XVIII: Kevin
XVIII: Kevin
—¿Qué hacías con mi padre?
«¡Maldita sea!», fue el primer pensamiento apenas reconocí la voz de Oliver tras de mí. Ese tipo tenía un serio problema conmigo. El día que lo conocí me pareció un papucho con rostro y cuerpo tallados por los mismos ángeles; pero me miraba con un odio muy marcado, sin yo haberle dado algún motivo o eso creía, al menos.
Acababa de dejar la UCIM, lugar al cual fue trasladado Omar luego de salir de intensivo y desde entonces solía tomar pausas seguidas en mis turnos para ir a compartir un rato ameno juntos. Me sentía demasiado culpable por lo ocurrido como para dejarlo a su suerte, por fortuna, él no parecía recordar del todo el incidente y esperaba que siguiera así.
Había deseado alejarme para evitarle cualquier sufrimiento, no quería que ese tipo le hiciera daño alguno ni mucho menos quebrarlo con la noticia de mi probable muerte, desaparición o encarcelamiento dado ese maldito trato con Simmons. Seguía sin tener claro cómo lidiar con eso, pero volver a herirlo no estaba en mis planes.
Jamás creí que mi decisión de romper lo que sea que había entre nosotros lograría justo aquello que deseaba evitar.
Omar sonreía con solo verme aparecer y ese gesto en su rostro era suficiente para aportarle paz al desastroso caos en que se había tornado mi vida durante los últimos días.
—He pensado abandonar la carrera —le confesé aquella tarde en tono bajo a Omar después de un rato jugando algo tan tonto como guerra de pulgares. Apenas elevé un poco la mirada para observar su reacción y me obsequió una sonrisa condescendiente.
—¿Por qué?
A pesar de que su recuperación iba bien y la telemetría indicaba rangos normales, Omar sonaba aún un poco débil, si tuviera que describir su voz, parecía Darth Vader y yo sentía un golpe en mi interior cada vez que le escuchaba. La culpa hacía de las suyas conmigo y por eso me apresuré a contestar:
—Siento que pierdo el tiempo en clases. Amo estar aquí, en acción, lo juro; pero en la U es como estancarme.
Una risa baja fue la respuesta de Omar, luego entrelazó su mano con la mía sobre la camilla.
—Conozco la sensación —admitió en ese mismo tono que resultaba un nuevo golpe para mí.
—No hables, no te fuerces —le pedí en bajo y lo vi sonreír, incluso sus ojos lo hicieron—. Escucha, sé que suelo ser frívolo, vanidoso, materialista, egocéntrico; soy lo peor. Sin embargo, cuando estoy aquí me gusta ayudar a las personas. Siento que no soy tan maldito.
La mirada de Omar brilló después de escucharme y yo rodé los ojos en respuesta.
—No me veas así.
—Sé que eres bueno, chico. También quise renunciar a la universidad.
Eso sí que no esperé escucharlo, creí que amaba su carrera, solía hablar con mucha pasión sobre sus casos y cada asunto ligado al buró. Entonces, después de una profunda bocanada de aire comenzó a contarme muy despacio cuánto despreciaba el derecho en su juventud, ya que fue forzado seguir los pasos de su padre. Eso me hizo hervir la sangre y hasta agradecer estar solo en el mundo.
—¿Qué esperabas, Kev? Primogénito, el único varón, no tenía elección.
—Perdón, pero cada vez que me cuentas algo de él siento que debo decirlo: ¡Ese hijo de perra era una mierda!
Me cubrí la boca un instante con una mano mientras que con la otra hacía ademanes a manera de disculpa. Omar volvió a reír al negar con la cabeza y luego continuó:
—Tienes razón. Yo no quería ser como él: un abogado de renombre, súper estirado y arrogante; así que, no me esforzaba en clases...
