XII: Kevin
Capítulo XII: Kevin
Creí que pasaría un buen fin de semana, disfrutando en casa de Omar, pensé que sería ideal para combatir el estrés producto del silencio de Cory a quien más de una vez quise ir a ver en su depa o Renacer, pero eso, me habría valido algo más que un regaño a gritos. No sabía nada de él desde la fiesta de año nuevo, había pasado bastante tiempo, unos tres meses y comenzaba a impacientarme; quería creer que consiguió encargarse de Simmons. Sin embargo, de ser así, ¿por qué él silencio? Se suponía que ya habíamos arreglado nuestros líos.
Cuando Omar me llamó no dudé en aceptar, aunque cancelé planes que tenía con Rico a último minuto y solo le faltó morderme porque parecía perro rabioso, quizás atravesaba problemas en el paraíso con ese novio suyo, aunque no me había dicho nada, tampoco me atosigaba con Tadeo esto o Tadeo lo otro; de hecho, unos días antes me sorprendió encontrarlo en la habitación, lloriqueando y allí pernoctaba desde entonces. Sí, recuperé a mi compañero de cuarto, pero nos tocó compartir cama.
Malena, la madre de Rico, también estaba molesta; además, me pedía cuidarlo y apoyarlo. Sin embargo, ninguno terminaba de decirme qué rayos pasó, pero algo era seguro: anhelaba conocer al tipo para darle una fuerte y cálida bienvenida a la familia.
En fin, zafado de Ricky, abordé la moto y partí a casa de Omar. Entrar a ese lujoso sitio, siempre me robaba un suspiro, no fue diferente aquel día en su fantástico jardín trasero que no había tenido la oportunidad de conocer en mis escasas visitas anteriores debido al invierno. Resultó imposible no emitir un largo silbido de admiración que le arrancó una risita a él, apenas puse un pie en el exterior.
En palabras de Lio sería algo así: los suelos de piedra natural recubrían casi la totalidad del amplio espacio, el ambiente combinaba lo rústico con líneas modernas y volúmenes simples intersectados para dar paso a todas las áreas de transición y permanencia, cuyo punto focal lo conformaban el inmenso prisma de la piscina y el deck de madera a la salida de esta, sobre el cual reposaba un par de tumbonas de aluminio con cómodos tapizados impermeables, el lugar ideal para un bronceado veraniego. Todo el conjunto, rodeado por frondosos árboles iluminados desde el piso. Sí, quizás debí estudiar arquitectura, como él intentó convencerme, pero tenía un tonto sueño de la infancia por cumplir. La cosa era que de noche aquel sitio lucía casi mágico, lo comprobé más tarde, a pesar de todo lo ocurrido durante el día.
Luego de divertirnos un rato con algunas carreras que desataron la adrenalina dentro de mí y en las cuales quedó demostrada la gran condición física de él que, sin duda, era de diez —eso solo revolucionó mis hormonas—. Estábamos a punto de dar rienda suelta a la imaginación cuando el primer susto del día apareció al escuchar a su hijo.
—Papá, ¿estás arriba?
«¡Maldita sea!», fue el primer pensamiento que cruzó mi cabeza.
El universo parecía confabular en mi contra. Contemplé a un aterrado Omar salir del agua a toda velocidad e ir por su toalla para envolverse la cintura, luego fue tras la isla del asador y simuló que intentaba encenderlo.
—¡Estamos en el patio, hijo! —gritó Omar de vuelta y me miró, pude leer en su expresión un "lo siento".
—¿A esto le llamas "vía libre"? —reproché en bajo y me respondió igual:
—Perdón, Oli, no vive aquí.
Rodé los ojos y me sumergí hasta el fondo por largo rato para hacer berrinche en privado; es que, todo aquello era increíble. Cuando emergí y ya que todavía no abandonaba el shock, vi a Oliver en el patio.
Omar me había contado que su hijo mayor cumpliría treinta, lo que no me dijo fue que estaba casi tan bueno como él. Lo juro. El deleite visual que Oliver representaba disminuyó y mucho mi rabieta.
