto, lo había hecho en mi otro taller.

—¿Y por qué no se lo has llevado? —Una vez que lo preguntó, se arrepintió. Él ya sabía por qué no.

—¿Me hubieses dejado? —pregunté de todos modos. Papá negó con la cabeza, avergonzado.

—Antes no —agregó. Luego alargó un suspiro, tomando la libreta y cerrándola—. Me sentía ofendido con el tema de Alexa, lo que dijiste. Daniel, te juro que siempre fue lo que te dije; a mí me habría gustado verte convertido en todo un abogado y que la gente me hiciera sentir orgulloso cuando me hablasen de ti.

—La gente habla de mí. —Me puse firme, mostrándole con mucho más orgullo el logotipo en mi libreta que decía "Mueblería Daniel Mendoza"—. Pero entiendo que tú querías otra cosa, lo malo ahí es que yo no, papá.

—Lo entiendo ahora. —Se rió—. Esta mujer, Jolvián, me puso a pensar estos días. Analicé todo mi comportamiento, mi modo de pensar... Daniel, ella tiene razón, eres un artista.

Lo que dijo me hizo abrir los ojos, tan sorprendido como ilusionado.

—Me hizo entender que mis tonterías me alejaron de ti y también hizo que tu madre se alejara, bueno, eso, hasta que lo hablamos después del cumpleaños de los gemelos. Estamos bien, no te preocupes por eso... —Pasó una de sus manos por su cabeza, lleno de frustración—. Eres un artista, Daniel. Y yo que creí que perdías tu tiempo. Lo siento, me gustaría que las cosas cambiaran.

—¿Entonces todo está bien entre nosotros? —Quise aligerar el ambiente, extendiendo una mano en señal de trato—. ¿Puedo ir a visitarlos a casa?

Papá se rió a carcajadas y tomó unos segundos mi mano y luego la puso en mi hombro.

—Siempre pudiste. Pero supongo que provoqué tus dudas el día que peleamos por lo de Alexa y cuando ella te dejó. —Tomó aire y después lo soltó—. Me gustaría también hablar con Jolvián, fui muy grosero con ella esa noche y no tenía la culpa de nada.

Y lo invité a casa de repente.

—¿Es en serio, Daniel Mendoza? —Giro hacia la puerta, espabilándome del recuerdo. Jolvián está en la puerta, tallándose los ojos—. ¿En serio estás haciendo esto en bóxeres?

—¿Qué haces despierta?

—Bueno, pues estás haciendo mucho ruido...

—Perdón. —Dejo lo que estoy haciendo y me le acerco—. Ya voy a dejarlo, vamos a dormir.

La invito a volver a la habitación y acepta. Una vez ahí, ella es la primera en acomodarse, luego yo me pongo a su lado y suspiro.

—No podía dormir, estaba pensando —acepto.

—¿En el sexo? Daniel, por Dios —reniega, ya acomodada, dándome la espalda para dormir.

—Bueno, sí y no, ¿qué quieres que haga? Me alteras de repente y luego nos detenemos. —Es la verdad. Me mira un segundo. Parece que va a reírse, pero se aguanta—. Pensaba en lo que hablé con papá, fue productivo como te dije, además creo que se siente raro estar bien con él y que me haya dicho que se calmará respecto a insistirme en lo de ser abogado.

—Pero es bueno, no le des más vueltas al asunto, hay que dormir. —Bosteza—. Si te hace sentir mejor, puedes dormir agarrándome de una teta.

—¿Segura? —inquiero, riéndome a carcajadas.

—No, debe ser el sueño y el calor, pero me da igual, agárrame una teta y ya duérmete, Daniel.

Me acomodo mejor para abrazarla. Lentamente, le pongo mi mano en el pecho, rodeándole con toda la mano.

Están grandes.

—Me crecieron —Es como si estuviera leyendo mis pensamientos—. Lo noté hace días, estaba muy plana antes.

Me quiero reír pero me aguanto.

—Daniel —me llama, seria y suspira—. Yo también te quiero.

Sin girarse, pone su mano junto a la mía en su pecho. Mi corazón late rápido, pero, cuando siento su respiración lenta, me doy cuenta que ya se ha vuelto a dormir, por lo que no le doy vueltas al asunto. Creo que es la mejor manera en la que hemos dormido juntos hasta ahora.

—Nos vemos en la tarde. —Me despido con un beso en los labios y la veo bajarse del carro—. Te quiero.

Ella me sonríe, poniéndose roja.

—Yo también, nos vemos.

Entra al local y yo sigo mi camino, sonriendo como idiota. Me gusta sentirme así, es tan nuevo. Puedo admitir que ni con Alexa me había sentido así.

Jolvián es maravillosa. Me arrepiento tanto haberla lastimado en el pasado, supongo que siempre viviré con ese fallo en mi vida, deseando haber hecho las cosas diferentes, quererla desde antes y demostrarle a cada segundo que ella es hermosa en todos los sentidos.

Eso puedes remediarlo ahora. Me lo propongo cuando llego al taller.

Voy a ser el mejor novio y mejor padre el mundo, chingo a mi madre si no.

—Buenos días. —De nuevo papá entra al taller, esta vez, con una sonrisa y ya no mira mis creaciones con una mueca—. ¿Cómo estás?

Me acerco a él y le doy un abrazo, sonriendo.

—Bien, papá, ¿y tú?

Él solo asiente. Noto que trae un par de papeles en la mano y veo en su cara que son para mí.

—Ayer no tuve tiempo de decirles, pero ya avanzamos con Vanessa, avisó que vendrá la semana que entra, pero nosotros ya redactamos documentos que debes firmar, bueno, tú y Jolvián, para terminar todo.

Lo noto muy feliz. Me contagia todavía más.

—De mi cuenta corre que esa casa ya es por completo tuya, Daniel,

De ella y mía, pienso, feliz. Los planes en mi cabeza comienzan a maquinar y al menos por ahora no los voy a calmar.

Papá se queda unas horas, incluso lo veo como jamás lo he visto: sin su elegante saco, con las mangas de la camisa recogida, ayudándome a unir las piezas de una mesa. Se apachurra un dedo, pero no se enoja ni se exalta, más bien se llama a sí mismo un "inútil de casa", riéndose. Y, cuando se va, me quedo contento. Esto de estar bien con él me resulta sorprendentemente bueno, no creí estarlo desde que cumplí los dieciséis y comenzamos a pelear sobre mi futuro y el qué iba a estudiar después de la preparatoria.

La tarde me la paso envolviendo un pedido. Hasta ahora, creo que es el último que tengo para este mes, quizás sea bueno tomarme un descanso. Tal vez pasear con Jolvián por ahí y celebrar el hecho de que nos quedaremos con la casa.

Cuando estoy por irme, recibo dos mensajes, uno es de Jolvián, con el que sonrío como un idiota porque me avisa que llegó antes a casa e hizo la cena y el otro me descoloca un poco, porque ni siquiera lo esperaba en algún punto de todo.

Alexa: Hola, Daniel.

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