—Vaya, vaya, eras un chico malo, entonces —mi interrupción le provocó risa, pero también tuvo tiempo para recuperar el aliento, justo lo que yo quería porque se notaba cansado de hablar—. Deberías descansar.
—Estoy bien. Descubrí que no tenía por qué ser como él, que yo podía marcar la diferencia y ayudar a los demás. Fue así cómo nació la oficina de casos sociales en el buró.
—¡Vaya!
—Mi padre estaba en desacuerdo acerca de regalar el trabajo, pero fue precisamente ese programa que inicié lo que atrajo nuevos clientes, socios e inversionistas y así, hoy por hoy, aquel estudio jurídico fundado con pocos abogados, se convirtió en la firma jurídica primordial de la ciudad.
—De nuevo voy a decirlo: ¡vaya! —exclamé impresionado, solía creer que todo lo que tenía era herencia de su viejo, pero la realidad resultaba muy distinta— De verdad, eres increíble.
Un largo suspiro dejé escapar antes de volver a escuchar a Omar:
—Kev, disfrutas ayudar a las personas aquí, pero para hacerlo bien, también necesitas el conocimiento que aprendes allá. Si abandonas, ni siquiera estarías en este sitio.
Un nuevo suspiro se me escapó y a este le siguió una nerviosa sonrisa que ni siquiera comprendí, pero opté por besar la mano de Omar.
—Siempre he tenido curiosidad, Kev.
—¿Acerca de que?
—Tú y ese sueño de la infancia. —Una baja risa fue mi respuesta y él continuó—: No es común que un chico sueñe con enfermería.
—Lo sé —admití en tono bajo y sonreí ante el recuerdo que me había motivado a hacerlo—. Tengo esta imagen mental que me he esforzado por no olvidar, en ella aparece una mujer con una cofia en la cabeza y aunque su rostro es difuso, su trato era dulce y sereno, parecía agradecerme por ayudarle en algo. No sé, suena tonto cuando lo digo en voz alta, pero en la calle, resultaba difícil dormir. Pensar en esa cálida paz que me transmitía, conseguía calmarme.
—¿No sabes quién es?
Negué con la cabeza en respuesta a la pregunta de Omar, él mostró una sonrisa triste. Volví a besarle la mano, él respondió con una caricia a mi mejilla y mentón e hizo presión para pedirme buscar sus labios; mentiría si digo que no extrañaba sentirlo.
—¿Sabes qué? Más tarde pasaré a rasurarte —susurré contra sus labios y por insólito que parezca, me emocioné al escucharlo reír—. Extraño al Bad boy, no me gusta este estilo santa.
—Lo tomaré, pero me ofende la comparación. —Compartimos una risita y luego de besar su frente, me incorporé para partir, no había llegado a la puerta cuando volvió a llamarme—: Kev, no te atrevas a dejar la carrera.
—Prometido. —Fue lo último que le dije entre risas antes de salir.
Sin embargo, apenas había dado un par de pasos cuando la voz de Oliver mandó al carajo mi buen ánimo. Suspiré cansino, no estaba de humor para aguantarlo; así que solo le hice seña con una mano y seguí adelante, pero el imbécil fue tras de mí y tuvo la osadía de jalarme el uniforme por la espalda.
—¡Te estoy hablando!
Aunque no quería tratar con él, me giré a encararlo, lucía molesto, así que decidí devolverle el gesto. Me liberé de un tirón y lo vi a él cruzar los brazos sobre el pecho con una actitud de prepotencia que realmente deseé borrarle de un puñetazo.
—¿Disculpa? —le dije con algo de ironía— ¿Si notaste que estamos en un hospital o al menos ves la ropa que llevo? Soy enfermero en este sitio.
—¿Enfermero? —inquirió confundido o quizás incrédulo y afirmé con la cabeza en silencio— ¿No se supone que eres asistente personal de mi papá? ¿Por qué él tendría un enfermero privado?
—Bueno, tengo dos traba...