Él era más bajo que su padre, este le sacaba una cabeza, además usaba el rostro lampiño, pero compartían las mismas facciones rectas que los hacían lucir atractivos y varoniles. Debajo de esa camisa holgada que traía, seguro se hallaba un cuerpo atlético, trabajado y similar, aunque nunca igual al de Omar. Su tez era un poco más clara, parecía porcelana a diferencia del bronceado natural del otro y el cabello negro como noche sin luna en un corte bastante pulcro al estilo de soldado alemán.
«¡Uuf!, ¿pero qué come esta familia?», me pregunté en silencio, deseando que el hijito de papi decidiera lanzarse al agua y poder disfrutar de esa magnífica visión en ropa de baño. No pasó.
—Pa, apuesto a que no creerás quién viene conmigo —expresó Oliver en un risueño tono antes de notar mi presencia en el agua. Entonces, esos ojos rasgados exactos a los de su padre, pero en un tono almendra verdoso, se posaron en mí y cambiaron su alegre gesto a extrañeza.
No hubo más tiempo para preocuparme por o admirar a Oliver, se me aceleró el corazón cuando tras él ingresó otro sujeto, uno que habría deseado no ver en ese momento porque estaba seguro de que mi presencia en ese lugar, comprometía la integridad de Omar y toda su familia; además, me dejaba bien claro que Cory, aún no había podido encargarse de él
Sin embargo, solo me quedaba fingir, como lo había hecho en toda mi vida, emular calma y una sonrisa para que no fuesen capaces de notar cuánto me afectaba realmente lo que ocurría.
Omar abandonó el asador y fue a abrazar a ese amigo suyo que había llegado con Oliver.
—¡Konrad! —le dijo emocionado.
«¡Bingo! Ya tengo tu nombre, infeliz», pensé y pese al miedo, involuntariamente sonreí. Solo quedaba esperar otro recadito de Cory para ponerlo al tanto.
—¡Vaya, parece que llegamos justo a tiempo para las carnitas! —le dijo el tipo en tono bromista y luego posó una sonrisa en mí, la sentí cínica—. Hola, hijo, un placer volver a verte.
Le devolví una sonrisa al asentir, Oliver, en cambio, dejó en evidencia todo su desconcierto ya que él no tenía ni idea acerca de mí.
—Él es Kevin, mi asistente personal, Oli —le dijo Omar a su hijo enseguida, aunque pude notar sus nervios. Oliver asintió, pero el gesto de su rostro no varió, incluso, podría decir que por largo rato aguzó la mirada en mi dirección, desconfiaba y parecía estudiarme.
—¿No lo conoces, Oliver? —preguntó el detective como si fuese lo más raro del mundo y luego añadió—: Acompañó a tu padre a la gala otoñal de la fundación Evans.
Allí estaba el infeliz, tiraba de los hilos igual que un titiritero con sus marionetas, buscaba joderme, aunque arrastrara a Omar en el proceso y con mayor razón deseé estar en otro sitio muy distante. La idea de Cory de mandarme lejos empezó a sonar tentadora.
Sin embargo, mis ojos viajaron por un segundo hacia Omar, un recuerdo veloz me asaltó: «Eres especial», mis propias palabras retornaron como un bucle infinito y tragué con dificultad. Mi gesto no pasó desapercibido para Simmons quien me lo hizo ver con una sonrisa que a cualquiera le hubiese resultado inocente, pero yo sabía lo que significaba.
—Papá, ¿desde cuándo tienes asistente personal? No me habías contado.
—Desde hace meses y vamos, hombre, tampoco soy un niño que deba pedir permiso.
—No, no, eso lo sé, papá.
—Solo me pareció un tema sin importancia, hijo —añadió Omar sonriente y le apretó un hombro como un gesto cariñoso.
Sin embargo, el asunto no quedó allí y mientras padre e hijo se embarcaban en una pequeña disputa, guao, de verdad, Oliver era sobreprotector; yo comencé a impulsarme en el borde de la piscina para salir, ninguno notó el instante en que Konrad fue conmigo, la verdad, tomé consciencia de su presencia junto a mí, apenas cuando me habló bajo.
—Ángel, te veo en el Wild Forest esta noche.
