XXIV: Paolo

Aunque mis clases iniciaron con pie izquierdo gracias a quien bauticé "La rata loca suicida", el tiempo en la U y la clínica compensaron el mal rato. Conocí a muchas personas nuevas, apenas en día uno y ya que traía experiencia, resultó un gancho para atraer gente.

Las tres primeras semanas fueron maravillosas, lo malo llegó al comienzo de la cuarta. Mi compañero argentino, Santi, solía dictar clases de dibujo en el depa o áreas sociales de la residencia; aquel día, hubiese deseado que fuese en los alrededores y poder llegar a casa a descansar en paz.

En cuanto atravesé la puerta, clavé la vista, atónito, en quien acompañaba a mi amigo. Su tez clara salpicada de pecas, ese cabello rubio con algunos mechones violeta y rosa de un lado, mismo que ataba en una coleta alta, vestía un overol de Jean oscuro —parecía amar ese tipo de ropa porque el día que le vi por vez primera llevaba algo similar— y ajustado a la cintura con un cinturón de cuero negro a tono con las Converse de corte alto que portaba; el colorido Jersey como arcoíris con manga larga captaba la atención de inmediato en todo su atuendo, casi a la par de esos ojos almendrados que me observaron desafiantes.

—¡¿Túúú?! —expresamos al mismo tiempo.

Què fa el poca-solta aquí?!

—¡¿Por qué metes a la rata loca suicida a casa?! —le grité a Santi al mismo tiempo que lo hizo ella. Arrugué el rostro ante la espantosa idea que cruzó mi mente—. ¡¿Sales con la rata loca?!

—Mitja merda, la teva àvia sí que és una rata boja...—contestó ella enseguida.

Aunque le pidió calmarse y realizó algunos ademanes con las manos, Santi me observó horrorizado y negó con desespero como respuesta a mi pregunta, lo que le hizo merecedor de un puñetazo al hombro por parte de la rata loca.

—Perdona, maca, no vaig voler ofendre't, però no ets el meu tipus.

—Además estás loca —añadí con ironía. La chica tomó del sofá lo primero que encontró para lanzarme, resultó ser un pequeño maletín que se estrelló contra la refri en cuanto me agaché para esquivarlo, cuando noté lo que era volví a darle la cara—: ¡¡¡Ves cómo estás loca!!!

—Paolo, maca; si us plau xavals, prou de baralles. no us heu d'estimar, però tampoc us mateu, n'hi haurà prou si passeu l'un de l'altre.

La chica se volteó al oír a Santi, volvió a fijarse en su libreta y yo le di la espalda para centrarme en buscar qué comer. Esa mocosa me puso de malas, así que opté por un sándwich de queso asado y una lata de Cerveza. Mientras la plancha se hacía cargo de mi comida pude escuchar a mi compañero disculparse con la rata loca en catalán, a tono bajo, por "mi terrible actitud y los problemas que yo le había ocasionado a ella".

Sentí crecer la ira y por un instante fijé la vista en el maletín que me lanzó previamente, tuve toda la intención de devolverle el tiro, pero apuntando a ese desgraciado que se atrevió a llamarme "traumadito" e incluso tocó el tema de mis pesadilla, aunque con pinzas, igual no tenía por qué hacerlo. En cuanto acabé en la cocina, agarré mi comida y lata de cerveza con una mano, empleé la otra para recoger el estuche del suelo y antes de dirigirme a mi recámara, hice una pausa detrás del sofá donde ellos se hallaban.

—Sabeu que sí que he après català aquests mesos? Bé, tu vius amb mi, idiota, és clar que saps —les dije en tono irónico, la chica rata enrojeció de vergüenza al oírme en su lengua y saber que comprendí cada mierda que hablaron de mí. A pesar de haber sonreído burlón por su reacción, esas enrojecidas mejillas me obligaron a pensar en alguien más, maldije mentalmente por ello antes de continuar—: a tu, maleït drogoaddicte, t'entenc molt més —añadí y terminé de lanzar el maletín a la cabeza de mi infeliz compañero, le tocó cubrirse veloz para impedir el impacto—. Ara, amb el seu permís, senyoreta rata boja que té boca de camioner.

Fill de puta!

El grito de la rata loca lo recibí apenas ingresé a mi alcoba. En cuanto cerré la puerta tras de mí, me tocó realizar maromas con las manos para evitar que mi comida acabara en el suelo, ya que no podía dejar de reír. Afuera escuché cómo la chica le reclamaba a Santi por no decirle que yo entendía su lengua, podría apostar a que incluso volvió a pegarle; así que me fui tranquilo a comer en la cama.