—¡Habla de una maldita vez, ¿qué le ocurre?!
Quise golpearlo en ese momento por la altanera forma en que me trató; en lugar de eso, me contuve y procedí a responderle con ironía:
—A veeeer, deja y te explico. Se trató de una necrosis miocárdica que se produce como resultado de la obstrucción aguda de una arteria coronaria...
—¡Deja de hacerte el payaso, sabes de qué te hablo!
—¡Ese es el maldito problema, Oliver, no lo sé! —contesté acelerado y bastante molesto, ese tipo me tenía harto, su cara bonita no compensaba esa actitud de patada en el culo que mantenía—. No sé qué esperas que te diga, tampoco sé qué mierda te hice para que me trates así desde que te conocí o por qué te molesta que trabaje con tu padre.
—Llevas la palabra timador tatuada en la frente.
Mi risa burlona no la pude disimular, pero él continuó serio:
—No confío en ti.
—Pues ese es tu problema, no el mío.
Me giré dispuesto a largarme, pero el miedo, emociones, ira, Simmons... culpa; todo volvió a revolverse dentro de mí, acabé por explotar contra él. Estaba hastiado de su actitud y la peor parte era que mientras se jactaba de ser muy protector con su padre, lo dejaba solo para ir a joderme la paciencia, por eso volví a darle la cara para hablarle rematar bastante alterado:
—¿Sabes por qué estaba con él? Por el mismo motivo que me hallaste en UCI el día que esto pasó: le hacía compañía, esperé pacientemente a que despertara para que no se sintiera sólo y perdido al hacerlo.
Oliver no dijo nada, pero la molestia en su mirada era más que evidente. «¡A la mierda con él!», bastante pasaba yo para aguantarme su infantil miedo a perder el amor de papi frente al chico que siempre le acompaña.
—Ahora dime, eres tú el que debe respuestas. ¿Quién te avisó lo que ocurrió con tu papá, eh? Yo, ¿verdad? ¡¿Cuántas horas pasaron antes de tu aparición?!
Oliver seguía en silencio. Su respiración se volvió más errática ante la molestia que yo le provocaba, pero poco me importó, no me iba a quedar callado:
—¡Genial!, es esa mi respuesta. Ahora, si mi ropa o el lugar en el cual nos encontramos no te lo ha dicho ya, estoy trabajando, ¡¿podrías ir con tu padre y dejarme realizar mi maldito trabajo en paz?!
Sin más que decirle, volví a girarme y a pasó veloz, me alejé de él con la esperanza de que no volviera a joderme; sin embargo, mi explosiva reacción no me salvó del regaño. Harry había visto lo ocurrido y apenas me alcanzó, jaló mi brazo para obligarme a entrar a una habitación vacía que fue el primer sitio privado que encontró, allí nos encerró; mi rabiosa mirada se fijó en él, pero me devolvió un gesto similar y encima se cruzó de brazos.
—¿Qué carajos fue todo eso?
—Nada, solo un imbécil —contesté sin mirarlo.
—Kevin, ¿qué relación tienes con el paciente?
—Nada, so...
—¿De verdad intentas mentirme? —preguntó en tono irónico y rodé los ojos— Somos amigos, ¿debo recordarte que la ambulancia los sacó de un hotel y él estaba medio desnudo?
—Harry, tuve que aplicar primeros auxilios, RCP mientras hablaba a emergencias y llegaba la ambu...
—¡Ah, claro! Porque para eso debe estar desnudo de la cintura hacia arriba y tener los pantalones abiertos. ¿Crees que soy imbécil?
—Harry...
—Responde la maldita pregunta. ¿Qué relación tienes con él?
Bajé la cabeza y guardé silencio, Harry esperó un rato antes de continuar el regaño:
—Te la pasas en la UCIM, apenas medio realizas tus rondas, confundiste las historias de tres pacientes... —Levanté la cabeza y fijé mis ojos en los suyos, nervioso, él continuó—: ¿Qué relación tienes con el señor Rubio, Kevin? Cuéntame lo que pasó.
