XVI: Omar

—Kev, sé que estás ocupado, pero solo quiero saber si...

Cancelé la nota de voz, no quería parecer desesperado ni agobiarle de alguna manera, sin embargo, me sentía inquieto. Si bien no solíamos vernos a diario, sí que hablábamos mucho; algo típico en él era enviarme selfies de lo que sea que realizaba, ya fuese estudiar, compartir junto a sus amigos o con cara de aburrido en clases, incluso en el trabajo posaba con algunos pacientes que se prestaban para esas payasadas que conseguían alegrarme el día, disfrutaba sus tonterías.

No obstante, desde el sábado cuando partió, no había recibido alguna noticia suya; era martes y empezaba a desesperarme, una rara sensación se apoderaba de mi pecho. Decidí dejar a un lado el teléfono y salir de la oficina para caminar un poco e ir por aire fresco a la terraza. Me hizo bien respirar.

Desde la semana anterior el trabajo había resultado bastante estresante, por eso anhelaba con locura ese fin de semana en compañía de Kev, lastimosamente nuestros planes se fueron a la basura; a pesar de ello, creí que las cosas estaban bien, aunque dada su desaparición, empecé a pensar que quizás le incomodó de más la interrupción y por tal motivo se esfumó esos tres días.

Se me antojó ir a la residencia a buscarlo, pero me contuve pues prometí la última vez no volver a hacerlo debido al tremendo bochorno. Sin embargo, si no aparecía pronto, mandaría esa promesa al retrete.

Quería contarle sobre mi decisión de dar un paso al frente, plantarme de cara a mis hijos, decirles la verdad sobre mí y también la relación que mantenía con él, pero pese a sentirme listo para eso, deseaba contar con su apoyo, ya que de alguna manera sería más sencillo si él estaba a mi lado.

Suspiré cansino. Me dediqué a inhalar y expulsar una enorme bocanada de aire tras otra, contemplando la panorámica visión del mar, hasta que en un punto, mi cuerpo se sintió ligero como una pluma, en ese momento retorné al interior. Sonreí y saludé a cada secretaria o abogado que me topaba en el camino de vuelta a mi oficina. Apenas abrí la puerta, me sorprendí por encontrar a Oli frente al escritorio, él, rápidamente se giró hacia mí con una sonrisa medio nerviosa que no supe interpretar.

—Hijo —le dije en un risueño tono y la verdad es que en su mirada noté con más claridad el nerviosismo—, ¿ocurre algo? —Él se apresuró a negar con la cabeza reiteradas veces antes de contestar:

—No, papá, solo vine por ti para almorzar.

Asentí sonriente y fui a su encuentro, le apreté el hombro, luego tomé mi celular del escritorio, entonces él continuó en un tono acelerado:

—Ah, sí, pa, ¿tienes planes para esta tarde?

Negué con la cabeza en silencio mientras desbloqueaba el aparato, enseguida, una notificación se apoderó de la pantalla, estuve a punto de suspirar aliviado, pero me tocó disimular al leer:

Kevin: Hola, desconocido, ¿qué dices si nos vemos esta tarde donde siempre?

Debí camuflar una sonrisa mientras tecleaba un escueto: "te veo, anónimo".

—Ah, hijo, lo siento, acabo de recordar que sí tengo algo pendiente esta tarde.

La manera en que su nuez se movió me hizo ver que tragó con dificultad, en realidad algo pasaba con él, aunque no me quiso decir.

—¿Por qué, Oli? Si me necesitas para algo, cuéntame y pospongo lo que tengo pendiente.

—No, pa, no es nada —contestó sonriente—. Vayamos a almorzar.

Viajamos en el auto de Oli, hablando trivialidades sobre el trabajo, la familia y por algún motivo, rememoramos a mi hermosa Mile; pese a eso, todo el camino se hizo ameno en medio de nuestra plática, así mismo continuamos en el restaurante.

La comida con mi hijo transcurría serena, aunque en algún punto, quizás aprovechando que nos encontrábamos a solas, decidió preguntarme sobre el tema favorito con el cual su hermana solía bombardearme. Sentí mis mejillas encendidas.

—Ay, ¡vamos, pa! ¿No eres tú quien dice: "hombre, que ya no soy un niño"? —habló emulando mi voz, lo cual me provocó una carcajada y luego continuó— ¿Por qué tanto misterio, papá?

—Mari te pidió hacer esto, ¿cierto?

Mi hijo me obsequió una traviesa sonrisa y empecé a comprender el por qué de su nerviosismo inicial: se vio subyugado por su hermana menor, a quien le cuesta negarse, para sacarme información; a pesar de que inmiscuirse no era algo que él disfrutase. Negué con la cabeza en silencio.

«Esta niña», fue el pensamiento que me atravesó porque teníamos un acuerdo en el cual respetaría mi petición sin insistir.