El tiempo siguió su curso y los encuentros con la rata loca no cesaron, tampoco sus insultos ni los míos de vuelta, si algo bueno sacaba de todo aquello era que ponía en práctica mis conocimientos de esa nueva lengua que empezaba a dominar. Ya que el depa se ubicaba en un quinto piso, en alguna oportunidad debimos compartir elevador, la peor parte fue que nadie más subió y yo solo pedí en silencio que ni siquiera me dirigiese la palabra porque me encontraba de terrible ánimo, en la clínica pasé el día entre bacinicas y aunque tallé mi piel con mucha fuerza al bañarme, podía percibir un horrible olor.

Cuando la compuerta se abrió, ambos quisimos salir al corredor a la vez y tropezamos, las cosas de la rata loca se desparramaron por el suelo; aunque por un instante pensé en seguir adelante, decidí ayudarla a recoger.

Gràcies —me dijo en tono amable y asentí con la cabeza en respuesta antes de verla adelantarse.

Estaba a punto de reanudar la marcha cuando noté en el suelo una de sus libretas y me agaché a recogerla, juro que no era mi intención revisar el contenido, pero este quedó expuesto apenas la levanté. No podía dejar de reír, eran dibujos terribles, de repente mi horrible día mejoró. Corrí tras la chica para alcanzarla y así burlarme en su cara.

Acabábamos de entrar al depa y sin perder tiempo empecé a molestarla con comentarios del tipo: "¡tiembla, Da Vinci, que llegó la rata loca!". Intentó arrancarme la libreta, pero sin importar cuántos saltitos dio, con su diminuto tamaño no alcanzaría nunca ese objeto, pues yo lo mantenía en alto por encima de mi cabeza.

Malparit! Torna'm el meu quadern!

Seguí muerto de risa sin devolverle nada. Ella no paraba de insultarme en todas las formas que se le ocurrieron.

—¿Cómo te inscribes a bellas artes cuando ni siquiera sabes dibujar? —le dije en tono burlón, aunque me arrepentí en cuanto vi sus ojos temblar, estaba a punto de llorar y me sentí miserable por eso. Sí, ella solía fastidiarme, pero lo que huce rayó en el abuso— Oye, mocosa; lo siento, toma.

Le entregué su libreta y sin recibir una respuesta suya, le vi dirigirse a la habitación de Santi a toda velocidad. Desconocía si mi amigo se hallaba en casa, supuse que no ya que en ningún momento se asomó; entonces, decidí ir por ella a disculparme. Estaba a punto de abrir la puerta cuando escuché el sonido de una guitarra, la melodía era algo español, tradicionalista o cómo se llame, pero lo ejecutó de forma increíble.

Me quedé paralizado tras la madera, temí abrir y romper aquella burbuja musical mágica con mi estúpida interrupción. No supe cuántos minutos pasé en ese trance, cautivado por la melodía hasta que sacudí la cabeza y finalmente me atreví a entrar.

A pesar del típico desorden de Santi, ese imbécil solía mantener su recámara patas arriba, en un paneo veloz no divisé calzones regados, en cambio, sonreí por ver a la niña rata tocar aquel instrumento con una pasión increíble, parecía estar inmersa en su propio mundo porque ni siquiera notó mi presencia y eso solo volvió más mágico tal momento, pero de cierto modo también algo incómodo.

—¡Eso fue impresionante! —le dije en medio de aplausos, apenas finalizó; fue allí que me devolvió una mirada, molesta, probablemente por mi bromita anterior, aunque también buscaba ocultar una sonrisa de satisfacción—. Niña, no sé qué es, pero lo haces hermoso.

Por un momento se mantuvo en silencio sin variar su expresión. Después de un suspiro decidió dirigirme la palabra otra vez:

—Es Entre dos aguas, una rumba flamenca instrumental creada por el maestro Paco de Lucía. Y pues, supongo que es de familia. —Se encogió de hombros en forma despreocupada antes de continuar—: Mi mamá era músico, aunque nunca la conocí.

—Espera, ¿hablas mi idioma? —le dije sorprendido porque ni siquiera tenía algún acento local, así que, probablemente era tan extranjera como yo. Ella me devolvió una sonrisa un poco burlona y yo negué con la cabeza en silencio.

—He vivido casi cuatro años aquí con mi tía, me acostumbré al catalán.

—Ya veo. Lamento lo de tu mamá.

—Son cosas que pasan, además, me tocó al mejor papá del mundo. —Su mirada brilló al decir esas palabras, a la par de la increíble sonrisa que me contagió. Acabé de entrar y tomé asiento a su lado en la cama de Santi, única parte ordenada de la habitación, entonces continuó—: ¿Qué hay de ti?

Guardé silencio, ella me observó expectante mientras meditaba alguna respuesta apropiada. Paolo era el nuevo yo, pude inventarme toda una historia increíble y digna de un dorama, pero por algún motivo, al ver la honestidad de su mirada decidí contar algo que sonara más realista; no quería mentirle, aunque tampoco podía decirle la verdad al cien por ciento sin volver a comprometer la investigación:

—Mi padre nos abandonó y luego ni preguntes por mi madre.