El suceso retornó a mi mente y no pude evitarlo, me quebré delante de Harry al contarle, la culpa me obligaba a temblar, él no dudó en abrazarme y reposar mi cabeza en su hombro.
—Maldición, cálmate, todos hemos metido la pata alguna vez.
Harry palmeó mi espalda varias veces mientras hablaba en un tono condescendiente que buscaba tranquilizarme.
—Kevin, entiendo cómo te sientes y tu preocupación, pero debes escucharme.
Me alejó de él sin dejar de apretarme los hombros al hablar. Mi temblorosa mirada se clavó en la suya a la espera de lo que diría, temí escucharlo.
—Aquí trabajamos con vidas. No puedes traer tus problemas personales a este lugar, tampoco se valen distracciones aquí, debes concentrarte en tu trabajo y nada más...
—Lo sé...
—Es obvio que no porque tu mente no está en calma en este momento. Necesitas tiempo fuera...
—No, por favor, Harry, no puedes mandarme a casa ahora.
—Lo siento, Kevin, ya hablé con Ximena y no está muy contenta, serán tres días. —Negué reiteradas veces mientras le suplicaba reconsiderar, no deseaba apartarme de Omar y lo que menos necesitaba era estar a solas en casa con la maraña de pensamientos que plagaba mi mente, pero nada funcionó, Harry se mantuvo firme—: Amigo, ella quería echarte y como si no fuese suficiente todo lo anterior, acabo de verte gritarle a ese tipo delante de otros médicos, personal y pacientes. Kev, es obvio, no estás bien y necesitas tiempo para solucionarlo.
—Harry, si me envían a casa no podré verlo.
—Lo siento. Yo te mantendré informado, pero no puedes seguir aquí así. Antes de esto, ya habías pasado dos días en este sitio sin descansar. Ve a casa, Kevin.
Harry me apretó un hombro y luego abandonó la habitación; una vez a solas, terminé ovillado en el suelo, recriminándome por lo que le provoqué a Omar, también por tener que largarme. Golpeé la loseta varias veces con mis puños ante la frustración.
Después de mi asqueroso encuentro con Simmons, me negaba a darle la cara a Omar. Recurrí al trabajo para esconderme de él e intentar borrar todo lo que pasó en ese club, prefería ocuparme día y noche a cerrar los ojos con el miedo de revivir aquello entre pesadillas.
Sin embargo, con cada mensaje de Omar me sentí débil y por eso accedí a vernos, aunque con el firme propósito de que fuese la última vez. Solo que no así. Quise morirme cuando dejó de respirar, otra muerte que se sumaba a la lista de mis culpas.
«¡Omar, quédate conmigo!», mis gritos de horror resonaron en mi interior, enseguida me cubrí los oídos con los puños como si con eso pudiese dejar de escuchar. Fue inútil y el recuerdo de lo ocurrido se reprodujo igual a una película de terror en una incesante repetición dentro de mi cabeza.
Cuando pude levantarme y andar, me dirigía a los vestidores para cambiarme, pero decidí desviar el camino e ir por mi mejor amigo. Rico también estuvo preocupado por mi desaparición del fin de semana y la última vez que hablamos, le aseguré que iría a casa, de hecho, no abandonó el estacionamiento hasta verme partir; sin embargo, las cosas no acabaron como pensaba.
Caminé entre los corredores del ala de pediatría hasta hallarlo, estaba con un pequeño el cual asumí era tratado por oncología dada su apariencia pálida, ojerosa y la alopecia. Suspiré antes de darle alcance a mi amigo que hacía tonterías y el niño no paraba de reír.
—Rico —dije en bajo, pese a eso le provoqué un respingo que a la vez sacó una enorme carcajada al niño y procedí a disculparme entre risas, apenas se giró a mirarme, aunque sus ojos temblaron de preocupación—, ¿estás muy ocupado?