Hice todo lo posible por mantenerme sereno ante su cercanía, pero la fuerza de mis brazos casi me abandona y estuve a punto de caer al agua de nuevo. El tono que empleó, con esa mirada fija en Omar y su hijo, sonaba más como una amenaza para ellos. Tragué saliva, intentando disimular el nerviosismo, a la vez que trataba de regular mi respiración.
—No faltes.
La frase final acabó por drenar mi poca calma y mientras me sentaba en el borde para intentar recobrarla, lo vi regresar junto a Omar y Oliver, mediaba la discusión con una sonrisa amable y tono bromista que distaba mucho del que acababa de emplear conmigo.
En ese instante, de verdad, deseé dar marcha atrás al tiempo y aceptar que Cory me mandara lejos o mejor, rechazar la invitación de Omar, ¿o por qué no? Hacerle caso a Pepe cuando me pidió sacarlo de mi lista.
¡Maldición!, tantos "si hubiera", pero solo me quedaba cargar con el peso de mis malas decisiones.
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El Wild Forest, curioso y divertido club nocturno. Me gustaba ir de juerga con amigos o de conquista, amaba el ambiente, los colores, la música, las personas que realizaban sugerentes bailes en jaulas dispuestas en las alturas y por todas partes, cada uno cubría la desnudez de su cuerpo con arte corporal que emulaba pieles de animales salvajes o algunas plantas silvestres.
Sin embargo, esa noche, más que deleitarme con el ambiente, sentía el corazón en la garganta. El detective infeliz me había citado en un módulo privado.
Durante todo el tiempo que pasamos en casa de Omar, tuve que simular serenidad de mil y una formas porque el desgraciado se las ingenió para acercarse y darme instrucciones sin levantar sospechas en nuestros anfitriones, lo peor fue que no dejó opción a negarme. Si ya estaba preocupado por lo que pudiese pasarle a Omar o su hijo, todo se complicó con la llegada de su yerno y nieta. Sin decirlo, sabía que ellos corrían peligro y no podía imaginarme arriesgar a esa pequeña de hermosa sonrisa; al costo que fuese, debía impedir que se vieran afectados por mi culpa.
Sí, seguía importándome una mierda cualquier persona, pero a esas alturas estaba claro de que Omar no era cualquiera.
Subí al área V.I.P, busqué entre los privados el número correspondiente que él me indicó y me preparé mentalmente antes de ingresar, al igual que un actor de teatro lo hace tras bastidores previo a su función. Un tipo más grande que yo custodiaba la puerta con mala cara y me tocó aguantar una requisa.
—Invítame a salir antes de llegar a segunda, bombón —le dije al sujeto con ironía, aunque algo coqueto mientras me palpaba la entrepierna—. ¿Acaso eso fue una sonrisa?
El tipo no respondió, pero pude verlo apretar los labios antes de darme acceso al módulo, le regresé un guiño como agradecimiento. Aunque había conseguido calmarme un poco, bastó abrir para ver al hijo de puta detective y sentir un escalofrío recorrerme la columna, de hecho casi salté cuando escuché la puerta tras de mí cerrarse. El tipo reposaba sentado a sus anchas sobre un sofá de cuero oscuro semicircular, en torno a una mesa metálica encima de la cual se erigía un tubo hasta el techo; la iluminación cálida y tenue, por momentos, quedaba rezagada ante el juego de luces multicolor que se colaba a través de la pared de cristales del fondo, desde la enorme pista de baile del nivel inferior.
Simmons sostenía un vaso de licor a la altura de sus labios con la mano derecha y mantenía la vista fija en la chica de larga cabellera roja con tocado de flores que iba pintada como planta silvestre. Ella se meneaba y hacía sugerentes movimientos en ese tubo frente a él.
—¡Ángel, estás aquí! —exclamó Simmons entusiasmado en cuanto me vio y se acomodó en el asiento para ofrecer sentarme a su lado. Le devolví una sonrisa al aceptar la invitación.
