XI: Omar
Los días siguieron su curso habitual y desde nuestro reencuentro, la relación que llevábamos se afianzó mucho más, resultaba extraño todo lo que él me hacía sentir, pero aún más maravilloso lo que su mirada expresaba, aunque su boca no se atrevía.
Después de la tremenda pena que pasé en la residencia estudiantil al aguantar risitas de una pila de jóvenes que con facilidad, podían intuir lo que ocurrió entre nosotros, hacía escasos momentos; intenté convencer a Kevin de mudarse a un departamento para él.
En realidad, llevaba varios días, mostrándole lugares mucho más privados, además de que yo podría ayudarlo con la renta y aunque casi se le salieron los ojos ante mi constante propuesta, de hecho, pude ver en ellos al chico materialista deseoso por aceptar, pero él negó con la cabeza una vez más después de dudarlo bastante.
—No quiero aprovecharme de ti —me dijo con convicción, aunque cerró los ojos como si aquello hubiese sido sumamente difícil de expresar.
—Kevin, yo te lo propongo, no te estás aprovechando.
—Lo siento, pero no.
No hubo forma de convencerlo, me tocó aceptar que aquella sería la primera y última vez que compartiríamos de esa manera en sus aposentos pues yo no estaba dispuesto a aguantar otro bochorno como aquel, él no dejaba de reír.
—No te compliques, de seguro te creyeron mi papá.
—No estaría tan seguro luego de todo el escándalo que hiciste, Kev.
—¡Hey, yo no grito, ¿qué te pasa?! —exclamó apenado y empecé a reír cual desquiciado.
—Si tú lo dices.
Acabábamos de comer cuando pasamos frente a un concesionario de Harley Davidson y aunque iba a bordo de la motocicleta, detrás de mí, lo sentí liberar aire con pesadez. Sin pensarlo mucho, aparqué y presuroso le obligué a ingresar, lucía desconcertado con mi repentina acción.
Sabía que le gustaba mi moto, así que, con premura, le pregunté al asistente que se acercó y de inmediato guio nuestros pasos hacia el sitio, allí reposaba en fila cada heritage softail classic con variaciones de color o detalles mínimos.
—¿Cuál te gusta? —le pregunté al chico junto a mí y me contempló anonadado— Kev, prefieres negra como la mía o alguna otra tonalidad.
—¿E-enloqueciste?
—Te debo un obsequio de navidad —le dije sonriente y él negó con desespero, aunque su mirada no dejaba de contemplar la motocicleta índigo con detalles cromados, por eso volví a hablarle al vendedor—. Llevaremos esa.
—¿Qué? ¡No! ¿Qué-qué haces?
El vendedor había detenido su marcha y palabrerío referente a la motocicleta al escuchar la negativa de Kevin, sin embargo, retomó el andar hacia su escritorio para iniciar la documentación de compra en cuanto confirmé la decisión. Cuando se alejó fue que volví a hablarle.
—Kev, podremos divertirnos por ahí, hacer carreras o lo que sea...
—Omar, ¿una jodida motocicleta? ¿Qué te pasa? Te digo que no quiero aprovecharme de ti y tú vas a comprarme esto.
—Pues no lo haces, esta es mi decisión y me parece un estupendo regalo navideño atrasado para ti. ¡Deja de quejarte! Finalicemos la compra.
No dijo nada, negó en silencio todo el rato que permanecimos allí e incluso al salir. Ni siquiera varió su expresión mientras le decía planes y tonterías que podríamos realizar como "cabalgar hacia el atardecer", eso le provocó una buena risa que sin duda adoré ver y escuchar, pero casi enseguida retomó la negación.
Sin embargo, bastó abordarla para que una sonrisa surcara su rostro. Acarició la parte superior del cuerpo antes de encenderla y al hacerlo, suspiró complacido ante el rugido del motor.
Dimos algunas vueltas por la playa, cada cierto tiempo gritaba emocionado un "¡yaajuuu!" que me provocaba una estruendosa carcajada y para cuando llegamos a mi casa, ya había caído la noche.