—¿En dónde te habías metido?
Ricky tomó posición tras la silla de rueda del niño y yo lo hice a su lado. Entregamos al pequeño a la enfermera que lo transportaría a su estudio y nos dirigimos a la alegre cafetería del hospital, cuya decoración en vibrantes tonos resultaba una cachetada a la depresión.
—Kevin, dijiste que irías a casa y me ibas a explicar todo, en cambio, llegué allá y solo encontré la sorpresa de tu ausencia y... —Ricky guardó silencio, lo observé confundido porque no comprendí su actitud repentina, parecía asustado, nervioso y comencé a temer lo que saldría de su boca.
—¿Y qué más, Rico? —Me atreví a preguntarle en tono bajo, sin sostenerle la mirada. Mi amigo tomó un largo sorbo de su jugo antes de decir otra palabra.
—¿Por qué tienes un arma? —preguntó en apenas un susurro.
Aunque no lo veía, ya que mis ojos permanecieron clavados en el vinil con diseño de naranja cortada que recubría la mesa, estaba seguro de que paseó la vista por cada rincón de la cafetería para corroborar que nadie escuchó. Me quedé en silencio, no sabía qué decirle, entonces continuó con un tono más alterado:
—Dios, Kevin, sé que sueles guardarte muchas cosas, pero necesito que hables conmigo, ahora. ¡Habla, maldición!
—¿Recuerdas lo que te conté hace años? ¿Las personas que me buscaban? —Levanté la mirada y vi la extrema preocupación en su semblante al asentir en silencio, justo lo que siempre quise evitar, de inmediato mi visión comenzó a nublarse—. Me encontraron.
—¿Quééé?
Rico se había sentado frente a mí, sin embargo, al comprender mis palabras, se levantó veloz y tomó asiento a mi lado, me jaló los brazos para agarrarme las manos, pero apenas me tocó, comenzó a frotarme con vehemencia.
—Estás helado, ¿qué te hicieron?
Negué con la cabeza y cerré los ojos en cuanto cada horrible recuerdo retornó, no quería pensar en eso, pero resultaba demasiado difícil. La muerte de la bailarina volvió a reproducirse y tan pronto su cuerpo inerte quedaba tendido en el suelo, la imagen se fundía, convirtiéndose en ese nauseabundo momento de la noche en que me forzó a "cerrar el trato".
La boca se me agrió. Necesitaba borrar ese asqueroso sabor y sin pensarlo mucho, me apropié de la bebida de Ricky; el dulzor del mango colmó mis papilas gustativas, tragué todo el contenido del vaso sin parar, en apenas segundos.
—Eso no tiene importancia —contesté en tono bajo, en cuanto ubiqué el vaso sobre la mesa, sin cruzar mirada con él—. Importa lo que me han pedido y no-no qui-quiero...
—Kevin...
Me costaba hablar, mis dientes castañeaban como si me encontrase a la intemperie en medio de una tormenta de nieve, Ricky me frotó los brazos con mayor fuerza.
—Quieren que mate a Cory —confesé en un susurro y Ricky se quedó petrificado; me atreví a verlo, el tono moreno de su piel parecía estar cubierto por una fina capa yeso. Bajé la mirada una vez más.
—No-no pe-pensarás... —Ricky sonaba nervioso y mucho—. Kevin, tú no eres un ase-ase... bueno, eso.
Un larguísimo silencio se sembró entre ambos, él a la espera de una confirmación, yo, temblando ante el recuerdo de los dos tipos muertos por mi mano. Fue imposible contener un sollozo.
—Kev —me llamó en bajo, pero no dije nada, no podía—. Kevincito, tú-tú no-no e-eres un-un a-ase...
—Sí, lo soy —admití en un susurro que me provocó escalofríos—. Así pude escapar. Maté a dos tipos, por eso me buscaban...