El desgraciado, enseguida pasó el brazo izquierdo sobre mis hombros, como si fuésemos amigos de toda la vida que no se habían visto en meses e hice lo posible por no tensarme ante su tacto, pero al parecer, no lo logré porque de una vez me lo hizo notar, acompañando sus palabras por una cínica sonrisa:
—Angelito, relájate, disfrutemos el show. ¿Quieres algo de tomar?
—Seguro —contesté con mayor convicción, pero al verlo verter y levantar el vaso de whisky me negué, no aceptaría un licor servido por él, bajo ninguna circunstancia—. Cerveza está bien.
—Ay, Angelito, ¿me dejarás el trago en la mano? ¿Crees que quiero drogarte?
—Nunca se sabe.
Su risa burlona se extendió igual que eco, yo mantuve la mirada sería, fija en él. Lo vi tomar el vaso que previamente me sirvió e ingirir un largo sorbo para demostrarme la pureza del alcohol.
—Una delicia, escocés añejo, prueba... —Llevó el vaso hasta mi boca y me forzó a tomar, pero decidí arrancarlo de su mano; su cínica sonrisa hizo acto de presencia una vez más—. Ángel, tengo asuntos importantes que tratar contigo, te necesito despierto y vivaz.
—Tú dirás —le dije después de pasar lo que pareció el trago más amargo de mi vida y no era culpa del licor.
Miré a la chica danzar, la manera en que su cuerpo se batía de un lado a otro con sensualidad, las curvas de su esbelto cuerpo y sus sugerentes gestos que ocultaban tras de sí, con ayuda de todo el maquillaje, una mirada cargada de miedo. Vi mi reflejo en ella.
—Hermosa, ¿cierto, Ángel? —El tipo junto a mí abrió la boca y volvió a ganarse mi atención, pero ni siquiera fui consciente de la manera en que le observaba hasta que me lo hizo notar con una burla—: Perdón, prefieres a los cincuentones.
—Habla, ¿para qué me citaste?
—¡Uy!, qué acelerado, directo al grano, pero ¿qué me sorprende? Siempre fuiste así de frío y sin escrúpulos. Por eso eras el consentido de R, su protegido.
—No era su protegido, solo su juguete y ya me estoy hartando de tu juego también, habla de una vez.
Su gesto sonriente se tornó oscuro en una milésima de segundo, lo peor fueron las luces rojas que se colaron a través del cristal y convirtieron el ambiente en una sucursal del infierno; en cuestión de segundos, su rostro adquirió un aire macabro. A nada estuve de flaquear.
—Tu cabeza tiene precio desde hace años, Angelito, pero yo quiero ser condescendiente contigo, tú sabes, por los viejos tiempos.
Se giró hacia el control del módulo, presionó la pantalla hasta hallar lo que quería, resultó ser Slave 4 U, lo supe cuando la música anterior fue interrumpida con tal tema.
—¿No te encanta Britney? —preguntó al mirarme y solo me encogí de hombros— Sube —exigió y con un leve movimiento de cabeza señaló hacia la mesa del tubo donde la bailarina seguía danzando, lo observé extrañado, pero fue imposible negarme; sacó su arma con silenciador, la había tenido oculta bajo una pierna y con esa macabra sonrisa que ya me tenía nervioso, la puso en mi frente. Tragué en seco, no podía disimular en ese momento—. Dije que subas.
Contra todo deseo, me descalcé y fui junto a ella, lucía asustada. Empezamos a bailar para él, tomábamos turno con el tubo y cada uno le mostraba al desgraciado lo que podía hacer.
—¡Mucha ropa, Ángel!
Su grito me provocó un escalofrío que recorrió mi columna vertebral desde la nuca. «Maldito viejo voyerista», pensé mientras me sacaba lentamente la camiseta negra frente a él.
—¡Uuuf, cuánto has crecido, Ángel!
Sentí asco cuando su mirada recorrió mi cuerpo, despacio, peor en el instante que relamió sus labios y empezó a frotarse la entrepierna sobre el pantalón. «Solo piensa en otra cosa, olvídate de y cada mierda del pasado», me repetí como un mantra, pero era difícil.
—Vamos, bailen juntos, convénzanme de que se aman y desean fornicar aquí mismo, frente a mí.