—¿Sales con alguien o no? —Mi hijo preguntó sin rodeos y así abandoné mis cavilaciones mentales para centrarme en él, pero me vi asaltado por una especie de ahogo repentino—. Papá, ¿estás bien? Palideciste.

En realidad sí, sentí algo raro. Tomé un poco del vino dulce y algunos segundos después la sensación se esfumó.

—Papá yo...

—Sí, salgo con alguien y Mari lo sabe. —Me atreví a admitirlo apenas posé la copa vacía sobre la mesa.

Oliver me observó sorprendido, incluso parpadeó, incrédulo.

—Hijo, como le dije a ella, todo a su tiempo, ¿sí?

—¿Es el compromiso que tienes esta tarde?

—¿Por qué ese interés? —pregunté risueño, tratando de aminorar la pesadez que repentinamente había envuelto el ambiente, Oliver parecía querer decir algo más, sin embargo, no lo hizo— Oli...

—No es nada, pa, es solo que no comprendo el secreteo.

—Tengo mis razones, hijo. Cuando considere pertinente, conocerán su identidad. ¿Entendido?

Oliver asintió con la cabeza y se concentró en su plato. El resto del almuerzo transcurrió casi en completo silencio, en realidad, él hablaba lo necesario y la mayor parte del tiempo fueron monosílabos para indicar sí o no.

Cuando regresamos al buró cada uno se dirigió a su oficina y apenas compartimos una silenciosa sonrisa al abandonar del ascensor. No comprendí el cambio de actitud en mi hijo, pero tampoco le di importancia. Retomé el trabajo hasta las cuatro de la tarde cuando sonriente abordé mi auto luego de recibir un mensaje de Kev donde me informaba que iba rumbo al sitio de encuentro.

—Disculpe, ¿podría detener el ascensor?

Por inercia seguí la instrucción, iba tan distraído y ansioso, pensando en el encuentro venidero, que no tomé consciencia de mi acompañante hasta que la compuerta dorada del elevador se cerró y acabé contra la pared asaltado por los besos de una ávida boca. Mi corazón se tornó un redoble a la vez que mi ingle reaccionó al roce propiciado por esa intrusiva pierna colada entre las mías para frotarme.

—Kev... —apenas susurré y él contestó risueño contra mis labios.

—Por supuesto que soy yo, bombón, ¿qué? ¿Acaso dejas que cualquiera te haga esto?

—No-no, so-solo, me tomaste por sorpresa. —La provocativa sonrisa ladeada de Kevin aceleró todo dentro de mí y yo proseguí en un tono más nervioso—. No me fijé que eras tú quien ingresó.

Era la primera vez que llegábamos juntos a ese lugar y abandonar el ascensor tomados de mano, rumbo a la suite desbocó mi corazón. Bastó ingresar para una vez más acabar contra la pared, no hubo beso entonces, solo un fortísimo abrazo; Kevin se aferraba a mí de una manera cuya única interpretación sería la de alguien que busca un lugar seguro, igual que lo hace un niño asediado por pesadillas.

—Kev, ¿te pasa algo? —susurré a su oído, él negó en silencio sobre mi hombro, pero me apretó mucho más fuerte y aunque intentó disimular, noté su sollozo— Kevin, entonces, ¿por qué lloras?

En ese momento se separó de mí con una risa baja y negó con la cabeza mientras se pasaba una mano por los ojos antes de hablar:

—Es alergia, además, te extrañé. ¿Acaso tú no?

Afirmé sonriente. Ambos dejamos nuestros abrigos en una percha junto a la entrada y tomados de mano caminamos hacia esa pequeña sala donde nos esperaba la chimenea encendida que mandé a preparar antes de llegar.

Kevin me contó que pasó unos días de locura entre la universidad y el trabajo, aunque comprendí, me pareció injusta su desaparición y así se lo hice ver, para ese momento nos hallábamos a medio vestir, sentados sobre el felpudo del suelo, frente a la chimenea; él, ubicado entre mis piernas, permanecía recostado a mi pecho. Mis dedos por inercia delineaban cada músculo de su abdomen.

—Creí que te enojaste por la interrupción de Oliver.

—¿Cómo crees? Si solo quería darte duro contra el muro cuando él apareció, más nada.

Su tono irónico me hizo reír y lo envolví en un fuerte abrazo antes de besarle el cuello.

—Entonces, sí te molestó y por eso te esfumaste.

Un largo silencio apareció, el único sonido era el crepitar del fuego, estaba a punto de decir algo más cuando él se adelantó:

—Claro que no, Omar, no niego que me molestó, más aún la actitud que tu hijo mantuvo todo el rato conmigo —confesó en tono bajo e incluso liberó un suspiro antes de continuar, luego se acomodó para asegurarse de verme, pude notar en sus ojos que cada palabra salida de su boca era real—, pero te lo dije ese día, aunque no fue lo que esperaba, estuvo bien. Me gustó conocer a tu familia, tu nieta es adorable.