Solté a Ricky y procedí a esconder la cabeza entre mis brazos sobre la mesa, me sentí una escoria en ese momento.
Rico siempre fue el niño bueno, aunque también le tocó una vida dura junto a una mamá quinceañera, no hizo las cosas que yo. Mi mejor amigo guardó silencio, era obvio que quedó en shock. Un rato después escuché el arrastre de su silla, se había levantado y estaba listo para largarse. Yo me preparaba mentalmente para verlo abandonarme. Era preferible alejarse de mí antes de que ese maldito lo usara en contra mía.
Sin embargo, contrario a lo que esperaba, Rico se aferró con increíble fuerza a mí, me envolvió en un abrazo que ni siquiera supe cuánto necesitaba hasta ese momento en que toda la calma se había drenado de mi sistema.
—No eres un asesino —susurró y fue imposible no temblar entre sollozos—. Hiciste lo que te tocó para huir de ese infierno, eres una víctima...
El llanto brotó en silencio, pero con la intensidad de una cascada, conforme escuchaba la temblorosa voz de Ricky en ese vano intento por sonar firme.
—Eras un niño, estabas solo y ellos se aprovecharon de ti en todas las formas posibles, no tuviste otra opción, Kevin.
—Ri-rico...
—No eres un asesino, te defendiste de criminales. ¡Dios!, no puedo ni imaginar lo que se siente cargar con todo esto, Kev —interrumpió mi escueto balbuceo después de besarme la coronilla repetidas veces y acariciar mi espalda con fuerza—, pero estoy seguro de una sola cosa: si haces lo que te pidieron, no habrá vuelta atrás, toda tu vida se irá al diablo.
Una amarga risa baja se me escapó y en fracción de segundos mi vida pasó ante mis ojos. Temblé con cada recuerdo que me sumía en una oscuridad atemorizante.
—He estado en el infierno desde que tengo memoria. ¿Qué sería otra condena?
—No puedes hablar en serio.
Rico presionó lo suficiente hasta obligarme a levantar el rostro y contemplarlo, luego, mientras sostenía mi cabeza con una mano bajo el mentón, utilizó una servilleta para limpiarme el remanente de lágrimas.
—Kevincito —dijo en un tono bajo, pero firme, pese a la preocupación y miedo que seguramente sentía por mí, la miel de su mirada refulgía con odio—, no siempre ha sido así. Tuviste las bolas de ver al diablo a los ojos cuando tenías catorce, enfrentarte a él y sobrevivir para buscar una nueva vida.
—¿Y de qué me sirvió, Rico? El diablo vino por mí, solo pospuse mi condena eterna.
Ricky negó con la cabeza y volvió a limpiarme. Resultaba inútil, lágrimas brotaban en silencio enseguida.
—¿No lo ves? ¡Le temen al señor Evans! También a ti porque tú eres la prueba viviente de cada acto horrible que hacen con los niños.
Contemplé a Rico sin decir una palabra, sabía que llevaba razón, querían sacarme del camino. La oscuridad que se había cernido dentro de mí con cada recuerdo me obligó a temblar; sin embargo, un diminuto punto luminoso se alzó para disipar un poco las tinieblas.
Aquella solitaria luciérnaga que con dulzura, inocencia y timidez me hizo sentir algo nuevo en mi interior, pese a haberme encargado de pisotearla hasta casi extinguir su luz, intentaba iluminar mi oscuro destino una vez más. Negué en silencio y con rabia, me pasé el puño por los ojos para limpiarme, aunque enseguida volví a lagrimear.
—Si no lo hago, matarán a Omar y toda su familia, uno por uno hasta que yo cumpla nuestro acuerdo.
Los ojos y boca de Ricky se abrieron ante la impresión. Yo estaba atrapado, de golpe la oscuridad ganó y sentí un fuerte impacto dentro de mí.