Mis hijos aún no regresaban de España, de igual modo, mi ama de llaves se encontraba de vacaciones con su familia, por tal motivo no dudé en pedirle quedarse ni él en aceptar. Bastó aparcar la motocicleta al resguardo de la cochera y descender para que Kevin buscara mis labios, presuroso; no tuve inconveniente alguno por entregárselos.
Con premura, nuestras ropas acabaron en el suelo y de no ser porque viví tal experiencia, jamás lo habría creído posible. Allí, montando la Harley, tuvimos sexo como nunca, al principio temí que pudiese caer el vehículo, pero luego de corroborar que no pasaría, su miembro entraba y salía de mi cuerpo con loca vehemencia mientras me aferraba a los manubrios con mucha fuerza. Las manos de Kevin se ceñían a mi cintura o cadera de tal manera que estaba seguro de que dejaría marcas, pero no me importó, pues el placer que él me producía con cada embestida era superior.
—¿Quieres más, Omar? —le escuché preguntar. Apenas una serie de jadeos pude contestar; entonces, con mayor fuerza volvió a clavarse dentro de mí y no hizo nada más, allí permaneció estático por largo rato, podía sentir su palpitante pene duro y deseoso de seguir—. No te escucho —añadió con voz ronca.
Sus labios besaron mi nuca y sentí escalofríos al tacto de su lengua mientras se desplazaba por mi columna.
—Dime, ¿qué quieres?
Me costaba articular palabra ante el placer que él sabía provocarme, cuando estuve a punto de decir algo, mi boca se ahogó en gemidos en el mismo instante en que él retomó las vehementes embestidas.
—Ke-vin... —su nombre brotó entre jadeos y entonces volvió a detenerse luego de una arremetida feroz.
Nuevos jadeos salieron sin cesar ante cada mordida que recibía mi espalda.
—¿Quieres que siga? —preguntó y apenas asentí— Contesta...
—Sí, Kev... aaaah —gemí cuando retomó la marcha.
—¿Puedes con más?
—Síí...
La ferocidad con la cual comenzó a moverse descontroló todo dentro de mí, sentí esa electricidad en mi vientre que podría hacerme estallar, todo mi cuerpo empezó a entumecerse, un claro indicio de que el clímax estaba cerca. Sin embargo, él detuvo las embestidas y cortó el momento, me sentí perdido, como si hubiese flotado con un globo que repentinamente estalló.
—No dejaré que te corras tan pronto, cielito —susurró a mi oído en tono galante, aunque pude notar algo de burla. Lentamente empezó a retomar el movimiento—. Me encanta estar dentro de ti, estás que ardes.
La frase final envió mi mente a aquel primer encuentro y una sonrisa consiguió colarse, también le oí a él una leve risa burlona antes de volver a buscarlo boca. Yo no podía más, su voz sonaba seductora, varonil, me excitaba de una manera asombrosa, quizás estaba demasiado sensible por hallarme cerca de ese orgasmo que él no paraba de negarme, pero era como si solo con ella fuese capaz de producírmelo.
Volvió a embestir una vez más con fuerza hasta casi alcanzarme a la luna, incluso mi pene empezó a vaciarse sobre el cuerpo de la motocicleta, pero una vez más se detuvo, impidiéndome llegar a ese anhelado momento. Lo escuché reír igual que un niño travieso, manipulaba mi placer como mejor le parecía y cuando yo estaba a punto de hallar algo de calma, una vez más arremetía con una fiereza que casi me hizo perder la capacidad de andar.
Entonces, abandonó mi cuerpo y sentí un vacío instaurare dentro de mí, no entendía el motivo hasta que acercó su boca a mi oído:
—Voltéate, Omar —susurró, su cálido aliento contra mi oreja disparó mi excitación—, hazlo.
La debilidad en mi cuerpo era notoria, él no dudó en ayudarme a levantar, girar y acomodar a horcajadas sobre él. Sonreía galante el desgraciado y su durísima erección parecía llamarme. El vacío que había quedado en mi interior, rápidamente volvió a llenarse, me sentí pleno y completo con la dureza de su pene dentro de mí.
Me costaba creer lo que había llegado a experimentar con él, cada sensación que ese chico era capaz de provocarme, pero al mismo tiempo ver su reacción, el fulgor de su mirada era un reflejo de todo aquello que yo sentía.