—¡Oh!, lo siento, de verdad; ahora entiendo por qué eres así de pesado.

—¿Pesado yo? ¿Qué me dices tú, niña mimada? Intento ser amable contigo y siempre buscas la manera de enojarme.

—¿Amable? ¡Ah, claro! Hace rato desbordabas amabilidad —habló en tono irónico y fue inevitable reír— ¡Aun así, ¿dices que yo busco joderte a ti?!

—Tienes razón, fui un desgraciado —repliqué, levantando los brazos en señal de rendición, pero la mocosa no se detuvo allí.

—¡Tío, me echaste la maquina encima y ni siquiera te disculpas!

—Estás mal, niña, ¡tú te atravesaste!

—¡Ah, claro, porque yo quería morir en mi primer día de clases! Admite al menos que te distrajiste, haciéndote el chico sexi en la vía.

No pude evitar reír con las muecas y tonterías que realizó para imitarme, por primera vez desde que nos conocimos, hacía un par de meses, no noté un gesto furioso en ella, al contrario, sonreía. Antes no me fijé, pero había algo tierno y muy hermoso en su rostro, quizás esa diminuta naricita o la forma y posición de sus pecas en torno a esta, de las cuales podrían salir bigotes como en un ratoncito. ¡Eso era!, una pequeña y hermosa ratona con ojitos almendrados que me recordaron a alguien aunque no tuve claro a quién; además poseían una rara tonalidad que oscilaba entre el verde y dorado.

—¿Te das cuenta de que es la primera vez que hablamos como personas civilizadas? —su pregunta me sacó de mis pensamientos y le devolví una sonrisa al asentir— Bueno, supongo que Santi estará feliz por eso.

—Me niego a darle gusto a ese —contesté entre risas y la vi extenderme su mano.

—Volvamos a empezar, soy Mariana y atravesé sin mirar.

—Lo sabía —repliqué en bajo, ella achinó la mirada en un gesto amenazante, entonces continué—. Soy Ke... —Tosí para aclararme la garganta y distraerla porque casi metí la pata—. Decía que soy Paolo y sí, coqueteaba con las chicas de la calle, por eso no te vi. Lo siento.

Desde ese día, nuestros pleitos aminoraron, no diré que desaparecieron del todo, pues la dinámica entre nosotros se basaba en bromas e insultos; aunque descubrí que su punto débil o debería decir muy, muy, demasiado débil era exactamente su técnica de dibujo. Burlarme de sus dotes artísticos me hizo merecedor de la ley de hielo más de una vez y tuve que ingeniármelas de mil y un formas con tal de ganarme su perdón.

Sin embargo, volvía a arruinar las cosas con una nueva burla a sus dibujos, algunos días después de arreglarnos. No era como que quisiera hacerla sentir mal, pero a mi estúpida boca le costaba morderse la lengua o tragase un mal comentario, en especial si la mocosa me había fastidiado antes y no, no me excuso, en realidad disfrutaba nuestras tontas discusiones.

La guitarra que tocó Mariana aquella vez pertenecía a Santi y ella le daba clases de música a él, a cambio de las de dibujo; sin embargo, mi amigo sí que mostraba avances, no era el caso de la ratona, aquello la llenaba de frustración.

—Oye, tranquila —le dije una tarde, estábamos en la terraza de la residencia, jugando un partido de ping-pong en el momento en que torpemente volví a tirar de ese hilo débil y me tocó soltar la raqueta para ir tras ella cuando intentó marcharse—. Lo siento, Mariana, escúchame: te pregunté por qué ingresaste a Bellas artes, no como algo malo, sino por curiosidad; tienes talento musical y pudiste estudiar otra cosa ligada a ello.

La vi suspirar con pesadez antes de volver a contemplarme y responder en un tono de resignación:

—No hay grado de música o similar en la U. B.

—¿Y por qué no optar a otra alma mater?

La ratona se encogió de hombros y apenas pronunció un "porque no" antes de pasar de mí hacia la mesa de ping-pong desde donde me llamó de nuevo:

—¡Vale, Paolo, sigamos el juego que no me hago más joven, tío!

Se me hizo algo extraña la situación, también su actitud; sin embargo, le resté importancia y con una sonrisa confusa le di alcance para culminar. Fue una tarde divertida, un poco loca, sí, pero cada vez me gustaba más pasar tiempo con ella.


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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 ¿qué tal les va? Espero estén disfrutando hasta este punto y pos si no quedó claro, es la hija de Omar. 🙈 ¿Cómo será el desmadre a partir de ahora? Créanme que también quisiera saberlo, pero nos tocará descubrirlo en el transcurso de la semana. 😅

Nos leemos el sábado, sin falta y los. Loviu so mucho💖

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