—Entonces, ¿qué pasó, Kev? ¿Por qué esa desaparición? Kevin, las últimas semanas también han sido una completa locura para mí en el trabajo, pero en ningún momento he dejado de estar disponible para ti...

—Lo sé —admitió sin desviar la mirada, sus ojos temblaron, sabía que algo pasaba con él y albergué la esperanza de que se atreviera a contarme; sin embargo, no lo hizo. Kevin se puso de pie y caminó en dirección al mini bar—. ¿Quieres algo de tomar? Yo sí, necesito alcohol.

—Kev...

—¡Oh! ¿Qué tenemos aquí? Vodka, Tequila, vino, champán...

Un nuevo silencio apareció, el temblor de su cuerpo fue más notorio cuando tintinaron las botellas o vasos que tenía en las manos, fue en ese momento que, presuroso, me dirigí a su encuentro y lo abracé por la espalda; todo su cuerpo se tensó, pareció incomodarle mi tacto un instante. Luego de una profunda inhalación continuó en un tono que intentaba emular calma, aunque sin lograrlo:

—E-escocés añejo...

—Kev...

—Olvida eso, optaré por tequila, ¿quieres?

Aunque fue difícil lograrlo, le forcé a girarse y enseguida se aferró a mi cuello, yo repliqué el gesto con su torso. Por más que intentaba disimular, el temblor de su cuerpo carecía de control. Su actitud me aterró, incluso un fuerte golpe en mi pecho sentí.

—Dios, Kevin, ¿qué te está pasando? Dime.

—De verdad, estoy bien o lo estaré, no te preocupes.

—Kevin, ¿cómo esperas que no me preocupe cuando estás así de nervioso o asustado?

—Estaré bien. Ya, por fa. Omar no insistas.

Y dicho eso, me soltó e intentó alejarse de mí, pero me apresuré a alcanzar su brazo para retenerlo, lo sentí volver a tensarse, parecía de piedra.

—Dios, Kevin, eres mi pareja, ¿cómo esperas que no me preocupe al verte así?

Kevin azotó su brazo con fuerza para forzarme a soltarlo y marcó distancia, de inmediato volvió a girarse me veía como si yo estuviese loco mientras negaba reiteradas veces con la cabeza.

—¿Qué dijiste? ¿Tu qué cosa? —Ni siquiera me permitió contestar a sus preguntas, continuó en un molesto tono que me abrumó por completo—. Omar, no te confundas. Me gusta estar contigo, sí, pero no significa que seamos una pareja.

—¿Cómo puedes decir eso? —Apenas conseguí articular, sentí una opresión en el pecho y por inercia mi mano fue a posarse allí. Kevin ni siquiera se inmutó, siguió adelante, mirándome airado.

—Porque es la verdad. ¡Maldición, Omar!

—Kevin...

—¡¿Estás enamorado de mí?! ¿Cómo puedes? ¡Te pedí no enamorarte de mí! —Su furioso grito resultó todavía más doloroso, sentí que con cada palabra me enterraba un cuchillo en el pecho, pero como no era suficiente la herida, siguió adelante, un puñal tras otro—: ¡Maldita sea, ¿por qué tenías que arruinarlo?!

—Ke-kevin... ¿a-arruinarlo?

—Omar, lo siento, yo no puedo darte lo que quieres de mí. ¡¿Qué, no lo ves?! ¿Cómo esperas tener una relación conmigo, eh? ¡Podría ser tu hijo!

—Ke-kevin, tú, tú-tú dijiste que-que al di-diablo la eda... —Me costaba hablar, de hecho sentí comenzar a ahogarme.

—Sí, pero no para ser algo como tu pareja, para eso tendrías que abandonar Narnia y luego decirle a tu familia que tu novio es un veinteañero. ¡Maldición, Omar!

—Ke-kev...

Kevin se giró, me dio la espalda dispuesto a marcharse, sin importarle en lo más mínimo que yo me quebraba a pedazos; intenté aferrarme al mini bar para tratar de mantenerme en pie porque sentí desfallecer, aunque sus últimas palabras fueron como una espada que me atravesó el corazón:

—Lo mejor será no volver a vernos.

A paso presuroso se dirigió hacia el baño mientras mi corazón terminaba de quebrarse, me costaba horrores respirar, sentí náuseas; todo giraba alrededor de mí. Las advertencias de Oliver volvieron a mi mente en el peor momento para martirizarme.

Quise ir tras ese chico, decirle unas cuantas verdades; sin embargo, mi cuerpo se entumecía cada vez más. Mi brazo izquierdo comenzó a hormiguear y el dolor en el pecho se hacía mayor...

—¡Ke-kev...!

Apenas había conseguido dar un paso, pero resultó imposible continuar y acabé por desplomarme en el suelo; el lloroso rostro de Kevin fue lo último que registré antes de que todo alrededor se fuera a negro.

—¡Omar, quédate conmigo!



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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 aquí tenemos nueva actu, espero que la hayan disfrutado ❤️

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