Volví a maldecirlo en silencio y aunque los nervios ya eran más que evidentes en ella, la obligué a seguirme. Bailamos juntos de la manera más sexi que se me ocurría en el proceso; cuando estaba de espaldas a él, le pedía disculpas a la chica sin una palabra y con una mirada su permiso para tocar su cuerpo o rozarle los labios; a pesar de la situación, no quería que me viera como un agresor, solo estaba allí, al igual que ella, para cumplir los caprichos del viejo mirón.
Por petición del desgraciado, ella debió quitarme el pantalón; mi único deseo era que ya ordenase parar, que le permitiera marcharse y no la obligara a ir más lejos pues su trabajo en el club era solo el de danzar; ese infeliz abusaba, valiéndose de su arma.
El bailecito continuó lo que pareció una eternidad, a ella le empezaba a costar horrores no temblar hasta que al fin, él le pidió detenerse mientras se encontraba de rodillas frente a mi ingle con las manos aferradas a mi ropa interior, a punto de quitarla como fuese la petición anterior del infeliz.
—Tú —le dijo—, lárgate y ni una palabra de esto o, ¡bum! —añadió en tono irónico, apuntándole con el arma.
La chica bajó a toda velocidad, pero antes de cruzar la puerta, el desgraciado volvió a llamarla y a su regreso, pude notar que el maquillaje de sus ojos comenzaba a correrse.
—¡Qué malo soy! —le habló en un tono de burla, luego sacó un fajo de billetes— Toma, preciosa, se me olvidaba tu pago. Ya, no llores, puedes irte.
Ella tomó el dinero y abandonó el sitio sin mirar atrás, la escuché sollozar. Sentí envidia por verla partir, pero al mismo tiempo pedía que si algo como un ser supremo existía, la cuidara, no quería verla en las noticias matutinas, flotando sin vida en la bahía.
—Todos tienen un precio, Ángel —me dijo mientras buscaba algo en el dispositivo de control. Un segundo más tarde Sexy and I know It llenó el ambiente, Konrad volvió a mirarme y con un gesto del rostro me pidió volver a bailar.
Esa vez, al no tener que preocuparme por guiar a la joven, conseguí apagarme igual que lo hacía en el pasado, mandé mi mente y cada sentimiento o sensación al carajo, quizás por eso me creían frío o sin escrúpulos. Cómo fuese, me centré en el movimiento de mi cuerpo, las ondas, el serpenteo, la mirada lujuriosa clavada en quien me veía seducir a ese tubo.
—Hermoso, Ángel, siempre has sabido cómo prender a un hombre.
Un nuevo giro y luego de un movimiento veloz, lamí el tubo con deseo, como aquel se hallara entre sus piernas; lo vi sonreír y volver a llevarse una mano a la ingle.
—Ahora conozco tu identidad, S —le dije en tono seductor luego de un rato bailando para él. Un sugerente movimiento de ingle contra el tubo le robó un suspiro, pero su rostro deseoso y a punto de babear se ladeó, lucía confuso al comprender mis palabras, le devolví una sonrisa—. Podría meter en un buen lío al detective Konrad Simmons —añadí con una voz más inocente y bajé de la mesa para acercarme a él. Seguí el baile entre sus piernas, pero cuando estuve a milímetros de su nariz, sentí su mano aferrarse a mi mentón.
—¿Qué harás, Ángel? —preguntó sonriente y continuó con burla— ¿Denunciarme a la policía? Eso quiero verlo.
La música se detuvo y pese a mi aparente calma, podía oír el martillar de mi corazón, sin embargo se tornó aún más errático al escucharlo:
—Tengo en mi poder el arma usada en un doble homicidio y adivina a quién pertenece las huellas en ella.
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 ¿Cómo me les va? Es un placer leernos nuevamente, espero hayan disfrutado esta parte y bueno, nos volveremos a leer un día de estos😂
Los loviu so mucho💖
Este cap sale con dedicatoria para DeChristopherMorgan una personita especial que siempre me ha apoyado un chingo💖💖💖 gracias por todo el amor que le das a mis obras, mi dulce corazón multicolor 💛💚💙💜💖
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