No dije nada, apenas conseguí jadear conforme mi cuerpo empezó a mecerse sobre él. Kevin se aferraba fuerte a mis glúteos y el vaivén de mis caderas ganó suficiente potencia como para destrozar su serena imagen. Sus jadeos y gemidos se mezclaban con los míos hasta que ambos conseguimos liberarnos.
—Maldición, Omar, en serio disfruto hacerlo contigo.
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Cuando mis hijos regresaron del viaje trajeron saludos de mi niña y un sobre suyo sellado que les obligó a jurar no abrir, pese a que dentro solo había un mensaje: "¡Papi, cuéntame, por favooooor!". No pude evitar reír con sus ocurrencias. Todo había retornado a lo habitual con el trabajo, la sobreprotección de Oli o mis encuentros vespertinos en el hotel con Kevin después del trabajo a los cuales más de una vez debí asistir, escabulléndome de mi hijo.
Así transcurrieron los meses, mismo tiempo que mi nenita empleó para tratar de sacarme información en cada llamada y obvio que solo podía decirle "todo bien" sin revelar la identidad de esa persona que me hacía sonreír y ruborizar de con pensarla o cómo le aportaba vida a mis días.
Un nuevo fin de semana arribó y con ello, Martha se despedía de mí, sonrió amable, me pidió cuidarme, echó la bendición, en fin, lo típico que hacía mi ama de llaves cada semana al partir hacia su pueblo, la despedí en el umbral y tan pronto vi su taxi alejarse, llamé a Kevin para decirle que teníamos vía libre. Su respuesta me provocó una carcajada:
—¡Genial!, consigue mota, yo llevaré el barril de cerveza.
Finalicé la llamada, muerto de risa, ya que sus palabras y toda la situación en sí, me hicieron sentir como un adolescente que organiza una fiesta a escondidas de sus padres.
Tenía cincuenta y tres años, era mi casa y aún así me sentía vigilado, aunque no fuese realmente así, pero el miedo podía conmigo.
La primavera se percibía algo fría aún, pese a eso, aquella mañana de sábado, el sol asomó esplendoroso y aprovechando que la piscina estaba temperada, en cuanto él llegó, decidimos pasar allí el día.
Echamos algunas carreras, se veía sorprendido por mi condición, quizás creyó que le ganaría a un viejo con relativa facilidad, lo que no tomó en cuenta fue que el interés de Mike por la natación lo heredó de mí.
—Fui campeón en varios estilos durante mi juventud, chico, además, aún practico en piscina profesional; esto es cosa de niños —le dije en tono arrogante, luego de volver a ganarle y lo escuché reír.
—¿Ya te dije que eres increíble? —preguntó entre jadeos, abrazándome por la espalda y yo proseguí con el mismo tono que desencadenó una serie de risitas:
—No, pero tampoco tengo problema por escucharlo.
—Lo eres —susurró a mi oído con un tono excitante, el calor de su aliento contra mi oreja me erizó los vellos de la nuca.
Nuestras urgidas bocas se buscaron desesperadas, al mismo tiempo que sentí sus manos colarse al interior de mi bañador, sin notarlo, había conseguido acorralarme contra la pared y podía percibir la dureza de su erección restregarse entre mis gluteos.
—Me toca —susurró al oído en ese mismo tono que me ponía a mil por hora. Mordió mi oreja, provocando un cortocircuito dentro de mí y apenas asentí en silencio.
Kevin no dejaba de masajear con una mano mientras la otra buscaba bajarme el bañador. Mi cabeza fue a posarse en su hombro, llevada por el placer, entonces sus dientes y lengua reclamaron posesión en mi cuello.
—Kevin...
Sin embargo, abrí los ojos de la impresión al mismo tiempo que él detuvo todo contacto. Me alejé espantado en el preciso momento que la voz de Oli se escuchó desde el interior de la casa:
—¡Papá! Papá, ¿estás arriba?
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 es un enorme placer volver a saludarlos, como celebración de las 4K de visualizaciones decidí traerles está actualización, espero la hayan disfrutado😊💖
Los loviu so mucho 🤗💖 y nos leemos prontito 😘
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