—¿Ahora comprendes? Rico, si algo le ocurre, yo, no podría cargar con eso.
—Kevin, no puedes ni considerar hacerlo.
—¡¿Y qué otra opción tengo?! —respondí hastiado, aunque sin poder controlar el trepidar de mi cuerpo— ¿Crees que quiero? Cory es insoportable, pero es gracias a él y Lio que he podido tener una vida.
—Kev...
—Pero ese idiota no se ha comunicado conmigo desde diciembre, ¿qué hago? Rico, ¡estoy solo en esto!
Un larguísimo suspiro dejé escapar ante la atenta mirada de Ricky. Sin embargo, bastó una frase suya para que mi cabeza se moviera en una desesperada negación, lo que menos necesitaba era ponerlo en peligro a él:
—No, no lo estás, me tienes a mí.
—No dejaré que te metas.
—Hablaré con el señor Evans.
—¡Ya te dije que no, Rico! —sentencié con fuerza e incluso me levanté, molesto, Ricky me observó sorprendido, pero no le di importancia y abandoné a paso veloz la cafetería.
Había puesto en peligro a Omar y su familia, si algo le pasaba a Ricky, sería imposible soportarlo. Mientras me alejaba con cabeza gacha y abrazado a mí mismo por el pasillo, mi mente se nubló con los recuerdos juntos y un nuevo, devastador golpe atravesó mi pecho. Rico era mi hermano mayor al cual disfrutaba sacar de quicio y bajo ningún concepto estaba dispuesto a perderlo.
Un fuerte tirón me forzó a detenerme en seco y voltear, de inmediato abracé a Ricky con fuerza y él a mí, lloré como bebé sobre su hombro.
—Yo hablaré con el señor Evans, ya está decidido.
—No quiero ponerte en peligro. —Me costaba hablar en medio de gimoteos—. Pero si aún así quieres, mi única condición vas a tener que respetarla.
—Kevin...
—Júralo —exigí y aunque dudó durante un rato, accedió en un susurro a mi oído; decidí apretarlo con más fuerza, como nunca antes, en lo que estaba seguro que sería la última vez—. Luego de ir con él, Rico, no vuelvas a buscarme.
Entonces fue Ricky quien se aferró demasiado fuerte a mí, sentí su cabeza moverse en una negación automática.
—Lo juraste y solo así te dejaré hacerlo. Rico, si a ti te pasa algo por mi culpa, yo te juro que me doy un tiro.
—¡No digas esas cosas! —Su voz sonó temblorosa.
—Sabes que te amo y por eso te quiero a salvo. Dile a Cory que su nombre es Konrad, cuéntale lo que está pasando, dile que si no hace algo pronto, tendré que cumplir ese horrible trato...
—Kevin...
—Después, regresa a casa de tus padres. No vuelvas a buscarme.
—¿Es-estás dis-dispuesto a hacerlo con tal de proteger al señor Rubio?
La pregunta de Rico me obligó a temblar, pensé en la bailarina y cada espantosa amenaza de Simmons. No permitiría un final como ese para él o su familia. Afirmé en silencio sobre su hombro.
—Entonces, ¿admites que lo quieres?
Una risita nerviosa se me escapó, ni en semejante momento dejaba de ser chismoso. Volví a aferrarme a él como si al hacerlo pudiese llevarlo conmigo por siempre; sin embargo, mi respuesta fue apenas un susurro que ni siquiera supe si escuchó:
—Con toda mi alma, si es que algo como eso existe.
Besé su cabeza en cuanto lo sentí paralizarse, fue en ese momento que liberé el agarre y me despedí de mi mejor amigo. El fuerte dolor en mi interior amenazaba con hacerme trizas mientras me alejaba de él por el blanquecino corredor con aroma aséptico que me hacía sentir como condenado a muerte.
♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡
Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 es un placer volver a leernos, espero estén disfrutando hasta este punto, los loviu so mucho 💖
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top